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Entrevistas

17 de Junio de 2023

Daniela Ramírez: “Aún no hemos aterrizado como sociedad en esta realidad abusiva en la que vivimos”

Fotos: Felipe Figueroa

La ganadora del premio Platino por su rol de Isabel Allende está de vuelta con "Generación 98", la nueva teleserie de Mega. “Reconecté hace poco con el valor de las teleseries”, dice aquí. Planea vivir fuera de Chile, sueña con encarnar a Gladys Marín y regresará dentro de poco también al cine en dos producciones nacionales y una internacional. Con 36 años, la intérprete surfea la ola más alta de su carrera refugiada en un íntimo proceso de aprendizaje y sanación tras el abuso sexual que sufrió durante dos años.

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Cuesta atajar a Daniela Ramírez (1987) por estos días. Las grabaciones de la recién estrenada teleserie Generación 98 (Mega) la tendrán así al menos hasta noviembre, envuelta en una extenuante rutina de trabajo de al menos diez horas diarias, de lunes a viernes. Eso explica, en parte, el hecho de que su auto esté convertido en lo más parecido a una extensión de su casa. Hay ropa, zapatos, cremas y tiras de paracetamol desperdigadas en su interior.

“Perdona el desastre, estoy conviviendo con esto”, dice al volante Daniela Ramírez, rumbo a un conocido local en Providencia donde finalmente sucede esta postergada entrevista.

Martita Salazar, alias: la sintética. Es el nombre de la introvertida y solitaria mujer que la actriz de exitosas producciones televisivas como Amanda y La Ley de Baltazar interpreta en la nueva historia escrita por Pablo Illanes. Martita trabaja como cuidadora de adultos mayores en un hogar y vive junto a su gato, muy arriba de la rueda y la rutina siempre.

La ficción –que tiene a Daniela Ramírez junto a Gabriel Cañas, Paloma Moreno y María Gracia Omegna, entre otros– retrata a la generación que creció entre mediados de los 80 y buena parte de los 90 en Chile. Su propia generación y la de sus compañeros de elenco, apunta Ramírez. Todo arranca con el reencuentro de un grupo de excompañeros de un colegio del barrio alto de Santiago, quienes se reúnen después de 25 años sin verse.

La primera aparición de su personaje en pantalla es detrás de un arbusto, comiéndose las uñas e insegura de sumarse a la reunión. “La Martita tiene un universo propio súper potente. Es introvertida, de alguna manera más tímida, una persona súper dulce, humana y sensible”, cuenta la actriz, ya sentada frente a una tetera que humea y un sándwich partido en dos.

“Ella sufrió bullying de sus compañeros y tuvo que rehacerse para enfrentar el mundo y poder pertenecer, que es lo que más quiere”, explica Daniela Ramírez sobre la trama. Y detalla: “Este personaje me ha hecho volver a los miedos más infantiles y mi gran temor era que no quedara muy adulta, porque la timidez y la inseguridad así de expuestas pueden disminuirte, como a un niño, y desarmarte y quitarte herramientas para sobrevivir. Hay códigos e ideas que me han llevado a acordarme de ese vértigo de estar en el vacío, de arrojarme a algo desconocido y que sé que me puede dañar”.

¿Se parece en algo a su personaje?

–Sí y no. Nunca fui una niña tímida, por ejemplo. Siempre fui más hiperquinética, ansiosa, con ganas de aprender mucho. Sí soy súper errática a veces y medio destartalada en algunas cosas, como ella (ríe). También soy insegura, mucha inseguridad siempre por ahí, rondando, y buena para trabajar. Para mí es importante estar ocupada y haciendo lo que me gusta. Eso es fundamental, y si está débil me fragilizo mucho. La cabeza me funciona a ratos como un enemigo, entonces me hace bien trabajar. Para mí es un desahogo actuar, genera un efecto súper positivo desde lo práctico y lo productivo. Una no busca que tenga un fin terapéutico, pero algo de eso existe, y cada vez que actúo hay una fuga y un drenaje energético que es súper necesario para mí.

–La teleserie plantea el reencuentro de estos excompañeros para mirarnos al espejo y hacernos la pregunta de cuánto hemos cambiado como sociedad. ¿Qué vuelta le ha dado a eso?

–Hemos cambiado harto como sociedad, en muchos aspectos. Hoy son otros códigos, y a pesar de que muchos problemas y realidades persisten, como el bullying, son atendidos con otra preocupación. Creo que a los adultos de hoy, y que somos parte de esa generación, no nos cuesta tanto asumirnos como tal. Vivimos una infancia tan distinta a la que viven los niños de hoy y podemos ver claramente esa diferencia. Antes se marcaba más la relación asimétrica entre padres e hijos, y algunos nos criamos un poco más solos e independientes. Eso, sin duda, repercutió en nosotros, pero ha ido cambiando.

Ahora hay un vínculo más sensible con la maternidad, con la primera infancia y con cómo se cría. Los padres están interesados en aspectos más íntimos de la vida de sus hijos, ya no solo en el espacio de juego o la formación académica, sino también en su dimensión más espiritual, en lo que consumen y en su postura crítica del mundo.

Daniela Ramírez dice que “reconecté hace muy poco con el valor de las teleseries”.

–Fue mamá muy joven, a los 16 años, ¿cómo ha sido en ese aspecto la relación con su hijo?

–A mí me interesa mucho vincularme con mi hijo, saber cómo está. No es que mis papás no lo hayan hecho, pero culturalmente había esta distancia en los roles de padres e hijos que vi también en las relaciones de mis amigos. Es algo muy propio, también, de una sociedad y de un país que venía con una dictadura y un control muy fuerte de todos esos ámbitos más íntimos de la vida. Los 90 permiten ver ese salto que nos hemos pegado como sociedad y que a veces no se analiza tanto.

–¿Cómo recuerda su propia infancia y haber crecido en esa época?

–Mi infancia fue muy de barrio, en Maipú. Crecí en la villa Las Terrazas y me la pasaba con mis amigos todo el día afuera. Eran tardes enteras de hacer club, de jugar a la pelota, al béisbol, y de estar en la calle haciendo nada. No había tanta tecnología ni la inmediatez de ahora. Los niños de esa época no estábamos tan cegados con tener y acumular cosas rápidamente, que es algo que veo mucho en los niños de ahora. En ese sentido, es menos sana la niñez de hoy.

Antes se disfrutaba con cosas más simples y estábamos obligados a pasarlo bien. Quizás siga ocurriendo, porque la imaginación de los niños es asombrosa, pero hay muchos más estímulos que los alejan de lo esencial. La inmediatez también los ha hecho cada vez menos tolerantes a la frustración, y uno debe aprender a frustrarse. Eso también repercutirá en las próximas generaciones adultas.

–En un reencuentro hipotético con sus excompañeros de colegio, le tocaría ser la que triunfó rotundamente. ¿Cómo ha redefinido sus relaciones personales el éxito de su carrera?

–Aunque peque de cualquier cosa, me siento muy sencilla en muchos aspectos. Muy aterrizada también. Y es rico y placentero reconocer tu propio trabajo y lo que has cosechado hasta ahora. Ese ha sido uno de los goces nuevos que he podido experimentar. Lo puedo sentir, lo puedo palpar. Antes estaba tan arriba de la pelota y haciendo todo el tiempo, que no había disfrutado todo lo que he hecho. Sentía un hambre muy desmedida por trabajar sin parar, y tuve que aprender a controlarlo. Cambió con el tiempo, con la edad y el ritmo que te da también empezar a tomar conciencia de tu propio trabajo. Las cosas aún sorprenden, pero ya no sobredramatizo todo como antes.

–El género de las teleseries y la televisión en general han sido vapuleados siempre al hacer comparaciones con el pasado. ¿Comparte esas críticas?

–Reconecté hace muy poco con el valor de las teleseries, tanto por su contenido como por el desafío actoral y la exigencia de producción que me ponen por delante. Y esta teleserie, en particular, me tiene muy contenta porque estoy con compañeros de elenco más horizontales en términos etarios, y me gusta ver cómo trabajan, cómo asumen y se vinculan con el desarrollo de sus personajes. Tengo ese punto de comparación con su oficio, que me suma y me encanta.

Uno siempre admira a los maestros y maestras ya mayores y que llevan años en lo que hacen, pero aquí he descubierto una nueva inspiración en el trabajo de mis pares. A mí me encanta ser una actriz versátil capaz de moverse en géneros distintos entre sí, entre las series, películas y el teatro, pero hacer televisión sin duda es una responsabilidad mayor porque estás todos los días entregando un contenido y entrando en la casa de las personas. Es una herramienta que me atrae y a la que le quiero sacar aún más el rollo.

Plan de expansión

Con un estilo casual, sin maquillaje ni pudor a divagar o a bostezar entre una respuesta y otra, Daniela Ramírez proyecta una espontaneidad y sencillez poco usuales para una actriz de su talla. Desde su debut, hacia fines de la primera década de los años 2000, la egresada de la desaparecida Universidad Arcis ha construido una carrera prolífica y a su medida como connotada intérprete de cine y series –con exitosas producciones que van desde Prófugos y Los archivos del Cardenal, hasta Inés del alma mía y Matar a Pinochet (2020)–, y al mismo tiempo la de un inconfundible rostro de la televisión, a contar de la teleserie Esperanza (2012) de TVN, donde interpretó a una memorable trabajadora del hogar peruana.

En mayo pasado, la actriz obtuvo en España el galardón más importante de su carrera: el Premio Platino a la Mejor Interpretación Femenina en una miniserie, por su rol de Isabel Allende en Isabel (Amazon Prime Video). Con su triunfo, desplazó a grandes figuras como la argentina Mercedes Morán y la española Maribel Verdú. También llegó a los Emmy internacional, representando a la miniserie, que estaba nominada.

“Creo que nunca sentí algo igual a lo que sentí esa noche. Me emocioné mucho, el corazón casi se me salía por la garganta y tenía que estar concentrada para no caerme”, recuerda.

–¿Pensó que podía ganar?

–No me lo esperaba. O sea, siempre hay un porcentaje de ilusión, pero ya que te inviten, estar allá, rodeado de toda esa gente, vivirlo y que se reconozca tu trabajo es como ¡guau!, espectacular. Es mucho, algo muy grande. Y que encima te reconozcan esos pares, un honor. Acá, ciertamente, uno siempre está más protegido. Ya conozco el medio y a la gente que trabaja en esto, allá era como estar absolutamente sola. Por eso siento quizás una valoración mucho más real. Allá nadie intentaba ser cordial. Se acercaban porque realmente les gustó lo que vieron. Saber que mi trabajo trascendió esas fronteras es tremendo y súper emocionante.

–¿Tuvo algún efecto inmediato el premio en su carrera? ¿Le llegaron propuestas, proyectos?

–No. Uno piensa que todo va a ser distinto y nada es muy distinto en realidad. Te imaginas tu teléfono lleno de mensajes a la mañana siguiente, viviendo en otro país, y no es tan así. Piensas que todos estos reconocimientos te abrirán automáticamente puertas y horizontes a otros lugares, y puede que sí, pero al parecer es más lento. Y la vida solo sigue. También es todo muy reciente, pueden pasar muchas cosas, pero creo que siempre tienes que buscarlas esas oportunidades, no es que te lleguen.

Si no ocupas la visibilidad que dan los premios, puede que no pase nada. Es igual de probable a que si lo hicieras todo y te llovieran miles de proyectos soñados. A mí, por lo general, me cuesta esa parte. Es una sintonía y una decisión en la que uno tiene que subirse y atreverse, y pienso: todavía estoy criando, con muchos proyectos acá, no es llegar y salir corriendo. Si me encantaría jugármela de una vez por vivir afuera. Con las herramientas que tengo, con la que soy, me gustaría mucho. ¡Es tan grande el mundo! He pensado en Madrid, en Barcelona, en México. Ojalá suceda y pronto.

“Me encantaría interpretar a Gladys Marín en una serie”, señala Daniela Ramírez.

Daniela Ramírez buscó y persiguió desde muy joven el sueño de convertirse en actriz. “Partí a los 14 años tomando talleres en Maipú y luego en Balmaceda. Hice todo lo que había que hacer para convertirme en actriz. Y más aún, para actores y actrices que no traían ni una noción del teatro desde su casa. Eso me pasó a mí también, no tuve mucha formación cultural. Mi familia es muy tradicional, de mucho esfuerzo y no había vínculo con este otro mundo. El arte tiene una raíz elitista después de todo y yo me tuve que encontrar con él y con el teatro, que pudo haberme pasado por el lado, pero afortunadamente me llegó y ha sido mi lugar de exploración desde entonces”, cuenta. 

–¿Sus padres tenían aprehensiones con que fueras actriz?

–Tuvieron susto cuando se dieron cuenta de que era real y en serio y que decidí entrar a estudiar a la universidad, y además con un hijo. Es el temor que siempre existe al ver la realidad social y cultural chilena, y cómo hay que hacer bastantes sacrificios sobrehumanos para vivir y hacer arte acá, sobre todo si no tienes el acceso. Mi hijo Martín tiene 19 años y está estudiando Música, va en segundo año. Toca piano, guitarra, canta también. Si bien no tengo las mismas aprehensiones que mis papás tuvieron conmigo, sé que él corre el riesgo de siempre al dedicarse al arte, pero para mí es más fascinante ver que él quiere y puede hacerlo, y con tanta pasión además.

–Le ha tocado interpretar toda clase de personajes –desde una asistente social de la Vicaría de la Solidaridad en Los Archivos del Cardenal, una guerrillera del Frente Patriótico Manuel Rodríguez en Matar a Pinochet y hasta Isabel Allende, la autora chilena más vendida en el mundo–, ¿tiene en mente algún personaje que le gustaría hacer?

–Sí, me encantaría interpretar a Gladys Marín en una serie, que no se ha hecho, pero ya está andando. Ella es un gran personaje, con una historia fascinante y una presencia política relevante. Actoralmente, me interesa el desafío de meterse en biografías. Estás calcando el alma, la kinética y la manera de hacer y pensar de una persona. Es un trabajo muy sutil y exquisito de hacer, la verdad.

–¿Cómo ha visto el progreso de las series en Chile desde el 2011, cuando le tocó hacer Los archivos del Cardenal?

–Bueno, todo ha cambiado mucho desde entonces, con el streaming. Me encanta que se hayan diversificado los formatos, los contenidos y las historias que se nos contaban, y que se dé el espacio para desarrollar proyectos desde lugares más artísticos y profundos. Que eso esté pasando cada vez más y que sea lo que se llene y lo que la gente más consume, mejor aún. La gente ahora tiene el poder de decidir lo que quiere ver y cómo lo quieren ver. Eso democratiza el acceso y, a la vez, permite ampliar el espectro de temas y nuevas formas. Que se abra este abanico es bueno para todos, partiendo por los actores, pero también para la industria y el público.

La actriz Daniela Ramírez junto al resto del elenco principal de la teleserie “Generación 98”. Foto: Mega.

Actriz con voz crítica

A fines del año pasado, la actriz permaneció un mes en Perú y otro mes y medio en República Dominicana, durante el rodaje de Zafari, la nueva película de la aclamada directora venezolana Mariana Rondón (Postales de Leningrado). Una ambiciosa coproducción internacional que reúne a países como Perú, Venezuela, Brasil y México y que actualmente está en postproducción. Previo a su estreno, el filme ya genera expectativas y se ha inscrito en el circuito de festivales europeos, como en la próxima edición de San Sebastián, donde se exhibirá un adelanto en septiembre próximo.

Aunque no es su primera película internacional –estuvo en la coproducción brasileña Romance policial (2012) y La prima Luce, del italiano Vincenzzo Marra– sí se trata de su primera gran producción ciento por ciento extranjera. Con elenco mayoritariamente peruano y venezolano, la actriz es la única chilena envuelta en esta historia, en la que un grupo de vecinos de un edificio en Caracas se ven enfrentados a un hecho que desata reacciones y conductas animalescas, en paralelo a la llegada de un nuevo hipopótamo al zoológico de la ciudad.

“Me fui a fines del año pasado a grabar. Me vieron en Isabel y en Blanquita, me hicieron un casting y quedé. Fue todo muy rápido. Grabé en Perú un mes y en República Dominica un mes y medio”, cuenta Ramírez.

“Trabajar con Mariana Rondón fue simplemente espectacular y muy especial. Creo que hasta me enamoré de tanta admiración que siento por ella. Es muy inteligente, una directora y una artista con todas sus letras. Es grosa la Mariana. Y la Marité (Ugás) también, su pareja, Ellas escriben y producen juntas, y se alternan en la dirección. Tenían vendido el guión de esta película cuando recién tenían el primer borrador”, cuenta.

–Cuéntenos un poco más de esta película y de su personaje.

–Es un cine muy social, pero que no deja de ser ficción o de incorporar elementos que son muy cinematográficos. En este caso, cómo se funde la historia de una familia que vive en un edificio con más vecinos y empiezan a ocurrir cosas. Interpreto a una chilena que vive en Venezuela hace años, que tiene acento y de un momento a otro la historia se convierte en un verdadero zoológico. Es genial la mímesis que hace con los animales y el comportamiento de los humanos, que llega a ser casi tan animal, sobre todo hoy en día, y de alguna manera grafica una parte de la realidad venezolana actual que desconocemos, más allá de lo político.

El próximo 31 de agosto, Daniela Ramírez volverá también a salas locales con el estreno de Allanamiento. El filme, producido por Pira Films y distribuido por Storyboard Media, tuvo su debut a comienzos de este año en el Ibero–American Film Festival de Miami, donde formó parte de la selección oficial y obtuvo una mención especial del jurado. Un oscuro thriller de corrupción policial –protagonizado por Pablo Cerda, Blanca Lewin y Juan Pablo Ogalde– que narra un grave error en un operativo en el que se ven involucrados cuatro detectives. Daniela Ramírez encarna precisamente a una de las involucradas.

A fines de agosto se estrena “Allanamiento”, con Daniela Ramírez en su elenco. Foto: Pira Films.

Menos información se tiene de Las coordenadas de la indiferencia, primer largometraje del director chileno José Luis Cáceres, que acaba de ser seleccionado en el Festival de Trieste, Italia. Fue filmado durante la pandemia y lo coprotagoniza junto a la actriz Susana Hidalgo.

–Sobre todo en cine y series, su trabajo tiene un claro sello político. ¿Hay un statement o algo premeditado en este aspecto?

–Claramente ahí hay una orientación ideológica e idealista, diría. Soy una actriz con una opinión política que he hecho pública y eso hace que los directores vean el ímpetu y esa energía que uno pone en lo que hace.

–¿Tiene sus costos ser una actriz así de opinante políticamente?

–Claro que tiene sus costos, porque aquí en Chile nos gusta mucho clasificar. Así, todos se sienten más tranquilos parece, cuando logran etiquetar a alguien en algo y rigidizar su amplitud de posibilidades. Eso hacemos harto los chilenos, creo. Tengo un pensamiento crítico, pero puedo conversar con cualquier persona que piense distinto a mí. Eso no lo pueden decir muchos hoy en día. Quedó de manifiesto que hay gente que no es ni piensa así. Soy una persona tolerante, pero también hay cosas con las que no transo.

–¿Cuáles, por ejemplo?

–La injusticia y el negacionismo. Ahí me paro y ni siquiera discuto, me voy. El negacionismo debería ser condenado en este país. Ahora que se conmemoran 50 años del Golpe, la reparación por las violaciones a los Derechos Humanos debería ser a nivel nacional y desde lo educacional, para que en el futuro no se vuelva a relativizar lo que sucedió allí. También, debe ser una obligación del gobierno de turno. Con esto me refiero a los 50 años del Golpe, pero también en cómo se ha intentado siempre reparar nuestra historia sin mucho éxito. Lo que pasa en la Araucanía y el pueblo mapuche, lo que pasó en el estallido del 2019.

No ha habido reparación, una y otra vez, y debería ser ley, un principio intransable. No podemos volver a relativizar nuestra historia, mucho menos negar hechos que son evidentes. Hay que tomarle ese peso a la historia, sobre todo ahora, 50 años después y con todo lo que está pasando, que es un momento bien particular y delicado. Llegamos al punto en que tenemos que defendernos como individuos.

“Decepciona que no exista ese espíritu de cambiar las cosas”, dice Daniela Ramírez.

“Chile tiene extraviado su sentido común”

Al mismo local donde transcurre esta entrevista, de pronto entra la ministra de la Mujer y Equidad de Género, Antonia Orellana. Ella y la actriz se saludan afectuosamente y conversan durante algunos segundos.

–Esto es lo más taquilla que me puede pasar en una entrevista. Seca la “Toti”, nos conocemos harto. Nosotros nos pusimos la camiseta, nos cachamos perfecto –comenta Daniela Ramírez tras despedirse de la titular de Gobierno.

La actriz fue una de los rostros de la cultura que apoyó la candidatura a la presidencia de Gabriel Boric. También fue parte de la franja del Apruebo para el plebiscito de salida donde finalmente se impuso el Rechazo por el borrador de la nueva Constitución que se presentó.

“Era el momento de ponerme la camiseta. No me va a tocar otra vez. Si no lo hacía ahí, ¿cuándo? Uno queda dañado sí, se expone mucho, pero creo que valió la pena igual sentir esa ilusión. Valió la pena. Estoy aprendiendo a palos, sí. Decepciona que no exista ese espíritu de cambiar las cosas, ni siquiera para uno, para el resto. Yo ya me instalé, tengo un lugar más seguro, pero mi realidad es la de poquísima gente, en mi mundo en primer lugar”.

–¿Qué mirada tiene del Chile actual?

Chile tiene extraviado su sentido común, es como si se hubiese desintegrado. Lo asociamos con algo más épico o epocal, a las luchas sociales de la década del 50, los 60 y más tarde con la Unidad Popular, y tendemos a ridiculizar ese pasado más colectivo, que hoy se ha vuelto súper necesario. Uno no puede estar solo en el mundo, tienes que dialogar.

El estallido social fue una respuesta con rabia e impotencia ante los abusos injustificados desde una clase que generalmente está en carencia y que tomó conciencia colectiva de lo que estaba viviendo. Y no solo ha habido abuso a esa clase, sino a todos. ¡Somos un país abusivo! Nos quitan del bolsillo todo lo que podamos tener, se nos esclaviza de sobremanera al trabajo y hay una falsa sensación de meritocracia. Entonces, la sensación que ronda es de una profunda decepción ante la incapacidad política de generar un cambio.

A mediados de mayo recién pasado, la Corte de Apelaciones de Santiago estableció que Daniela Ramírez fue víctima de acoso sexual por parte del arquitecto Gastón May Boullon. El tribunal comprobó que la actriz recibió durante dos años, y a contar de 2020, videos y fotografías de alto contenido sexual y explícito por parte del denunciado. Incluso la hostigó en un local de votación, mientras ella era vocal de mesa, razón por la que se puso una orden de alejamiento en su contra.

“Él dejó de molestarme y aún tengo la misma sensación de vulnerabilidad. Es rarísimo el fenómeno”, reflexiona ahora Daniela Ramírez.

“No me sentí indefensa en ningún momento, pero sí sentí el abuso. Sabía que no me iba a pasar nada, pero me dio mucha rabia que cualquier persona pueda venir y sentirse con el derecho de violentar a alguien así, sin medir el daño que puede provocar en esa persona. En un momento empecé a cuestionarme cosas como: ¿Le hablé, no le hablé? ¿qué le dije? Este tipo entró en mi vida y en mi cabeza de una manera que no tenía por qué. Nunca tuvimos contacto, nunca le contesté nada”, relata.

–Decidió no solo denunciar sino llevar el caso a la justicia, algo que no muchas mujeres hacen por temor o porque piensan que no conseguirán nada. ¿Cómo fue tomar esa decisión?

–No quería funar a este tipo sino hacerlo real y llevarlo de una a la justicia. No quería tampoco exponerme o farandulizar al respecto. Y tampoco fue fácil, tomó tiempo. La justicia lo declaró delito después de desestimar el caso el primer año, en 2020. Recién ahí le pregunté a un amigo abogado si esto era abuso o no, porque yo misma me lo estaba cuestionando. ¿Es o no es abuso? Evidentemente es un abuso, me dijo él. Aún no hemos aterrizado como sociedad en esta realidad abusiva en que vivimos. Ahora el acoso y la violencia sexual están tipificados, pero muchas mujeres lo sufrieron por años, porque está arraigado. Así es el patriarcado.

–¿La sentencia de la Corte de Apelaciones le hace sentir más tranquila?

–Me da más tranquilidad y siento que lo bueno es que imagino que hay muchas mujeres que quizás no pueden denunciar o que si denuncian tal vez también se relativiza. Hay que darle cabida a esto, no es una tontera. Ningún tipo de violencia o abuso debe normalizarse.

–Los casos de Herval Abreu y Nicolás López dejaron más una sensación de impunidad que de justicia, ¿lo crees así?

A pesar de esa sensación de impunidad que efectivamente existe, estos casos han generado conciencia y provocado que muchos hombres dentro y fuera del gremio se educaran al respecto. Ahora, por lo menos, hay una especie de actitud y conciencia distinta en ellos de que pueden estar haciendo algo indebido cada vez que están abordando sin consentimiento a una mujer. Eso ya se ha establecido y ha sido positivo ver que esté ocurriendo.

Ahora, una incluso puede bajar de tono ciertas conversaciones y detener una situación incómoda. Aquí no hay que perder de vista que en esto nos estamos educando nosotras, ustedes los hombres y todes. Desde hace un tiempo, y a raíz de todo lo que sucedió, estoy viviendo una fase en mi vida y volviendo a aprender muchísimo. Esta vez desde mí misma, de lo que he hecho y vivido, y poniéndome por primera vez en un lugar de atención que antes no tenía. Lección aprendida.

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