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12 de Enero de 2024

Los “sapos” de las micros: cómo trabajan los encargados de un oficio que sigue vivo en las afueras de Santiago

Los "sapos" de las micros: el oficio se niega a morir en y que sigue vivo en las afueras de Santiago

Antes del Transantiago y los despachadores, existían los 'sapos' de las micros, quienes se encargaban de decirle a los chóferes cuántos minutos habían pasado desde que su competencia pasó. Si bien se creía que este oficio ya estaba extinto, aún quedan algunos de ellos a las afueras de la capital. The Clinic habló con uno de ellos para conocer el rubro y su vida.

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Jaime Vergara (43) también es conocido como el “Ronaldinho” para sus cercanos. Al igual que el astro del fútbol brasileño, no puede quedarse quieto por mucho tiempo. Sentado en una silla en la esquina de la Avda. Pedro Aguirre Cerda, frente al Metro Cerrillos, tiene una sola misión: mirar su reloj y anotar la frecuencia con la que cada micro pasa.

En medio del calor de enero, pasa un bus de camino a Peñaflor y Vergara se acerca al chofer. “A ocho (minutos) de la 238”, le indica mientras levanta su mano morena a la ventanilla del conductor. El chofer -comprendiendo el código- asiente y le da una moneda de $500 como recompensa. Así el controlador de frecuencia, también conocido coloquialmente como “sapo” de la micro, vuelve a su esquina.

La información que Vergara le acaba de dar al chofer es valiosa. Con su dato clave, el conductor puede estimar cuántos pasajeros encontrará en la siguiente parada. Si la cantidad de minutos informada por el controlador es baja, es probable que aún no hayan muchos usuarios esperando la micro.

En cambio, si es alta, puede que haya una gran cantidad de pasajeros en la siguiente parada. Con esa información, el chófer podrá decidir si mantenerse a la velocidad en la que va, o si debe alcanzar a la micro que va delante de él y ‘quitarle’ las personas que esperan.

Vergara encarna un rubro que se creía extinto. Antes, los controladores se encontraban en varias esquinas de la capital. Usaban códigos y señas que solo entendían ellos y los choferes.

Esto cambió con la llegada del Transantiago en 2006, que los obligó a migrar a las afueras de Santiago o, derechamente, a dejar el rubro. Ahora, la mayoría de los buses del transporte público capitalino tienen GPS que les dicen a qué distancia van de la siguiente micro. Es más, cada usuario del transporte público puede revisar el celular y revisar en cuánto rato pasará la micro.

“Yo trabajaba con las [micros] amarillas, ahí aprendí esta pega”, relata el controlador en diálogo con The Clinic. Comenzó trabajando cerca del aeropuerto y, con el cambio de sistema al Transantiago, tuvo que llegar a Cerrillos.

“Aquí es más complicado porque tienes que ver todas las Peñaflores, y tienes que verle el número de micro y por dónde va. No puedes anotar a cualquiera por ahí si no sabes dónde va y cuál es el número de la micro”, comenta sobre su oficio.

Al ver la tabla en la que anota, tiene 18 variaciones de recorridos en una fila, entre micros que se dirigen a Peñaflor y Talagante. En cada columna, detalla los minutos y los segundos en los que pasa cada una.

Tabla de Jaime, uno de los ‘sapos’ de las micros

“Tuve que quedarme con estas no más, porque no me iba a quedar parado”, dice Vergara, refiriéndose a las micros que pasan por Cerrillos. “Por lo menos, aquí la moneda cae igual, en vez de estar parado en la casa“, añade. De hecho, el negocio es rentable: el controlador revela que gana más de $30 mil por día, aunque antes del Transantiago ganaba cerca de $60 mil.

Sin embargo, su trabajo tiene un grado de inestabilidad y de riesgo. “Lo malo de aquí es que es independiente la pega, entonces no tienes imposiciones, no tienes nada. Si te llega a pasar algo en la calle, jodiste”, sentencia Vergara.

Agrega que una parte del sueldo depende de la cantidad de choferes con los que se lleve bien. Tiene jornadas en las que gana menos de lo usual: “Hay días en los que me puedo llevar $20 o $15 mil, y estoy todo el día viéndole la cara a los pasteles que son fomes. Yo digo que son fomes porque no tiran la moneda“.

La pandemia fue un momento que lo tuvo sin trabajar: “Estuve parado dos meses sin trabajar, no habían micros. Tuve que depender de mis viejos no más“, revela el controlador.

Además, Vergara reconoce que llegará el día en el que ya no necesiten más sus servicios si es que el Transantiago llega a su comuna. En ese caso, el sabe el destino que enfrentará: “A mí no me van a cortar los brazos, en todo caso. Yo no me voy a quedar parado. Voy a tener que encontrar algo que me de moneda”.

Jaime Vergara

Una inversión necesaria para los choferes

No solo en la calle sigue estando vigente el oficio. Arriba de las micros también sigue siendo clave. Y los conductores que circulan por Cerrillos destacan el rol que juegan los sapos en su recorrido diario.

“Yo trabajo con cuatros ‘sapos’ para arriba, y tenemos dos para abajo“, dice Miguel Ramírez, conductor de una de las micros que va de camino a Peñaflor de la compañía Bupesa. Lleva más de 11 años trabajando como chofer, desde que era adolescente.

“El ‘Sapo’ ya se está extinguiendo. No quedan muchos. Cuando nosotros pasemos al Transantiago, que va para allá, no se va a trabajar con ‘sapos'”, sincera Ramírez.

En este camino hay controladores cada 25 minutos, aunque el conductor revela que no se trabaja con todos ellos. Incluso, algunos no son de fiar para él. “Aquí hay de todo: hay ‘sapos’ que te venden a la competencia o te mienten con los minutos. Por eso, trabajas con algunos no más”, cuenta.

Además, explica que tiene diferentes propinas según el controlador y las herramientas que tengan: “Por ejemplo, el ‘sapo’ que trabaja con teléfono y me avisa, le sale luca. Y el que te dice los minutos [en la ventana] sale $500“, explica Jaime.

Incluso, comenta que un controlador con teléfono puede llamar al chofer y contarle a cuántos minutos va la micro de atrás. Esta información hace que el conductor acelere y hayan menos probabilidades de que su competencia lo supere. “Aquí el sapo influye mucho. Es como una inversión“, concluye el conductor.

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