Secciones

The Clinic
Buscar
Entender es todo
cerrar
Cerrar publicidad
Cerrar publicidad
Foto: Philippe Vigoroux

Entrevistas

24 de Agosto de 2024

Katty Kowaleczko: “Prefiero ser una vieja estupenda que una con cara de cirugía”

Katty Kowaleczko cumplirá 60 años dentro de un mes. Dice que siempre ha dicho que le dieron trabajo por ser bonita y que su belleza le dio oportunidades para transformarse en actriz, porque no pasó por la escuela de teatro. Identificada primero como la joven angelical que conducía el programa infantil “Arboliris” y, a partir de los 42, como una mujer sexy debido a su papel como streaptesera en una teleserie, ahora está llena de planes para la tercera edad. Quiere retirarse e irse de Santiago junto a su marido. Mientras, cuida a su madre que sufre de Alzheimer. En esta entrevista recuerda su paso por telenovelas emblemáticas, como “Marrón Glacé”, y cuenta de la sorpresa que implicó interpretar a la virgen María sobre el escenario, en un unipersonal. El 6 de septiembre participará en un nuevo montaje de “La remolienda”, que tendrá una sola función en el Nescafé de las Artes.

Por Jimena Villegas
Compartir

Katarzyna Helena Kowaleczko Henríquez, mucho más conocida como Katty Kowaleczko, entorna esos ojos oscuros suyos que siempre parecen sonreír un poquito y dice que no, que ella no es cristiana. Ni porque sea heredera por parte de padre de una estirpe que viene de Polonia, el país más católico de Europa. Ni porque haya hecho el colegio completo en un establecimiento de monjas paulinas que ya no existe y que se llamó Santa Familia. El dato, en este caso, no es trivial ni tampoco caprichoso. Porque, aunque ella ya no cree en Cristo como hijo de Dios, acaba de interpretar apasionadamente a quien en Occidente conocemos como su madre. 

Hace apenas tres semanas, el 4 de agosto, Kowaleczko cerró la temporada del unipersonal “María, Mater Dei”, de Juan Antonio Muñoz, en la Corporación Cultural de Las Condes. La pieza, un poema dramático dirigido por Claudio Pueller, le permitió encontrar a una figura posible, humana antes que santa, para desplegarse en una escena blanca, despojada y luminosa representando un arquetipo de mujer universal. Esa mujer que -en palabras de la propia actriz- está inserta “en un entorno muy machista, en el que el hombre tiene la razón en todo” y que debe soportar, con la procesión por dentro, siempre en silencio, el sufrimiento de tener a “un hijo en el exilio, un hijo detenido, un hijo maltratado, un hijo muerto, un hijo desaparecido”. 

—Vista así, parece una lectura muy contemporánea.

—Si tú lo aplicas a través de la historia, las mujeres siempre han pasado por esas circunstancias y, aunque nadie es monedita de oro, creo que a la mayoría de quienes vieron la obra le pasaron cosas con la historia de esta mujer.

A ella -sin ir más lejos- le pasaron cosas mágicas, sincronías. Como encontrarse, apenas habían partido los ensayos, un cuadrito en miniatura tirado en el suelo y “hecho pebre” con una imagen de la Anunciación de la Virgen: “Dije: ‘ésta es una señal’. Agarré el cuadrito, lo llevé a la casa y con mi hija y mi marido lo restauramos. Fue mi compañera de camerino”. Agrega que Rodolfo Pérez, su marido, pudo hacer una nueva lectura, cercana y sorprendente, de su propia madre y que él lloró durante muchas noches de función.

La actriz admite que, cuando le llegó el texto, decidió leerlo sólo “por gentileza” y también dice que, en la medida que avanzaba, se fue entusiasmando cada vez más. Entendió que podía salir del mundo religioso que no la identifica, para interpretar, no a “esa Virgen María Santísima Alta en los cielos”, sino que a una de carne y hueso. Ahora, ya finalizadas las funciones, espera poder repetir pronto nueva temporada y, por qué no, sacar la pieza a rotar por el mundo. 

En tanto, trabaja en los ensayos del montaje “La remolienda” (1965), de Alejandro Sieveking, que tendrá una sola función el viernes 6 de septiembre, en el Teatro Nescafé de las Artes, junto a la compañía La Originaria y bajo la dirección de Hernán Vallejo. Katty Kowaleczko no está en telenovelas, el formato que la hizo tempranamente famosa a comienzos de los años 90, en el siglo pasado. Pero afirma que siempre está haciendo cosas. Sin ir más lejos, justo el fin de semana pasado grabó un cortometraje y al salir de esta entrevista debía correr a Huechuraba, para grabar en un programa que auspicia la Caja 18 de Septiembre.

—En “María, Mater Dei” usted estaba sola en escena. Parece mucha responsabilidad. 

—Mira, como experiencia teatral siempre me negué a hacer monólogos, porque trabajar en solitario no es lo que me atrae en el teatro. Creo que el trabajo de grupo es muy atractivo y nunca tomé en serio hacer un tipo de proyecto como éste. Pero fue un gran descubrimiento ir encontrando cómo narrar en una forma de espectáculo, porque no es contar solo una historia, sino hacer un montaje teatral. Estuvimos trabajando muchos días a la semana durante tres meses para llegar a ese resultado. 

—¿Y quedó contenta?

—Fue una experiencia muy íntima, muy gratificante en general. Quedé contenta. Soy creyente, pero no cristiana… 

—¿En qué cree?

—Soy cercana al budismo. Creo que nosotros somos una molécula de Dios y que Dios está dentro de cada uno de nosotros. 


****
Katty Kowaleczko es actriz, pero nunca estudió teatro, tal como Ana González, “La Desideria”, o como Gloria Münchmeyer y Carolina Arregui. Tampoco empezó su carrera profesional actuando, sino como modelo, en un clásico de Canal 13: “Sábados gigantes”. Cuenta que en ese tiempo todavía estaba en el colegio y que evidentemente no tenía contrato ni se trataba de un empleo estable. Pero en el año 1986, cuando ya trabajaba de verdad y ejercía como secretaria en una agencia de publicidad, tomó la decisión. Relata que fue en septiembre y que se dio bien rápido: “Dije: se corta, de ahora en adelante soy actriz”.

Y así empezó. Decidida a ser actriz, con castings, audiciones y pruebas de cámara, “de a poquito y personajes chiquititos”. Afirma que su primera telenovela en serio fue “La invitación” (1987), en Canal 13, que por entonces pertenecía a la Iglesia Católica. Allí fue dirigida por Óscar Rodríguez. Kowaleczko dice que siempre ha dicho que le dieron trabajo por ser guapa: “Soy de una época en que ser bonita daba mucho, y creo lamentablemente que todavía es así. Se me se me abrieron puertas, tuve oportunidades y pude empezar a aprender. Y lo mismo fue en teatro”.

Según un conteo que arroja Wikipedia -porque ella no se acuerda- ha hecho 24 telenovelas, doce películas y trece series, entre ellas “Los 80”, donde encarnó a Nancy Morales, la mejor amiga de Ana López (Tamara Acosta), la protagonista. También ha sido conductora y panelista de televisión. Su primer programa, un espacio que la consagró como rostro joven y encantador, se llamó “Arboliris” (1991). Lo emitía TVN y estaba dedicado a público infantil. Entre 2013 y 2019 fue voz de “Avenida 88.1”, en radio Imagina.

—¿Alguna vez le pesó no tener academia? En su gremio se valora mucho la academia.

—En algún minuto sí. Pero actuar es como tocar el piano. Si tocas piano por oído, usas tres o cuatro octavas. Cuando estudias piano las tocas todas. Es lo que pasó conmigo. Siempre digo que soy muy agradecida de mis colegas mayores, que fueron mis maestros. Vieron mis ganas de aprender, y sigo aprendiendo. En este montaje, Claudio Pueller me preguntó: ¿de qué escuela eres?, porque no entiendo tu forma de trabajo. Pero no tengo escuela, y quizás por eso pruebo todo, me lanzo a jugar y quizás soy más arrojada en los montajes. No tengo estilo y no tener escuela implica confiar en mi grupo de trabajo. En grupo puedo descansar mis debilidades. Sé que las voy a tener siempre, porque ya no voy a estudiar.

—También pasa que hay talentos innatos.

—Pero tienes que irlos formando. Hay un montón de actores que no son de academia y que se fueron formando. Al principio eso no lo sabía. Hay contadores, hay economistas, hay veterinarios. Es gente que, de repente, se enamora y deja todo por el teatro. Pero, obviamente, no lo recomiendo. No haber estudiado teatro crea más inseguridades. Estudiar te da más herramientas para enfrentar el trabajo.

—¿Cómo partió en el teatro?

—Lo primero que hice fue un toro. ¿Y qué es un toro? Un reemplazo de urgencia, porque un actor o actriz tiene que irse del elenco. En dos días estaba arriba de un escenario, con público. Era una comedia, “La única noche que pasé contigo”, de Lucho Córdova. Lo pasé pésimo. Sentía que lo estaba haciendo como el forro. Fue un tratamiento de shock para partir y después agradecer los procesos de ensayo, que es lo que más me gusta. Ir descubriendo al autor, el texto y los personajes es muy bonito.

—Una de las primeras telenovelas en que participó fue “Marrón Glacé”. Ahí, los protagonistas, Carolina Arregui y Fernando Kliche, tuvieron un affaire. Ella estaba casada con el director, Óscar Rodríguez. Hubo un castigo por eso, pero sólo para ella y no para el actor. ¿Cómo lo ve a la distancia? 

—Era lo cotidiano, diría yo. Hubo otros problemas de enredos de polleras con directores en donde la castigada fue la actriz y no el hombre. Es lamentable, y no sé qué tanto ha cambiado. Se ha hablado muchas veces que los actores ganan más que las actrices, teniendo la misma demanda de trabajo y la misma carga laboral. Estamos en una cultura que sigue siendo machista. Ahora, por lo menos, se comenta, pero eso no basta para cambiar el sistema. Hay también hay un libre mercado, en el que no te evalúan por ser mejor o peor, o con más o menos trayectoria. Se hace el estudio de mercado o un focus group que decide que a tal persona le van a pagar más o menos que a otra. Así funciona la televisión, porque el teatro más democrático. 

–A Carolina Arregui le costó una especie de travesía por el desierto.

—Es que ella estuvo muy mal. Ella, en su camino de vida, estuvo en un pozo negro por un buen tiempo. Por suerte salió. Hoy en día la vemos y sigue siendo muy talentosa. 

–Usted, ¿por qué no está en la tele?

—La televisión ha ido cambiando. Mi última telenovela fue “Pobre novio”. Mega es el único canal que hace producciones audiovisuales de ese tipo y tiene un elenco estable. Trabaja siempre con los mismos y no hay tanta demanda por actores.

—¿Lo echa de menos?

—A veces sí. A veces no, porque igual es demandante. Vivo con mi madre, que es una señora mayor. Está con Alzheimer y tengo estar con ella. No tengo cuidadora, la cuido yo, y voy a seguir haciéndolo mientras pueda, pero eso me demanda tiempo, estar presente en casa. Entonces, quizá no tengo tanto trabajo como quisiera, pero es por razones bastante fundadas. No me quejo, además, porque no me falta qué hacer laboralmente. Siempre estoy con harto proyecto, pero también necesito tiempo para mi familia.

—Usted formó parte de teleseries de grandes elencos, conoció una época. La evolución no ha ido necesariamente a mejor.

—Empecé en elencos de 60 personas y hoy día, claro, los elencos tienen 16 actores. Pero tiene que ver también con una razón económica: el costo de una producción audiovisual de ese tipo, que tiene 80 o 100 capítulos y en la que hay que sostener una historia. Mientras menos personajes, más económico. Esos elencos grandes eran maravillosos, pero demandaban mucho dinero. En esa época producían los canales y no las productoras, como hoy día. Y siempre, siempre hay una apuesta. Uno nunca tiene la garantía de que te va a ir bien en televisión ni en cine, ni teatro. Tienes fe en un proyecto y pones tu ficha en ese proyecto y trabajas para eso. Pero es sólo después de estrenar que ves si tenías o no tenías razón.

—¿Será por esa razón que hoy Mega está haciendo remakes de éxitos probados, como “El señor de la Querencia”?

–No sé. Yo ya me perdí. Ahora hay otras plataformas que puedes usar a la hora que quieras y en cualquier parte del mundo. Las producciones nacionales ya no se ven solamente en Chile, a las 20:00 horas, como era antiguamente. A mí no me preocupa lo que está haciendo Mega, sino que TVN está vendiendo su patrimonio. ¿Por qué vendió? ¿Por qué no hizo TVN los remakes? Eso habría sido lo lógico.

—Tal vez hay una gran falta de reflexión en torno al rol de la televisión pública.

—Hay gente que quiere reflotar TVN, pero siento que hay gente que quiere que desaparezca, que lo vendan, que se deshagan del cacho porque les quedó grande. Es algo muy raro, que no pueda funcionar como debe un canal estatal y que creo que es muy necesario.

—Hablando de TVN, usted participó en un experimento fallido, “Once Comida”. ¿Cómo lo recuerda? 

—Con mucha pena. Cuando me llamaron, el proyecto era hacer una sitcom en vivo, para tomar la contingencia del día. Daba lo mismo lo que fuera. Si el Presidente se había quebrado una pata o si había subido o bajo el dólar. Era un trabajo muy demandante. Nos juntábamos antes de almuerzo a ver los textos y a preparar, almorzábamos y después a ensayar y a jugar, porque era mucha improvisación tratando de meter la actualidad. Pero se cruzó con contingencias políticas que fueron censuradas y cambió todo. Ya no íbamos en vivo, sino grabados. A mí me extrañó mucho cuando me llamaron y pregunté: ¿no nos van a censurar? Me dijeron que no y me pareció muy bien poder reírnos de nosotros, porque el humor lo suaviza mucho todo. Pero no resultó. 

—¿Y con qué contingencia política se cruzaron?

—Había un capítulo donde a mi personaje, que era la mamá, se le ocurría candidatearse como jefa de la junta de vecinos y el hijo, que era Diego Boggioni, trataba de aprovecharse. Tenía que ver con lo que pasó con Michelle Bachelet y su hijo.

—Qué incómodo…

—Fue incómodo. Se bajó ese capítulo. Hubo que hacer otro ese mismo día sobre la marcha y ese lo guardaron, lo guardaron, lo guardaron. Creo que lo dieron mucho tiempo después.

—Fue dirigida por Herval Abreu y Nicolás López, ambos acusados de abuso. ¿Qué perspectiva tiene hoy?

—Estás nombrando a hombres con poder y creo tener poder es muy delicado, sobre todo hoy. La gente que administra poder tiene que tener la conciencia como para entender cuáles son los límites y cómo trabajar con probidad. Sobre todo, si soy un director hombre, pero también si soy una mujer. Sí, porque los abusos pueden venir de cualquiera, hombre o mujer. Pero si tengo este rango de poder, debo ser muy cuidadoso en cómo administro. Antiguamente, era muy normal el abuso de poder en cuanto a la violencia laboral, a los gritos. Soy de una época en la que los directores gritaban o de repente que te levantaban el dedo. Eso implicaba que te acababan de despedir y tenías que irte del estudio.

—¿Le pasó algo así? 

—No me pasó, pero sí lo vi. Ese gesto (chasquea los dedos). Y veías a una persona que sabía que se iba a quedar cesante, que no iba a tener la plata para pagar su vida. Y los gritos, los garabatos. Creo que hoy día, más que nunca, se tiene que hablar de una prioridad en el manejo del poder. No puedes, aunque te enamores de una persona y sea el amor de tu vida. Primero renuncia y después ves qué se hace. Y hay que separar mucho y ser mucho más delicado en el trato humano y más transparente. 

—Volviendo a “Marrón Glacé”, es un poco eso, ¿no? Había una relación establecida entre un director y una actriz en un ambiente laboral y todo terminó mal.

—Fue un proceso muy doloroso. A pesar de todo Óscar, como director, fue muy hidalgo. Siguió trabajando con todos los actores y terminó el proyecto. Hubo rumores de que iban a cambiar el elenco, que había que empezar todo de nuevo y él dijo: no, llevamos meses grabando, esto sigue así. Los actores que están en cada personaje son los indicados. Yo me saco el sombrero. Fue difícil, porque además Óscar y la Carola son personas muy queridas hasta hoy. 

****
Katty Kowaleczko Henríquez, hija del polaco Tadeusz y la cauquenina Gladys Ismenia, madre de una sola hija llamada Micaela, nació en el hospital J.J. Aguirre de Santiago el 2 de octubre de 1964. Es decir, dentro de poco más de un mes, va a cumplir 60 años. La joven animadora de “Arboliris”, que dedicaba su pantalla de modo muy adelantado a la ecología, y la mujer que se volvió sex symbol a los 42 años, gracias a un striptease durante el trasnoche en la campaña de la Teletón de 2006, pasará a engrosar la fila de las chilenas que han alcanzado la tercera edad. Al pensar en el hito, que no es más que un hito, esos ojos oscuros suyos que siempre parecen sonreír un poquito se iluminan y su voz oscura, muy tranquila, dice: “Tengo mucho proyecto para la tercera edad”.

—Pero son 60, a las mujeres les cuesta. ¿Cómo se siente al respecto? 

—Nunca tuve problema con mi edad. Había mucha colega que me decía: No digas tu edad, porque sacan la cuenta de la mía. No sé, nunca me importó. De hecho, un tiempo me dejé las canas, pero me las tuve que teñir por trabajo. Creo que poder envejecer tranquila es algo muy gratificante y ha sido un poquito el propósito. Hubo un tiempo en que usé las plaquetas y el bótox, pero de repente dije: no, para qué, después voy a tener que meterme bisturí en la cara. ¿Y si no me gusta? Prefiero ser una vieja estupenda que una vieja con cara de cirugía. 

—Ya, pero usted puede decir esa frase porque siempre ha sido guapa. 

—Sí, pero la gente opina mucho que estoy vieja. Cuando estuve con las canas, me decían que por qué no me teñía. Es una mala señal dejarse envejecer en esta sociedad. A la mujer no se le da el permiso a envejecer y sobre todo en el oficio en que yo estoy, donde hay mucha imagen. Ahora, esta es una opción muy personal. No hago propaganda para que todas se dejen las canas. La que se quiera hacer un ojo acá, en el centro de la frente, que se lo haga. Cada uno sabe cómo vive. A mí no me acomoda.

—Usted lleva décadas como mujer sexy. ¿Se puede también a los 60?

—Es que, de verdad, me voy a retirar. Ahora, yo empecé a ser sexy a los 40. Antes, en los 20 y en los 30, era la actriz angelical, la actriz dulce, la actriz amorosa. En una teleserie tuve que hacer de stripteasera y por eso me llamaron después para la famosa Vedetón. Pero nunca he sido sexy. Una vez un periodista me dijo: bueno, ahora me imagino que vas a empezar a usar más minifalda, más tacón alto. Y no, son solo roles que uno toma. En mi vida, ando cómoda y cumplir los 60 me da gracia. Voy a estar en edad de jubilar, con una jubilación mísera, que era lo que me esperaba, pero con una pareja amorosa. Estamos llenos de proyectos.

—¿Qué proyectos tienen?

—No soy una actriz que quiera morir en el escenario. Queremos cortar, buscar una mejor calidad de vida y, después de 40 años, preguntarnos: ¿qué queremos hacer nosotros? Porque uno se mide en un sistema en que “tengo que”. Tengo que sacarme en buenas notas para pasar de curso. Tengo que estudiar una carrera para ser profesional. Tengo que ahorrar plata para comprar la casa. Tengo que ahorrar plata porque tengo un hijo y tengo que educarlo. Tengo que -hoy día- cuidar a mis padres, que ya están viejitos. “Tengo que”, y uno pasa 40 años de la vida con las obligaciones para otros.

—En la postergación.

—Te haces responsable. Y con todo el cariño del mundo, porque no es una crítica, pero esa es tu vida y llega un minuto en que no. Lo que queremos es que mi suegra y mi mamá se mueran felices, que en lo que les queda lo pasen chancho. Después, las enterramos y con mi marido vemos qué queremos. Si vivir en otro planeta o ir a Tombuctú.

—Entonces no está el plan hecho todavía. 

–O sea, queremos irnos de Santiago de todas maneras. Vender la casa que tenemos y con eso hacer nuestra vejez. Irnos al sur, o a Uruguay, o a Islandia, aunque yo prefiero hablar castellano, porque ya no estoy para aprender un idioma raro. Pero ahí estamos, pensando en empezar a hacer cosas que nos gustan. A mí me gustan mucho las manualidades. Descubrí que tengo mucho talento para las manualidades. Me entretiene, puedo pasar días enteros. 

—Tejiendo, ¿verdad?

—Tejiendo, pintando, arreglando muebles viejos, lacando. Me gusta. He hecho cosas muy bonitas y digo: pucha, qué ganas de tener más tiempo. Nuestro gran proyecto es poder tener el espacio, elegir proyectos, seleccionar las pegas. Nuestros hijos están grandes ya y son autovalentes.

—Suena como una linda promesa. 

—O sea, sí. Creo que, cuando uno ya no tiene proyectos de vida y se levanta porque hay que levantarse y se acuesta porque se hizo de noche, está muerto en vida. Mi sueño hoy es tener la autonomía y la salud suficiente para disfrutar con mi marido.

Comentarios

Notas relacionadas