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7 de Octubre de 2023

Encontrar pareja en cinco minutos: el retorno del speed dating presencial en tiempos de las aplicaciones de citas románticas

Speed Dating

Código de vestimenta, las mesas de un bar y cinco minutos para capturar la atención de un extraño. Así funciona uno de los eventos de speed dating en Santiago que, según su fundador, no logra satisfacer la demanda de citas a ciegas presenciales en la capital. El requisito: tener 30 años o más y querer conocer a personas solteras del sexo opuesto, poniendo en práctica las habilidades comunicativas y los métodos más tangibles de seducción. En este reportaje, la experiencia en primera persona de una periodista de The Clinic, con testimonios de éxito y frustración, pero con optimismo en la búsqueda de pareja en pleno 2023.

Por Paula Domínguez Sarno

Es sábado y, a pesar de que las temperaturas comenzaron a subir con la primavera, aún no hay mucha gente que transite por las primeras cuadras de la Alameda cerca de las cinco de la tarde. El Hotel Plaza tiene altas rejas cubriendo la vista a la fachada y, afuera, un guardia pregunta a quienes quieren ingresar hacia dónde se dirigen.

“Voy al primer piso, a Matchea”, le dije. El evento señalaba: “Próximo encuentro de solteros 30 de septiembre, Hotel Plaza Santiago”, donde se reúnen solteros para las llamadas “dating speed”. Encuentros donde, al estilo estadounidense, hay muchas mesas, muchos hombres y muchas mujeres, con un tiempo determinado para ir conociéndose. En tiempos de apps de citas románticas -como Tinder o Bumble-, podría ser una rareza que algunos quieran ir a eventos y conocer cara a cara a alguien inmediatamente.

El guardia pidió el correo que confirmaba mi participación y me dejó entrar. En la entrada principal, antes de llegar a la recepción, unas 15 personas –hombres y mujeres en igual proporción– esperaban al costado del piano bar del piso. Aún no podemos ingresar, nos miramos entre nosotros con cierto nerviosismo, algunos serios y otras sueltan una sonrisa. Las mujeres, en su mayoría, acompañadas de amigas y los hombres se ubicaban como islas, tímidos, cerca de la puerta.

Una de las anfitrionas, desde la entrada del bar, pide que hagamos una fila para ir ingresando y, como escolares, comenzamos a formarnos uno detrás de otro, pero vestidos de adultos: los hombres con pantalones, camisa y zapatos; y las mujeres con vestidos o pantalones, chaquetas, blusas y tacos. La escena capturaba las miradas con extrañeza del equipo de fútbol femenino de la Universidad de Concepción que entraba y salía del hotel.

Estoy vestida como el código de vestimenta lo indicaba: nada de sudaderas, ni zapatillas deportivas, ni zapatos planos, ni gorros. Las diferencias de la dinámica con mis experiencias en aplicaciones de citas hace que me invada un sentimiento que me cuesta identificar y que mi hermana centennial describiría como cringe. Pero ahí estaba, arengándome internamente y lista para sumergirme en la experiencia de las citas a ciegas de cinco minutos con más de 20 extraños. Nos piden el nombre y nos ubican, en parejas, en una mesa.

El bar divide el ala en dos grandes espacios: una zona para citas “sub 40” y otra con personas sobre 40 años. “Yo tenía un profesor que decía: ‘El que espera, se frustra’”, comienza diciendo por el micrófono en medio del evento María Luisa Contreras, psicóloga, terapeuta de parejas y coach del evento.

“Las parejas que esperan mucho de la otra persona, se frustran, y la frustración provoca falta de atractivo, te pones en mala postura corporal, estás enojada, rostro tenso…”, continúa. “Así que, hoy día, no se frustren y, simplemente, disfruten de la otra persona que tienen al frente”. Se suman a sus palabras las de Macarena, una mujer alta y delgada, anfitriona del evento, quien hace un llamado a dosificar la energía, ya que muchos llegan cansados a la décima cita.

Cinco minutos para enganchar en una speed dating

Comenzamos después de 40 minutos, por lo que la primera cita fue larga, pero una vez que dieron la partida, el ritmo no perdona. “Te tengo que preguntar: ¿saldrías con alguien más bajo que tú?”, me dijo, al inicio, mi primera cita. Me comentó, con una sonrisa en el rostro, que se fijó en mí en la entrada, que vio lo alta que era y que él solo medía 1.70 metros. Es informático, realizó estudios de Cambridge y trabaja en un software de la banca. Alcanzamos a conversar sobre nuestras carreras y la anfitriona hace sonar una pequeña y acústica campana roja con su mano para que los hombres pasen a la siguiente mesa.

El siguiente es un hombre alto, moreno y delgado. Se sienta, cruza las piernas, se mantiene derecho, inclinado levemente hacia mí para que pueda escucharlo, a pesar del ruido que había en el ambiente y, manteniendo una distancia prudente, me dice su nombre.

“A ver, me describo rápidamente. Soy ingeniero, me gusta escuchar música para subirme el ánimo. Para bajarme el ánimo, también”, continúa al galope, sin pausas. “Es un concepto loco de que, cuando estoy muy feliz y pasa algo triste, la caída va a ser muy dura, así que trato de regular mi felicidad. Hay gente que me dice: ‘Oye, vive el momento’. Pero no sé, es una locura que tengo ahí”.

Es peruano y, aunque habla rápido, se escucha tranquilo y, como es particular de su acento, modula bien y su vocabulario es amplio. “Trato de hacer algo de ejercicio para botar el estrés laboral”, sigue. Allí lo interrumpo para preguntarle a qué se dedica y la conversación se torna un poco más natural. También es informático y, cuando tocaron la campana, me hace una última pregunta mientras se levanta: “Si pudieras ir al pasado o al futuro, ¿a dónde irías?”.

La psicóloga María Luisa Contreras cree que, si bien los hombres que asisten a este tipo de eventos son diversos, existe una tendencia: “Tienen bastante ansiedad por tener una relación. No todos, pero he visto mucha dificultad en aproximarse a una mujer, ¿me entiendes? Un poco de temor, no saber qué decir…”.

Para dar contexto explica que, a lo largo de su experiencia tratando temas de pareja, de manera consciente o inconsciente, muchas mujeres son crueles al momento de rechazar a un hombre, lo que les dificulta encontrar la forma de acercarse al género opuesto. “Muchas veces estos varones, en una primera instancia, no pasan el filtro de la mujer. Sin embargo, no tienen problemas para mantener un vínculo”, explica sobre los asistentes. “Quieren amar a una mujer y tienen la capacidad. Tienen esa característica que uno desea como mujer, pero en una segunda instancia”, agrega.

En la sexta o séptima cita en el speed dating, llega Roberto (39) y parte contándome sobre cómo llegó a esto y a qué se dedica. “Eres el cuarto informático que me toca”, le respondí riendo. El ambiente ha sido así en todos los casos: ellos tienen muchas ganas de agradar a las mujeres, son cordiales y risueños y no veo razón de por qué no recibirlos de la misma manera.

Me contó que faltaba una chica en una de las mesas, por lo que tuvo un break de cinco minutos. Acompañó a una amiga que estaba teniendo citas en el sector sobre 40 y, mientras habla, hace una pausa y cambia drásticamente de tema: “Oye, tenís lindos ojos”. Me muestro cómoda con el piropo y él continúa la conversación como si nada.

Le cuento que, realmente, soy periodista y que estoy participando en la dinámica por temas profesionales. “¿En serio? ¡Yo también quería ser periodista!”, me responde riendo. “Alto. ¿Voy a ser parte de un reportaje?”, concluye con el mismo humor. Intercambiamos números y lo contacté para entrevistarlo, a lo que accedió, pero sin que apareciera su apellido.

Haciéndole la entrevista, le pregunté sobre su experiencia y su percepción sobre las mujeres que asistieron era diversa. “Mi peor cita fue una chiquilla que llevábamos hablando dos minutos y me dice: ‘Oye, ¿puedo ir al baño?’. Y rememoré esas tantas veces en la disco cuando te decían: ‘Ay, quiero ir al baño con mi amiga’. Que era la forma polite de decirte: ‘No quiero bailar más contigo, huevón feo’”, cuenta mientras suelta una carcajada. “Y la mejor, una periodista encubierta”, sigue. No hablaba en serio con lo último, después me contó con gracia que, en realidad, le había robado el corazón una médica venezolana que no le dio su número. “Fue la que no fue, esa fue la mejor”, agrega.

Las técnicas de seducción

“Yo diría que soy yo, en realidad”, reflexiona Roberto a la pregunta sobre sus métodos de enganche en las citas. “Soy bien relajado en verdad, así que como que mi arma puede ser que soy buena onda, tengo tema… Entonces, cuando conozco chiquillas, como que no se sienten tan joteadas”.

Lleva solo unos meses solteros, pero hace años utilizó Tinder. “Me sirvió, conocí varias chiquillas también, pero me aburre, siento que igual es como latoso”, cuenta. “Es muy típico el formato: ‘Hola. Hola. Cómo estás. Bien, ¿y tú? Bien también. ¿De dónde eres?…’. Como que me da paja esa rutina. Partir de cero y que después, a esa persona cuando la veas no haya ninguna química”.

Manuel Gil (31), a diferencia de Roberto, está muy consciente de sus técnicas. También asistió al evento y, cuando se sentó en mi mesa, me llamó la atención su vestimenta: su polera con cuello de camisa se veía impecable, negra, como si su material fuera puro algodón y sin ninguna pelusa, su corte de pelo y barba con diseño dejaba ver que asiste seguido a la barbería y adornaban su apariencia las joyas en su cuello, muñecas y manos. Es venezolano, periodista y, en su país, era emprendedor y dedicaba tiempo a hacer stand up comedy. Lleva en Chile lo que lleva soltero: un año y tres meses.

“Claro, mi vida. A mí me gusta arreglarme”, responde al cumplido que le hice por cómo lucía. “Tú ves, como soy gordito, tengo que estar impecable”, sigue. Su voz es dulce y habla con gracia, no pude evitar reírme. “Yo siempre digo: ‘A las mujeres hay que hacerlas reír hasta que se les olvide que uno es gordo’”, agrega, devolviéndome la sonrisa.

También accedió a darme una entrevista para el reportaje, tomando con humor que le haya hablado para hacer este tipo de solicitud y no para una segunda cita. Sus amigos le crearon un perfil de Tinder hace cuatro meses, que no terminó por concretar citas y, de la misma forma, terminó asistiendo a este evento.

“Yo creo que soy de tipo de personas que le gusta estar face to face con la gente, me gusta conversar: háblame de ti y te hablo de mí. Y así”, explica. “Y el que busca encuentra, lo que pasa es que tienes que saber buscar y cuando encuentres, tienes que saber elegir”, agrega. “Y esto como experiencia: cool. Pero no me da chance para conseguir lo que yo estoy buscando, tal vez habrá gente a la que sí le funcione”.

Su técnica de seducción, como me lo dijo en la cita, es el humor. “Yo siempre digo: soy todo lo que tú buscas, pero con barriga”, dice. “El humor es un lenguaje universal, ¿sabes?”. Ante su decepción, le expliqué que existen otras instancias que organiza la empresa, como trekkings y fiestas de solteros. “Este cuerpo no es para subir cerros, mi amor”, exclama. “Este cuerpo baila, eso sí”.

Las técnicas de seducción no son solo cosa de hombres, Alejandra López (41) se aseguró de seguir ciertos pasos para aumentar sus posibilidades en el speed dating. Fue a un evento que se realizó en enero en Barrio Italia y, al comenzar, un coach dio consejos sobre cómo abarcar la cita: “Nos dio tips sobre qué cosas se debían hacer, como qué le gusta a los hombres, en qué se fijan, esta cosa de cacería que necesitan los hombres, entonces, hacerse la interesante. Desafiar a los hombres en la primera cita”, recuerda.

Alejandra López y su experiencia en una speed dating.

En la versión a la que ella acudió, tanto hombres como mujeres se cambiaban intermitentemente de mesa. Así, cuando llegó a la mesa de Andrés, un chico que le había llamado la atención cuando llegó, le preguntó qué se sentía que las mujeres llegaran a él. “Desafiante, pensé en los consejos del coach”, cuenta entre risas.

La tasa de éxito y el negocio de eventos para solterxs

“Y hubo feeling”, dice. “No soy tan fijada en lo físico, sino en lo que transmite. Y él entró con una sonrisa, buena onda, como liviano”, explica sobre su primera impresión. “Porque me tocó hablar con otros que eran un plomo, se me hicieron eternos los cinco minutos”. En cambio, con Andrés, los cinco minutos se le pasaron volando. Fue su segunda cita y, después, tuvo 17 más. Sin embargo, entre el tránsito entre las mesas, no podían evitar cruzar miradas y sonrisas.

Terminada la dinámica de speed dating, juntaron las mesas del bar donde estaban y, entre todos, siguieron compartiendo. Fue ahí cuando tuvieron oportunidad de seguir hablando, la velada se extendió, intercambiaron teléfonos y Andrés le tomó la mano y la fue a dejar, caminando, a su departamento.

En algunas ocasiones, tras la actividad hay una fiesta.

Al día siguiente, Alejandra esperó hasta el medio día para enviarle un mensaje. “Le pregunté si tenía planes para hacer hoy, y me dijo: ‘Verte’. Y yo le respondí: ‘A buena, tenemos los mismos planes, entonces’”. Ese día fueron a tomar un café, donde salió el primer beso y un mes después comenzaron a pololear. Van a cumplir ocho meses en la “formalidad”.

De acuerdo al informe anual de 2020 de la consultora GfK, el 51% de los chilenos están solteros y el 50% cree que existe un amor “para toda la vida”. A principios de este año, la empresa telefónica WOM publicó un estudio que describe el uso de las aplicaciones de citas en los chilenos, el cual creció en un 20%. De acuerdo al mismo, aplicaciones como Bumble y Grindr crecieron en un 273% en cuanto a datos móviles, aunque Tinder sigue liderando el ranking de utilización.

Sin embargo, Matías Espinosa, fundador de Matchea –la empresa organizadora de eventos de speed dating, además de otros eventos para solteros y solteras– afirma que con sus servicios no logra satisfacer la demanda de quienes prefieren las antiguas citas a ciegas.

La marca partió en 2018, inicialmente se llamaba Speed Dating Chile, pero cambiaron el nombre cuando comenzaron a realizar fiestas para quienes buscan parejas entre los 30 y 50 años. “Los más chicos tienen harta oferta. Para los de menos de 30 están llenos de discotecas y redes sociales”, explica. Aumentaron la cantidad de citas y asistentes, luego la disminuyeron, lo mismo ocurrió con el tiempo cita, a veces eran de 10 minutos, otras de cinco, sumaron una anfitriona y coaches o consejeros para orientar a los participantes, además de darles ayuda en casos de “emergencia”.

Los eventos de speed dating se realizan en distintos bares y hoteles, a veces los arriendan y a veces llegan a acuerdos. En el último evento, por ejemplo, el modelo de negocio fue que, a cambio de utilizar el lugar, los asistentes debían consumir un bebestible de la carta. La entrada cuesta $15 mil pesos la preventa y $20 mil a unos días del evento. “Si lo piensas, los hombres, en su mayoría, pagan por las aplicaciones de citas y, la probabilidad de que les vaya bien es baja. Si van a una cita, se gastan 40 lucas en eso, se demoran dos semanas en concretarla, así que lo hacen dos veces al mes. En cambio, acá pagái un evento de 20 o 25 lucas y tienes 25 citas, conoces a 25 personas”, afirma Espinosa.

Ante el éxito de las citas a ciegas, Matchea comenzó a realizar fiestas de solteros a las que acuden 300 personas. Desde el año pasado hacen trekking para solteros, se juntan en la bajada de un cerro en Santiago y los guía Macarena, la anfitriona, les dan algo para beber, algunos frutos secos y hacen yoga en la cima.

A diferencia de lo que anticiparon la coach y la anfitriona al comenzar el evento de speed dating, a medida que más hombres se sentaban en mi mesa, más interés tenía en sus conversaciones. Puede ser una experiencia aislada, pero todos fueron muy corteses y es probable que, si estuviera soltera, habría seguido, al menos conversando, con más de uno.

@matchea.cl

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