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Cultura

22 de Agosto de 2023

Chas Gerretsen, autor de la icónica foto de Augusto Pinochet: “Sin la interferencia de EEUU y sus sanciones, no creo que hubiera habido un golpe de Estado”

Chas Gerretsen en Chile Foto: Joaquín Alvujar

Tras recorrer por cinco años las guerras de Vietnam y Cambodia, el fotoperiodista holandés aterrizó en Chile en enero de 1973, con el gobierno de Salvador Allende ya debilitado. Frente a sus lentes pasaron los hechos que desembocaron en el golpe de Estado, como el Tancazo, la huelga de los mineros de El Teniente y el paro de los camioneros, pero también, la imagen más recordada del dictador. En conversación con The Clinic, aborda su experiencia en Chile y el desafío de graficar el quiebre democrático en el país.

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En 1989, el holandés Chas Gerretsen (80) vendió todos sus equipos de fotografía y comenzó un autoexilio en el mar. Hastiado y cansado, porque sus imágenes ya no tenían el eco que él esperaba, decidió comprarse un velero y dejar para siempre de tomar fotos. El reputado fotoperiodista, que había reporteado conflictos bélicos y políticos como el de Vietnam, Cambodia y Perú, se sentía derrotado por los industria de los medios masivos, que se creían portadores de toda la verdad y habían ganado la credibilidad de la gente.

Desde un pequeño departamento en Providencia, donde se está alojando con su compañera Monika Pfandzelter, el ganador del Premio Robert Capa conversa en inglés con The Clinic y comenta los principales detalles de su paso por Chile -entre enero y septiembre de 1973-, donde capturó su imagen más icónica: la del dictador Augusto Pinochet asistiendo al Te Deum a una semana de haber llegado al poder.

Además, a 50 años del golpe de Estado, se refiere a las circunstancias que a su juicio habrían llevado al quiebre democrático y aborda los principales desafíos que enfrenta hoy el fotoperiodismo.

Augusto Pinochet en su primer Te Deum como dictador, el 18 de septiembre de 1973 en la Iglesia de la Gratitud Nacional. Foto: Chas Gerretsen / Fotomuseo de los Países Bajos.

Fotografiar las distintas facetas de Pinochet

Tu icónica foto de Pinochet en el Te Deum de 1973 en la Iglesia de la Gratitud Nacional se transformó en el gran ícono gráfico de la dictadura militar que vivió nuestro país. ¿Cómo te has sentido con eso?

-Realmente no tengo una buena respuesta para eso. Es una imagen que tengo pegada en mi cabeza y es la que más me ha impactado. Es la foto más conocida de mi carrera como fotógrafo. Pero lo que importa no es tanto mi opinión sobre la foto sino la tuya, la del resto. Yo no soy el que se hace famoso, son los demás los que me hacen famoso. Cuando alguien dice que eres un buen artista, yo no puedo decir que soy un buen artista. Eres tú quien decide si te gusta mi trabajo o no.

Así que para mí, la imagen de Pinochet es una reacción a lo que me dice la gente. A mí me gusta mucho, porque es una imagen de poder. Sus brazos cruzados. La expresión de su cara. El hombre que está detrás de él. Es una imagen de poder. Todo te habla de poder.

¿Cómo lograste esa foto?

-Con la cámara (bromea).

¿Qué pensaste cuando estabas por tomarla?

-Había cuatro personas sentadas en fila que parecían figuras de madera. Tres de ellas no me miraban a pesar de que estábamos bastante cerca. Pero Pinochet miró directamente a mi objetivo, sin expresión, sin nada. Sólo me miraba.

Con sus clásicos anteojos oscuros…

-Claro, con sus típicos anteojos. Pero el tema es que cuando una persona mira a una cámara, se está comunicando con las personas que van a ver esa imagen. Y creo que Pinochet era muy consciente de la comunicación.

¿Cuántas veces pudiste fotografiar a Pinochet?

Fotografié a Pinochet creo que cuatro o cinco veces en privado. La primera vez en su oficina, donde era un amable funcionario. Luego lo fotografié en su casa, con su familia, donde él era el abuelo. Después le tomé fotos en el Tancazo, donde él era como el general Patton chileno. Estaba con casco, chaqueta de campaña y binoculares. Parecía un héroe de película.

Después, le saqué la foto en la Iglesia de la Gratitud Nacional con sus anteojos oscuros, donde él era el dictador. Él le estaba diciendo a la gente que era el jefe. Y un año después, el 18 de septiembre de 1974 en la Escuela Militar, le tomé la última foto: ahí, con una cruz detrás de él, parecía el general de Dios, un ícono de la cristiandad.

¿Hubo alguna foto que te haya faltado tomar?

-Mmm… ¿la foto que nunca tomé? Pinochet con su gran capa de emperador. Esas fueron las cinco o seis facetas de Pinochet que pude abordar.

¿Viste algún cambio en Pinochet entre las distintas fotos?

Cuando lo fotografiaba al principio, parecía inseguro, no estaba seguro de sí mismo. Pero cuando miras sus fotos de años posteriores, ya no hay ninguna duda, él lo sabe, él es el jefe. Y creo que la razón es que estaba rodeado, como toda la gente famosa, de psicópatas, de puros “yesman“, gente que le dice “sí, señor”, lo que quiere oír. Así que su ego era cada vez más grande. Él subió muy rápidamente, se convirtió en una estrella, y creo que se volvió loco.

Fotos: Chas Gerretsen / Fotomuseo de los Países Bajos.

Cuando sacaste las primeras fotos, ¿sabías a quién estabas registrando?

-Al final del “Tancazo”, él estaba allí con el general Prats y con el general Pickering. Iban caminando por la calle, y esa fue la primera vez que lo fotografié. Pero yo no tenía ni idea de quién era ni el cargo que ejercía ni menos de lo que llegaría a ser. Fue recién en la iglesia cuando lo reconocí. “Había visto a este hombre antes”, pensé, pero no supe quién era hasta el golpe militar.

¿De qué foto de tu estadía en Chile te sientes más orgulloso?

-No puedo elegir una. Creo que es como preguntarle a un papá cuál es su hijo favorito. Uno puede que sea el favorito porque quizás sea un buen nadador, otro es bueno en esto y el otro en aquello. Decir “este es mi favorito” es muy difícil. Cada foto tiene una historia. Qué historia me gusta más depende de mi estado de ánimo, depende del día. A veces veo fotos y es como si nunca las hubiera visto antes. Pero la única foto que me parece siempre igual es la de Pinochet.

¿Cuál fue la más difícil de tomar?

-No se me ocurre ninguna en concreto, pero mi periodo más difícil fue durante el Tancazo, porque cada vez que intentaba fotografiar a los soldados rebeldes, amenazaban con matarme. Eso fue muy desagradable.

El lapidario juicio de Chas Gerretsen: “Sin Estados Unidos, no habría habido golpe”

Los últimos meses se ha instalado en Chile un debate en torno a si se justificaba o no el golpe de Estado. Dada su experiencia en el Chile de 1973… ¿cuál es su opinión al respecto?

-Sin Estados Unidos, no habría habido golpe de Estado. Primero, por las sanciones. Sin las sanciones, hubiera habido comida en los almacenes. La culpa no la tuvo el marxismo, sino las sanciones. Después de las sanciones, hubo una huelga de mineros en El Teniente que querían un aumento salarial del 41%. Los disturbios en las calles se volvieron más violentos. Empezaron a quemar autos, a matar gente. Y la gota que rebalsó el vaso fue la huelga de camioneros. Los camioneros habían sacado piezas de sus camiones, del motor, para que los militares no pudieran conducir sus autos.

El resultado fue que no había comida en Santiago, la gente se desesperó y empujaron a los militares al ataque golpista. Pero fue Estados Unidos. Sin la interferencia de Estados Unidos y sus sanciones, no creo que hubiera habido un golpe de Estado. Es muy sencillo, a mi juicio. No hay mucho debate que hacer.

Foto: Chas Gerretsen / Fotomuseo de los Países Bajos.

Entonces, para ti no se entiende el golpe de Estado sin la intervención norteamericana…

-Insisto, no hubiera habido ningún ataque golpista, porque habría habido comida en los almacenes. ¿Has oído hablar de Madeleine Albright? Cuando ella fue secretaria de Estado en Estados Unidos, murieron 500 mil niños en Irak. ¿Y sabes por qué?

¿Por qué?

-Por las sanciones. Y Albright dijo que estaba bien si morían 500 mil niños, que valía la pena. Sin Estados Unidos, habría 500 mil niños vivos.

¿Qué crees que explica las sanciones?

Aquí hubo algo de colonialismo por parte de Estados Unidos. Chile tiene cobre, los mayores yacimientos del mundo, y en 1972 Allende los nacionalizó. A partir de ahí, las sanciones contra Chile avanzaron progresivamente.

Pero me imagino que eres consciente de que había muchas críticas al gobierno de Salvador Allende -algunas muy fundadas, quizás-. ¿A qué crees que se debían?

-Por supuesto que había muchas críticas. Te pongo un ejemplo… conocí a un tipo que tenía unos 73 años y había trabajado toda su vida para la mina El Teniente. Los ahorros de toda su vida eran acciones en El Teniente. Cuando el gobierno de Allende nacionalizó el cobre, perdió todas sus acciones. Las acciones ya no valían nada. Pero, además, tenía dos casas y debió quedarse sólo con una, por los impuestos. Eso lo puedo entender.

Pero al mismo tiempo, si tenías tres hijos y no tenías con qué alimentarlos, Allende te daba una esperanza. Le daba tres comidas al día a los niños, que realmente podían comer, crecer, ir a la escuela y conseguir leche. Entonces ibas por Allende, porque era tu esperanza de un futuro mejor.

El problema, entonces, era la clase media…

-Claro, porque la clase media ya podía irse de vacaciones a Buenos Aires ni ir de compras a Miami. Perdieron su segundo auto. La clase media es peligrosa porque es una clase que tiene un poco. Desde ya, tiene una casa. En cambio, los pobres no tienen nada. Entonces, hay dos lados. Pero la cosa es que un lado tuvo que perder y el otro tuvo que ganar. Entonces, ¿de qué lado estás?

De la curiosidad a la fotografía de guerra: la experiencia de Chas Gerretsen

Con la evolución de la fotografía y el fotoperiodismo de guerra, ¿cómo ves el papel actual de la profesión?

-Toda mi vida he sido fotógrafo autónomo. He vendido mis fotos a cualquiera, arriba, abajo, izquierda, derecha. A quien quisiera comprarlas. Pero la mayoría de la gente trabaja para una organización. El dueño de esa organización te dice lo que se va a publicar. Y si quieres mantener tu trabajo, publicas, haces fotos que el dueño aprobará, y así mantendrás tu trabajo. Así que el fotógrafo rara vez es imparcial. Siempre piensa: ¿Me hará famoso? ¿Saldré en el periódico? ¿Me hará ganar dinero?

He hecho dos exposiciones en mi vida. Una fue en Rotterdam en 2021, y la segunda es ahora aquí en Chile. Nunca tuve antes una exposición. Nunca he trabajado por mi fama. Hace más de 30 años que no saco una foto. Quería tomar fotos para mostrarle a la gente lo que veía. Pero la gente siempre cree que sabe más porque lo han visto en el diario o en la televisión, y que supuestamente muestran la verdad.

Tu trabajo ha abierto una ventana a situaciones políticas desgarradoras, como la guerra de Vietnam o Camboya. ¿Cómo fue que llegaste al fotoperiodismo?

-Llegué a Vietnam en 1968, durante la Ofensiva del Tet, cuando los vietnamitas del norte y el Vietcong atacaron Vietnam del Sur. Me puse a sacar fotos porque tenía curiosidad, y luego descubrí que si quería registrar distintas guerras, tenía que hacerme periodista. Así, partí como sonidista y luego me convertí en camarógrafo.

Trabajé, creo, por un mes en una empresa. Entonces dije ‘no quiero trabajar para una empresa. Me haré freelance’. Y conseguí una cámara, grabé distintas tomas, saqué distintas fotos y vendí el material a CBS, ABC Television, Time Magazine, Newsweek. Y en 1973, toda la gente que había conocido cuando llegué estaba muerta o desaparecida. Ahí pensé… ‘tal vez es hora de que me vaya si quiero seguir vivo’. Así que me fui, y partí a Chile.

Foto: Joaquín Alvujar

Tus imágenes y reportajes han sido bastante importantes en la historia de varios países. ¿Cómo has asumido la responsabilidad de informar sobre la guerra?

-No sentía ninguna responsabilidad. Simplemente entregaba mis fotos a la agencia con la que trabajaba, que estaba en París. Tomaba mis fotos, las compilaba y se las entregaba a alguien que se subía a un avión y las llevaba a París, donde las revelaban y las vendían.

Siempre enviaba mis fotos con hojas de información, donde ponía ‘fotos de Chas’, ‘fotos de Allende’ o algo así, pero los medios hacían lo que querían… ponían ‘dictador’, ‘marxistas’ o lo que quisieran. La agencia en la que trabajaba le vendía a la izquierda y a la derecha por igual, era un montaje capitalista total. Pero yo no vendía sólo a la izquierda, ni sólo a la derecha, porque no estoy a favor de la propaganda.

¿Qué buscabas transmitir con tus fotos de conflictos bélicos?

Quería mostrarle a la gente lo que veía sin ningún sesgo, sin ponerme de un lado o del otro. Pero también, intentaba mostrar todos los ángulos, contar historias, no sólo combates. Historias como cómo la guerra afectaba a otras personas, como las mujeres y los niños. Por ejemplo, cuando el marido se iba a la guerra, ¿qué hacía su mujer? ¿Qué hacían sus hijos? No podían quedarse en su casa solos. Así que seguían a los soldados, porque el soldado necesita comida, y las esposas estaban ahí cocinando para ellos. Y cuando el soldado era herido, ellas los llevaban al hospital. Así es la guerra en los países del tercer mundo.

¿Sentiste, entonces, la necesidad de contar un historia con tus fotos?

Quería mostrar a la gente lo que yo estaba viendo, que tuvieran más o menos la misma experiencia que yo tuve. Pero a la gente no le interesaba. La gente ya lo sabía porque lo había visto en televisión. Lo vieron en la CNN. Esa era la verdad. Lo mío, en cambio, era una mentira. Así que dejé la fotografía.

¿Cuándo ocurrió eso?

En 1989 dejé la fotografía. Un amigo mío me invitó a su velero. Yo antes me mareaba muy rápido en el mar, pero desde que me subí a ese velero nunca más me pasó. Así que al día siguiente me puse a buscar un velero. Un mes después, me compré uno. Así que vendí todas mis cámaras, vendí mi estudio y me fui de Hollywood.

Foto: Joaquín Alvujar

Rebobinar, reimaginar, reportar: la exposición en el Museo de la Memoria y los Derechos Humanos

Entre el 18 de agosto y el 29 de octubre se estará exhibiendo en el Museo de la Memoria y los Derechos Humanos “Rebobinar, reimaginar, reportar”, la exposición que reúne el archivo del fotógrafo neerlandés en los meses previos y posteriores al golpe de Estado. Parte importante de esas imágenes nunca han sido exhibidas en Chile, y se encuentran resguardadas en el Fotomuseo de los Países Bajos.

La exposición, organizada con la colaboración de la embajada de Países Bajos y el Fotomuseo de Rotterdam, estará abierta de martes a domingo de 10.00 a 18.00 h. en el tercer piso del museo.

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