Especial The Clinic

16 de Marzo de 2023

Pánico y su show de regreso en Lollapalooza: “Queremos darle a la gente que lo pide esa descarga sónica que hacíamos”

Fotos: Sergio López Isla

El grupo no existe hace ocho años, pero toca este domingo en Lollapalooza. Eduardo Henríquez (52) y Carolina Tres Estrellas (50), y que ya suman 34 años juntos como pareja y socios musicales, hablan con The Clinic del Chile de los 90, de Nova Materia y de cómo su banda madre es más un acto artístico que otra cosa.

Por Mauricio Jürgensen R.

Se le acercó canchero, confianzudo, con toda la fe del mundo y totalmente convencido de que sorprendería a esta francesita de intensos ojos celestes, que practicaba con las cuerdas de un bajo en el patio de su mismo colegio parisino. “Yo toco guitarra, llevo tiempo en esto, mira mis dedos”, le dijo sin presentarse este chileno de 18 años, enseñándole las yemas de sus dedos, endurecidas por una presumible dura rutina de ejercicios sobre las seis cuerdas.

Treinta y cuatro años después, Eduardo Henríquez (52) todavía sonríe pudoroso con el recuerdo del momento exacto en que conoció a la que luego se convertiría en su esposa y compañera musical. “Mundo masculino de aquella época”, admite algo avergonzado el chileno, mientras la aludida, Caroline Chaspoul (50), que entonces tenía 16 años y escasa empatía con la galantería sudamericana, lo imita moviendo brazos y remedando esa voz supuestamente seductora con que la abordó.

“Me enamoré a primera vista de Caro, ella a segunda o tercera, no sé”, explica sereno este hombre que dejó Chile junto a su familia en 1973 y que luego de convencer a su pareja de sumar “Tres Estrellas” a su nombre propio, adoptaría para sí el mote artístico de “Edi Pistolas”. “Pero antes de ser pareja, decidimos rápidamente armar un grupo. Eso fue lo primero que hicimos. Antes de estar juntos, ya habíamos resuelto que íbamos a hacer música juntos”.

Ya ligados sentimentalmente y después de un par de visitas previas al país, los todavía muy jóvenes Henríquez y Chaspoul aterrizan en Santiago en 1994 con la intención de fundar una banda. El baterista Sebastián Arce (Tatán Cavernícola), que venía de un conjunto llamado Jusolis, y el guitarrista Cristóbal Pfennings (Juanito Zapatillas), que había militado en Índice de Desempleo, se terminaron sumando a un proyecto que rápidamente ocupó la escena del underground capitalino con punk y sicodelia.

Con apariciones en los medios que hicieron historia, como la vez que aparecieron bajo los efectos del ácido en la televisión abierta o cuando convencieron a un periodista de un periódico que eran sensación en Tailandia. Guillermo Dumay (Memoria Radial), Francisco Oltra (Chow Cables) y Phillipe Boisier (Mambo-Bit) fueron otros músicos que, en algún momento, integraron una agrupación que se radicó de vuelta en Francia en 2000 y que mantuvo actividad hasta quince años después, cuando decidieron pausar su historia de Pánico, después de siete discos (entre ellos Pornostar), cuatro epés y una vida dedicada a la vanguardia.

Mientras se aprontan para para su debut en la versión chilena de Lollapalooza, visten de riguroso negro, todavía no aprendieron a sonreír para las fotos y están a poco de iniciar un nuevo ensayo en la sala SCD de Bellavista, de cara a su presentación en el festival (este domingo 19 de marzo, a las 16.45 horas en el escenario Axe Stage), que ya los había invitado para la suspendida versión de 2020, aún sabiendo del receso tomado por Henríquez y Chaspoul, para favorecer el nacimiento de su actual conjunto, llamado Nova Materia.

De La Perrera a Lollapalooza. Ha sido un viaje largo, ¿no?

“Asumimos que estamos aquí en Chile solamente porque queremos darle a la gente que lo pide esa descarga sónica que hacíamos. No tenemos ninguna pretensión de mostrar nada nuevo. Nuestro proyecto que está proponiendo cosas contemporáneas es “Nova Materia”. No implica que en algún futuro decidamos armar algo con Pánico, pero ese no es el propósito de esta venida.

El propósito de esta venida es que Lollapalooza, pensando lo que uno quiera del festival, nos permite venir, ensayar tres semanas, y eso no es menor. Hacer Pánico es complicado, son cinco personas que no tocan juntas, que tienen sus proyectos por separado, así es que requiere de trabajo previo y eso es lo que estamos haciendo”.

Pánico activista

No venían juntos al país hace dos años y lo primero que salta en la conversación tiene que ver con el “Chile reciente”. Principalmente, con aquel “estallido” de octubre de 2019, que los entusiasmó de lejos. “Era inevitable que pasara”, opina Caroline.

“Tenía que suceder. Estábamos esperando que pasara desde el 94, la verdad. Tengo una visión muy europea de lo que pasó, porque no me parece muy lógico que un país como Chile, que para mí es un país rico, tenga un acceso tan limitado para su población en tantas cosas. Entonces, lo que vimos fue un movimiento orgánico y natural, que vino de la juventud, y que fue muy positivo, porque tenía esa pureza de origen”, afirma ella.

“Yo estuve presente”, aporta Edi. “Me tocó venir en diciembre de ese mismo año, por un trabajo de la Facultad de Arquitectura que derivó en el registro sonoro del estallido. Así nació un proyecto que se va a presentar en Santiago el próximo año y que me permitió entender mucho de lo que estaba pasando”.

¿Y cómo ‘sonó’ el estallido en Chile?

Edi: Sonó fuerte, muy musical y muy juvenil. Y eso fue algo que me llamó mucho la atención. Porque los movimientos importantes siempre nacen de los jóvenes en el mundo entero. Es como una toma de conciencia muy fuerte, porque los jóvenes perciben el presente de una forma que les es propia y no aceptan lo que se les impone. Nosotros que venimos del siglo XX, y en particular mi generación, que viene de la dictadura chilena, protesta, pero desde un modo más adaptativo. Porque tuvimos que adaptarnos en nuestra juventud y uno queda de algún modo condicionado. Hoy los jóvenes no.

Visto desde el extranjero, ¿se pudo haber romantizado en exceso lo que se vivió en Chile? ¿Lo creen, por ejemplo ,a partir de los resultados del plebiscito de la nueva Constitució,n que venía a validar institucionalmente ese estallido?

Edi: El estallido fue una cosa y la pandemia fue algo distinto que vino a anular un poco lo que había sucedido anteriormente. No sé, creo que hubo muchos factores, incluido lo del manejo de la información.

Pero qué pasó entonces, según ustedes. ¿Hubo “pánico” al cambio, quizás?

Caroline: Obvio, el cambio siempre da miedo. Y los jóvenes no votaron. No solo pasa en Chile, en todo el mundo existe un conservadurismo a las cosas nuevas y eso se manifestó también acá. O sea, esa constitución rechazada en Chile tampoco pasa en Francia.

¿Tampoco?

Caroline: Tampoco. Claro que Chile era más urgente, porque no existen ciertos beneficios que sí existen en Francia y que hacen que sea necesario avanzar más rápido. Pero el cambio provoca miedo y siempre va a haber gente que por buenas o malas razones no va a querer que nada cambie.

Edi: En Francia pasa igual, la gente prefiere votar por (Emmanuel) Macron, cuando hay opciones como, por ejemplo, los verdes, con una narrativa súper interesante. Sin embargo, nadie vota por ellos, sabiendo incluso que el cambio climático está acá. Lo que fue sorprendente (en el caso de Chile) es que sí hubo una narrativa súper fuerte y que logró traspasar los limites geográficos del país y llegó, por ejemplo, con mucha fuerza a Francia. Eso fue algo que sí inspiró a mucha gente en el mundo.

Entonces no fue un espejismo, según ustedes.

Caroline: No sabemos, la verdad. Es una responsabilidad de Chile. Pero efectivamente nadie puede entender porqué se votó de la manera en que se votó. Nosotros pensábamos que iba a ser una elección muy pareja (la del Apruebo versus Rechazo) y ya vimos que no fue así.

Edi: Días antes, en Francia, apareció un artículo en el diario Le Monde, con intelectuales, escritores y miembros de la disidencia intelectual franceses, que escribían para que la gente se enterara de lo que estaba pasando en Chile y leyeran sobre esta Constitución tan adelantada y moderna, había un ánimo favorecedor…

¿Y no habrá sido ésa una de las razones? ¿Haber elitizado esa discusión?

Caroline: Pero en la dictadura era la misma temática. Y no es culpa de nadie, ni de los intelectuales que no escuchan al pueblo o del pueblo que no escucha a alguien más. Es más complejo que eso, pero lo cierto es que existe una población que siempre va a ignorar lo que pasa a su alrededor y eso pasa no solo en Chile sino en todos lados.

¿Será ése el Pánico de hoy, el exceso de individualismo?

Caroline: Pánico al futuro, quizás, pero no desde el terror. Sino desde la incertidumbre sobre lo que viene. Yo creo que un pánico activista es bastante actual también.

“Más que una banda, Pánico siempre fue un acto”

Henríquez o Pistolas, el rockero que no ríe para las fotos pero que orgulloso enseña en su celular una foto de su hija Yma (20), pregunta al comienzo de la entrevista sobre los temas que vamos a “tratar”. “Para ver de qué va”, comenta serio y mientras informa, entre otros hitos, sobre la biografía que está a punto de publicar la periodista Marisol García: Al Estilo Pánic (Editorial Club de Fans).

Si en los 90 Pánico fue provocación y caos sonoro, ¿qué es hoy?

Edi: Más que una banda, Pánico siempre fue un acto. Formalmente, es una banda que no está activa, que se terminó hace ya un rato y pasa que hoy existe una relectura del pasado y se lee con otros ojos lo que hicimos en esa época. El punto es que el discurso y el contexto en que se formó Pánico es totalmente distinto. Hoy tenemos una edad en que eso se canaliza de otro forma, pero cuando estamos sobre el escenario, la esencia de lo que estaba en esa música, sigue presente. Por eso nadie pretende ser lo que fuimos en esa época, no tendría sentido. Hay gente mucho más joven que está haciendo, quizás, lo que nosotros hicimos en esa época.

¿Y quiénes son esa gente? Porque la escena musical está dominada por sonidos que poco tienen que ver con ustedes.

Edi: Para nosotros sigue existiendo una música que entra en todos los códigos de lo que puede ser vendible y que es fácil de escuchar, etcétera. Desde que estamos en Chile hemos escuchado a un montón de artistas que nos parecen muy interesantes, que venden muchísimo y que tienen una exposición enorme, pero pasando por vías que no son las vías de la industria…

¿Algo así como lo que hacían ustedes en los 90?

Edi: Exactamente. Están adelantados y no necesitan a los sellos, aunque los persigan. Son artistas que están buscando una vía independiente y lo encuentro genial, muy bueno, porque supieron generar eso y están allá adelante haciendo algo más que el resto.

¿Pero no hay cierta corrección a la hora de evaluar ese repertorio urbano, por ejemplo? Ustedes hablan de artistas ‘interesantes’…

Caroline: Depende, si es comercial o no, no es lo relevante. Hay cosas buenas y malas en todas partes. Eso es válido también para la música urbana. Hay cosas que escucho y me digo ‘están vacías, ningún interés, filo’. Pero a nivel de contenido, estoy más atenta a lo que se cuenta, lo que se dice, cuál es el fondo de equis artista. Si defiende algo o no, porque hay artistas que no defienden nada y puede ser también. Pero trato de ver cuál es la relevancia y la novedad dentro de lo que estás haciendo. Y eso también vale para lo urbano aunque no sea lo que hacemos.

Edi: Tener un juicio es difícil. Nosotros, en general, no juzgamos. Hay cosas que nos parecen interesantes o no, más allá del gusto. Lo que me parece extremadamente valioso en este movimiento urbano es la manipulación del idioma, cómo se dicen las cosas, cómo se ocupan los modismos locales y cómo el idioma está evolucionando a través de la música. Y son fenómenos que se han visto en otros país. Eso es valioso porque finalmente es cultura. Que la letra tenga o no poco contenido, yo no tengo que juzgar eso. A lo mejor no lo entiendo, no es para mí. A mí me interesa lo que provoca, la actitud y cómo se plantea este cuestionamiento artístico.

¿Cómo leen entonces que lo urbano sea la música predominante hoy en día?

Caroline: Está bien, es lo que es.

¿Pasó antes en la música, recuerdan un fenómeno similar?

Caroline: Claro, pasó con el rap en los 80 y el debate era el mismo. La gran diferencia es que en ese momento no se pudo hacer el ‘RAPto’ de la industria, como ahora. En esa época, la música oficial era de cultura blanca, por decirlo de algún modo. Y el resto quedaba atrás. Ahora la industria mutó, tuvo que cambiar y eso es relevante.

-¿Pero dónde esta la ética artística de los 90, entonces? ¿O su sonido, al menos?

Edi: Hablar de ética de los 90 es un romanticismo, como decías. Es una narración de lo que surgió en esa época. Lo que pasaba es que había un grupo de artistas, de los que formábamos parte, pero que no éramos mucha gente y que tratábamos cada uno a su manera de armar escena o movimiento. Era un momento creativo, porque había pocos recursos y aún Chile era un país aislado del mundo. No había internet, o sea, la mundialización estaba en marcha, pero aún no llegaba al país. Entonces, había una forma de libertad, sobre todo para los que veníamos de Europa, donde existía la sensación de que ya todo estaba hecho viniendo de los 70, 80 y 90.

Pero aquí en Chile, nada de eso era real. Es decir, no había analogías, porque la dictadura había arrasado con todo. Sin embargo, había existido un movimiento underground sólido, fuerte, intelectual, con contenido muy interesante. Y cuando llegamos nosotros, en 1994, eso empieza a florecer. Nuestra junta con los otros músicos de esa primera época de Pánico es lo que, a juicio mío, hizo que Pánico fuera interesante. Porque fue la mezcla del underground del Chile de los 80 con una visión europea de cómo se podría armar una nueva forma de movimiento artístico. Esa propuesta caló.

Edi Pistolas, Carolina Tres Estrenas, Juanito Zapatillas, Tatán Cavernicola y Memoria Radial.

¿Se sienten sobrevivientes de los 90? ¿Qué significa sobrevivir a esa época o sobrevivir de ella?

Edi: En nuestro caso te diría que nosotros nunca miramos para atrás. Al contrario, vivimos de un presente constante y estamos siempre. No me siento sobreviviente, en ese sentido.

¿Pánico es atemporal, entonces?

Caroline: Es que Pánico existió fuera de Chile también. Ahora volvemos y obviamente hablamos de los 90, porque ahí empezamos. Pero después, en los 2000, nos fuimos a Europa y ahí dimos la vuelta del mundo, ahí se desarrolló más Pánico, aunque de eso no se habla tanto acá. Entonces, Pánico no es ‘una banda de los 90’, es una banda que paró hace 10 años atrás, por distintas razones, y que fue importante para Chile en los 90, por su contexto político muy particular y por eso se recuerda.

Pero más allá de lo cronológico, Pánico es básicamente la unión de ustedes dos. Si ustedes están juntos, el proyecto sobrevive, aunque sea intermitentemente. El tema es qué les pasa a ustedes dos con Pánico.

Caroline: Como dijiste tú, somos los dos al principio en Pánico y Nova Materia, nuestra banda actual, sigue con lo que siempre ha hecho Pánico, buscando sonidos, contenidos, etcétera. Es la muestra de que hoy no es lo mismo que los 90. Nuestras preocupaciones no son las mismas tampoco. Nova Materia ilustra mucho más y mejor la realidad actual.

Edi: Nosotros no hacemos diferencia entre Nova Materia y Pánico, porque es lo mismo. Es la continuación. Lo que pasa es que no solo somos nosotros dos y hay otros músicos tienen todo el derecho de estar presentes. Nunca haríamos algo así. Sin embargo, la idea y la vanguardia que siempre ha tenido Pánico, hoy está en Nova Materia, que es un proyecto contemporáneo, que nace en el siglo XXI, y que habla de otra realidad.

Entonces, nuevamente, ¿qué es Pánico hoy?

Caroline: Existe por el repertorio, y esa es una gran palabra, que quiere decir que las cosas existen si tienen un significado. Eso es un gran tema en Chile, la historia, no olvidarse de las cosas y porque las cosas se construyen así también. No hay romanticismo o nostalgia, lo que hay es validez, en el fondo por lo que hicimos con Pánico.

Edi: Pánico es un acto artístico y fue creado como tal. Surgimos en Francia como una idea universitaria, de llevar a cabo un proyecto experimental que desordenara a este país con su música, porque ésa era la expresión artística más directa y la más punk. Y creo que lo logramos.

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