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10 de Febrero de 2024

Falabella Lyon baja hoy sus cortinas: cómo está cambiando el que fue el gran eje comercial de Providencia

Fotos: Felipe Figueroa

A 32 años de su inauguración, Falabella Lyon cierra definitivamente este sábado. Uno de los ejes comerciales de Providencia desaparece en un entorno comercial ligado más al pasado, con la tienda Paris del mismo sector, el mall Panorámico y, por cierto, los distintos Caracoles y el Drugstore. Las tiendas más pequeñas han ido cerrando y dando paso a locales de comida rápida, el Costanera Center capta una afluencia mucho mayor que estas cuadras de la zona. "Aquí viene gente que compra hace años, pero claramente ha bajado el flujo desde antes", dice un locatario del sector. El arquitecto Pablo Altikes plantea que el barrio ha cambiado y que, por lo mismo, se entiende que algunas tiendas cierren, "porque ya no se condicen sus rasgos con el barrio".

Por Felipe Gacitúa Rubio

En Falabella Lyon la luz es cálida y fría, como la de cualquier otra tienda de retail. Las baldosas, también: blancas y pálidas como en cualquier otra de sus sucursales. Al centro del primer piso (mujeres y perfumería), escaleras mecánicas estrechas que llevan al -1 (sección infantil y hogar), y al segundo piso (hombres y tecnología). Pendones e impresiones que dicen SALE en letras blancas con fondo rojo, o REMATE, o DESCUENTOS sobre la cara de una modelo.

En los pasillos curvos de techo más bien bajo, gente de todas las edades revisando entre rumbas de ropa una blusa, camisa, polera, pantalón o short con un sticker pegado en la etiqueta que indique el precio con un descuento al descuento. Son las 6 de la tarde de un lunes de febrero, y la escena hasta ahí podría ser perfectamente extraída del mismo mes en 1992, del día 24, cuando se inauguró la sucursal de Falabella de Nueva de Lyon 064, en el aún palpitante eje comercial de Providencia sector Los Leones.

Sin embargo, casi exactos 32 años después, la escena tiene ciertos matices. La cantidad de estanterías y vitrinas vacías es casi mayor que las que tienen ropa, joyas, perfumes, electrodomésticos o celulares. Algunos puestos de perfumes casi no tienen cajas, pero un vendedor hace presencia de todas formas. La música se siente más ambiental que nunca. En algunas esquinas de los pasillos están acumulados maniquíes desnudos: de niños en el -1, de mujeres en el primer piso, de hombres en el segundo.

La subida al tercer piso está tapada con tubos de pvc y huinchas de peligro. Hay gente comprando y probándose prendas, pero con un ánimo que deambula entre el hambre de la carroña y la acuciosidad de una autopsia. Este sábado 10 de febrero Falabella Lyon cierra definitivamente la sucursal, tienda que reviste un cierto grado de simbolismo en el barrio. ¿Cuál es el impacto de este cierre en el que fue el eje comercial de Providencia? ¿Qué relevancia tiene en relación a otros vestigios comerciales del sector?

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—Desde principios del 60, el eje Providencia propiamente tal parte desde donde están las Torres de Tajamar hasta el primer caracol de Los Leones. Era un eje caminable, antes de la Nueva Providencia. Por eso, muchos edificios tenían estas galerías interiores, entonces era muy caminable, parecido a lo que era Huérfanos y Ahumada. Los fines de semana principalmente la gente salía a caminar, ahí comenzaron a aparecer las grandes tiendas.

Al teléfono, Pablo Altikes: arquitecto, doctor en Patrimonio de la Universidad de Sevilla y director de la AOA (Asociación de Oficinas de Arquitectos). Comenta que Providencia como se conoce tiene al menos 62 años, desde que el arquitecto y urbanista Germán Banner se hizo cargo de su plan regulador a principios de la década del 60. Junto con Ñuñoa, fue de las primeras comunas en integrar el concepto de ciudad jardín, donde las casas unifamiliares tenían amplios patios delanteros y traseros. Pasados los años, y con la expansión de los límites del centro de Santiago, Providencia comenzó a vivir un cambio demográfico profundo.

—Por esos años, grandes arquitectos comenzaron a integrar en sus proyectos lo que se conoce como edificios “placa-torre”. Es decir, una placa comercial en la superficie y una torre de departamentos hacia arriba. Eso densificó más la comuna.

Ya entrados los años 70, ese modelo arquitectónico estrechamente ligado al comercio ya comenzaba a asentarse, y con ello, un nuevo estilo de vida.

—La tienda Flaño, en la esquina de Lyon con Providencia, la tienda Palta, que era lo más chic. El Coppelia, al lado de esa tienda. Empezaron a surgir los primeros caracoles (El Caracol y los Dos Caracoles), estaba el Drugstore, que tenía tiendas más específicas. Estaba el Paseo Las Palmas. Había un circuito de comercio bastante importante.

Sin embargo, a partir de los años 80, con la irrupción de los malls y el modelo estadounidense de comercio en masa, el público que concurría a las plazas comerciales, los espacios abiertos, galerías y caracoles se movió hacia estos nuevos edificios y su amplia oferta de distracciones a gran escala.

—Viene una explosión demográfica en el país, desde el punto de vista de la inversión. Aparece el Apumanque, después el Parque Arauco y el Alto Las Condes. Muchas de esas tiendas deciden irse para allá. Aun cuando Providencia seguía siendo peatonal, la gente prefería ir a la nueva plaza, que eran los malls y no salir a caminar por Providencia.

Hoy, edificios como los Dos Caracoles, Las Dos Providencias o la Galería Las Palmas, vistos desde sus frontis o en una esquina contraria, mantienen su carácter de insignes, como abriéndose espacio en una renovación que parece no considerar esos edificios, íconos de una época de hombreras y pelo escarmenado, sostenidos por las casualidades, reinvenciones a contrapelo o porque la asociatividad de un recuerdo no la ofrece una tienda de un mall.

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Al edificio de Falabella Lyon lo contornea un evidente deterioro. Las letras con óxido del frontis por Avenida Providencia 2184 y su tipografía noventera lo remiten a su época de origen, que ya no existe. Por dentro, la ventilación no es óptima: hay extractores de aire gigantes, pero el calor sofoca igualmente. Si bien la marca, por una parte, pretende ubicar la venta del edificio como una estrategia de fortalecimiento de la tienda del Costanera Center y, por otra, la inseguridad en el sector como un motivo para el cierre, según sus propios números en 2023 mantuvieron déficit en sus ingresos —aunque menor al del año anterior—.

Post mortem, al edificio de Falabella Lyon lo rodearán los números: que sus 5.800 mt2 son olfateadas de cerca por inmobiliarias; que solo el terrero fluctúa entre los US$2,5 y US$5 millones —el equivalente a sus pérdidas durante el último trimestre del año pasado—, mientras que la venta completa del edificio se redondea en las 270 mil UF, algo así como casi US$12 millones; que los trabajadores que quedan serán reubicados en los 8.200 mt2 de espacio que tiene Falabella en el Costanera Center; que el Grupo Falabella desvinculó a más de 4.000 personas a principios de 2023, a 400 más a fines del mismo año entre sus sucursales en Chile, Perú y Colombia. La empresa dice que habrá traslados a los empleados y asesoría a quienes decidan irse. No hay claridad aún de cuánta gente será desvinculada al final del proceso.

En un pasillo de la tienda, una trabajadora jefa que prefiere no dar su nombre dice que “la empresa se cuadró con sus trabajadores durante la pandemia” y que “quienes se van, es porque ellos deciden”, pero “yo solo puedo hablar por mí”. Hoy, la mayoría de sus empleados que quedan proviene de aplicaciones con postulaciones a plazo (apoyo durante una semana o contratos de un mes). Doblan ropa con lentitud y cierto desgano. Tampoco hay certeza de cuántos trabajadores lloraron en el baño después de enterarse que Falabella Lyon cerraba, cuestión que este mismo medio dio a conocer hace un poco más de un mes atrás. Lo que sí se sabe es que después de este sábado 10 de febrero, la tienda tendrá irradiará un halo nostálgico, luego abandonado, quizás ruinoso, después olvidado, desprovisto de cualquier simbolismo que remita al comercio de Providencia de antaño.

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—Yo creo que tienes que venir a darte una vuelta en una semana más, ahí te puedo decir cómo afecta a este lugar el cierre de esa tienda —dice Cristián, dueño de una tienda de ropa de mujer en una galería de Providencia.

Santiago, a fines de los 70, ya conoce hace un par de años a los caracoles —edificios en espiral con vocación comercial y reminiscencias del Guggenheim de Nueva York—. Ganan espacio y popularidad en la ciudad, pero también generan resistencia en el rubro arquitectónico por, precisamente, su unívoca vocación comercial, por ser herméticos, oscuros y no entrar en contacto con el contexto ni la calle.

1979, y en la esquina de las calles Ricardo Lyon y —por ese entonces— Avenida 11 de Septiembre, se erige un esqueleto gigante. El paño mide 10.000 mt2, pero la mole contempla 80.000 mt2 útiles. La torre y sus inmediaciones será el ejemplar primigenio de una especie única. Se inaugurará en 1982, y el complejo habitacional Plaza Lyon será toda una novedad en la pujante Providencia. Tiendas de distintos tipos, un supermercado y conexión al reciente tren subterráneo hacían de este proyecto un complejo con intenciones más bien alejadas de una proliferante tendencia de “arquitectura de consumo”. Fue de los primeros proyectos que cambiaba diametralmente la densidad del barrio, otorgándole múltiples funcionalidades y una categoría nueva a ese punto de Providencia.

—Las escaleras mecánicas llevan cuatros años así, malas.

Cristián Buneder, hace 22 años, es propietario de una de las tiendas que son parte de Plaza Lyon, una distribuidora de ropa de la marca Caffarena. Su público son mayoritariamente mujeres que superan los 40 o 50 años, aunque según él es variado.

—Aquí hemos visto cómo ha cambiado el público a través de los años. Por ejemplo antes, en la mañana venían señoras de edad. Después, oficinistas, secretarias, tipo hora de almuerzo. Más a la tarde, gente que venía a alguna consulta médica. Y ya en la noche, tipo 8, gente que evadía la hora punta del metro, que vitrineaba, caminaba, qué sé yo. Hoy en día esa gente que anda de paso por el metro viene por acá y pasa. Eso es lo que tiene vigente todavía a esta parte comercial.

Un salón de manicure convive con una armería. A su vez, con una tienda de juguetes para bebés, un puesto de cerrajería, un local con repuestos de todo tipo con publicidades pegadas de los años 90 de CTC (afuera, un letrero que dice “vacaciones desde el 5 de febrero al 8 de marzo”), una tienda de cd’s, una de todo a mil, y más de un local con letreros que dicen “vuelvo en 30 minutos” colgados en las puertas. También, con un supermercado Líder y una tienda Paris, que recorrerla se siente como caminar en la nave de 2001: Odisea en el Espacio.

—Desde que se instaló el Costanera (Center) se notó un cambio rotundo en el barrio. Aquí viene gente que compra hace años, pero claramente ha bajado el flujo desde antes. Igualmente se ve mucha más gente que en el Panorámico, por ejemplo, que se ha renovado no sé cuántas veces y pasa vacío.

Aunque la parte comercial del Plaza Lyon se percibe activa, Cristián Buneder dice que las tiendas han cambiado por “la situación actual del país” y por una pandemia que no todos los locatarios resistieron. Muchos cerraron y los arrendaron negocios más rentables, con mayor circulación de público.

—¿Le provoca nostalgia que cierre una tienda que tiene más de 30 años en el barrio?

—No. Para nada —dice riéndose Cristián Bunder—. Es que el barrio ha cambiado constantemente, entonces…

—Y que cierren tiendas de esa época, ¿no le asusta?

—No. Tampoco. A nosotros nos salva el metro, la gente que pasa o que viene a comprar al supermercado. Si no fuera por eso, a lo mejor la cosa sería distinta.

Bunder, a pesar de eso, responde con incertidumbre respecto a cómo vaya a impactar el cierre de Falabella Lyon. En el segundo piso de la galería de Plaza Lyon, las tomas de luz del segundo piso tiñen los pasillos con una luz amarillenta tenue. Al fondo de los pasillos se ve la luz incandescente de la calle. En medio de estos, bancas, con barandas burdeos, antiguas, como todo en la galería. Ahí, sentados, personas mayores o gente con uniformes de distintos trabajos. Abajo, frente a la pileta del patio central, una pareja de personas mayores testigos de Jehová. Él sostiene un carro de feria. Ella tiene sus pies descalzos, hinchados, cubiertos con papel higiénico mojado: las escaleras mecánicas están malas hace cuatro años.

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—El comercio sigue funcionando bien, digamos. Aún va gente, transita público. Pero claramente ya no tiene la dinámica de esos años —dice Pablo Altikes.

El arquitecto apunta a que, junto con diversas variables para que un edificio destinado al comercio tenga éxito, como ubicación, público objetivo, instalaciones y mobiliario, el espacio debe tener “tiendas anclas”, como las grandes del retail.

—Que es lo que no tiene el Panorámico, por eso se ve poca afluencia de público ahí. Trató, pero no lo logró. El Plaza Lyon densificó a escala de eje urbano, se hizo con un propósito urbano bastante sólido, tiene un pórtico que rodea la planta baja (donde está la entrada de París), te sirve para el sol y la lluvia. Si fuese solo comercial, jamás habría regalado esos cientos de metros cuadrados, habría llegado con las tiendas al borde, que es lo que hizo el Panorámico. Ese proyecto tiene una visión mucho más urbanística.

Martes 8 de febrero, y a las 5 de la tarde en el Mall VIVO Panorámico, es escasa la gente que camina. Sí, es febrero, pero según dice Andrea, socia de la joyería Aliadas, ubicada en el -1, esa afluencia es común.

—En julio y agosto es peor. No sé qué pasará con este mall, la gente dice que desde la apertura de la renovación del año pasado como que algo cambió. Le dieron este toque más oscuro, de paredes negras y todo, y la gente dice que está acostumbrada a los mall que es todo blanco.

El Mall Panorámico se inauguró en 1988, y si bien su aparición se condice con la explosión de malls en Santiago y a las nuevas pretensiones de la sociedad chilena por esos años en relación al consumo, la lógica de grandes edificios aislados con anglicismos incrustados en sus nombres que se asentó en los 90 terminó por dejar al Panorámico como una galería comercial más bien ambigua.

Andrea sí cree que en algo puede afectar al resto del comercio el cierre de la tienda de Falabella Lyon. Su tienda en el Panorámico está en un sector que dice Zona de Emprendedores. Es oscuro, apartado del poco tránsito que hay de gente, y varios emprendimientos han optado por no renovar sus arriendos.

—Desde que apareció el Costanera Center bajó definitivamente la cantidad de gente por estos barrios. Yo aquí llevo un año, pero trabajé hace como diez o quince años en el Falabella de aquí de Lyon, que supe que ahora cierra, y cuando apareció el mall, bajó mucho la cantidad de gente que iba.

Para Pablo Altikes, la aparición del edificio Costanera Center, inaugurado en 2012, no es gravitante en el declive de público del que fue el gran eje comercial de Providencia en los años 70 y 80.

—Nosotros como ciudadanos, culturalmente, tendemos a cambiarnos mucho de barrio, tendemos a irnos. Cambia el público y los hábitos, con eso muta el público objetivo para el cual está hecho ese comercio específico. Vienen cambios generacionales a la par, ya no se ocupan esos lugares o esa tradición, y ese cambio siempre implica deterioro, porque se invertía de manera distinta la infraestructura en el comercio antes en relación a ahora.

Altikes dice que antes, al momento de instalar un negocio, se hacía una consideración acabada sobre dónde iba a estar, qué contexto iba a habitar una tienda, qué identidad le iba a entregar. “Hoy el comercio trata de ser muy efímero”, agrega.

—Son muy pocos los locales que están dispuestos a invertir para que sea algo duradero en el tiempo. Por eso el Drugstore se ha revitalizado, mientras que el Panorámico parece no encontrar el rumbo.

También, para él es clave que para sostener un barrio comercial en el tiempo la tienda —y su dueño— se mimetice con el entorno, se haga parte de su naturaleza.

—El cierre de Falabella Lyon, algo tiene, de que se termina cierta tradición, era un lugar que había generado un cierto arraigo al entorno. Entonces, no es raro pensar que otros espacios de esas características cierren porque ya no se condicen sus rasgos con el barrio. O sea, sin duda va impactar en el sector, porque la gente dejará de ir, por ejemplo, a pagar a la tarjeta ahí. Algo menos de flujo va a haber. Sin embargo, lugares como los caracoles no van a cerrar, porque guardan un cierto patrimonio y sus tiendas se sostienen por su público, que es poco, pero las mantiene. Lo mismo las galerías como Las Palmas y el Portal Lyon, que han leído sus públicos y se mantienen de nicho y estables.

La sucursal de Lyon de Falabella no comprende un gran hito en la historia arquitectónica de la comuna, al lado de los caracoles —los Dos Caracoles fue hecho por el arquitecto Sergio Larraín García-Moreno— o de proyectos como Plaza Lyon —liderado por Pedro Murtinho, cuya obra se inscribe en varios sectores de Providencia—.

El edificio no tiene inscripción a la vista. No hay fotos de su inauguración a la mano. Se inauguró un lunes, día de ajetreo sin importar su ubicación en el calendario. Se cerrará para siempre un día sábado de febrero enrarecido, casi desierto. Sin embargo, su fisonomía es remanente inevitable de una época que desaparece, fluctuante entre la época del comercio de barrio y la del paso acelerado conducente al cambio de milenio. Ahí quedará un espacio, vacante para lo que sea, seguramente ocupado pronto. Mientras, con la expectativa alerta, los hitos comerciales de otrora del sector aún exhiben sus productos en vitrinas, por los pasillos donde transita gente, poca; también, recuerdos, más o menos.

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