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Opinión

31 de Mayo de 2022

¿Indecisos o responsables?

La imagen muestra a Agustín Squella frente a un borrador de la nueva constitución

Me alegra comprobar en las encuestas que circulan el alto número de indecisos acerca de qué hacer el 4 de septiembre. Indecisos que seguramente quieren saber más y que se resignan a esperar a tener la propuesta oficial ya acabada, sin dejarse llevar por una o más normas que sean o no de su gusto.

Agustín Squella
Agustín Squella
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Yo no llego a tanto como quienes con un deje de romanticismo hablan de “patriotismo constitucional” y prefiero hacerlo, con los pies más en la tierra, de compromiso constitucional. Una Constitución Política no debe ser solo un acuerdo en cuanto a resultar  votada favorablemente por los ciudadanos, sino también en el sentido de que todos la aceptamos y sometemos a ella, así nos guste o no, así aprobemos algunas de sus disposiciones y discrepemos de otras.

Sí, en efecto, se trata de “la casa de todos”, lo cual no significa, sin embargo, que tenga que ser del gusto parejo de todos. Tratándose de una familia que habita una misma casa, no todos sus integrantes tienen que gustar de ella de una misma manera ni con similar intensidad. Y volviendo al tema de la Constitución, una que va a tener más de 400 disposiciones, ¿podrá ser ella íntegramente del gusto o del desagrado de alguien o cada cual, antes de pronunciarse, debería identificar qué le parece bien y mal en ella y sopesar luego los pros y los contras que pueda haber para aprobarla o rechazarla? ¿No tendría cada cual que ponderar el texto constitucional, parte en una mano y parte en la otra, parte en un platillo de la balanza y parte en el otro, y ver de qué lado se carga la báscula? ¿Podemos alentar la ilusión de una Constitución perfecta y que guste a todos exactamente por igual o pronosticar una Constitución perversa que merezca ser rechazada desde la primera hasta la última de sus normas?

Una Constitución Política no debe ser solo un acuerdo en cuanto a resultar  votada favorablemente por los ciudadanos, sino también en el sentido de que todos la aceptamos y sometemos a ella, así nos guste o no, así aprobemos algunas de sus disposiciones y discrepemos de otras.

Sí, en el caso de la próxima propuesta constitucional no será posible pronunciarse formalmente a favor de algunas de sus normas y en contra de otras. Su aprobación o rechazo será al conjunto que ellas forman. Pero eso no impide que antes de formarse un juicio en uno u otro sentido cada cual lleve a cabo un trabajo de ponderación de su texto, sin dejarse llevar por el alarido anticipado de la tribu política a que pertenezca. ¿Y cómo llevar adelante esa ponderación sin conocer aún el texto oficial de la propuesta, ya armonizado, o sea, ordenado, y con sus importantes normas transitorias ya definidas e incorporadas?

Todos, o casi todos, tenemos un pre-juicio sobre el particular, o sea, un juicio anticipado, pero también provisorio, del que debiéramos pasar al juicio definitivo que emitiremos el 4 de septiembre. Habrá, pues, dos meses para ponderar, o sea, para examinar bien el texto, para conocerlo, para sopesarlo, y para adoptar ate él un parecer reflexivo y a la par responsable. Se tratará de que nos pronunciemos ante una nueva Constitución y no ante un proyecto de ley ordinaria o común. Se tratará de elegir una casa de todos que es necesario visitar varias veces y recorrer atentamente antes de llevar a ella nuestros muebles y equipaje.

Debe ser por eso que me alegra comprobar en las encuestas que circulan el alto número de indecisos acerca de qué hacer el 4 de septiembre. Indecisos que seguramente quieren saber más y que se resignan a esperar a tener la propuesta oficial ya acabada, sin dejarse llevar por una o más normas que sean o no de su gusto.

En suma, en esto la indecisión equivale a responsabilidad.

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