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Reportajes

27 de Enero de 2024

La desconocida historia detrás de la canción viral de Christell Rodríguez

Ilustración: Camila Cruz

A 21 años de su lanzamiento, la canción "Dubidubidu", interpretada por Christell, se ha convertido en un inusitado éxito internacional. Aquí, la historia detrás de la creación del tema que acumula millones de reproducciones en Spotify y que involucra la composición de Claudio Prado, líder del grupo "Los Picantes", la producción de Jaime Román, exejecutivo de TVN condenado por abuso sexual de menores, y un ejercicio de arquelogía para determinar las ganancias de la canción.

Por Sebastián Palma

–¿Sabes qué es esto?

Claudio Prado, líder de la banda Los picantes y prolífico compositor chileno con más de 600 canciones registradas a su nombre, está en el living de la casa de su amigo, Juan David Rodríguez, exintegrante del programa Rojo, quien vive en una villa de blocks en San Bernardo.

Su pregunta es tan impredecible como él.

–¿Sabes o no qué es esto? Préstame tu celular y pongámoslo encima –insiste el músico, acercándose con una bolsita plástica con cocaína que sacó de su bolsillo.

–Sé lo que es –le respondo incómodo.

Claudio mira fijamente, mientras se siente el sofocante calor del verano santiaguino. El ambiente huele a whisky, gatos y a quemado, ya que Juan David se ha dedicado a matar moscas con una raqueta eléctrica. Hay un teclado en la habitación, una Macbook Pro del 2012, una guitarra sin una cuerda y decenas cancioneros y partituras de música clásica repartidas por todas partes. 

–Si sabes, entonces peguémonos un toque –dice Claudio. 

Antes de que pueda responderle, lanza una risotada al aire. Observa el techo y coloca sus manos en su boca, imitando una trompeta imaginaria.

– Un toque de estos, ¿qué pensabas? –dice antes de improvisar una melodía con su voz de trompeta– Bueno, terminemos con lo que viniste. 

Trato de reincorporame y retomar eso a lo que vine: hablar sobre la inesperada nueva aproximación de Claudio a la fama, esta vez relacionada con su trabajo en la composición en el álbum debut de la cantante Christell.

–Bueno, hablemos de eso –dice parado en medio de la habitación, retomando la  conversación con una frase que marcará el resto de la entrevista:

–En el reportaje o lo que sea que vas a hacer: tú sigue grabando toda la huevá y deja la cagá.

Una canción de Christell con un éxito tardío

Christell Rodriguez saltó a la fama de manera improbable. El programa Rojo, de TVN, líder de audiencia a inicios de los 2000, realizaba giras regionales con parte de su elenco. En Talcahuano, su ciudad natal, Christell, de entonces 5 años, participó en un concurso de imitación de la cantante María José Quintanilla. La niña, vestida de mariachi, subió al escenario de la mano del bailarín Nelson Mauri y fue presentada al público por Rafael Araneda, quien la entrevistó brevemente.

–Tome, el micrófono es suyo, el escenario también. Vaya –le dijo el animador–. 

Christell hizo suyo el show desde allí en adelante. Esa noche cantó “México lindo y querido” y bailó en el escenario del Estadio La Tortuga. Después de ese episodio, la vida de la niña cambiaría para siempre. Pasó a ser parte del staff permanente del programa y su rostro apareció incluso en medios de comunicación internacionales. “En Chile, una naciente estrella de la canción está generando niveles de audiencia superiores a los de consumados intérpretes. La salvedad es que Christell, como se llama esta pequeña gigante, tiene apenas cinco añitos”, informó Telemundo por esos años.

El magnetismo de Christell fue fulminante, los niveles de rating se disparaban en cada una de sus apariciones, naturalmente los ejecutivos del programa determinaron lanzar un disco en solitario. 

–Encontré que dentro de una cosa para jóvenes y adolescentes, meter a una cabra chica era un fenómeno que podía realmente despertar la cosa. Entonces busqué canciones que habían sido éxitos en España, México y en varios lugares, grandes éxitos de niñitas cantando –recuerda Jaime Román, exproductor musical de TVN.

Ella cumplía un nuevo rol para el programa; si María Jimena Pereyra abarcaba el pop, Mario Guerrero el género romántico, María José Quintanilla el género ranchero y Monserrat Bustamante la música popular, Christell llenaba un espacio vacío: el público infantil que en 2003 estaba dominado por 31 minutos y los últimos hits de Cachureos

La idea de hacer el disco que se terminó llamando Christell se concretó. Jaime Román pensó en un álbum de diez canciones, Gige Vidal se encargaría de los arreglos. Las canciones en su mayoría, como se proyectó en un inicio, fueron nuevas versiones de desconocidos éxitos juveniles internacionales.

Sin embargo, no todas las canciones del disco cumplían esas características y tal cómo ocurrió con otros álbumes de Rojo, se recurrió a la ayuda de compositores nacionales para agregar nuevos temas para su elenco. Fue así como Claudio Prado fue encomendado a escribir la última canción del álbum.

Su colaboración en el disco no se dio con facilidad. Claudio Prado recuerda haber tenido rencillas previas con Jaime Román. Según el compositor, él había escrito varías canciones para otros integrantes del programa, pero las negociaciones para plasmarlas en discos se truncaron.  

–Yo me mojo el culo. Él (Román) me dice que para que esas canciones pasen debo darle el 50% de los derechos –recuerda Prado–. Allí yo me alejé, dije chao.

Jaime Román niega aquel ofrecimiento, incluso lo califica de inmoral.

–Ese no es el caso mío, yo tengo letras con muchos autores y nunca se dio este caso específico porque yo no lo aceptaba y no trabajamos con ese sistema –cuenta.

Independiente del desencuentro y de lo que verdaderamente ocurrió entre ambos, un ofrecimiento inesperado terminó convenciendo a Claudio Prado de colaborar con Rojo. Las condiciones pactadas no incluyeron la dinámica del 50/50. 

–Después de un tiempo el Gige Vidal, que era el arreglador oficial, me dice acabo de terminar el disco de Christell, la chiquitita. Me dijo está listo hermano mío, yo hablé con él (Jaime Román) y queda un espacio para un tema, lo convencí. Mandame un temita. –Comenta Claudio antes de exclamar gozoso  –¡Y ese es el tema! ¡Ese es el tema! ¡Ese es el Dubidubidu!

Créditos: Instagram @christell_oficial

El picante de un dulce disco infantil

En el living del departamento, Juan David Rodríguez se apronta a comprar cervezas y un picadillo. Antes de salir, presiona algunos botones en su teclado, los cuales comienzan a reproducir la dulce melodía del “Nocturno Op 9 No 2” de Frederic Chopin.

–Para que continúen con su entrevista –dice antes de salir a carcajadas por la puerta. 

El ambiente en el living se transforma en una especie de hilarante late de conversación al estilo Alfredo Lamadrid. Mientras la música suena, Claudio saca una petaca de whisky James Lyon sabor a miel de su bolsillo. Da un sorbo largo y comienza a soplar por el borde de la boquilla, emitiendo un sonido acorde a la melodía clásica que hay de fondo.

Al concluir su excéntrico espectáculo, Claudio comparte fragmentos de su historia: cuenta cómo comenzó a componer de niño en su casa en La Florida con “piso de tierra, pozo séptico y techo de fonolas”, cómo esas canciones formaron parte de su repertorio como guitarrista de micros amarillas y de sus participaciones como músico en pubs y el patio de comidas del Mall Plaza Vespucio. También habla de cómo debía trabajar como reponedor de lácteos en un supermercado, para complementar ingresos, y de su rol como pianista en una orquesta.

Fue a través de ese trabajo que llegó a conocer al fallecido productor Manolo Palma, famoso agente de Luis Dimas, con quien comenzó a trabajar. Manolo llevó a Claudio a colaborar en el debut del por esos años proyecto de la música chilena: el cantante Douglas, que partió su carrera versionando clásicos boleros y valses en español. 

–Con Douglas, ya en el segundo disco, propuse sacar temas inéditos y presenté Sigo romántico. Así con la guitarra. Quedó la hueá y quedó la cagada con esa canción –recuerda Prado sobre su trabajo en 1999. 

La relación del compositor con Douglas, además de significar el primer hit de masivo de Prado, terminó indirectamente generando el nacimiento de la banda Los picantes.  

–En ese tiempo hice una canción como una broma para Douglas. Yo estaba haciendo el segundo disco, entonces le dije: escucha este tema, esta canción puede ser importante para ti.

La canción que se coló entre las propuestas para Douglas era Falso amor, un vals peruano que contaba la historia de un triángulo amoroso de población, y que tras deslenguadas aventuras sexuales culminó en una batalla de estoques, un paño rajado y el páncreas de Evaristo Moya -uno de los personajes de la canción- destrozado sobre el asfalto.

Evidentemente el tema no fue incluido en el catálogo de Douglas; sin embargo, Falso amor se convirtió en uno de los primeros fenómenos musicales chilenos difundidos en internet. Fue en la red donde la canción se convirtió en un viral previo a los virales, luego de que un ingeniero en sonido del estudio la convirtiera al formato MP3 y la mandara por mail a unos amigos. 

El tema terminó esparcido entre los pocos usuarios de internet de la época y, años más tarde, llegando incluso a las radios, lo que naturalmente desencadenó el nacimiento de Los picantes, cuyo peculiar repertorio incluye canciones como El golazo, La tula chica y Hermanitos de nacimiento, entre otros.

En 2003, y poco antes del lanzamiento del primer disco de Los picantes, Claudio comenzó a trabajar en la canción de Christell.  Le pidieron crear un tema con un concepto sencillo, Christell conduciendo una especie de auto de juguete invitando a sus amigos a jugar en su casa (por eso el sonido de un auto al principio de la canción). Claudio entendió rápidamente el mensaje y compuso el ritmo, la melodía y la letra, en ese orden. Dice que solo se demoró tres horas en crear la canción. 

En el living de la casa de su amigo Juan David, Claudio se acerca al teclado que tocaba automáticamente a Chopin. Tiene un pan con queso en la mano izquierda y con la derecha toca con euforia las notas del tema que compuso hace más de 20 años y que hoy podría cambiar su vida. 

Jaime Román, exproductor musical de “Rojo”.

El productor condenado por abuso sexual de menores

El lanzamiento de Christell tuvo un éxito arrollador, alcanzando disco de oro y varios otros de platino. Pese a ello, la canción compuesta por Claudio quedó relegada a un segundo plano detrás de Mueve el ombligo.

Tras el éxito de su disco debut, Christell comenzó con giras por Chile y también por algunos países de norteamérica, grabó otros dos álbumes e incluso fue nominada al Grammy Latino. Las apariciones públicas de la cantante, sin embargo, tuvieron un final abrupto en 2004, luego del episodio del “dolor de guatita”, el que incluso levantó las alertas del Servicio Nacional de Menores. 

“A mí no me afectó ese episodio. A mis papás creo que les afectó un poco más. Lo que sí me afectó un poco fue la relación con la televisión; en un momento, la gente de la televisión se transformó en parte de mi familia y yo siento que a nosotros nos dieron la espalda como familia”, comentó la artista, años más tarde, en el programa La divina comida de Chilevisión. 

Los participantes del disco Christell siguieron con su vida. Claudio Prado continuó componiendo canciones, viajó fuera del país por su trabajo, en tanto el programa Rojo se emitió hasta 2008.  

Cuatro años después del fin de Rojo, el productor musical del programa, Jaime Román, fue detenido en un prostíbulo clandestino en el centro de Santiago. Se le acusó de ser parte de una red de prostitución infantil que incluyó a políticos, empresarios y artistas. 

Román fue uno de los diez de los 16 implicados en el caso que optó por un juicio abreviado. Aceptando su culpabilidad en los hechos y siendo condenado a cuatro años de pena remitida con libertad condicional. Román se refiere hoy al hecho:

–Tuve la mala suerte que el Tribunal había tenido un problema bien serio. Había ocurrido el problema del caso bombas y no habían podido condenarlos, entonces ellos tenían que tapar esta cuestión y alguien inventó toda esta historia –explica–. Éramos 18 personas, pero a nosotros nos tomaron como si fuéramos una banda que se dedicaba a buscar niñitas para poder llevarlas, pero eso se fue diluyendo porque se demostró que no nos conocíamos. Además, se demostró que no hicimos lo que ellos suponían, sino que todos éramos clientes de un prostíbulo. 

Jaime Román asegura que las relaciones sexuales que reconoció haber tenido con menores de edad fueron producto de un “engaño”:

–Yo tuve relaciones con dos niñas que se suponía y me habían planteado que tenían 20 años –comenta–, pero después se demostró que hubo un engaño entre las dueñas y las niñas de ahí, en la que engañaron a los clientes con la edad de dos niñas. 

El Fiscal Rodrigo Chinchón, que esa época ofició como Fiscal Jefe de Delitos Sexuales en la Fiscalía Sur, tiene otra apreciación del hecho: 

–En cuanto a la valoración que el señor Roman da a la sentencia condenatoria dictada en su contra, a mi parecer debe tenerse presente que todo tribunal condena sólo en la medida que haya antecedentes que sean capaces de vencer la presunción de inocencia, por lo que si fue condenado es porque había elementos probatorios más que suficientes para acreditar el delito, lo que incluye obviamente antecedentes que dan cuenta de su participación voluntaria y consciente en los hechos atribuidos –indica. 

La pena que Jaime Román cumplió en libertad abrió una serie de comentarios y especulaciones sobre él y su trabajo, particularmente por parte de otros rostros de televisión. 

“Siempre se escuchó muchas versiones, sobre todo de cantantes de Rojo, donde ellas decían que ‘si yo no me acuesto con él, no podré ser cantante’, pero uno no creía. Siempre hubo mucho rumor, era un secreto a voces”, señaló en esos años Arturo Walden, conocido como “Kiwi”.

“Me parece increíble que hayan tenido tanto tiempo trabajando a un tipo como él, en un programa de televisión, y que nadie haya dicho nada. Además, me parece insólito que haya trabajado con niños”, comentó también en su momento la exbailarina de Mekano, Carla Jara. 

La atención sobre el escándalo, naturalmente, apuntó a la relación del productor musical con la propia Christell, y fue la madre de la artista quien debió aclarar la situación en el extinto programa SQP

“No puedo decir que vi algo extraño, porque no lo vi (…) siempre estuve con mi hija. En el set de grabación estuve al lado de ella, dentro del set, sentada, al lado de su micrófono. Siempre la acompañé en Rojo, estaba en los camarines, yo la vestía, cuando había que peinarla estaba con ella al lado. Nunca la hemos dejado sola. Hasta el día de hoy, con 14 años, su madre, gracias a Dios, ha estado con su hija”, señaló en el espacio.

Quiero saltar y bailar y lo que tengo, compartir contigo

Tras el fin de Rojo, la condena a Jaime Román y la pérdida de espacios televisivos juveniles para bailarines y cantantes, el repertorio de Christell y su excompañeros de programa parecían destinados a conservarse como un producto de nostalgia. Pero el destino no es una cosa inmutable y si lo fuese, equivaldría a descorazonar todas las iniciativas. 

Internet, una vez más, volvió a hacer lo suyo. En una comunidad de videojuegos norteamericana, un usuario ocupó el coro de la canción y lo acompañó con la imagen de un gato. La pegajosa melodía se esparció con una velocidad acorde a estos tiempos, convirtiéndose en la musicalización de miles de otros memes, el fondo de la coreografía de un famoso kpoper, e incluso en el tema más escuchado de Spotify en Japón, alcanzando importantes lugares en rankings de escuchas de otros lugares del mundo como Finlandia y Alemania.

La popularización de la canción ha abierto el interés respecto a los derechos de autor del tema. Claudio, por ejemplo, no figuraba en los créditos del álbum físico, sin embargo sí lo estaba en el registro de la SCD, lo que realmente importa a la hora de cobrar eventuales ganancias. 

Una fuente conocedora de los derechos de Dubidubidu comenta que actualmente se está realizando una verdadera arqueología musical para establecer cómo se repartirán las ganancias entre los participantes de la canción. No solo eso. También indica que se han realizado distintas reclamaciones, incluso en el extranjero, sobre la autoría de la canción. 

Sobre las dimensiones económicas del tema, los que beneficiarían en mayor medida a Christell y Claudio, aún no hay claridad de los montos que recibirán. Los participantes de la canción han oído sobre la posibilidad de recibir montos millonarios o solo el cobro de las escuchas digitales. Según estima la fuente conocedora del tema, no se pagan más de 300 dólares por un millón de reproducciones. Lo cierto es que hasta hoy, nadie ha recibido ganancias directas. 

En el living de Juan David Rodriguez, Claudio Prado vuelve a interpelarme:

–Si tú mañana recibieras doscientos millones de pesos, ¿cambiarías?

–Pero le pregunto de vuelta: ¿Tú crees que tienes el potencial de ganarte esos doscientos palos por esto?

–No sé, y si está bien, ya que puede ser. Hay muchas personas involucradas, hay una cosa muy fuerte…Si Dios me dio la bendición de eso, yo he conversado mucho con él, pero es un tema personal: el dinero no es malo ni es bueno. Estoy tranquilo, se lo dejo a Dios –recalca–. Pero más allá de la plata que se pueda recibir, yo veo esto como una justicia divina.  

Parte de la justicia a la que se refiere Claudio tiene que ver con cuestiones personales. La potencialidad de que él y Christell reciban dinero no es lo único. En los tiempos en que la canción se grabó el compositor y la pequeña artista no pudieron conocerse. Claudio recuerda difusamente haberla visto solo una vez. Por la explosión del Dubidubidu, ambos retomaron el contacto 21 años después.

–Yo busqué conocerla hace tres semanas. Junté al equipo, llamé a Yiye Vidal. Nos juntamos todos, y nos estamos cuidando entre todos: la cantante, el autor, el que hizo los arreglos. Está Sony, que es mi sello, ella es Warner –comenta Prado–, entonces dije ayudémonos, porque van a empezar… Por darte un ejemplo: un director de orquesta llamó a Christell diciendo parece que yo grabé la batería en ese tema, y eso es imposible. Yo hice la secuencia y son puros sintes

Christell Rodríguez no quiso hablar de este artículo. Se excusó señalando por escrito que hay otras personas que tienen “mucha más información” que ella, pero indicó que por su parte se siente: “Feliz de que la gente esté escuchando las canciones y disfrutándolas”.

Claudio Prado y Juan David Rodríguez.

Un cantante puro

El Chipi chipi chapa chapa dubidubi dabadaba se pega en la cabeza como un chicle multicolor al pelo de una niña y entrega una sensación de alegría difícil de describir. Al menos eso demuestra Claudio Prado con su amigo Juan David Rodriguez. En el living, ambos se abrazan y empiezan a saltar y girar al ritmo de la canción. Parten cantando la letra original y entre las vueltas la modifican como si se tratara de una canción de la Garra Blanca. Su jolgorio es divertido y contagioso. 

Cuesta volver a centrar la conversación con Claudio. Pero después de unos minutos, retoma el hilo. Cuenta que esta no fue la única canción infantil que escribió, que de hecho tiene más de las que recuerda y que las hizo pensando en su niño interior. 

–¿Sabes cuántos niños hay fragmentados dentro de mí? Son 11 fundaciones de niños fragmentadas. Yo lo único que sé hacer son canciones, entonces si me dicen “Claudio, hace una canción”, digo “okey, listo”.

Al preguntarle la dualidad de ser el cerebro de Los picantes, autor de boleros románticos y creador del viral del momento, el músico agrega: 

–Estoy tan agradecido de la divinidad creativa, del don de la música, y tengo la bendición de poder hacer todas las cosas. Eso es rico, puedo explorar distintos estilos musicales, las formas forman parte de toda la música y eso es bacán. Yo disfruto ese juego –dice serio y apasionado antes de frenar inesperadamente y callarse durante segundos que se hacen largos– ¿Cuál era tu pregunta?

–¿Que cómo el autor de Los picantes, de canciones de Douglas, también pueda ser autor de una canción infantil que está sonando en Japón? –repito desconcertado– 

–Es que todo eso es parte de la música, y para mí la música es felicidad. Si a mí me mandas a cambiar un enchufe en la casa, dejo la cagá. Yo solo sé hacer música, me siento un músico, un músico puro.

Claudio siente su oficio. Habla de los proyectos musicales que tiene con Juan David y de los planes de ambos por llegar a México. También habla de Fito Páez y de Charly Garcia, como buscando decir que quiere vivir su vida como este último. Por lo mismo -como advirtió al principio de la conversación- no me resto a usar todo el material guardado y dejar para el final una frase que Claudio, el autor de un hit improbable, dice entre lágrimas: 

 –El motivo tan lindo que hay de fondo en esto… decirle algo al mundo a través de una nota, va más allá de todo lo que puedes ganar. 

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