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Opinión

26 de Mayo de 2024

Columna de Gloria Hutt | De travestismos y convicciones: ¿Ha cambiado la propuesta programática del Frente Amplio?

Foto: AgenciaUno

Hace unos días el excandidato presidencial José Antonio Kast calificó al Presidente Gabriel Boric como un "travesti político". Frente a esa frase, Gloria Hutt, presidenta de Evópoli y columnista de The Clinic, califica el cambio de postura del Presidente y del Frente Amplio como un "juego en que, sin renunciar a las profundas convicciones de su programa, navega suavizando los mensajes con comentarios que hacen más neutro el discurso público", escribe. Y añade: "La Cuenta Pública será una nueva oportunidad para poner a prueba este supuesto y verificar la reivindicación de convicciones identitarias".

Por Gloria Hutt

Revisando las noticias del último año en Chile, podemos identificar sucesos que marcan lo que en una primera lectura podría aparecer como un cambio en las posturas del oficialismo respecto al discurso que impulsó su popularidad y finalmente los llevó a ser gobierno. La evidencia revela que los giros comunicacionales no provienen de un cambio en las convicciones respecto a temas fundamentales de gestión.

La re-lectura del programa del Presidente Boric muestra con claridad el afán refundacional en todos los ámbitos de la vida nacional. No solo proponen una profunda reforma del modelo económico, también el sistema de pensiones, salud, educación y deudas del estado con los profesores o deudas de los estudiantes con los bancos, se abordan con políticas de rotundo cambio respecto a lo vigente en las últimas décadas. Más aún, hay un eje de soluciones a los problemas que nos aquejan a todos, que es legítimo, pero a todas luces inviable.

Todos los programas de gobierno contienen una visión que facilita su comprensión por parte de la ciudadanía. Se trata también de conquistar el interés de los votantes, planteando caminos que ayuden a resolver los problemas en que las personas sienten mayores carencias. Estas propuestas tienen dos límites claros: el primero es su viabilidad real, el segundo, el posible impacto que produzca en el funcionamiento del país y sus instituciones. 

Al acercarse la cuenta pública del 1 de junio, es inevitable revisar la medida básica de rendimiento del gobierno, que es el grado de cumplimiento de sus promesas electorales. Este índice, a su vez, debería reflejar razonablemente el grado de aprobación de la administración. 

Esa secuencia lógica no se observa en el gobierno del Presidente Boric. Con un grado de cumplimiento claramente insuficiente respecto a la promesa, su nivel de aprobación se mantiene estable en torno al 30%, al parecer a todo evento. Incidentes graves de seguridad, reveses judiciales o inacción en emergencias, no cambian el respaldo de ese grupo.

Pero recientemente surge un elemento nuevo que es simbólico: la mayor merma en su respaldo se produjo cuando descalificó la figura del “perro matapacos”, en torno al que se elaboró un discurso y propuestas que aglutinaron a la izquierda, especialmente a los sectores más afines a la refundación. Cabe preguntarse entonces cuál es el punto de unión del Presidente con ese núcleo duro que lo respalda y en qué medida él está dispuesto a cortar lazos como lo podrían anticipar algunas declaraciones. 

Foto: AgenciaUno

Analizando la secuencia de hechos, comienza a aparecer con mucha claridad la combinación entre lo que es su verdadera convicción de una agenda rupturista y una estrategia comunicacional que busca mitigar esa postura, suponemos que con el propósito de moderar los impactos.

Así ha ocurrido cuando declaró que existe terrorismo en La Araucanía, lo que pareció marcar un cruce de límite inesperado respecto a su discurso previo, y luego afirmó que no aplicaría la ley antiterrorista por ineficaz (olvidando que es su obligación aplicar las leyes).

O cuando convocó al Cosena, frente a casos graves de inseguridad pública y poco después emite un mensaje sobre la necesidad de un órgano que sea eficaz, debilitando el rol de esa instancia; o cuando llama a fortalecer inversión privada frente a foros empresariales o de inversionistas internacionales y luego demoniza la gestión privada en todos sus alcances.

O cuando sus ministros piden pagar mejores sueldos y en lugar de favorecer el escenario de desarrollo económico, acentúa la voluntad de aumentar impuestos a las personas. 

No son simples contradicciones. No son volteretas. No es travestismo político. Es un juego en que, sin renunciar a las profundas convicciones de su programa, reforzadas en el primer proceso constituyente, navega suavizando los mensajes con comentarios que hacen más neutro el discurso público. Basta analizar las propuestas en trámite en pensiones, educación y sistema tributario, por nombrar algunas, para comprobar que la raíz original está completamente vigente.

Mientras más casos observamos, más claro queda que la fuerza política reflejada en el Frente Amplio mantiene intacta su agenda transformadora y su apego a símbolos asociados con el debilitamiento institucional, en particular de las fuerzas armadas y de orden.

El tercio leal al Presidente es indiferente a los resultados sectoriales porque su objetivo es construir para instalar la agenda que los une, en el plazo que se requiera. Por lo anterior, parece ingenuo pensar que el Presidente y sus equipos realmente han cambiado sus opiniones o prioridades. Solo parecen haberlas adaptado temporalmente, sin renunciar a las metas comprometidas en el programa. La cuenta pública será una nueva oportunidad para poner a prueba este supuesto y verificar la reivindicación de convicciones identitarias. La escucharemos con mucha atención.

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