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Entrevistas

24 de Junio de 2023

Premio Nacional Agustín Squella y la vejez: “Me doy cuenta de que estoy menos acompañado que hace diez años”

AGENCIA UNO

El Premio Nacional de Humanidades vive hoy un periodo de reflexión en torno a la vejez, tópico sobre el cual realizará un taller en el que se adentrará al periodo de vida más extenso que atraviesan las personas. En conversación con The Clinic habla sobre el paso del tiempo, la necesidad de conexión y su actual momento. "Peor que la soledad –que a fin de cuentas acompaña a todos y a cualquier edad-, es el aislamiento que sobreviene a los viejos, la pérdida del mundo, relaciones y la autoestima (...) Hay una cierta condena a la soledad", señala.

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Agustín Squella (79) dice estar viviendo uno de los momentos de mayor reflexión del último tiempo. Con voz apagada, el Premio Nacional de Humanidades de 2006 está centrado en estudiar sobre uno de los tópicos más importantes de la vida y que le toca de cerca: la vejez.

Desde el fin de la Convención Constitucional, donde fue unos de los constituyentes, el abogado y filósofo está dedicado a profundizar sobre los temas que más le preocupan. El histórico profesor de la Universidad de Valparaíso reconoce la relevancia que tiene el tópico, sobre el cual impartirá un taller desde agosto. El nombre del evento: “La vejez. ¿Años dorados o fatales?”, de Talleres de Bolsillo.

Al hablar sobre su vida tras el plebiscito del 4 de septiembre de 2021, no duda: “¿Para qué voy a decir otra cosa? Me he sentido aliviado. Para mí tuvo mucho sentido postular a la Convención, trabajar en ella y afrontar luego de que su propuesta fuera rechazada”.

Es así como, en medio de risas, recomendaciones literarias como El fondo del puerto de Joseph Mitchell o La autopista Lincoln de Amor Towles, comenta sobre cuáles son sus preocupaciones actuales. “Para mí ahora es tiempo de leer, escribir, ver buenas series y películas. Es hora de caminar, visitar a los nietos, aparecer por el hipódromo. Y… ofrecer talleres sobre la vejez”.

-En Chile se ha instalado el concepto de que la vejez se inicia después de los 50. Desde esa edad algunos tachan de “viejos”. Con una expectativa de vida de 85, es el periodo más largo de nuestras vidas. ¿Cómo se entiende eso?

-Hay toda una discusión sobre eso. Sabemos que la vejez ha sido segmentada en una tercera y cuarta edad. Pronto, habrá incluso una quinta. Lo que es yo, me aferro a una frase que leí alguna vez: ‘Yo nunca seré viejo, porque para mí ser viejo es siempre tener diez años más de los que tengo’.

-¿Qué significa aquello para usted?

-No está solo la edad cronológica, que es la que dicta el carné de identidad, sino también la biológica, psicológica, social, burocrática y así. Lo peor de la vejez es que, a diferencia de lo que ocurre con las demás edades, no hay otra posterior a ella.

-¿Qué implica ‘sentirse parte de la vejez’?

-Siempre ha habido estereotipos acerca de la vejez, de los cuales deberíamos defendernos. Edad dorada o de la sabiduría, dicen unos. Edad de la debacle y pérdida de la lucidez, afirman otros. Lo hay son vejeces, tantas como viejos y viejas existen sobre la Tierra.

-No todas se experimentan de forma similar.

-Sin duda que la vejez es peor cuando va unida a la pobreza, a la falta de atención sanitaria, a la brusca caída de los ingresos, a la constante dificultad para comprar remedios. A la ausencia de compañía, a la falta de cuidados. Hay también la vejez de los hombres y la de las mujeres, y es claro que no son absolutamente iguales.

Agustín Squella: “Peor que la soledad es el aislamiento que sobreviene a los viejos”

Retirado hoy en su casa, Agustín Squella vive rondando reflexiones en torno a la actualidad. Es consciente, adicionalmente, de lo que ha sido el paso del tiempo para él mismo, ejemplificado en los cambios que ha enfrentado producto de su propia vejez.

“Durante más de 50 años me dediqué a hacer clases. Tras constituirse la Convención Constitucional opté por dejar de tomarlos. A veces hago una o dos clases, si me lo piden, en cursos de doctorado o pregrado. Pero es algo esporádico, ya no es ir a pasar lista, tomar exámenes. En ese sentido, veo un cambio en mi vida”, dice con pausas entre sus oraciones.

-¿Cómo siente que ha cambiado su vida en estos años?

-Me doy cuenta de que estoy menos acompañado que hace diez años. Ocurre que veo a menos personas de las que solía ver con anterioridad, por distintas razones. Pero también ocurre que, de pronto, tampoco quiero verlas.

-¿Cree que el Estado debiera hacerse cargo de los problemas que derivan de la vejez en la actualidad?

-¿Por qué pensar en el Estado antes que en la familia, cualquiera que esta sea? Pero la cantidad de personas que llegan a la vejez es cada vez mayor y es también mayor el tiempo que se permanece en ella, de manera que todo Estado debe contar con políticas públicas y una institucionalidad para satisfacer necesidades de las personas mayores.

Esto, especialmente de aquellas personas que viven desfavorables condiciones materiales de existencia. Necesidades que son también derechos, porque así como hay derechos fundamentales de la niñez, también los hay de la vejez.

-Hoy, la soledad y la necesidad de conectar es uno de los tópicos que atraviesa a la sociedad. ¿Cómo observa este fenómeno y cómo disipamos esa ansiedad?

-García Márquez dejó dicho que la vejez consistía en ‘un pacto honorable con la soledad’. Pero para que ese pacto sea realmente honorable se necesitan dignas condiciones materiales de existencia para todas las personas mayores. Peor que la soledad –que a fin de cuentas acompaña a todos y a cualquier edad-, es el aislamiento que sobreviene a los viejos, la pérdida del mundo, relaciones y la autoestima.

-¿Por qué cree que hoy se intensifica?

-Hay una cierta condena a la soledad. Muchas veces no la reconocemos. En el caso de personas mayores, es un problema adicional. Todos durante la vida matizamos más o menos solos. Hubo siempre una sensación de soledad existencial. En la vejez se acentúa. La soledad que traemos de arrastre en la vida va aumentando progresivamente.

Hay gente que, por ejemplo, decide aislarse, que es algo distinto a la soledad. Aislarse en la vejez no es una opción, es una fatalidad. Su condición los empuja a ello, que es el aislamiento. La soledad que arrastramos de toda la vida es una compañera que conocemos, pero cuando nos aislamos, cuando nos desvinculamos de los demás, es casi una condena.

-¿Siente que las herramientas digitales ayudan o perjudican?

-Las actuales tecnologías de la comunicación ayudan, pero a veces solo conectan a las personas y no necesariamente las comunican. Comunicarse es más que conectarse. Tengo la impresión de que por redes sociales nos sentimos comunicados, pero lo que conseguimos es conectarnos.

-¿Qué diferencias ve?

-Comunicarse con otro ser humano requiere una disposición y tiene resultados mayores que simplemente contactarse con otras personas. Es una apreciación mía, un juicio. Alguien podrá decir que estoy equivocado, pero lo que he visto es que en Internet uno se conecta con otros. Cada uno va por la suya, no hay debate, o se debate poco. A eso me refiero.

-¿Cómo observa el uso de redes sociales en la actualidad? ¿Somos más odiosos que hace 10 años con ellas?

-Muchísimos más odiosos. Todos ejerciendo la crítica y jamás la autocrítica. Todos denunciando y rara vez felicitando. Quejándose y muy pocas veces celebrando. Todos jugando el papel de víctimas y casi nadie el de la gratitud. Nos falta escuchar más a la gran Violeta cantando sus gracias a la vida. Si hubiera un campeonato mundial de crítica, Chile ganaría todos los años la copa. Si fuera de autocrítica, nunca clasificaríamos.

-En Chile y a nivel global existe una sensación de cansancio y agotamiento generalizado en diversos temas, donde entra la política. ¿Cómo se explica este fenómeno en sociedades que han profundizado sus democracias?

-Es así, y si bien nunca se puede esperar mucho de la política, algún nivel de calidad debiera tener esta. Nunca la política ha sido la fuente de los mejores sentimientos del corazón humano, ¿pero por qué tiene que serlo de los peores? Pero cuidado: tenemos que exigirle más a la política democrática y no pensar que podríamos vivir mejor sin ella.

-¿En qué sentido?

-Echo mano de la imagen de siempre: cuando la política democrática sale del escenario, lo que entra es un militar vestido con uniforme regular o verde oliva, para el caso da lo mismo, que pone su pistola sobre la mesa y declara terminada toda discusión.

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