Columna de Carolina Urrejola | ¿A qué le teme Daniel Jadue?

Un bono, una donación, la posibilidad de ser un proveedor estrella. Eso le habría solicitado y propuesto el alcalde de Recoleta a la empresa Best Quality, vendedores de insumos médicos en medio de la pandemia. La fiscalía presume que hubo cohecho, estafa, fraude al fisco y administración desleal y por eso pide su formalización el próximo 29 de mayo.

Quienes conocen cómo trabaja la fiscal Giovanna Herrera, especializada en delitos económicos, destacan su rigor investigativo. No son pocos quienes piensan que Jadue quedará en prisión preventiva por la gravedad de los delitos imputados. Habrá que ver.

Por años el mediático alcalde se defendió de las imputaciones. En el caso luminarias y en el caso insumos médicos su estrategia ha sido sistemática: acusar una persecución política en su contra, atacar a sus denunciantes (“son estafadores profesionales”) y fustigar a la prensa por informar. Su último dardo cayó sobre Raúl Letelier, Presidente del Consejo de Defensa del Estado, quien adelantó en televisión que se querellarían por hechos que consideran constitutivos de delito. “Este caballero es del Frente amplio, este caballero tiene historial” dijo Jadue, además de criticar al abogado por abusar de sus quince minutos de fama. Es cierto que el presidente de CDE rompió una larga tradición de prudencia al adelantar una acción penal de esa forma. Pero la crítica del alcalde sólo lo debilita a él.

Hace pocos años Daniel Jadue obtuvo la admiración de sus pares al inventar las farmacias populares. Fue alabado e imitado en otras comunas y su popularidad creció al punto de convertirse en precandidato presidencial. Pero su campaña fue decepcionante. Más allá de compartir o no sus ideas, Jadue llegaba a la contienda como un político innovador y cercano, pero puesto a competir -en este caso con Gabriel Boric- salieron a la luz sus defectos. Belicoso, confrontacional y desconfiado, fue incapaz de mantener un tono de estadista. Su ego desmedido quedó al descubierto y fue perdiendo el apoyo que había recibido.

A su favor se puede decir que, por su estilo confrontacional, Jadue tiene muchos enemigos y es probable que no ganaría un concurso de simpatía. Cualquiera que lo haya entrevistado sabe que no es un hombre especialmente paciente y que frente a preguntas que no le agradan puede responder increpando al periodista. Sin embargo, eso no justifica la cobertura tan desigual que algunos medios han realizado de casos de eventual corrupción en municipios.

Con Daniela Peñaloza de Las Condes, guante blanco. Con Daniel Jadue e Irací Hassler, sin misericordia. ¿Anticomunismo? Puede ser. Pero lo que resulta incomprensible es que Jadue pretenda matar al mensajero y acusar conspiraciones por una investigación del Ministerio Público frente a la que él, como ex responsable de la Asociación de Municipios con Farmacias Populares debe responder. Y “en sede judicial” como señalaron desde el gobierno. 

Una vez conocida la solicitud de formalización, Daniel Jadue afirmó que después de casi tres años de investigación, por fin podría ejercer su derecho a defensa. Informalmente ha dicho, parafraseando al Presidente Salvador Allende, que “pudo meter las patas pero no las manos”. “Pudo haber un mal negocio, pero no estafa ni cohecho” agregó.

¿Se llevó plata para la casa? ¿Usó recursos públicos para favorecer al Partido Comunista de Recoleta? ¿Solicitó dinero extra en beneficio de sus vecinos? Eso es lo que la justicia debe dilucidar. En los delitos de corrupción a la ciudadanía no nos sirven las declaraciones de inocencia de los imputados. Daniel Jadue debe ejercer su defensa sin disparar a la bandada. Sin atribuirle al gobierno las decisiones de instituciones ajenas al ejecutivo. Enfrentando sus eventuales responsabilidades con dominio, responsabilidad y entereza.