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Libros

31 de Diciembre de 2023

Cuentos de vecinos y barrios: una selección en 100 palabras

Ilustración: Santiago en 100 Palabras

Tener vecinos y vivir en un barrio ha sido la inspiración de varios quienes han enviado cuentos a Santiago en 100 palabras. Como cada domingo, The Clinic presenta una selección de cuentos.

Por Santiago en 100 Palabras

Como cada domingo, The Clinic en alianza con Santiago en 100 Palabras presentan una selección con un tema distinto y esta vez es sobre cuentos de vecinos y barrios.

Inspírate en estas historias y participa en @santiagoen100palabras hasta el 30 de abril de 2024 en www.santiagoen100palabras.cl.

Teleserie de patio (Mención honrosa)

Supe que la Lizzette le fue infiel al Javier hace unos meses, y que por eso la trata mal ahora. Por otro lado, me enteré de que al otro vecino, el Vicho, lo echaron del trabajo por pelarse algo, pero no entendí bien qué. También escuché que la hija de la señora que vive a los pies está embarazada hace cuatro meses y no se lo han contado al papá, por miedo a que la echen. Ahora entiendo por qué mi abuela se sentaba todas las tardes a tomar té en el patio de atrás de nuestra casita pareada.

Autor: Sebastián González Carrasco, 28 años, Estación Central.

La cuica del barrio

La Joyce era la vecina más cuica del barrio. Según la señora del almacén, porque se vestía como las minas de la tele, pololeaba con el Loco Roney (el mejor delantero de Maipú) y no miraba a nadie desde que se bajaba de la I09. Yo recuerdo que un día vi a la Joyce en la feria de Tres Poniente. Se elevaba sobre unos tacones rojos putillo y de su brazo colgaba un cartera con las iniciales L.V. Escuché cuando le decía al casero «¿Tan caras tenís las papas? Ni que fueran di oro ellipcio».

Autor: Camila Díaz, 25 años, Lampa.                                                         

Vecinos                                                        

El hombre y la mujer se miraron sin saludarse cuando se encontraron frente a un semáforo en rojo a las ocho de la mañana. Él sabía que ella se había levantado a las siete, había desayunado sola y se había dado una larga ducha. Ella sabía que él había dormido acompañado, se había acostado tarde y en la mañana había seguido su rutina de ejercicios para mantener los pectorales. El semáforo cambió a verde y los dos cruzaron la calle, con sus hombros casi rozándose, cada uno pensando por separado que quizás era un buen día para comprar cortinas.                                                       

Autor: Natacha Valenzuela, 38 años, Viña del Mar.

Estar juntos

Cierto día apareció en el barrio el abuelo Juan. Se detuvo al centro de la plaza. Vio gente pasar. Se sentó, hizo un hoyo en la tierra. Puso una gran olla, echándole una cebolla. Acercose Inés. Al enterarse que quería hacer una sopa de cebolla ofreció agua. Su marido trajo leña, encendió el fuego. Otros vecinos aportaron verduras, pescado, condimentos. Aprobado su sabor, decidieron servir. Instalaron bancas y mesón. Sacaron manteles, jugos, frutas, pan. Colgaron de árboles guirnaldas de flores. Comieron conversando y riendo. Juan, viéndoles felices de compartir, guardó la olla, y sin que nadie lo notara se fue.

Autor: María Beatriz Ortiz, 61 años, San Miguel.

Túnel

Un día mi vecino del frente, el que siempre tenía problemas con todos, colocó unas maderas en su reja de la casa. Se veían lindas. Lo malo es que ya no se veía nada. Luego la señora Marta también colocó maderas en la suya. Y así, luego Don Carlos, Doña Clara y el tío del furgón. La calle parecía ahora un túnel. En casa quisieron hacer lo mismo, pero el abuelo dijo que no, que las casas eran para verlas y si tenías suerte, para ver también a la gente que vivía adentro. Al abuelo le gustaba escuchar tangos.

Autor: Joan Piedras, 32 años, Quellón.                                      

Almacén

Siempre, día tras día, el gato mestizo sobre el mostrador, rodeado de aroma a harina tostada y vino clandestino; y, en el rincón oscuro, el viejo con una cañita inseparable. Medio de azúcar o huevos o bebida, dejando por el envase. Las compras mínimas, última hora, domingo en la tarde, y siempre el gato y el viejo allí. Siempre, hasta que el letrero de una inmobiliaria me sorprendió al bajar de la micro. Escucho a mi padre diciendo que el barrio va a mejorar mientras miro al gato y al viejo en la esquina, sin saber qué rumbo tomar.

Autor: Karen Jaramillo Altamirano, 35 años, Puente Alto.

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