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Opinión

22 de Julio de 2022

¿Qué pasa con la paridad si se rechaza la propuesta de Nueva Constitución?

La paridad es un pilar de la democracia y como tal no es un instrumento transitorio, es propio de la concepción de la democracia del siglo XXI.

Julieta Suárez-Cao
Julieta Suárez-Cao
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Es alarmante la ausencia de la paridad de género en el documento de compromiso de reformas que presentó Chile Vamos la semana pasada. La periodista Paula Escobar lo puso muy claro: “Si gana el Rechazo, ¿Qué pasaría con todos y cada uno de aquellos derechos en materia de género que este nuevo texto constitucional propone?”. La preocupación se acentúa cuando escuchamos al Presidente de la Unión Demócrata Independiente declarar que una nueva Convención Constitucional no incluiría necesariamente a la paridad: “La paridad como nosotros la concebimos puede ser una herramienta necesaria en algún momento determinado para ir avanzando (…) en el momento en que la Convención se instaló era necesaria” (Javier Macaya, Tolerancia Cero, CNN Chile). Interesante que, como le marcó la periodista Mónica Rincón de manera aguda, si él consideraba a la paridad como necesaria se haya abstenido de acompañar esta necesidad.

Porque la ausencia de la paridad en el compromiso y las declaraciones de Macaya son preocupantes, claro está, pero están lejos de ser sorprendentes. El apoyo a la paridad desde la derecha nunca vino de su partido, que de hecho se abstuvo o votó en contra tanto en la Cámara como en el Senado. Tampoco de Evópoli, donde solamente Sebastián Keitel apoyó el proyecto. La paridad no se hubiera aprobado sin el liderazgo decidido de cierto sector de Renovación Nacional que apoyó fuertemente la propuesta uniéndose a las fuerzas de la entonces oposición. En especial, las diputadas Marcela Sabat, Paulina Núñez y Ximena Ossandón mostraron la importancia crucial de la construcción de consensos transversales en política.

Los argumentos que se escucharon estos días desde personas del sector apoyando la omisión de la paridad en la propuesta de la derecha muestran aún un desconocimiento profundo de qué implica la paridad, el compromiso internacional que representa y las consecuencias para la vida de las mujeres y de la sociedad en su conjunto. La evidencia internacional plantea que mientras más amplios y diversos los cuerpos de representación, más posibilidades tenemos las mujeres de plasmar nuestros derechos en normas y constituciones. Gracias a la paridad de género en la Convención Constitucional, la propuesta de nueva Constitución garantiza la representación de las mujeres en puestos de decisión y se mandata al Estado a transversalizar el enfoque de género con miras a disminuir los sesgos que reproducen y amplifican las brechas contra las mujeres en todos los ámbitos de nuestras vidas.

La paridad no es un mecanismo de acción afirmativa porque las mujeres no somos un grupo minoritario. De hecho, en Chile somos más de la mitad de la población. Una mayoría poblacional que ha sido histórica y sistemáticamente excluida del ámbito de lo público y de la toma de decisiones. La paridad es un pilar de la democracia y como tal no es un instrumento transitorio, es propio de la concepción de la democracia del siglo XXI. Si ya no es concebible catalogar como democráticos a regímenes que no extiendan el derecho a elegir a las mujeres, ¿por qué consideramos que el derecho a ser elegidas no es relevante para pensar la democracia?

Cuando se produjo la extensión del sufragio a todos los hombres, esto se tradujo de manera inmediata en su derecho a ser elegidos. En Chile pasaron 72 años entre que las mujeres pudieron votar, en 1949, hasta que en la cámara baja hubiera al menos un cuarto de parlamentarias en 2021 -un porcentaje arbitrario y poco demandante en tanto indicador ya que es menos de la mitad de su proporción poblacional. Y aun así, en el Senado todavía no se llega a ese número.

En suma, si gana el Rechazo, aunque se llame a una nueva Convención Constitucional, si esta no es paritaria no se asegura que las mujeres tengan la posibilidad de construir un Estado que cautele sus derechos y que promueva una sociedad más justa. Es menos probable aún que esto ocurra si las reformas salen de un Congreso en que las mujeres están en franca minoría. Y menos aún con los llamados a comisiones de “expertOs” para realizar las reformas. Claro, asumiendo que en ese escenario exista realmente la voluntad de reformar la Constitución vigente.

Es en épocas como estas que las palabras de Simone de Beauvoir vuelven como el cuervo ominoso del poema de Edgar Allan Poe: “Nunca olvides que basta una crisis política, económica o religiosa para que los derechos de las mujeres sean cuestionados. Estos derechos nunca se adquieren. Tendrás que permanecer vigilante durante toda tu vida”. Ojalá el trabajo incesante de millones de mujeres logre un día que Simone de Beauvoir deje de tener razón.

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