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Entrevistas

19 de Enero de 2024

Marcelo Alonso: “Si en el gobierno de Boric la cultura no va a estar en primer lugar, no lo va a estar en ningún otro”

Fotos: Felipe Figueroa

El actor se desdobla por estos días en los roles de un siniestro delegado presidencial en la cinta "Los Colonos", como el sicario de una banda criminal en la nueva serie de Netflix, "Baby Bandito", y también en las tablas, en la exitosa obra "Encuentros breves con hombres repulsivos". Institutano, animista y de bajo perfil, el intérprete de 54 años repasa su trayectoria y el buen momento internacional que atraviesa su carrera luego de estrenar una película en México y de ser contactado por la productora española El Deseo, de Pedro Almodóvar. Habla también de su cercana relación con Raúl Ruiz, y opina y respalda las críticas a la gestión del gobierno en Cultura que días atrás hizo su pareja, Amparo Noguera: “Tuvimos una primera ministra de Cultura que no sé lo que hizo, no tengo idea", dice sobre la exministra Julieta Brodsky.

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Marcelo Alonso no recuerda haber oído hasta de grande la palabra genocidio. Tampoco esclavitud, o exterminio. No las aprendió en el colegio Sagrados Corazones ni en su casa, mucho menos en televisión. Pudo haberla oído recién en el Instituto Nacional, de donde egresó hacia fines de 1987, aún en dictadura, aunque seguramente fue cuando le hablaron del Holocausto judío.

“Los niños de esa época crecimos con deformación semántica. Aquí se hablaba de ‘sistema de encomienda’, un eufemismo tan grande como lo es también a ratos este país. Así nos enseñaban la trata de personas para omitir que aquí hubo esclavitud, porque evidentemente la hubo. Con ‘pacificación’ era igual, era no decir exterminio, que en el caso de los yámanas, o el pueblo selk’nam, en la Patagonia, fue particularmente salvaje”, dice el actor y uno de los protagonistas de “Los Colonos”, la película dirigida por Felipe Gálvez que debutó esta semana en salas locales.

Tras un exitoso recorrido es festivales internacionales y de quedar fuera del shortlist del Oscar Internacional, desde la próxima semana estará también disponible en la plataforma Mubi.

Estrenada en mayo del año pasado en el Festival de Cine de Cannes –donde obtuvo el premio FIPRESCI de la crítica internacional al mejor trabajo de la sección Una cierta mirada, paralela a la competencia oficial– la cinta producida por Quijote Films está protagonizada, además de Marcelo Alonso, por Camilo Arancibia, Benjamín Westfall, Alfredo Castro y el inglés Mark Stanley (“Game of Thrones”), y ha cosechado elogios unánimes y otros reconocimientos en países como Japón, España y Uruguay.

Una rarísima nueva joya del cine chileno, eso es “Los Colonos”. Rarísima partiendo por su género, un inusual western spaghetti en medio de la Patagonia chilena, cuya impactante belleza rápidamente se convierte en escenario de una sangrienta matanza. En 1901, tres jinetes –un teniente británico, un mercenario norteamericano y un mestizo llamado Segundo– se embarcan en una aventura bestial encargada por un terrateniente del sur del mundo para delimitar su vasta propiedad en el archipiélago de Tierra del Fuego. Rápidamente, el último del grupo descubre que la verdadera misión es exterminar a la población indígena y despejar la zona.

Marcelo Alonso interviene en la segunda parte del filme, cuando se presenta a Marcial Vicuña, un enviado por el Presidente Pedro Montt con la tarea de filmar un cortometraje para la conmemoración del primer centenario de la patria. El cine estaba en pañales.

“Los pueblos originarios de toda América fueron destrozados y yo de niño, así como tanta gente, vimos en Tardes de cine en Canal 13 las películas gringas donde moría una cantidad de indios malos, bárbaros, a los que había que pegarles un balazo porque si no te mataban y sacaban la cabellera. Además, eran retratados como tontos, se lanzaban como cazando palomas”, recuerda Alonso.

“La película plantea un asunto hasta ahora obviado e inteligentemente abordado por Felipe Gálvez: los pocos descendientes vivos que quedan del pueblo yámana o selk’nam, son dueños y herederos de enormes extensiones en el sur de Chile”, apunta Marcelo Alonso. Y prosigue: “Con todo lo que ha sucedido en los últimos años con el pueblo mapuche y la tozudez política con que se ha llevado ese conflicto, la película llega a tiempo y con una mirada que hay que atender si realmente se quiere comprender el trasfondo del asunto. Abordar el conflicto sería devolverles sus tierras y punto. No hay otra salida. A falta de coraje, lo que hay es un elefante rosado sentado en medio de la mesa, y todos los que están alrededor se hacen los tontos”.

El cine chileno despierta gran interés afuera. ¿Por qué cree que en Chile se ve poco?

-En todas partes pasa lo mismo. En Italia, por ejemplo, tú preguntas a los productores y te dicen que a todos les gusta el cine italiano, menos a los italianos. A los argentinos les pasa lo mismo. Rara vez hay un fenómeno de público, como los hay también acá. Nadie es profeta en su tierra, como se dice, y yo te aseguro, volviendo a Pablo Larraín, que solo en Chile Pablo no es el gran director que es afuera, idolatrado. Hay grupos de groupies suyos, los he visto. ¿Vino, qué come, qué desayuna? Pero claro, viene a Chile y lo esperan con las garras afuera. Es muy chileno eso, ¿no?

Marcelo Alonso y el debut de una serie de Netflix

Son días movidos para el actor de 54 años. Acaba de reaparecer también en la serie “Baby bandito” de Julio Jorquera, estrenada hace poco en Netflix. Allí interpreta al Ruso, el sicario a sueldo de una de las dos bandas criminales que se disputan el botín del robo del siglo interceptado por un joven skater. Está de vuelta también en las tablas, con el reestreno de la exitosa obra “Encuentros breves con hombres repulsivos”, que protagoniza junto a Francisco Reyes, y que entre hoy y este domingo se presenta en el Teatro Mori Parque Arauco como parte del Festival Teatro a Mil.

Marcelo Alonso despeja una mañana de viernes para esta entrevista. Pasan de las 11 cuando aparece a lo lejos en el Parque Inés de Suárez, en Providencia, inconfundible, de lentes oscuros y look deportivo. Deja caer sobre la mesa una cajetilla de cigarros que intentará inútilmente no tocar durante esta conversación de poco más de hora y media de duración, que a él, dirá, se le hizo breve.

Estrenó la obra “Encuentros breves…” hace cuatro años y el éxito aún es rotundo. ¿A qué lo atribuye?

-La obra plantea un tema central, que es el de los hombres en relación a su género, la masculinidad, la sexualidad, la relación con la mujer, y que se sienta sobre ese lugar y lo analiza desde la ironía, el humor y el horror también. Es una excelente mezcla para el espectador, aliviante, no un ladrillazo ni un PowerPoint acerca de lo que se debe o no se debe hacer. Es una obra que te mueve, te hace preguntas y debes tomar posición. Lo hermoso del texto de Foster Wallace y de la dirección de Daniel Veronese es que hacen que la gente se vaya moviendo y contradiciéndose. Es un fenómeno muy dinámico como espectador lo que se produce. Si te mueve y además te divierte, es porque lo hace bien y la obra funciona.

¿Quiénes son más interpelados, los hombres o las mujeres?

-Las mujeres, pienso, porque reconocen a esos hombres de su vida y de haberlos avalado. Son sus hijos o su marido o su ex marido, o a esos hombres que siguen queriendo, pero de otra manera. Cala muy hondo y tiene un registro muy amplio la obra, entonces, creo que no deja indiferente a nadie. A los hombres, por cierto. Es transversal al género y todos cabemos en ella. He visto a cabras jóvenes, de 21 años, que sus pololos las han terminado o ellas los han terminado desde la heteronorma o el patriarcado, “es mi culpa, no la tuya”. Es una estructura que cae sobre hombres y mujeres por igual, y eso es bueno entenderlo.

Dijo que lo más difícil de montar esta obra fue seguir el ritmo de la verdad. ¿A qué se refería con eso?

-Lo digo así, duramente: mucho de lo que vemos de actuación teatral en Chile se vuelve aburrido o predecible para el público, porque rápidamente identifica que el punto de realidad está retardado. Actuamos un poco antes o atrás de la escena, podemos manipularla, hasta cierto punto. Escogimos a un director argentino precisamente porque queríamos una mano distinta, y él hizo que Pancho y yo hiciéramos otro ejercicio, que fue enfrentarnos a la verdad del tiempo en la escena. Fue sumamente difícil, pero a la vez gozoso y honesto, sobre todo honesto, que es mi obsesión en el teatro. Lo único que la gente necesita es verdad, que es tan esquiva y está tan intervenida por todo, redes sociales, fake news, tu pareja, tu amigo, la vida. La gente va al día, sobre todo hoy, buscando un instante de verdad.

¿Cuánto le ha tocado revisarse en esta pasada con el feminismo?

-Me lo he tomado súper en serio, pero no soy un feminista de última hora. Sé que estoy en la línea de discusión y de crisis, pero soy una persona formada en la estructura machista, no sólo por mi padre sino por la sociedad en la que me tocó vivir. He aprovechado todas las ventajas que da ser hombre y también me he ido dando cuenta de las trampas en donde me deja y del profundo daño que me ha causado. Cuando te preguntan esto, uno tiende a decir cuál es el daño que le has hecho a otro u otra a través del machismo, con aberraciones que has dicho o hecho, pero yo también he tomado mucha conciencia de que he vivido toda la vida bajo la presión de ser hombre dentro de un sistema patriarcal.

Es un horror la competencia, el triunfo, y eso traducido en dinero y estatus. Dentro del sistema patriarcal es súper distinto que un hombre no tenga dinero a que una mujer no lo tenga. Yo nunca fundé una familia convencional en la estructura patriarcal, jamás quise a la esposa, los hijos, los perros, y me alegro de haber respondido así, tan firmemente, a esa estructura. Siempre he sido un hombre en crisis con lo patriarcal, y ahora, gracias al movimiento que hay, me he dado cuenta de por qué yo siempre tuve esa crisis, porque no soporto todo eso, nunca lo soporté.

¿Tiene algo que ver con su renuncia a la paternidad?

-Sí, aunque nunca renuncié tan conscientemente. Tengo amigos que han querido ser papás y han generado todas las condiciones para que eso ocurra. Yo con el tiempo me doy cuenta de que siempre busqué donde eso no se me exigiera, por ejemplo, o no fuera una condición. Siempre busqué esos lugares y cuando dejaron de serlo, me fui, creo.

Entonces, nunca tuve la decisión de “yo no quiero ser padre”, al menos al principio, simplemente no soportaba la idea, y después con el tiempo fui entendiendo que lo que no soportaba era ser un padre a la manera en que se lo es dentro de una estructura patriarcal. Alguna vez dije en una entrevista que si yo hubiese podido ser madre, tendría ocho hijos, pero si yo tengo que ser el padre dentro de esa estructura, ni uno.

¿No quería heredar esa estructura del padre patriarcal?

-No lo quería, ni tampoco cumplir las funciones del padre; el proveedor, el ausente, y cuando se hace presente le toca castigar y vigilar.

¿Ha tenido beneficios para su carrera el no tener hijos?

-Tal vez, no sé cómo habría sido tenerlos. Lo más concreto es que en nuestro país y en nuestro oficio, todas las personas estamos sometidas a la incertidumbre. Es parte de la vida. Pero la incertidumbre para nosotros los artistas es transversal, tanto en lo laboral, como en lo económico, en nuestra calidad de vida familiar, por tanto. Los padres, que te aman profundamente, dicen: “Hijo, cómo vas a ser actor, si se mueren de hambre”. Esa es la mirada que se tiene del artista en Chile, y pesa hasta hoy.

Mis papás siempre fueron muy amorosos con eso, lo pasaron mal también, porque yo estudié otras carreras súper pro, Derecho y Medicina, ambas en la Universidad de Chile. De repente, me fui sin tener mucha claridad y un día dije: “Bueno, voy a ser actor”. Y la verdad fue muy fuerte. Estudié todo lo que había que estudiar, me faltó Ingeniería Civil no más. Yo tenía 30 años, no era fácil decir: “Voy a tener dos hijos”. Muchos colegas míos los tuvieron, otros no, pero no era fácil y aún no lo es.

No está de acuerdo con la cancelación entonces, como lo que ha pasado en los últimos años con Neruda y otros artistas.

-Neruda vivió dentro de una estructura que jamás logró ver. No podemos ser torpes de querer eliminar esa estructura y de castigar todo lo que estuvo o está detrás de esa línea, más allá de cualquier consideración. Lo único que podemos decir es que Neruda no lo vio y actuó como se actuaba en ese tiempo. Probablemente, solo lo vivió siendo una persona muy ansiosa y con sobrepeso. Es algo que una parte del movimiento feminista tiene que entender también. Los tiempos de desplazamiento de las cosas son complejos, no pueden cambiar la línea de un día para otro y decir que todo lo que estuvo antes debe ser borrado, eliminado o castigado.

Blackout de diez años

Marcelo Alonso hizo su primera y olvidada aparición en pantalla hace exactamente tres décadas, en la teleserie “Marrón Glacé” (1994) de Canal 13. Tenía 24 años y en los escasos registros que existen se le ve con un corte de pelo más largo y noventero, estilo chico bueno de una boyband. Era el look de un personaje cuyo nombre ya no recuerda. Pasarían recién diez años antes de decidirse a reaparecer en televisión, cuenta, cuando encarnó al temido Capitán Domingo del Solar en “Los Pincheira” (2004), de TVN. 

Desde ese momento, renunció al anonimato y se convirtió en rostro televisivo, en un villano por excelencia en la ficción (“Todo actor debe someterse a su propio casting”, dice) y también en uno de los actores chilenos más solicitados del medio y de su generación, tanto en el cine como en el teatro.

Ha protagonizado algunas de las grandes producciones de los últimos años y trabajado con grandes directores. Estuvo en “Prófugos” (2011), la primera serie chilena internacional dirigida por Pablo Larraín, junto a quien ha trabajado también en películas como “Tony Manero” (2008), “El club” (2015) y “Neruda” (2015). Ha protagonizado además las películas “Princesita” (2018) de Marialy Rivas, y “Araña” (2019) de Andrés Wood.

El camino al éxito y la consagración de su carrera fue silencioso y le tomó más de diez años dedicado casi exclusivamente al teatro. Pasó una larga temporada, un blackout de diez años al interior de la caja negra del Teatro La Memoria, en el barrio Bellavista. Y en compañía de Alfredo Castro –uno de sus grandes maestros, junto a Ramón Griffero y Fernando González–, protagonizó obras como “Casa de Muñecas”, “El roble” y varias otras.

Durante ese periodo se arrojó también a dirigir, aunque partió “ahí no más”, dice: hizo enojar a Juan Radrigán con su intervenida versión de “Las brutas” en 1998, pero se afirmó con los años, con montajes exitosísimos como “El padre”, donde dirigió a Héctor y Amparo Noguera, su pareja desde hace más de dos décadas y junto a quien ha vuelto a compartir el escenario en montajes como “Un tranvía llamado deseo” de 2014, también dirigido por Castro. En esos mismos años, volvió a ser tentado por la televisión. No quiso, recuerda.

“Yo tuve un primer encuentro con una televisión más compleja, que era la televisión del Canal 13 en los años 90. Tenía códigos que no logré comprender. Yo era muy inseguro y me sentía un poco horrible en ese lugar, físicamente hablando. Era el patito feo entre puros cabros lindos y me costaba creerme el cuento. Me angustiaba mucho”, cuenta el actor.

“En esa época conocí a Alfredo (Castro), nos encontrábamos en la escuela del Teatro La Memoria, nos hicimos amigos y él me contuvo, harto. Un día paré y dije: “Necesito hacerme fuerte, entender el oficio y voy a trabajar en esto”, y trabajé mucho. Fueron diez años en los que me fortalecí en el teatro y en los que entendí y aprendí lo que era este oficio, a trabajar, a saber qué era importante y qué no. Durante ese tiempo me llamó Vicente Sabatini para hacer “Iorana” (1998) y no sé qué otra teleserie. Le dije que no podía, pero en verdad todavía no tenía los cojones ni las herramientas para hacerlo. Hacer bien la pega en televisión es súper difícil. Súper difícil. Esto último lo aprendí de Raúl Ruiz”, comenta. 

Marcelo Alonso fue asistente de dirección del fallecido cineasta chileno mientras montaba en Chile la obra “Infamante Electra”, en 2006. Después de eso se volvió una suerte de lazarillo suyo. “Desconozco aún muy bien la razón de por qué me llegó ese regalo hermoso de convertirme en su asistente personal. No solo anotaba las cosas que decía; ser asistente de Raúl era ir a buscarlo a su departamento, que te llamara a la una de la mañana y te dijera cosas insólitas, como ‘hoy necesito que me ayudes, porque tengo unos versos que se me ocurrieron’, además de ir a almorzar con él a El Parrón y servirle su copa de vino. Fui su asistente dos años y en varios montajes”, cuenta.

“Raúl decía que la teleserie y la entrega por capítulos era el gran formato audiovisual que América Latina le regaló al mundo. Y hoy todas las plataformas son eso, toda Rusia es eso, toda Turquía es eso, Brasil es eso, nosotros lo hacemos y todo el planeta ahora lo hace. Sí le llamaba la atención el poco apego que había aquí con todo eso, porque si había algo bueno que tomar, por qué no, había que hacerlo. Lo encontré lúcido, brillante, simple y complejo, como era Raúl”, plantea Marcelo Alonso.

“Después de eso, entendí lo que era la televisión y entendí el cariño de la gente, nunca más me molestó una foto, entendí el lugar que ocupaba en sus corazones, en sus familias. Entendí los temas de discusión que plantean, y la diversión, el chiste simple. La gente se ríe y lo pasa bien. Pueden ser frívolas algunas, pero y ¿por qué no? Hay y habrá otras que no lo sean, y todo bien, tiene que haber para todos los gustos, como en todo”, opina el actor, cuya última aparición en televisión fue hace dos años en “Hijos del desierto”, de Mega.

“Las teleseries son un género que le ha dado mucho a Chile, en muchos lugares, y creo que la televisión ha subvencionado, directa o indirectamente, el cine chileno, la carrera de los actores chilenos, el teatro chileno y las carreras de muchos directores y actores importantísimos de este país, que han logrado tener una vida digna gracias a ese trabajo y han logrado hacer aportes importantes en otras disciplinas tan importantes como la tele, el teatro, el cine y también la televisión. Ver las cosas desde más arriba, es importante, lo fue para mí y siempre lo sigue siendo”, dice.

¿Cómo convive hoy con la sobreexposición?

-Siempre es fuerte, sobre todo para los actores, que tenemos muy fuerte el rollo de cómo nos miran las personas. Todos lo tenemos, pero nosotros trabajamos con eso y es algo exacerbado. Cuando hacíamos “Los Pincheira”, caminaba por la calle y había problemas. Yo andaba con la Amparo, que es una actriz muy conocida, y todos sabemos cómo es el acoso, del que uno aprende mucho y lo va entendiendo con el tiempo.

Nunca tuve el rollo de abrumarme con ser conocido ni de que me molestara. Me sorprendía infinito. Era más grande, tenía 33, no me agarró a los 21. Y por suerte. No sé cómo lo manejan los cabros recién salidos de la escuela que hacen una teleserie o una serie y se van para arriba de una. Creo que hoy tampoco sabría manejar algo así.

Tal vez una pregunta repetida, pero puede surgir una buena nueva respuesta: ¿Cómo convive una pareja de actores con esa carga?

-Es muy frecuente que los actores y las actrices se emparejen con personas de su mismo oficio, y entiendo por qué es así. Si uno se lo toma en serio, llega a ser complejo en sus horarios y a los niveles de obsesión a los que pueden llegar, que quizás podría llegar a ser incompresibles para otras personas. Un ejemplo concreto: bajar de peso. Si para un papel te piden bajar mucho y estar muy delgado, para mí, que peso 90 y mido 1.90 metros, es estar en 83, y tengo la fórmula para hacerlo, pero bajar esos kilos implica romper todas las rutinas fundamentales de tu vida, las comidas, que son los momentos más habituales de convivencia.

Los actores dejamos de tomar, de comer, y tienes que mantenerlo para lograrlo unos cinco meses para luego meterte en un tubo de otros cuatro meses de filmación de una película. Imagínate someter a alguien que no entiende o no está dispuesta a entenderlo. Solo una actriz lo puede soportar. Uno siempre vuelve distinto a casa después de hacer una película, porque vuelve de una experiencia de otredad o escisión de uno mismo, y eso genera movimientos internos, hasta que poco a poco uno regresa. Cuando tu pareja vuelve de un rodaje sabes que necesita por lo menos una o dos semanas para aterrizar. Con Amparo convivimos con esos procesos, los conocemos y los vivimos y sufrimos por igual.

Palabras mayores: “Nicanor Parra Presidente”

Semanas atrás, Amparo Noguera hizo duras críticas a la gestión del gobierno en Cultura y emplazó al Presidente Boric. “La cultura no floreció con este gobierno”, declaró la actriz. Le siguieron otros actores y actrices que hicieron eco de sus comentarios en diversos medios. Aline Kuppenheim y otros salieron en defensa del oficialismo y tildó las críticas de “poco constructivas”. “Es tan complejo que no lo va a resolver un gobierno”, dijo.

“Estar con el gobierno no significa no poder avisar que las cosas no están bien”, comenta Marcelo Alonso.

“Yo me pliego absolutamente a lo que dice la Amparo, que es su opinión y su mirada personal como artista de este país, pero ante todo como como ciudadana que es. Si en el gobierno de Boric la cultura no va a estar en primer lugar, no lo va a estar en ningún otro, por lo pronto. Y, si las declaraciones de la Amparo hacen que la agenda cultural se vea, se visibilice y se apure, mejor aún, es bueno para todos”.

¿Hasta qué punto comparte usted las críticas que se han hecho al gobierno en materia de cultura?

-Concretamente, yo no veo nada, nada realmente. Es más, podría decir que tuvimos una primera ministra de Cultura que no sé lo que hizo, no tengo idea. Perdón por arrogarme en lo que voy a decir, es una rotería, pero a mí me ha tocado estar 35 años en este oficio, bien o mal, talentoso o no talentoso, y yo a ella no la conozco. A mí me llamó la atención que hubiese un ministro de Cultura que yo y mucha gente de mi entorno no conociera.

Lo digo como una estrategia de alcance comunicacional del Ministerio de las Culturas. No estoy diciendo que siempre tenga que ser un actor o un rostro, sino una personalidad de la cultura. De partida, que conozca el medio y que tenga capacidad de gestión. Esa es la combinación compleja. Ahora, pudo haber habido un o una tecnócrata de la cultura que fuese hábil como para no requerir de esa otra estrategia, pero con Julieta Brodsky no fue el caso. Ni existió.

Sigo: ministro de Cultura dos. Un ejecutivo de televisión que no existió ni provocó que ocurriera nada ahí. Y ahora la Carola, que es amiga mía, ella tiene que lograrlo, ojalá. Nos pasamos dos años con ministros fantasmas. El problema es largo, se arrastra hace rato, tres periodos presidenciales, dos de derecha, uno de izquierda y Boric está pagando el pato. En todos estos años nadie ha dicho por qué el Ministerio de Cultura lleva diez años instalándose y aún no lo consigue ni tiene capacidad de gestión. ¿Qué es eso de que devolvieron plata porque no la pudieron gestionar? ¿Qué es eso?

¿Y el gesto del Presidente al pedir perdón a los actores, cómo lo tomó?

-Yo quiero mucho al Presidente porque es joven, y no lo voy a tratar como las generaciones superiores me trataron a mí. A mí me sorprende mucho ver cómo la clase política tratan a los jóvenes. Desconfían, los encuentran inmaduros y les atribuyen superioridad moral solo por ser jóvenes, y gracias a Dios que lo son. Pienso en Pepe Mujica, que a pesar de su edad, son personas que llegan al poder para revelar y transparentar toda nuestra crisis.

Más allá de lo que haga o no Gabriel, lo que ha hecho con nuestro país es eso. Ha sido el líquido que reveló las fisuras y cuáles eran los dos países en los que se convirtió Chile, y qué es lo que quiere cada uno. Él reveló esa foto. No Piñera ni Bachelet, a quien quería mucho. Solo una persona joven pudo haberlo hecho, porque solo los jóvenes dicen realmente lo que piensan. Pasa igual con los viejos. A los jóvenes y a los viejos hay que escucharlos más. ¡Qué bien nos habría hecho tener a Nicanor Parra de Presidente!

Retomando lo de Boric, él sabe que somos gente que él quería que fuera Presidente, y tiene que estar atento a eso, a ver qué ha pasado con la cultura en los últimos dos años, que fue nada. El Presidente es muy autocrítico, supo tomar las palabras de la Amparo. A diferencia de lo que dice Aline, en ese sentido yo creo que la crítica sí es constructiva. Ese es su fin, ayudar a construir lo que tenemos. Es misión de todos que ese ministerio funcione, y que funcione como corresponde.

El fin de los maestros

2023 fue un año marcado por la muerte para Marcelo Alonso. Falleció su padre, contador y trabajador durante toda su vida. Falleció también su profesor de Anatomía, otra gran pérdida para él, como lo fue también la del director teatral Fernando González, el 13 de mayo pasado. El fundador del Club de Teatro fue uno de sus primeros y grandes maestros, y aunque el podio temblaba hacía tiempo bajo los pies del recordado maestro de grandes generaciones, Marcelo Alonso lo defiende. Sin pasar por alto, aclara, las denuncias de antiguos alumnos en contra del Premio Nacional que terminaron con su abrupta salida y un sumario de la Escuela de Teatro de la Universidad de Chile en los primeros años 2000. 

“Él fue una persona criada cuando la línea estaba en otro lugar. Después corrieron la línea y Fernando fue súper criticado en todas partes. Yo nunca estaré de acuerdo con eso”, comenta.

“Todos tenemos cosas buenas, cosas malas. Fernando González fue mi maestro, un maravilloso maestro. Fue quien me enseñó a trabajar, sencillamente. Más que cualquier aporte estético de parte de Fernando, creo que cualquier persona que se sienta ligada a él puede decir que su gran enseñanza fue: esto es importante, ser actor es importante, y merece que tú le des la importancia que tiene; tu tiempo, tu rigor, tu cariño, dedicación, tu concentración sobre él, tu relación con los compañeros. Esa fue una enseñanza suya”, cuenta.

El actor añade: “Fernando vivió su homosexualidad en la época en que ser homosexual en Chile era a riesgo de todo. Hay que entender el contexto, que era otro, un país cartucho como este, y que son personas que cruzaron desde ese lugar muy complejo y deformante como el pasado. Yo lo respeto infinitamente como mi maestro, que es lo que más me importa”.

Estudió en los Sagrados Corazones y después se pasó al lado científico en el Instituto Nacional. Marcelo Alonso dice que cree en Dios, pero no desde la religión. Dios, dice, está en lugares mucho más concretos. “Estoy leyendo un libro que se llama ‘El corazón de todo lo existente’, que es la historia de Nube Roja, el indio americano que armó un ejército y derrotó a Estados Unidos, y los sioux son animistas; creen que las cosas tienen vida, y en eso creo yo también, soy animista, en algún sentido”, dice.

“Creo, como ellos, en el espíritu que recorre todo y que lo anima frente a ti. Me parece una dimensión mucho más espiritual y vinculada a la naturaleza. Me gustan mucho los árboles, los bosques. Soy súper científico en espíritu”, expone Marcelo Alonso.

2024: año internacional, Mistral y un thriller en el sur de Chile

Las disímiles vidas de un político elocuente, su asesor, un periodista desencantado y la guapa dueña de un salón de belleza se entrelazan en “El águila y el gusano”, la película de la directora mexicana Guita Schyfter que debutó en octubre del año pasado en el Festival de Cine de Morelia con presencia del actor chileno, uno de sus protagonistas. La cinta estará a fines de este mismo mes en el prestigioso Festival de Cine de Rotterdam. Su paso por el país azteca coincidió con el estreno de “Los Colonos” en el mismo certamen, y su presencia no pasó inadvertida.

Su rostro ya era reconocible dentro del circuito de certámenes internacionales, fundamentalmente por su aparición en exitosas producciones locales como “El club” (2015) y varias otras dirigidas por Pablo Larraín, además de “Araña” (2019), de Andrés Wood. Sin embargo, el interés en su trabajo como intérprete desde otras latitudes vino tiempo después. Antes de su debut en el cine mexicano, el actor formó parte del elenco de “Vera de Verdad”, cinta del italiano Beniamino Catano filmada y estrenada en Chile hace dos años.

Marcelo Alonso cuenta que semanas atrás recibió un llamado desde España, de la productora El Deseo, de Pedro Almodóvar. “Me vieron en ‘El club’ y cuando me llamaron pensé que me estaban hueveando”, recuerda. Sin revelar muchos más detalles, aclara: “No es para una película dirigida por Almodóvar, pero tiene detrás a otro director increíble”.

“A los actores chilenos afuera nos encuentran vacíos, medio nórdicos. Piensan que venimos de un gran bloque de hielo, pero igual nos buscan, nos miran todo el tiempo. Hay mucho interés en lo que se hace aquí, y eso pasa no solo por las temáticas sino por los cuerpos que ponemos en pantalla. El cine es un vehículo del espíritu de un país y los actores le mostramos al mundo cómo somos los chilenos. Es una tremenda responsabilidad”, comenta.

¿Está entre sus propósitos internacionalizar aún más su carrera?

-Yo creo que uno lo desea siempre así, profundamente, pero no me quita el sueño la fama internacional sino salir, trabajar en otros lugares, con otra gente, de otras maneras. Lo que yo deseo en cada película es entregarme cuanto más honesta me sea posible, y para eso hay que enfrentarse a muchos demonios. El anonimato que me da estar afuera, donde no eres nadie más que tu trabajo, me permite mucho más acercarme a ese nivel de entrega.

Por estos días, el actor se sumará a la preproducción y el rodaje de “Invunche”, el nuevo largometraje de ficción dirigido por Rodrigo Susarte (“Ventana”, “Gen Mishima”) que será filmado durante febrero y marzo en el sur del país. La película es un thriller policial que se adentra en lo folclórico y mitológico de la zona, brujos incluidos, y la estética del videojuego.

La historia arranca con el hallazgo a la orilla del lago de una mujer “imbunchada, con las cavidades de su cuerpo cosidas; su boca, su nariz, sus ojos, su vagina, su ano, y una pierna y un brazo quebrados”, explica Marcelo Alonso, quien encarnará al policía que investigará el cruento crimen. “Rápidamente sabemos que se trataba de un elemento ritual de la secta de los brujos chilotes la Recta Provincia, esa que tenía obsesionado a Raúl Ruiz”, adelanta.

El actor, quien cumplirá 55 años en marzo, volverá también a las tablas este año, como protagonista de un monólogo sobre Gabriela Mistral y su hijo Yin Yin. Basado en un cuento del escritor chileno Cristián Geisse (Vicuña, 1977), el montaje debutará en mayo, en el GAM, bajo la dirección de Cristián Plana.

“Interpretaré a un profesor primario de una escuela rural de Vicuña que está obsesionado con Gabriela y con lo que pasó con ella cuando se suicidó su hijo. A partir de ese hecho, uno entiende ‘Piececitos de niño, azulosos de frío’”, cuenta Marcelo Alonso. “Yo le digo ‘hijo’, otros ‘hijo adoptivo’, muy propio del país, no saber dónde está la cosa, y de eso va la obra también. A partir de mi personaje, lo que hace la obra es entrar en Gabriela, en su tormento emocional y en ese momento trágico de su vida que la derrumbó”, añade.

¿Cuáles son los temas que le interesan o que lo atraviesan hoy a la hora de emprender o escoger nuevos proyectos?

-Hace un rato siento que debería haber un punto de giro en la ficción en general, en cómo se aborda un tema. Cuando estuve en México vi “Anatomía de una caída”, que ganó en Cannes, y que no es más que una historia de pareja extraordinaria, como las de Bergman. Ese tipo de historias me interesan, así que creo que buscaré algo de Bergman y lo haré.

Me interesan los dramas íntimos que resuenan por todos lados, estruendosamente. Son el centro del problema. Sería bueno que el cine chileno se metiera ahí y no solo buscara las grandes historias. ‘Algunas bestias’ y su director (Jorge Riquelme) lo hacen, por ejemplo, y de manera muy notable. Me gusta mucho lo que hace también Matías Bize con ‘El castigo’, antes con ‘La vida de los peces’. Cuando dicen cómo se pueden seguir contando historias de amor, pienso: porque está todo ahí. Me interesa mucho siempre observar el amor.

Cumplirá 55 años este año. ¿Hay algún rol que le esté dando ganas de interpretar?

-Macbeth. Un actor de teatro al que le gusta el teatro sí o sí tiene que hacer todos los papeles que pueda y los que le lleguen y los que sea capaz de interpretar. Tuve el placer de hacer Hamlet cuando tuve la edad para hacerlo, ahora quiero Macbeth, Scotch play, y después querré hacer el Rey Lear. Hay que pasar por esos tres trances. Son personajes que a uno lo remueven.

¿Qué removió Hamlet en usted?

-Me cambió la vida. 2003: hice tele después, nada volvió a ser igual. Algo destrabó en mí el haber pasado por ese mantra, esa invocación. Shakespeare tiene la capacidad invocatoria que logra cambiar la química de los hombres que interpretan a sus personajes. Necesito hacer ese papel y cambiar, renovar, mi química cerebral (ríe). Ando por todas partes convenciendo a directores que me gustan y nadie quiere hacerlo. A todos les da terror: dicen que es yeta, algo tan grande. Y lo es. Para mí, por la edad que tengo, es un desafío irrenunciable.

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