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Opinión

27 de Febrero de 2024

Columna de Rodrigo Munizaga | Javiera Contador: La ordinariez de pifiar al comediante de turno en el Festival de Viña, todos contra uno

AgenciaUno

El columnista de The Clinic, Rodrigo Munizaga, escribe tras la noche de Viña 2024 en que Javiera Contador fue pifiada por el público y terminó entre lágrimas en la conferencia de prensa que dio posteriormente. "La ordinariez de pifiar al comediante de turno en el Festival de Viña se ha vuelto una costumbre nefasta, propia de quienes hacen bullying y en la que participa un país completo: todos contra uno. Como una diversión propia de cada verano, y que marca alta sintonía", escribe. Luego añade: "En cada Festival de Viña el 'permiso' de pifiar porque pueden. Porque se les permite. Porque les resulta entretenido, quizás, ver cómo alguien “famoso” cae. Miseria de diversión".

Rodrigo Munizaga
Rodrigo Munizaga
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El concepto de “monstruo” del Festival de Viña del Mar nació en 1968, luego de que Gloria Simonetti, por entonces de 18 años, cantara en la competencia folclórica y fuera abucheada masivamente. Más tarde, la cantante afirmaría que las pifias eran una campaña en su contra por ser hija de un empresario. 

El término “monstruo” quedó instalado desde entonces y, con extraño orgullo, el público que asiste al evento lo hace suyo cada año para pifiar a quien no le guste, una dudosa “costumbre” que con el tiempo se ha volcado preferentemente en contra de algunos comediantes que se paran sobre la Quinta Vergara.

No es posible hacer dos lecturas sobre la rutina que ofreció Javiera Contador la noche del lunes en Viña 2024: fue un libreto débil. La actriz entró nerviosa por las pifias que pedían más de Andrea Bocelli y Gaviota de Platino para él. Habló aceleradamente, al punto de ser incomprensible lo que estaba contando, con pausas que delataban que estaba olvidando su guion.

Nunca logró retomar su rutina: comenzó a decir que esta era una mala noche, que iba a ser una anécdota a futuro, que ella iba a seguir haciendo humor ―sin llegar a ser desafiante―, y solo tuvo un alivio final cuando entraron sus compañeros de la serie Casado con hijos.

Fue una noche negra para una actriz que hasta ayer solo anotaba éxitos y cariño del público. Probablemente sea una de las actrices más populares del país, desde que debutara como protagonista de la teleserie Loca piel (TVN), en 1996: 28 años de carrera que quedaron expuestas ante un público que poco antes se emocionaba con Bocelli y parecía ser bastante educado.

El público de la segunda jornada se dividía entre treinteañeros en la galería, que fueron a ver a Miranda! y y donde algunos gritaban “Javi” o “Javiera” cuando salió a escena, mientras en la platea y placo, donde la gente tenía sobre 40 años, pifió de modo furibundo, como si se tratara de un circo romano, antes de que Contador siquiera apareciera.

Porque hay que ser justos: Javiera Contador entró a la Quinta Vergara entre pifias. Nunca tuvo la posibilidad de desplegar cómodamente su repertorio y sí, los nervios la convirtieron en presa fácil para ese “monstruo” que le gusta destrozar a alguien, especialmente cuando huele el miedo, como si se tratara de un animal frente a su presa. En el caso de la actriz, sorpresivamente, porque ha tenido casi tres décadas donde el público ha estado a su favor.

Al contrario de lo que ha sucedido en anteriores versiones festivaleras, donde una platea más juvenil ha dejado pasar a humoristas con malos libretos sin pifiarlos e ignorándolos, el segmento sobre 40 años ―que componía un 70 por ciento de quienes estaban anoche― parecen ser una generación más proclive a pifiar, a hacer bullying. La afirmación no es antojadiza.

En 2010, Sting se presentó con una orquesta sinfónica en el Festival y la gente, mayoritariamente sobre los 40 años y más, escuchó en silencio, aplaudió a rabiar tras cada canción y fueron las mismas personas que minutos más tarde pifiaron sin contemplación a Ricardo Meruane. En 2018, otra vez fue un público mayor el que fue a ver a Marc Anthony y luego despedazaron a Jani Dueñas. Y anoche, nuevamente los adultos que vitorearon a Bocelli emprendieron contra Javiera Contador. Acostumbrados, al parecer, a hacer bullying.

Javiera Contador en la conferencia tras su presentación en Viña 2024.

Nuevamente, hay que decir que la rutina de la actriz no era apta para una presentación masiva, con historias largas que eran difíciles de seguir, y que posiblemente hayan convertido esta incursión en la más floja desde que partió haciendo comedia. Pero, una vez que se puede consensuar en que no hizo reír anoche, ¿merecía las pifias?

Seguramente muchos dirán que sí, que fue una mala presentación, y en esto último se puede estar de acuerdo, pero ¿hay que humillar a alguien al nivel de abuchearlo? ¿Ver a una persona tan débil y seguir pifiándolo es permitible? ¿Se podría decir que ese público que se emocionó antes con Nesun Dorma fue respetuoso con la comediante? Claramente no. ¿Era un público educado? A juzgar por cómo trataron a Javiera Contador, no.

La ordinariez de pifiar al comediante de turno en el Festival de Viña se ha vuelto una costumbre nefasta, propia de quienes hacen bullying y en la que participa un país completo: todos contra uno. Como una diversión propia de cada verano, y que marca alta sintonía, porque la gente enciende el televisor para ver si el humorista será pifiado o no. En la Quinta, las 15 mil personas que asisten hacen lo suyo.

Un morbo en el que también participan los comediantes -nadie los obliga a ir a la Quinta Vergara y saben el riesgo que supone aceptar, pero triunfar les asegura un año bueno por delante-, pero que puede manchar para siempre una carrera, como bien lo saben Vanessa Miller, Ricardo Meruane y Jani Dueñas, por nombrar tres personas que hasta hoy les siguen recordando esa noche de pesadilla que tuvieron.

Todas esas campañas anti bullying en la que todos están de acuerdo, la preocupación por un país violento, toda esa cháchara de que hay que tener respeto por el otro, se va al basurero cuando uno entra a X (antes Twitter) y lee cómo cada día hay alguien siendo insultado, y que, bajo este contexto, tiene en cada Festival de Viña el “permiso” de pifiar porque pueden. Porque se les permite. Porque les resulta entretenido, quizás, ver cómo alguien “famoso” cae. Miseria de diversión.

Esta columna está acompañada de una fotografía de Javiera Contador llorando en la conferencia de prensa posterior a su presentación. Se terminó quebrando al responder las preguntas y la imagen acá está puesta a propósito, para graficar que esto no es un juego, que no es divertido ni digno de ser disfrutado, que la víctima del llamado “monstruo” quedó destrozada por las pifias. Esa imagen ha motivado esta columna.

Hay que recordar que en el mismo Festival de Viña el llamado “monstruo” se rió de buena gana cuando Mauricio Flores, personificando a Tony Esbelt, ridiculizó a los homosexuales con una rutina chabacana donde todos los remates de los “chistes” terminaban aludiendo al sexo anal y a lo “degenerado” que era ser gay. ¿Había que pifiarlo? Claro que no. Y no lo hicieron. Lo aplaudieron bastante. Lo que había que hacer en ese momento era no contratar a un comediante con libreto homofóbico y el canal organizador -CHV- tuvo que pagar una multa que le impuso el CNTV tras ello.

Desde hace algunos años el Festival de Viña ha conseguido tener a comediantes con más sentido del respeto, donde ya no hacen reír -qué bueno- las caricaturas de las mujeres, los homosexuales, los peruanos o personas con capacidades diferentes. Los programadores del evento han aprendido la lección. Ahora resta que una parte del público -algunos que sobrepasan los 40 y que están tan acostumbrados a ser parte de un “monstruo”- entiendan que pifiar no solo es maleducado y un acto miserable en sí, sino que habla de un grupo de personas cobardes, que entre la multitud, sin ser identificados, se dan el gusto de destrozar a alguien por el simple hecho de que no los hizo reír.

Si ese gusto no es cavernario, no sé qué es.

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