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Entrevistas

15 de Julio de 2023

Camila Sosa, autora del fenómeno literario “Las Malas”: “Escribir es tirar una botella al mar que puede llegar a cualquier isla”

FOTO: Alejandro Guyot

La escritora argentina fue ganadora del Premio Sor Juana Inés de la Cruz en 2020 por Las malas, obra que se transformó en un fenómeno literario no solo en habla hispana, sino internacionalmente. En entrevista con The Clinic la autora repasa su carrera, sus hitos y cómo ve hoy la recepción que tienen sus obras: "Como soy una escritora que vende muchos libros, las editoriales me dejan hacer lo que se me canta y después lidian con eso".

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Las nubes se reflejan en los lentes de sol de Camila Sosa. La brisa que corre en el sillón donde se despliega levanta el pañuelo que lleva sobre su pecho, el que intenta controlar pasándolo por detrás de su pelo castaño. Intenta cubrirse del frío que azota Santiago, en su primera visita al país. “Mis papás estaban enamorados de Chile. En algún momento se me ocurrió venir de vacaciones”, dice, hablando de la deuda que salda en su llegada.

En 2019 la actriz, escritora y dramaturga vivió un giro en su vida, un cierre y una apertura. Con el título de Las malas (2019), dio vida a un relato de un grupo de travestis que ejerce la prostitución en las calles de Argentina a través de una prosa dedicada a narrar, describir y conectar con quienes llegan a sus páginas. Lo que comenzó como un éxito local, escaló en un par de años.

Fue entonces que la Camila Sosa que escribió Las malas se acabó transformando en la ganadora del Premio Sor Juana Inés de la Cruz en 2020 por su obra que, confiesa, temió dominara su obra. “Harper Lee escribió Matar a un ruiseñor y desapareció, no publicó más. Yo no quería que me pasara eso. También lo viví en el teatro. Hice una obra que fue un boom, Carnes tolendas y, aunque pasaran los años, la gente me la volví a pedir. Yo estoy para demostrarme que puedo hacer algo más, que no era solo un golpe de suerte. Eso puede ser inconsciente, lo he pensado, pero voy a seguir escribiendo”.

Las malas vivió un éxito inmediato que escaló rápidamente. ¿Fue un peso publicar su último libro con esa obra detrás?

-Lo sentía, claro que sí. Pero también era una responsabilidad por la confianza que había tenido mi editora, Paola Lucantis, de invitarme a escribir otra cosa. Tenía que hacerlo bien. El hecho no tiene que ver qué tan bien le vaya al libro o no, que es otra cosa, sino que no digan que fue un golpe de suerte o que fue algo de Juan Forn -editor de Las malas-. Incluso se dijo que él me había escrito el libro. Eso me pasaba, y nos pasa a las autoras.

-¿Ha cambiado la Camila Sosa que escribió Las malas y la que hoy está acá en Chile?

-Me siento más salvaje, más libre. Confío más en mi lenguaje, en lo que yo puedo hacer con las palabras. Yo diría que es eso, una definición: estoy más salvaje.

Los lectores son un fantasma, en el sentido psicoanalítico

Durante los periodos en que la escritora reflexiona sobre su propia obra deja sus ojos orbitando en búsqueda de respuestas sobre lo que ve, lo que tiene a mano. Sonríe sin parar, observando a quienes pasan a su costado, fijando su mirada en ellos.

Mientras habla, dos gatos rondan el alrededor, y uno de ellos la mira fijamente, escrutándola. “Llevan todo el día acá estos dos”, dice extrañada, hablándole al que no le quita los ojos. Después, cambia el tono, y se refiere a los puntos centrales de su obra.

Un día antes de esta entrevista Camila Sosa se presentó ante un auditorio lleno a hablar de sus referentes, historias e intereses en la cátedra en homenaje a Roberto Bolaño de la Universidad Diego Portales. Allí no solo habló de cómo la realidad de las disidencias trans impactan en su obra, sino también de quienes hoy, dicen, conocen su realidad a través de sus letras.

-¿Qué piensa de quienes dicen estar asombrados de la realidad de las personas trans y travestis que describes en tus libros?

-La verdad es que no sabría responderte por qué fingen sorpresa en realidad. La gente decía cosas así. ‘Ay no sabíamos que las travestis vivían tan mal’, decían. ‘Nos muestran un mundo que no conocíamos’. Y yo digo, ¿en serio no lo conocían? Argentina es un país en el que supuestamente nos han cogido todos, ¿entendés? Hay un dicho espantoso que dice: ‘Quién no se cogió un travesti alguna vez’. Eso dicen en Argentina los chavones. Entonces digo “bueno, en un país donde se dice eso como una muletilla y un chiste general, ¿realmente no saben cómo viven los travestis? ¿Realmente no lo sabían?”. Eso me parecía una hipocresía muy grande.

-¿Qué pensó cuando el mundo mainstream comenzó a leer Las malas?

-No me pasó nada en particular. Los lectores son un fantasma, en el sentido psicoanalítico. Por ejemplo, en Argentina me dijeron que me lee Juan Pablo Sorín, ponele. Un futbolista re conocido hace un par de años. Todo el mundo me decía: ‘Boluda, te acaba de publicar Sorín en redes, tenés que casarte con él o no sé qué’. La verdad es que no pienso en eso.

-¿No le impactó ir viendo que se convertía en algo al que muchas personas tenían acceso?

-Me pasó con la Beatriz Sarlo. Lo recomendó en una nota. Ella dijo: ‘Vos leíste a esta mina que se llama Camila, esa novela que se llama Las malas sobre un grupo de travestis que se prostituyen?’. Yo me dije: ‘¿La Sarlo? Qué raro’. Pero supongo que eso es escribir. Es lo que sucede. Escribir es tirar una botella al mar que puede llegar a cualquier isla, y puede llegar a las manos equivocadas en ese proceso también. Pero eso me divierte.

-¿Qué oportunidades abre para las disidencias la ficción?

-Lo que pasa es que las disidencias, al escribir, están haciendo activismo. Pero es como si la obligación fuera solo contar nuestra experiencia. Entonces, leemos decenas de libros escritos por trans contando sobre su transición, chicos trans contando cómo les pega la hormona y los travestis contando sus historias. Yo digo, bueno, eso está bien, pero qué pasa cuando empezamos a inventar el mundo. Hasta ahora todos los mundos que se han inventado, lo hacen otras personas, no nosotras. Entonces, hay un valor que atender. Siempre está la posibilidad de hacer ficción y hablar de los otros, no solo de nosotros, sino de esos otros.

Camila Sosa: “Ojalá me pudiera provocar sorpresa a mí misma”

-En el pasado hablaba de que muchas veces catalogaban su obra como de los márgenes, comentando que no le gustaba porque significaba que existía una literatura del centro y una que queda por fuera.

-Me llama mucha atención el descaro con el que gente se reconoce que está en el centro de algo, hablando de quienes están por fuera. No se habla así de eso. Hay que hablar de otra manera o hacerse cargo de lo estrecho que es tu universo para decir: ‘Bueno, esto de los márgenes…’. Es un fenómeno que lo han hecho con cientos de autoras como Lucia Berlin con Manual para mujeres de la limpieza o con Pedro Lemebel, con Emma Reyes.

-Realizando categorías de antemano.

-Hablan del poeta villero, del cineasta villero. Yo digo: ‘Qué barbaridad hablar así de una persona’. Estudiaste en una universidad, tuviste acceso a estudiar. Las universidades, además, en Argentina son públicas. Las universidades las pagamos las travestis también, de eso no hay que olvidarse, que también pagamos impuestos, la luz, el gas, el agua, la salud pública. Me parece curioso.

-¿Alguna vez se coartó al escribir?

-Nunca. Escribo lo que me dan las ganas. Escribo lo que se me canta. Por suerte, ese problema yo nunca lo tengo. Y, como soy una escritora que vende muchos libros, las editoriales me dejan hacer lo que se me canta y después lidian con eso. Tengo muy buenas editoras y editores, que organizan mi material que, reconozco, puede ser caótico. Es llenar página tras página tras página. Pero no, escribo lo que se me canta. No tengo rollos.

-¿Qué piensa de quienes se limitan producto del miedo del qué diran? ¿Cómo se enfrenta?

-Son personas que tampoco deciden amar. Yo estuve de novia con un pibe que me contó que, cuando joven, se puso de novio con una chica que, decía, era gorda. Me decía: ‘Mirá qué boludo que era, porque la amaba, estaba enamoradísimo’. Hay gente que no se atreve a separarse tampoco, por eso. Terminan en matrimonios grises, arrugados, porque mejor estar en un lugar cómodo es mejor. Lo hacen con su vida, no solo con la escritura.

-Cuando escribe, ¿le gusta sorprenderte de lo que escribe?

-No -dice entre risas, pausando la entrevista-, ojalá me pudiera provocar sorpresa a mí misma. No, no me pasa. Pero sí me pasa que algunas cosas que escribo debo reconocer que están bien escritas, que me gustan mucho. Por ejemplo, en Soy una tonta por quererte (2022), hay un cuento que me parece muy bueno. En No te quedes mucho rato en el guadal me parece que está muy bien logrado el clima. En Las malas hay pasajes que son brutales. Cuando la narradora dice: el lenguaje es mío, lo heredé de mi mamá. Me parece muy bonito. Hay cosas que me gustan de lo escribo, jaja. En otras ocasiones digo sí, otras no, ¿cómo escribí eso? Pero es parte de lo que significa escribir.

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