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Foto: Agencia UNO

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19 de Noviembre de 2024

Quejarse todo el día tiene consecuencias: los problemas físicos y psicológicos que generan los reclamos en uno (y para quienes los escuchan)

En nuestra era, las sociedades desarrolladas han aceptado el quejarse como una forma rutinaria de interacción social, y para muchos se trata de una actitud inofensiva e incluso terapéutica. Pero lo cierto es que, si bien esta actividad es considerada generalmente como una descarga, también afecta negativamente en el largo plazo.

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Las investigaciones muestran que la mayoría de las personas se quejan una vez por minuto durante una conversación típica, y otras incluso plantean que la gente, en promedio, se queja entre 15 y 30 veces al día. Si la cifra parece alta, imagina la cantidad de quejas a las que estamos expuestos sumando las propias y las de los demás.

En pleno siglo XXI, las sociedades desarrolladas han aceptado este tipo de actitud como una forma rutinaria de interacción social, de hecho, es bastante común escuchar quejas sobre el tráfico, el clima, el trabajo o las dificultades económicas. Para muchos, se trata de algo inofensivo e incluso terapéutico, porque sirve de desahogo emocional.

Fernando Urra, académico de la Escuela de Psicología de la Universidad de Los Andes, comenta que “la queja, que pudiéramos llamar permanente, pareciera que se ha ido acentuando porque confluyen varios factores. El primero es un sistema social que se percibe como más exigente. Las metas para sentirse feliz, contento, satisfecho son muy altas en términos de las exigencias económicas, por ejemplo. Las metas para sentirse satisfecho en términos de lo afectivo son también de mucha complejidad”.

“El sujeto tiene que hacer un camino de mucho esfuerzo, y entonces hay una vivencia íntima de estar en un lugar que le pone impedimentos, que le pone trabas, que le pone obstáculos. Y por otro lado, hay un acceso a redes sociales donde la queja, la crítica social, la descalificación es algo permanente”, añadió Urra.

Pero a pesar de que esta actividad es considerara generalmente como una descarga, que puede sentirse bien en el momento, puede que nos esté afectando negativamente en el largo plazo.

Según un estudio liderado por la Universidad de Standford, que indagó cómo afectan las quejas a nuestro cerebro utilizando resonancias magnéticas, concluyó que existen tres daños importantes: el primero, plantea que la exposición a 30 minutos de quejas por día provoca que liberemos cortisol y adrenalina, que son las hormonas del estrés. Esto empeora nuestro estado de ánimo y capacidad cognitiva.

Además, a causa de las denominadas neuronas espejo, que provocan que nuestro cerebro imite de forma inconsciente los estados de ánimo de quienes nos rodean, esto pasa no solo con nuestras quejas, sino que también con las de quienes nos rodean. Dicha exposición también provoca un daño físico: se reduce el hipocampo, que es la parte del cerebro que se utiliza para la resolución de problemas. Esta reacción a su vez implica un deterioro del funcionamiento cognitivo.

Las consecuencias psicológicas y físicas de la queja

Yael Berdichevsky, docente de la Facultad de Psicología de la Universidad del Desarrollo, se refirió a las consecuencias que el exceso de queja puede generar, afirmando que “las consecuencias podrían ser comenzar con sintomatología ya sea ansiosa o depresiva, como también dificultades corporales como dolores musculares, o problemas intestinales que están asociados a dificultades emocionales”.

Por su parte, el director de la carrera de Psicología de la Universidad de Las Américas, Luis Pino, declaró que, desde el punto de vista físico, “lo primero que vamos a encontrar una persona que está siempre centrado en los aspectos negativos, por lo tanto, como un insumo para quejarse, va a ser una persona que va a estar siempre alerta, bastante vigilante, que está asociado sin duda a la ansiedad y el estrés”.

“Va a ser una persona que se va a sentir más agotado y más cansado, el sistema inmunológico no va a funcionar apropiadamente y, por lo tanto, queda preso de enfermedades asociadas, enfermedades endocrinas y enfermedades cardiovasculares. Vamos a encontrar tensión muscular, por lo tanto, la persona va a tener dificultades para conciliar el sueño, porque, en definitiva, está hiperactivado y estas dificultades de conciliar el sueño también van a producir un círculo vicioso y va a generar una serie de otras problemáticas desde ese nivel”, añadió Pino.

En el ámbito organizacional, Alejandra Araya, gerenta de Reclutamiento y Selección de Grupo de Empresas Teamwork, advierte que “la queja crónica no solo repercute negativamente en el bienestar individual de los colaboradores, sino también en la dinámica general de las organizaciones. A nivel personal, esta tendencia tiene un impacto psicológico importante, perpetuando altos niveles de estrés y frustración que reducen la capacidad de resolver problemas de forma efectiva”.

Araya menciona que “si no se aborda a tiempo, puede derivar en condiciones más severas como burnout, ansiedad y una profunda desmotivación. También tiene consecuencias físicas, ya que el estrés sostenido puede provocar fatiga crónica, insomnio y problemas musculares o gastrointestinales, afectando significativamente la calidad de vida”.

Consejos para enfrentar la queja

Ante la consulta de consejos para enfrentar la queja, Araya señala que “superar esta tendencia requiere un cambio consciente y constante en la actitud. Un primer paso es desarrollar la autoconciencia, identificando las situaciones o emociones que detonan las quejas para abordarlas de manera más constructiva. Reformular pensamientos también es esencial: en lugar de centrarse en el problema, buscar soluciones y preguntarse ¿Qué puedo hacer al respecto? fomenta un enfoque más positivo”.

Además, indicó que “prácticas como desarrollar la gratitud, reflexionando sobre los aspectos positivos del día a día, pueden ayudar a contrarrestar la negatividad. A nivel interpersonal, es importante aprender a expresar necesidades de forma asertiva y trabajar en una comunicación efectiva que facilite resolver conflictos sin caer en la queja. Finalmente, para aquellos que encuentran dificultades para salir de este patrón, buscar apoyo profesional, como un psicólogo laboral o un coach, puede ser clave para trabajar en herramientas que les permitan gestionar sus emociones y mejorar su bienestar”.

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