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6 de Abril de 2024

Los X, la generación perdida: un grupo bisagra que no permeó en la política pero sí en la cultura

Generación X Ilustración: Camila Cruz

Fueron la generación de jóvenes que enfrentó el retorno a la democracia, pero su impacto político es cuestionado. Y aunque olvidados por muchos, su influencia cultural perdura en obras como "Mala Onda", "Plan Z" y "31 minutos". De esta forma, la generación X quedó como un grupo entre los boomers y los millennials, muchas veces eclipsados por estos. Según el antropólogo Pablo Ortúzar, esto es debido a que “tienen menos pathos. Nunca pretendieron luchar a muerte por nada ni fueron protagonistas de ninguna épica".

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Oscar Hauyon (45) vivió su juventud en una época marcada por el arribo de la globalización y el fin de la dictadura. Junto a esto, surgió una ola de nuevas tendencias culturales. Él las experimentó colgándose del cable de sus vecinos para ver los videoclips de MTV. O grabando en casetes de cromo las canciones de grunge que empezaban a sonar en las radios juveniles. Pequeños acontecimientos con los que se puede identificar más de algún chileno de la generación X (nacidos entre 1965-1980).

“Somos una generación que vivió los cambios estéticos de manera muy activa. Yo me acuerdo que con mis amigos pasamos por tener dreadlocks, vestirnos de Adidas y creernos nu-metal en algún momento. También armábamos raves en cafés… qué terrible…”, comenta entre risas Hauyon, cantautor originario de Ovalle.

A pesar de su huella cultural, en la actualidad, esta generación parece quedar a la sombra de los millennials y los boomers. Según un estudio global de Wavemaker, solo un 4% de la industria publicitaria retrata a la generación X. En cuanto a la política; ningún presidente de Chile ha pertenecido a este grupo. Tampoco impulsaron grandes movimientos sociales -como la Revolución Pingüina de sus sucesores, los millenial-.

“Los X no encuentran un espacio ni una voz propia en el ámbito político. Eran muy jóvenes para ser parte del empresariado y la clase gerencial que se encumbra en los 80-90. Quedan, entonces, encerrados en una jaula de oro, sin muchas razones para indignarse y sin que nadie parezca necesitarlos”, explica el antropólogo Pablo Ortúzar.

Aún así, el académico sostiene que la generación X encontró su refugio en el mundo cultural del país. Y desde ese nicho continuarían siendo una influencia importante. Aunque de manera silenciosa, sin las vanaglorias de otras generaciones.

Cómo influyeron los años 90 en el perfil de la generación X

De acuerdo a un estudio realizado por Kawésqar Lab, la generación X chilena se destacarían por preferir quedarse en casa en sus tiempos libres, y tener como prioridad la estabilidad económica y familiar.

El actual bajo perfil de esta generación, que parece acaparar una menor atención en los medios, contrasta con los vibrantes tiempos de los 90s; en plena bonanza económica del retorno a la democracia. Ahí, la juventud empezaba a perder el pudor por destacarse y llamar la atención. “Era muy apreciado en esa época ser alternativo. Que te dijeran: ‘¡Oh, cacha! El loco se viste con ropa americana’”, comenta Hauyon.

El músico apunta que este cambio cultural en los jóvenes era muy marcado con respecto a sus padres, quienes “vivieron la dictadura con sus ideales de raza homogénea, de gente católica-apostólica-romana. Por eso, cuando hablo con mi viejo, todavía seguimos teniendo encontrones por las visiones de sociedad que tenemos”, comenta.

Sin embargo, Ricardo Martínez (55), escritor y académico de la UDP, también perteneciente a la generación X, indica que la época de la transición aún tenía resabios del periodo anterior: “En general, sentíamos una especie de opresión. Si bien estábamos en democracia, todavía había ciertos enclaves dictatoriales respecto a la forma de vida y la libertad que había para poder ser joven”.

Debido a estos grandes cambios que vivieron en su juventud -de la dictadura a la democracia y de lo análogo a lo digital-, la psicóloga de la Universidad de Chile, Gloria Zavala, califica a la generación X como una “generación bisagra“. “Ellos buscan la estabilidad, y esto implica una necesidad de seguridad. Porque alcanzaron a ser testigos de lo que pasaron sus padres por las penurias económicas y sociales de los ochenta”, explica.

Política no, cultura sí

Pablo Ortúzar explica que, en comparación a los millennials y los boomers, la generación X “tienen menos pathos. Nunca pretendieron luchar a muerte por nada ni fueron protagonistas de ninguna épica“.

“Los boomers son protagonistas tanto del quiebre de la democracia, como del milagro económico y la transición. Los X van a la cochiguagua de todo eso. En algún sentido, son una generación satisfecha. Y quizás no se habla tanto de ellos en los medios porque ellos son, en alguna medida, los medios“, añade el antropólogo.

Esto último sería una clave para comprender el área donde realmente se habría destacado esta generación. El académico pone como ejemplo distintos productos mediáticos y culturales: “desde ‘Mala Onda‘ de (Alberto) Fuguet hasta ‘31 minutos’ de (Pedro) Peirano, pasando por ‘Plan Z’, The Clinic y Chancho Cero“. Su estilo quedó marcado por la ironía y la desilusión.

Este es uno de los grupos más desafectados por la política en Chile, según un informe del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo. Muchas veces son referidos como la generación del no estoy ni ahí -la popular frase de Marcelo Ríos-. Sin embargo, Raimundo Frei, sociólogo de la UDP, no está del todo de acuerdo con el enunciado de que la generación X no haya tenido un impacto relevante en la política:

“El contexto de despolitización que afectó a buena parte de la sociedad chilena se intentó reducir a un tema generacional en los años noventa. Es cierto que las juventudes tuvieron mejores motivos para desilusionarse. En parte por el entusiasmo vivido en el plebiscito“.

Sin embargo, añade: “¿No son acaso de esa generación política el ministro Luis Cordero, la ministra Carolina Toha, el profesor Fernando Atria o Marcela Cubillos, Cecilia Pérez, o Teresa Marinovic? Veo más pragmatismo que nihilismo al pensar en ese grupo“.

¿Qué tan válido es el término generación X en la realidad chilena?

Oscar Hauyon y Ricardo Martínez técnicamente pertenecen al mismo rango etario. Además, ambos se dedican al ámbito cultural. Pese a esto, sus experiencias de juventud fueron bastante diferentes:

Hauyon creció en Ovalle, en la Región de Coquimbo. Relata que aún había una raigambre muy rural en su comuna, durante los 90. Solo tenían una radio FM, y las tendencias juveniles no eran demasiado vibrantes.

Recuerda que solo cuando visitaba la playa de La Serena con su polola, veía pasar a los “cuicos grunge“, vestidos de flannel, estilo Kurt Cobain. “Como tenían cable satelital, esos locos se escucharon antes que todos nosotros el Badmotorfinger. Ya cachaban a Nirvana y otras cosas. A nosotros, en cambio, nos llegaban los single que tocaban las radios solamente en esas horitas. Porque el acceso no era tal“, comenta.

Ricardo Martínez, en cambio, vivió su etapa universitaria en Santiago, durante esos años. Presenció la totalidad de camadas juveniles: los metaleros, los lana, los new wave, entre otros. Además, aprovechó en su máximo esplendor la apertura de la vida nocturna post-dictadura, y la popularización de los pubs y bares en el ambiente universitario.

Por contrastes como estos, el cantautor no se identifica del todo con la generación X. “En mi grupo etario, me pasa que de repente una persona de 42 es súper diferente a una de 47. Uno puede comportarse como un señor, un abuelo. Y el otro como un cabro. Depende demasiado de dónde vinieron, de sus experiencias“, comenta.

El sociólogo Raimundo Frei parte aclarando que no comparte el etiquetado publicitario de los cohortes -como millennial, generación X o boomer-, ya que “es algo normalmente importado y no sirve de mucho para entender el contexto social en cuestión“.

No creo que nadie tenga apego por ese concepto. Muy distinto es preguntarse si las personas tienen apego a un relato generacional”, lo que en el caso de este grupo sería “haberle dado un término formal a la dictadura, rodeada de manifestaciones y odiseas personales, en un mundo altamente dividido”, concluye el sociólogo.

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