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Entrevistas

11 de Febrero de 2024

Exministro Alfredo Moreno tras la muerte del expresidente Piñera: “Evelyn Matthei es la mejor posicionada para llenar ese vacío”

Alfredo Moreno recuerda al expresidente Sebastián Piñera

Sorpresa sintió el ingeniero y extitular de Relaciones Exteriores, Desarrollo Social y Obras Públicas cuando, en diciembre de 2017, el fallecido exmandatario lo llamó para invitarlo al Gobierno en caso de resultar electo. Un sentimiento similar ―y a la vez distinto― lo invadió el martes pasado al enterarse de la muerte de quien fuera su jefe por ocho años. En conversación con The Clinic, Moreno recuerda su trabajo con Sebastián Piñera, el momento en que se sentó en el sillón de Barack Obama en el salón Oval y los episodios más complejos del segundo mandato. "Él era una persona muy resistente, pero creo que lo pasó muy mal", asegura. Además, aborda el futuro de la centroderecha y apuesta por el liderazgo de la alcaldesa de Providencia.

Por

La tarde del martes 6 de febrero, el exministro Alfredo Moreno (67) estaba en Disney World, en Orlando, Estados Unidos, junto a sus cuatro hijos y sus nietos. Pasadas las 15:00 horas empezó a recibir por dos grupos de WhatsApp una noticia: se había caído un helicóptero en el Lago Ranco y quien lo piloteaba era el expresidente Sebastián Piñera.

“Comenzaron a llegar distintos rumores a los teléfonos de mi familia. Algunos decían que era el helicóptero del Presidente, otros que no era el suyo y que él no iba. Otros decían otra lista de pasajeros o que había muchos helicópteros en la zona”, cuenta.

Por instantes dudó. Pensaba que Piñera estaba en Chiloé, en el Parque Tantauco, desde donde el domingo le había mandado una foto con el extitular de Vivienda, Rodrigo Pérez Mackenna. Hasta que por WhatsApp recibió la confirmación oficial: la aeronave había caído y Piñera estaba muerto.

La emergencia obligó a Moreno ―quien encabezó las carteras de Relaciones Exteriores, Desarrollo Social y Obras Públicas en los dos mandatos del fallecido exmandatario― a interrumpir sus vacaciones en Estados Unidos y viajar a Chile este miércoles para participar en los funerales de Estado.

¿Cómo le impactó la noticia de la muerte de Sebastián Piñera? ¿Qué sintió al recibirla?

-Al principio sentí incredulidad, porque fue muy sorpresivo. Además, uno siempre quiere pensar lo mejor, nunca lo peor. Esperaba que fuera una equivocación, un error, y que él no estuviera ahí. No sabía que él había llegado a Ranco hace un par de días.

¿Cuándo fue la última vez que lo vio? ¿Cómo lo vio?

-La última vez que lo vi fue hace algunas semanas, en una comida con un grupo de amigos. Él estaba en su mejor momento. Para él fueron muy duros los años desde mediados de 2019. Desde el estallido social hacia adelante vivió cosas muy difíciles, muchas de ellas muy injustas.

Pero en el último tiempo su vida había empezado a ser más fácil, no tenía la carga de ser Presidente y la gente empezó a mirar lo que había sucedido en esa época de otra manera. Él estaba mucho más contento, más relajado, tenía más tiempo, estaba comenzando a disfrutar la vida. Yo lo veía mucho más contento, siempre con una enorme actividad, pero mucho más contento.

¿Cómo comenzó su vínculo con el expresidente?

-Lo conocí a principios de los 80, cuando él era gerente general de CitiCorp y yo profesor en la Escuela de Economía de la Universidad Católica. En plena crisis económica, con bancos intervenidos y empresas quebradas, CitiCorp estaba lleno de trabajo y no tenía manos para tanta cosa. Ahí, Piñera nos contrató a mí y a otros profesores para asesorar a las empresas que estaban afectadas por la crisis. Esa fue la primera vez que estuve con él.

¿Ahí empezó la amistad entre ustedes?

-No. Después nos topamos varias veces en la vida. Una de esas veces fue la campaña presidencial de Hernán Büchi. Ahí, Sebastián fue mi jefe e hicimos muy buenas migas. Pero cuando Büchi tuvo toda esa contradicción vital, él decidió retirarse, y a mí me pareció que debía quedarme. A pesar de que compartía con él que era evidente que Hernán no tenía interés o ambición de ser Presidente, pero había que seguir adelante y tener el mejor resultado posible.

Y así nos fuimos topando en cosas empresariales. Muchos años después ―no lo veía hace harto tiempo― me llamó para que fuera su jefe de campaña en 1993. Pero no tuve ocasión de contestar sí o no, porque pasó lo de la radio Kyoto con Evelyn Matthei. Yo quedé muy sorprendido con eso, porque no teníamos una relación muy cercana, sino sólo algunos encuentros.

Trabajar con Sebastián Piñera como jefe

Alfredo Moreno y Sebastián Piñera
Foto: Agencia Uno

Casi 17 años después, en 2009, Sebastián Piñera lo volvió a llamar para trabajar con él. ¿Cómo fue eso?

-Eso fue lo más sorpresivo de todo. Después de esa primera vuelta, me llamó para que fuera parte del gabinete. Le dije que yo no tenía ninguna experiencia en política ni en el sector público. Me dijo que no, que creía que debía estar en el Gobierno de todas maneras y me preguntó qué cargo quería tener. Yo le dije que ninguno porque no tenía experiencia pero que, obviamente, si era Presidente de Chile yo lo ayudaba en lo que quisiera.

Después de que ganó, me llamó de nuevo y me pidió ser su canciller. Eso me pareció extraordinario, pero le hice ver, por supuesto, el tema de la experiencia. Me dijo que eso no importaba y que creía que lo iba a ser estupendamente bien.

¿Cómo fueron esos primeros cuatro años trabajando con Piñera?

-Trabajamos los cuatro años estupendamente bien, yo creo. Fue un gran jefe, muy apoyador, muy exigente. Tenía una muy buena relación de trabajo con él. Era muy valiente cuando aparecían las adversidades que siempre hay en la cosa pública. Siempre hay alguien que está en contra, ya sea algún interés creado o la oposición, siempre hay problemas. Para sacar adelante cosas siempre hay que quebrar huevos. Lo que yo experimenté siempre fue un total apoyo de su parte.

Varios exministros han comentado que durante las reuniones bilaterales con ellos era muy común que el expresidente llegara muy preparado. ¿Cómo eran esas reuniones?

-Como él era tremendamente trabajador, antes de cada bilateral tenía un detalle de todo lo que se iba a conversar. Eso lo estudiaba y leía antes de juntarse con cualquier ministro. Nunca llegaba en blanco. Y como se metía, subrayaba, escribía y guardaba todos los temas, tenía muy presente lo que había sucedido las veces anteriores y estaba muy al tanto de los temas. Los ministros se encontraban siempre con alguien que estaba totalmente a caballo y además era empujador. En cada reunión preguntaba cómo se podían hacer las cosas aún mejor que lo que le planteaban.

Siempre con su bloc y su lápiz rojo…

-Siempre con su lápiz negro, un lápiz rojo BIC y una regla. Tenía múltiples sets de eso… los guardias tenían, los edecanes tenían, en los autos había, así que nunca le faltaban. Él tenía mucha memoria visual, entonces leía un documento, lo subrayaba con los distintos colores y eso le permitía recordar bien las cosas básicas. Lo mismo cuando tenía que preparar un discurso. Cuando lo repasaba, destacaba las ideas centrales, las leía, y eso le permitía construir el mismo discurso de una manera mucho más espontánea.

El día en que Piñera se sentó en el sillón de Obama en el salón Oval

Alfredo Moreno comenta que no era común que tuviera reuniones bilaterales con el expresidente Sebastián Piñera. “Sentía confianza de que estaba todo bien, hablábamos de vez en cuando, y había mucho apoyo”, dice. Sin embargo, señala que “como yo era canciller, viajábamos juntos. Tuvimos la oportunidad de estar con innumerables líderes mundiales y pude verlo en acción en este campo en que tenía muchas aptitudes”.

¿Qué saca en limpio del manejo de las relaciones exteriores por parte del expresidente Piñera?

-El Presidente creía mucho en las relaciones internacionales, porque creía que Chile, siendo un país chico y alejado no tenía ninguna otra posibilidad de desarrollo que estar totalmente conectado al mundo. Por eso impulsamos el TPP-11, creamos la Alianza del Pacífico, firmamos más tratados de libre comercio. Pero él no sólo creía que las relaciones internacionales fueran para el comercio, sino que veía qué aprender de las mejores ideas. Esto en materia de políticas públicas o de cosas de tecnología o innovación, por eso se juntaba también con los líderes de Microsoft o Facebook. Quería aprender y entender, tenía avidez de conocimiento.

¿Cómo preparaba los encuentros con líderes internacionales?

-Para cada conversación se preparaba, no sólo en materia del contenido técnico de lo que iba a conversar. Adicionalmente, se preparaba en términos de la persona con la que se iba a juntar. Además del informe más técnico que le preparaba la Cancillería, con gráficos, datos y mucha información, él buscaba por su cuenta información sobre el aspecto humano del a persona con la que se iba a encontrar.

Él buscaba aprender y conocer a la otra persona. Le interesaban sus anécdotas, dolores, intereses y gustos. Eso lo analizaba y siempre llegaba a la conversación con los grandes líderes ―que no conocíamos personalmente, entonces iba a ser todo muy frío y distante― con alguna pregunta, dato o aspecto que quebraba el hielo. Buscaba siempre dar un inicio humano, diferente, a la reunión que fuéramos a tener. Por eso siempre hizo tantas amistades internacionales. Siempre las personas que se juntaron con él vieron algún rasgo inolvidable. El Presidente se encargaba de que sus conversaciones tuvieran algo especial, y así iniciaba una amistad, un conocimiento, una cercanía con quienes se reunía.

Foto: Casa Blanca – Wikimedia Commons.

Uno de esos encuentros inolvidables ―del que Alfredo Moreno fue testigo privilegiado― fue la reunión que Sebastián Piñera sostuvo el 4 de junio de 2013, en la Casa Blanca, con el expresidente de Estados Unidos, Barack Obama ―a quien admiraba―. Ahí, el fallecido exmandatario rompió el protocolo y, ante la vista de un atónito Obama, se sentó en el escritorio del salón Oval.

El momento quedó inmortalizado en una foto en que aparecen Piñera y el entonces gobernante norteamericano de pie como si fuera un guardaespaldas. Casi cuatro años después, en entrevista con La Tercera, reconoció que se trató de una vuelta de mano, pues en 2011 Obama también había usado su escritorio.

“Cuando lo visité en Washington […] en 2013, y estábamos juntos en el Salón Oval, le recordé ese hecho y le dije que me parecía justo que yo también pudiera sentarme en su escritorio. Accedió de inmediato con mucha gracia y humor”, dijo a ese medio.

¿Qué sintió usted en ese momento?

-Fue totalmente sorpresivo, porque ni nosotros ni los norteamericanos sabían. Fue una ocurrencia que tuvo ahí, en ese momento. Yo estaba muy sorprendido, no sabía de esta idea que tenían, ni por qué lo estaba haciendo. La delegación norteamericana estaba muy nerviosa, no el Presidente Obama, que estaba muy tranquilo, contento y relajado. Le pregunté si esto había pasado alguna vez antes y me dijo que era primera vez que le pasaba. Eso creo que ayudó mucho a hacer que esto fuera una cosa simpática y reflejó la relación que habían construido entre ellos dos.

¿Qué le parecían a usted estas constantes salidas de libreto?

-Él tenía muy a flor de piel una cosa como de niño. Tenía reacciones y cosas que eran como de entretención, de jugar. Siempre le mandaba memes a sus colaboradores y amigos, a todo el mundo. O mandaba alguna canción bonita, algún artista, algún deportista que haya batido un récord. Él vibraba con todas esas cosas y las reenviaba a todos. Tenía una cosa muy de niño y eso le salía muy espontáneamente en sus relaciones con todos, personas importantes o no tanto. Siempre estaba haciendo una broma, siempre hacía una sorpresa.

Los momentos más difíciles del segundo gobierno

En el segundo gobierno de Sebastián Piñera usted fue ministro de Desarrollo Social y tuvo que liderar el trabajo en la región de La Araucanía. Uno de los hechos que marcó ese trabajo fue la muerte de Camilo Catrillanca, el 14 de noviembre de 2018. ¿Cómo lo vivieron en el Gobierno?

-Hay que poner todo esto en un contexto. La Operación Huracán, en la que terminaron presos muchos líderes mapuche, y después se descubrió que todas las pruebas eran inventadas, fue a principios de 2018. Y cuando llegó el Presidente al Gobierno tuvo que sacar a 60 altísimos oficiales de Carabineros y a toda la plana mayor de La Araucanía. Esto generó una desconfianza basal con la autoridad, y sobre todo con Carabineros.

Lo de Camilo Catrillanca pasó en noviembre de ese año. El problema no fue que muriera una persona, porque mueren muchas personas en La Araucanía por los atentados y enfrentamientos. Aquí se repitió lo mismo que en Huracán: se dijo que el tipo venía armado, y no era así. Que había sido en un enfrentamiento, y no hubo enfrentamiento. Se pidieron las GoPro de Carabineros, y dijeron que no tenían ninguna. Las versiones se fueron cayendo y la confianza en el Estado, que ya estaba muy resentida, recibió un golpe tremendo.

A mí, la verdad, no me afectó en mi trabajo, porque pude mantener el contacto con los líderes mapuche. En ocho meses habíamos logrado eliminar los atentados, un avance impresionante, pero este golpe fue tremendo, porque los atentados volvieron, y la gente común y corriente vieron que todo el esfuerzo que se había hecho no sirvió para nada. Ahí, la situación se puso muy difícil y, transcurridos unos meses, el Gobierno había perdido la fuerza política para poder seguir llevando adelante esto.

¿Cómo vivió este golpe el expresidente?

-Fue muy fuerte para él, porque afectó una cosa que estaba avanzando muy bien y había tenido resultados objetivos muy sustantivos. Había una opinión muy generalizada, incluso en la oposición, de que íbamos en un muy buen camino. Pero después lo de Catrillanca tuvo un costo político tremendo, afectó a su mano derecha, Andrés Chadwick, a la política de seguridad y a Carabineros.

Foto: Agencia Uno.

Casi un año después, el Gobierno enfrentó el estallido social. ¿Cómo vio a Sebastián Piñera en esos días? ¿Qué transmitía?

-En esa época yo estaba en Obras Públicas, en una labor mucho más técnica, no me tocaba ver el detalle del día a día. Pero creo que ese fue, obviamente, su momento más difícil, sin ninguna duda. No solamente había una violencia desatada sino que era muy difícil interpretar por qué. El Presidente era una persona analítica y estudiosa, pero en este caso todo era súper difícil de interpretar qué era lo que teníamos al frente. Era totalmente sorpresivo, con ese grado de violencia y aparente coordinación. Pero también, la sociedad y la política reaccionó muy débilmente respecto de la violencia. Había como una cierta situación de comprensión con la violencia.

En ese periodo, el expresidente fue objeto de críticas, cuestionamientos, querellas e incluso acusaciones constitucionales. ¿Cómo reaccionaba él ante eso en la interna?

-Él era una persona muy resistente, pero creo que él lo pasó muy mal. Y, como hoy se le reconoce, él ha sido un demócrata desde siempre y una persona extremadamente preocupada de los derechos humanos. Por eso pidió a las Naciones Unidas que hiciera un informe sobre lo que pasó en el estallido y no le temblaría la mano en castigar a alguien que hubiera incurrido en un exceso. Que a él se le acusara de que tenía una política premeditada de violación a los derechos humanos, o que no había preocupación por eso, para él era terrible. Lo consideraba muy injusto.

En lo humano, por la cercanía y la amistad, yo lo veía muy complicado. No sabía cómo discernir cuáles eran los mejores caminos, y al final tuvo que tomar una decisión que yo estoy seguro que para él fue sumamente difícil.

Quién tomará la posta del liderazgo en la centroderecha

La muerte de Sebastián Piñera deja un vacío de liderazgo en la centroderecha. ¿Cree usted que hay alguien que puede tomar esa posta y llenar el vacío?

-Pasan dos cosas. Creo que hay un tema de personas y, en ese sentido, Evelyn Matthei es la mejor posicionada para llenar ese vacío. Así lo reconoce la gente. Pero también hay que llenar un espacio que tiene que ver una propuesta. Piñera articuló propuestas que llevaron a la centroderecha a ganar dos veces, por primera vez. Hoy vivimos momentos muy difíciles en muchos aspectos, y la centroderecha tiene que tener un planteamiento claro, nítido, de qué le ofrece a los chilenos. Si bien esto estaba ahí de antes, al no tener al Presidente Piñera, esto recae sobre otras personas. Ese espacio hay que llenarlo, y luego.

Entonces, ¿se la juega por Evelyn Matthei? En octubre pasado, The Clinic publicó que la alcaldesa llevaba cerca de un año preparando sus bases programáticas...

-Ella va a liderar ese trabajo, pero seguramente va a tener que incluir a muchas personas también.

¿Cuál es, a su juicio, el gran legado de Sebastián Piñera a nivel político?

-En primer lugar, haber completado la transición con la alternancia en el poder, con el primer Presidente de centroderecha, creando un planteamiento razonable para la población. en segundo lugar, está la eficiencia y la eficacia. En política son importantes los sueños, pero también hay que administrar el Estado. Y eso, el Presidente Piñera lo puso muy patente. Esto requiere trabajo, dedicación, buenas ideas y buenos equipos. Así lo vieron las víctimas de las grandes catástrofes que tuvimos. Eso no ha pasado otras veces.

También están la preocupación por la democracia, los derechos humanos, la libertad, por tener una economía abierta y con progreso.

¿Y a nivel humano?

-El Presidente fue una persona que llamó a muchas personas. Yo estaba en el sector privado y nunca me imaginé llegar a la política. Convocó a mucha gente que jamás habría estado en el Gobierno. Los encontró en otros campos, los gremios, el mundo privado, cargos no tan destacados, en partidos, y les pidió participar en cargos de mucha relevancia en el Estado y en general tuvieron muy buenos resultados.

El país requiere gente buena que dedique su energía al servicio público. Gente buena en sus valores y buena en lo profesional, capaz, eficaz, eficiente, con buenas ideas. Si tú no tienes esos equipos, es muy difícil llevar adelante la tarea de manejar el Estado, que es una máquina gigante.

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