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Entrevistas

24 de Diciembre de 2023

Felipe Mella, director ejecutivo del GAM: “Creo que hubo una equivocación al poner en marcha el Ministerio de las Culturas”

Fotos: Felipe Figueroa

El gestor y licenciado en Arquitectura, quien asumió a la cabeza del centro cultural en 2016, fue ratificado por el directorio en su cargo por los próximos cuatro años. Aquí hace un balance positivo de su gestión, marcada por el estallido, la pandemia y el retraso en la segunda etapa del GAM. La construcción está detenida desde hace seis años y será retomada en 2025. Podría inaugurarse recién en 2028. “Hoy día existe una voluntad política para sacar adelante las obras que yo no veía hace mucho tiempo”, comenta Mella. No está entre sus planes ser ministro, cree que a las autoridades de Cultura les ha faltado experiencia para manejar la crisis del sector, y no deja pasar el concierto cancelado a María Paz Santibáñez en el Teatro Municipal: “En estos ocho años que llevo en el GAM nunca he recibido un llamado para decirme que cancele una obra”.

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Quedaban pocas semanas para el cambio de mando y el recién electo Presidente Gabriel Boric llegaba hasta el Centro Cultural Gabriela Mistral (GAM), en febrero de 2022. Había sido citado a una reunión en la que estaban también Miguel Lawner, uno de los arquitectos del histórico edificio de la UNCTAD III, y Felipe Mella, director ejecutivo del espacio y anfitrión de dicho encuentro.

Que el nuevo mandatario visitara el espacio, a solo días de asumir, era una señal importante, dice ahora Mella en una de las oficinas del GAM. “Él venía por una hora y con un horario muy restringido, pero finalmente estuvo dos horas y media. Recorrió todo el lugar”, cuenta. 

Mella le presentó al futuro Presidente el proyecto de la segunda etapa del GAM, el edificio de seis pisos diseñado por Cristian Fernández y Lateral Arquitectos, que sumará 16 mil metros cuadrados al principal centro cultural de Santiago. El gran atractivo de la obra –con una inversión que superaba en ese momento los $41 mil millones– es la anhelada sala con capacidad para poco más de 1.770 personas y un escenario móvil de mil metros cuadrados que permitirá montar varias escenografías y diversos espectáculos en paralelo. 

Anunciado en 2014 por la exPresidenta Michelle Bachelet, el ambicioso proyecto iba a ser entregado originalmente en 2017 e inaugurado al año siguiente. El 24 de diciembre de 2015 se puso la primera piedra y de ahí en adelante le can caído encima desastres naturales y estallidos sociales: se inundó por el desborde del río Mapocho en 2016, y dos años después el Ministerio de Obras Públicas puso término anticipado al contrato con la constructora española ECISA por incumplimientos en los plazos y abandono de las obras. Al proyecto le entraba agua por todas partes. 

Meses después, el GAM y los paneles que protegen la construcción se convirtieron en el principal lienzo del estallido de octubre de 2019. 

Seis años y una pandemia han transcurrido desde que las obras se estancaron y todo ahí adentro luce similar: desde el interior del monumental edificio, al que hay que ingresar con casco y bototos, se alcanza a ver la Alameda justo debajo de la imponente gradería. Al extremo oriente, está el escenario, igual de inmenso y de varios metros de altura.

“La Segunda Etapa del GAM va a ser algo inédito en Chile”, dice Mella. “No se construía una infraestructura como esta desde hace 100 años, cuando se levantó el Teatro Municipal de Santiago. Esa fue la última obra de gran magnitud impulsada por el Estado. Ha habido otros proyectos más pequeños o impulsados por el sector privado, ninguno como este”, agrega. 

La visita de Boric al GAM marcó el primer acercamiento entre Mella y el actual gobierno. Ya instalado en La Moneda, los primeros ministros de Cultura (Julieta Brodsky) y de Obras Públicas (Juan Carlos García) hicieron también su propio recorrido por el espacio.

“El día de su visita, el Presidente se comprometió a que se iba a reactivar la obra de la segunda etapa sabiendo que él no iba a alcanzar a inaugurarla ni a echar a andar el edificio. Sí logrará, al menos, dejarlo licitado. Desde ese momento, hemos tenido una mesa de trabajo y coordinación permanente junto con el MOP, Cultura, Presidencia y Bienes Nacionales para impulsar el proyecto”, cuenta Mella.

Según los nuevos plazos, la nueva licitación de la obra se haría en 2025. “Si todo sale bien, se podría inaugurar a fines de 2028. Insisto, si todo sale bien. Consideremos que este es un país de terremotos de todo tipo”, ironiza el gestor.

“Me parece una buena señal que la gente pregunte y reclame por la obra inconclusa de la segunda etapa del GAM –prosigue Mella–. Lo encuentro fantástico, pero no es raro que suceda. Hay muchos otros edificios públicos retrasados. Liceos, hospitales, cárceles. El GAM es otro, pero al ser un centro cultural no siempre está en el orden de prioridades. Lo más importante es que hoy existe una voluntad política para sacar adelante las obras que yo no veía hace mucho tiempo. Y esperamos que así sea”.

 -¿Cuál es el estado de avance de la obra?

–El avance es del 48% y la obra gruesa está en perfecto estado. No han sido seis años perdidos, se han hecho otro tipo de mejoras. Hemos estado trabajando en un plan de desarrollo estratégico y de sostenibilidad para ese nuevo espacio, y actualmente estamos en pleno proceso de normalización del proyecto de arquitectura, que consiste en poner la obra al día en tecnología. Para esto se contrató a una consultora internacional que se llama Theatre Project, que revisó el proyecto completo e hizo observaciones y mejoras. La gran mayoría fueron aceptadas por el MOP. Es un proceso largo y esperamos que concluya a finales del 2024. Luego, el MOP volverá a licitar las obras antes de que se vaya el presidente. 

¿Cómo se tomó el titular que se refería a la obra como un elefante blanco?

-Cuando apareció, yo repliqué. No creo que sea así y ahora lo descarto totalmente también. Un elefante blanco es una obra abandonada, y esta ha estado permanentemente con trabajos. Más que hablar de un elefante blanco, estamos proyectando lo que va a haber en este gran edificio, en la empleabilidad que va a dar al sector artístico, en el impacto social que va a tener a nivel de barrio. Además, va a poner a Chile en el circuito de los grandes espectáculos que hoy día no llegan a Chile porque no tienen un espacio donde presentarse.

¿Qué le gustaría ver en ese espacio?

–Más que soñar con algo, estamos trabajando pilares programáticos. Una de las líneas más importantes que vamos a desarrollar es la música, y para eso ya estamos estrechando alianzas con productoras, para atajar grandes espectáculos internacionales que estén de gira por la región. En paralelo, queremos desarrollar una programación que no caiga en lo típico. Hacer cruces de música popular y clásica sería interesante; un concierto de Francisca Valenzuela con la FOJI o la Sinfónica de Valdivia o de Concepción, por ejemplo.

“Hemos tenido gran éxito programando música en GAM, y todas las encuestas dicen que es lo que más mueve al público. Para una sala de 1.770 butacas es lo más adecuado hoy día, sin olvidar las demás ramas artísticas; la danza, el teatro, el cine, incluso. Dentro de las mejoras que le hicieron al proyecto se incluyó una pantalla con sonido Dolby para proyectar películas. Será un escenario muy versátil”, añade el gestor. 

Felipe Mella ha estado visitando y mirando el modelo de gestión de otros espacios internacionales similares al GAM. Hace poco estuvo en Estados Unidos y Canadá, donde visitó, entre otros, el Lincoln Center de Nueva York y el Plaza de las Artes, en Montreal. 

¿Cuánto presupuesto adicional va a requerir el GAM para administrar la nueva gran sala?

–Estamos trabajando en las cifras y siendo súper responsables en ese sentido, porque entendemos que esta es una política de Estado, no un capricho de la Corporación Centro Cultural Gabriela Mistral de haber construido la segunda etapa del GAM. El proyecto siempre se pensó como un solo gran centro cultural que se mantendrá gracias a una política de Estado. No puede ser de otro modo. 

“El sector privado acá en Chile no tiene las mismas características que tienen otros sectores privados como en Estados Unidos, donde existe el modelo de donadores; los grandes espacios culturales son manejados por donaciones privadas. En Chile no existen esos donantes y por lo tanto las políticas culturales tienen que ser financiadas por el Estado. Esa es mi visión personal”. 

Hora de balances

Felipe Mella asumió como director ejecutivo del GAM en enero de 2016. Su contrato vencía en enero próximo, pero en noviembre pasado el licenciado en Arquitectura y gestor cultural fue ratificado en el cargo por los próximos cuatro años. Tendrá incluso la posibilidad de extender su periodo por dos más. 

La gestión de Mella fue respaldada de manera unánime por el directorio que hoy preside el también arquitecto Marcial Cortés–Monroy. En sus ocho años a la cabeza del centro cultural le ha tocado dialogar con tres Presidentes de la República y con algunos más en el directorio del GAM, además de enfrentar incendios e inundaciones, y hacer frente al estallido social y la pandemia. Su principal tarea, sin embargo, hoy es la misma: poner en marcha la gran sala.

“He tenido la suerte de tener muy buena relación con el directorio del centro cultural. Me he llevado muy bien con todos los presidentes del directorio que he tenido, que han sido varios. Nos ha tocado tomar en conjunto decisiones bastante complejas, y seguiré mientras mantenga la confianza del directorio. Esto, pensando específicamente en que estamos en proceso de sacar adelante la segunda etapa. Ellos consideraron que no era bueno cambiar de director ejecutivo y se me ratificó un periodo nuevo”, comenta.

¿Cómo evalúa estos ocho años de gestión al frente del GAM?

Generalmente, uno partiría con la autocrítica, pero yo quiero pensar primero que esto ha sido un aprendizaje súper grande para mí a nivel personal. Yo no era un especialista en manejo de centros culturales del tamaño de este espacio. Venía Balmaceda Arte Joven, que es un centro cultural grande, con presencia regional, pero a una escala totalmente distinta. Uno de los sellos principales que le quise dar al centro cultural fue sacarlo de las cuatro paredes en que estaba. Hicimos un gran proyecto de circulación tanto a nivel nacional como internacional: llevamos más de 450 funciones fuera de GAM, a las que han asistido más de 200 mil espectadores, hemos visitado más de 10 países, participado en festivales, seminarios y dado a conocer a GAM a nivel internacional, lo cual considero muy importante. 

Otro sello importante de esta administración ha sido traer a las regiones al GAM, que no se suele hacer en otros espacios, dice Mella. “Hemos financiado obras que han venido a presentarse acá porque, aun cuando sabemos que Santiago no es Chile, para las compañías de todo el país es importante esta vitrina. Finalmente, mi gestión ha estado enfocada también al trabajo de rescate de la colección patrimonial, resguardando esa memoria del edificio, que fue un compromiso que hice en el momento de asumir. Por eso la recuperación del Cuarto mundo, de Carlos Ortúzar, de los murales de Venturelli, de Mario Carreño y Mario Toral, del bordado de Isla Negra”. 

Este último desapareció junto a otras veinte obras del edificio de la UNCTAD después de 1973, y por más de 30 años estuvo en poder del senador PPD Guido Girardi, quien dijo haberla comprado en un persa. Fue devuelto en 2021 al GAM y hoy se expone temporalmente en el Palacio Baburizza de Valparaíso. En 2024 será la primera obra patrimonial del histórico edificio en salir del país: la Bienal de Venecia envió una solicitud para que ésta forme parte de la curatoría principal de su próxima edición, en abril del 2024. 

“Nos llena de orgullo porque el bordado es una de las obras más recordadas que tiene la UNCTAD y su historia es particularmente significativa. Dependemos, obviamente, del Ministerio de Relaciones Exteriores y del Ministerio de Cultura para concretarlo, pero haremos todas las gestiones posibles”, cuenta Mella.

Bordado Isla Negra.

Del 2024, Mella no puede adelantar mucho. “Hay 35 obras seleccionadas en teatro, danza y música, y tendremos una exposición de Martínez Bonatti que hace mucho queríamos tener. Habrá harto espectáculo internacional también”, dice.

¿Cómo ha sido recuperar el ritmo que llevaban antes de la pandemia? 

–Fue un proceso de aprendizaje profundo para nosotros y para reflexionar internamente sobre cómo apoyar al sector artístico que estaba muy afectado, considerando nuestro rol público como centro cultural. Fuimos los primeros en reaccionar y en generar propuestas artísticas en línea y destinamos parte importante del presupuesto para apoyar a los artistas. Buscamos alianzas estratégicas con otros espacios y organizaciones, como la Unión Europea, que nos ayudó generando actividades en línea y obras más pequeñas que apoyamos con fondos concursables. Jugamos un rol importante como espacio en apoyar al sector y marcando la pauta en abrirse a la creación online como reacción inmediata a la crisis del Covid. Esto, desde luego, fue gracias a un trabajo colectivo con el equipo de GAM, que con mucho compromiso y sentido del deber público sorteó también esos periodos complejos. 

¿Ha pensado en dejar su cargo en estos ocho años?

No, no lo he pensado. He tenido siempre el apoyo del directorio en todas las situaciones complejas, aunque sí me he visto angustiado en algunas, como durante el estallido. En un comienzo no sabíamos lo que estábamos viviendo y los viernes eran difíciles, luego todos los fines de semana había protestas e incendios en la segunda etapa. Lo pasamos mal. Me acuerdo de haber estado acá hasta las 12 de la noche con los guardias en la sala de control, monitoreando lo que pasaba, comunicándonos directamente con la Municipalidad. Hubo momentos tensos y sentí el peso de la responsabilidad, pero nunca pensé dejar el GAM. 

Más que por falta de apoyo, me refiero a si pensó que tal vez había cumplido un ciclo después de ocho años. Usted era crítico de las gestiones largas en cultura. 

–Y sigo siéndolo. Creo que si no hubiera estado la pandemia ni el estallido social, puede que estaría pensando en dar un paso a un lado. Cuando entré aquí, una de mis metas principales era sacar adelante la segunda etapa. Y sigue siéndolo. Creo que así como no son suficientes cuatro años para un gobierno, que se hacen extremadamente cortos, una gestión de ocho años para un centro cultural como este y en la situación que estamos hoy, tampoco lo es. 

Sello político

“2023 fue un año de volver a la normalidad”, dice Felipe Mella. Junto con la presencialidad, el espacio recuperó también sus cifras de público que cayeron con el estallido y la pandemia. A la fecha, este año el GAM ha recibido 1 millón 200 mil visitas, por sobre el millón 50 mil personas del 2022. Entre las mismas, 55 mil vieron, además, alguna de sus obras programadas en teatro, danza y exposiciones de artes visuales. 

La exposición Te amo. Mon Laferte visual fue por lejos el hito programático del espacio, con 57.644 visitas. En sala, en tanto, la obra más vista fue El asilo contra la opresión, de Alejandra Matus y Los Contadores Auditores, protagonizada por Natalia Valdebenito, con 4.453 espectadores. Esta última encabezó una de las principales líneas programáticas del espacio durante el año que ya se va, centrada en la conmemoración de los 50 años del Golpe. Hubo otros títulos en la misma tecla –como María Isabel, La enfermera del general, G.O.L.P. y El traje del novio–, además de acciones relacionadas a la memoria del edificio emblema de la Unidad Popular, que en dictadura se llamó Diego Portales. 

Obra “El asilo contra la opresión”.

Una de las más memorables ocurrió el mismo 11 de septiembre, cuando el colectivo Delight Lab intervino la fachada de la torre Villavicencio con el espectáculo lumínico El palpitar de la memoria. “Fueron propuestas que abordaron los 50 años desde distintos frentes: la comedia, el drama, la ficción, la imagen, y todas con temáticas muy diversas, relacionadas al abuso de poder, la memoria, la justicia y la represión, además de las repercusiones de la dictadura”, dice Mella. 

“Es importante que el arte sea un canalizador de emociones y que además genere debate y reflexión sobre los traumas sociales. Más aún, en un momento tan complejo como el que se está viviendo en la región, donde la democracia está bien tembleque, se podría decir, algo fracturada. Estamos viendo lo que está pasando en Argentina, donde se acaba de cerrar el Ministerio de Cultura. Como espacio, sentimos el deber de dejar huella de nuestra historia, para que nunca más se repita lo que pasó en el año 73″. 

¿Cómo enfrentaron el estallido del 2019, desde los rayados en la fachada a lo que estaba sucediendo afuera?

–Nadie tenía un magíster en estallidos ni en lo que vino más adelante con la pandemia. Para nosotros fue difícil como lo fue para todos los chilenos. Nos tomó por sorpresa, a pesar de que se sentía algo que estaba por venir, y lo expresamos en un manifiesto que tuvimos pegado en la fachada dos meses antes del estallido, donde aparecía la Gabriela marchando con las mujeres. Siempre nos hemos asociado a las causas sociales y hemos estado en diálogo permanente con la calle. Así lo hemos hecho desde que el GAM abrió las puertas en 2010. Y eso creo que la gente lo reconoce y así también nos diferencia de otros espacios. 

“Al comienzo del estallido cerramos las puertas porque teníamos miedo de lo que podía pasar y porque había que resguardar el edificio por su valor patrimonial. No pasaron ni cinco días y volvimos a abrir las puertas porque la historia de este lugar ha sido dialogante con lo que sucede afuera. Acogimos a la Cruz Roja, al Instituto Nacional de Derechos Humanos, y después a los cabildos ciudadanos y otras actividades en torno a lo que terminó siendo el debate constitucional. En paralelo, se decidió mantener la fachada intervenida por manifestantes, donde permanecieron por meses. El GAM indudablemente ha tenido un rol político, por eso se transformó en un ícono y en escenario del estallido”, opina su director.

El palpitar de la memoria.

¿Recibieron presiones de algún tipo para que tomaran una postura frente a los rayados de la fachada?

–Nunca tuvimos presiones de ninguna autoridad. Las presiones venían más por personas que nos atacaban en las redes sociales, pero jamás otra cosa. Al contrario, siempre fuimos respaldados por el gobierno. Hay que recordar que la fachada de la UNCTAD fue diseñada, según su arquitecto, para que la gente pudiera expresarse libremente. Por eso las perforaciones en el acero; son para colgar cosas. Por ese motivo, tengo la mente y el corazón muy tranquilos. Fue la decisión indicada en ese momento. 

Una de las primeras víctimas durante las manifestaciones fue la actriz María Paz Grandjean, quien por ese entonces formaba parte del elenco de La pérgola de las flores, que se presentaba en el GAM. Ese convulso 18 de octubre, la función se suspendió y mientras la intérprete avanzaba entre los manifestantes por la Alameda, recibió un impacto de bala en su rostro. Grandjean inculpó días después a un carabinero. 

¿Hubo algún apoyo –legal, médico, económico– desde el GAM hacia ella?

–María Paz tenía un contrato similar al de cualquier trabajador más del centro cultural, por lo tanto contó con los mismos beneficios. Al momento en que sucedió, nos informaron y me comuniqué directamente con la productora de la obra. Ella me contó la situación e inmediatamente activamos el seguro. A pesar de que no estuviese dentro del espacio de trabajo, lo acordamos con ella y todo lo que le cobraron a María Paz donde fue atendida, le fue devuelto después directamente. También se mantuvo un contacto directo con ella, apoyándola hasta que estuvo mejor y retomó el trabajo en La pérgola. Apoyo legal no se le dio porque, hasta donde entiendo, no lo necesitaba. 

“No me quita el sueño ser ministro”

Este año, el GAM contó con un presupuesto de poco más de $4.400 millones. El 77% provino del Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio, y el restante son ingresos privados.  

¿Por qué cree que los privados no invierten lo suficiente en cultura? ¿A qué atribuye ese desincentivo?

–El sector privado chileno es un sector mucho más conservador en este país, y creo que se identifican con una cultura o una escena más clásica. Centros culturales como el GAM, o como Matucana 100 o el Parque Cultural de Valparaíso, son centros culturales cuyas líneas editoriales no les interesan mucho o no son compartidas por el sector privado. Y creo que ese sector hoy día tiene que abrirse más, porque la situación cultural del país no es la mejor en este momento, y porque tenemos una escena artística de gran calidad y muy diversa que cautiva a muchísimas audiencias. 

-¿Le ha costado encontrar financiamiento en el sector privado por ese sello político que tiene el GAM?

–No, tenemos hoy en día un gran donante que es Sura. Apareció en pandemia, creyó en nosotros y seguimos trabajando juntos. Hace una semana tuvimos una reunión con el presidente que vino a despedirse y a escuchar al sector cultural, porque le interesa lo que está sucediendo acá. Estaban poniendo sus fichas en Argentina, pero con la situación de Argentina se están viniendo a Chile a apostar ahora acá. Yo creo que el sello político GAM lo tiene desde su nacimiento. Nació así, nació antes de que fuera un centro cultural. Nació cuando se transformó en el edificio emblemático de la UNCTAD III, fue el edificio emblemático que impulsó el Presidente Allende.

La semana pasada, la destacada pianista chilena María Paz Santibáñez denunció en una entrevista a The Clinic la cancelación de su concierto Resistencia femenina, en el Teatro Municipal de Santiago. Iba a presentarse el domingo 10 de diciembre y solo cinco días antes un abogado del municipio le comunicó que se cancelaba. Días después, recibió una carta de la Corporación del Desarrollo de Santiago que confirmaba la decisión. 

El espectáculo –en homenaje al ex Presidente Allende y guiños al estallido– no fue reprogramado por el municipio ni por el teatro. Santibáñez apuntó como responsable a la edil de Santiago, Irací Hassler. “La decisión la tomó la alcaldesa”, declaró la artista. 

A Felipe Mella no le ha tocado enfrentar un hecho similar: “En estos ocho años que llevo en el GAM nunca he recibido un llamado para decirme que cancele una obra. Solo cuando tuvimos la exposición de Papas Fritas sobre la eutanasia, Razón de morir mi vida, en un momento hubo un ‘oye, ojo con eso’, pero lo hicimos igual y no pasó nada. También nos ha costado que el privado se interese en nuestras obras por su línea editorial, pero GAM no censura la expresión artística. Al final, todo forma parte de la misma crisis en el sector”, asegura. 

¿Qué diagnóstico hace de esa crisis?

–Para ser súper sincero, yo creo que nos marcó demasiado la brecha que dejó la dictadura. Después del año 89, lo que quedó ahí fue la dificultad del acceso y los gobiernos progresistas han hecho un esfuerzo enorme por sacar a la institucionalidad adelante. Sí creo que hubo una equivocación al poner en marcha el Ministerio de las Culturas. Se debería haber pensado más a fondo, sobre una base más sólida y administrativa. Antes funcionaba perfecto como Consejo, y de cierta forma jugaba un rol de directorio que aprobaba los proyectos y las políticas. Eso daba consenso general en todo el sector, pero se perdió con el ministerio. 

“Hoy hay que centrarse en consolidar esas bases para poder llegar a tener algún día ese 1% para Cultura, que es el sueño de todos y el sueño que se puso este presidente también. Si el ministerio no tiene una base sólida para enfrentar eso, no va a resultar. Hoy día apenas pueden sostener el presupuesto que tienen, imagínate con un 1% encima. Sería imposible. Para eso, hay que replantearlo desde sus bases”. 

¿Según usted, ha habido falta de voluntad o falta de experiencia en esto?

–¿Por qué un gobierno que tiene en su sello la cultura no tendría la voluntad de aspirar a ese 1%? Evidentemente, es inexperiencia. Voluntad hay. 

A comienzos de octubre pasado, Felipe Mella asistió a la ceremonia de promulgación de la Ley de Exención del IVA para los servicios culturales. En su discurso, el Presidente Boric pidió disculpas al sector cultural. “Sé que como Gobierno no hemos estado a la altura. (…) La responsabilidad es mía”, dijo el mandatario.

“Reaccioné pensando en que nunca había escuchado a un Presidente hacer un mea culpa con el sector cultural”, apunta. “Sin defender en esto al gobierno, veo un gesto importante y creo que hay que valorarlo y consolidar esas bases a partir de ese diálogo”, añade Felipe Mella. 

A usted le ha tocado lidiar con distintos sectores políticos. ¿Con quién es más fácil dialogar sobre cultura, con la derecha o con la izquierda? 

–Qué difícil la pregunta. Efectivamente, me han tocado casi tantos ministros como presidentes de directorio, y nunca he tenido ningún problema con ninguno de ellos ni ninguno de los dos sectores. La gente suele decir que tengo habilidad política para hablar con los ministros y relacionarme con ellos. La cultura se ha relacionado siempre con la izquierda, pero creo que la cultura tiene que ser transversal, y para eso creo que hay un sector más conservador que debe derribar sus prejuicios.

Su nombre sonó alguna vez para ministro de Cultura. ¿Le ofrecieron el cargo?

–Nunca me lo han ofrecido, pero sé que estuve en la lista. 

¿Le interesa ser ministro?

–Ciertamente, no es mi prioridad ahora. No me quita el sueño, y prefiero resguardar mi vida privada, eso en política es imposible. No quisiera nunca tanta exposición innecesaria. 

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