Entrevistas
17 de Diciembre de 2021Hermógenes Pérez de Arce: “Algunas veces la señora Lucía fue más partidaria mía que de don Augusto”
En junio de 2019, Hermógenes Pérez de Arce no dudó ni un segundo en acceder a dar esta entrevista, pensando en el día en que fallecería Lucía Hiriart. Aseguró que se había quedado solo en su batalla por defender lo que él llama “gobierno militar” y que igual de solitaria dejaron a la difunta de Pinochet. Aquí, recordó los almuerzos en la casa de Los Boldos, la vez en que el dictador lo tildó de “traidor” y la influencia que podría haber tenido Hiriart en su marido.
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El periodista y abogado Hermógenes Pérez de Arce no entrega ambigüedades en sus declaraciones. Defensor acérrimo de la dictadura, dice que Pinochet será recordado como “uno de los mejores presidentes del siglo XX” y sus dichos son tan polémicos, que con el tiempo ya han perdido el efecto de sorpresa. Negación a las violaciones a los D.D.H.H, y amistades con presos de Punta Peuco son un regular en la vida de Hermógenes.
Cuando murió Lucía Hiriart este jueves 16 de diciembre, declaró rápidamente a los medios que “fue una gran mujer que acompañó mucho a su marido”. En esta entrevista realizada en junio de 2019 a sus 84 años y pensada para el día en que ella partiera, entrega detalles de su relación con la viuda del dictador, su carácter y -aunque no lo dice directamente- deja entrever la gran influencia que pudo haber ejercido sobre su marido.
–¿Cómo fue su acercamiento a la familia Pinochet?
-Los conocí a todos, pero posteriormente al 11 de septiembre. Algunas veces se enojaban conmigo, otras veces teníamos diferencias de opinión, pero yo era partidario del gobierno militar. En una oportunidad me clausuraron el diario por tres días como sanción, porque en ese gobierno no había censura previa pero sí había posterior, si uno se salía de la línea.
“La señora Lucía fue siempre muy partidaria a mí, de lo que yo opinaba. Algunas veces fue más partidaria mía que de don Augusto, por ejemplo, cuando sacó a Carlos Cáceres de Hacienda el 1984 y yo estuve en desacuerdo. Puso a Luis Escobar Cerda que era un tipo intervencionista, más bien de centroizquierda, cambió la política económica, así que en ese tiempo me pasé a la oposición, en lo económico y la señora Lucía se pasó conmigo, porque ella me daba la razón. Incluso, en ese período, que fue muy difícil para el gobierno, porque estábamos en plena crisis, ella organizó un seminario de Centros de Madres en el Edificio Diego Portales con una cantidad enorme de señoras y señoritas, para que yo les diera mis opiniones político-económicas, que eran críticas de la política que en ese momento estaba adoptando el gobierno. Me hizo este tremendo seminario para que yo criticara la política económica del gobierno de su marido. Eso fue muy pintoresco, yo se lo agradecí mucho. Ella siempre fue muy amable conmigo”.
-Pero los conocía personalmente
-Nunca tuvimos un trato como familiar o una relación de amistad estable. Ellos me convidaban a Los Boldos, que era la parcela que se compró cerca de Santo Domingo, a tomar té. También a almorzar y conversábamos. Yo le informaba de cosas que él no sabía, cosas que él creía saber. Una vez le pregunté “¿es cierto que usted dijo que no se mueve una hoja en el país sin que usted lo supiera?” y me respondió “puedo haberlo dicho”.
–Entonces se puede considerar que, si iba a su casa, eran cercanos.
-Sí, sí. Ellos me agradecían mucho porque yo defendía al gobierno militar y lo seguí haciendo después, que no lo ha hecho casi nadie más.
-¿Cómo definiría usted a Lucía Hiriart?
-La definiría como una mujer de carácter, de ideas muy definidas, de fuerte personalidad. O sea, ella trata de imponer su punto de vista y creo que eso en el gobierno fue importante, debe haber inspirado bastantes decisiones. Una vez me llamó el locutor Patricio Bañados, del canal 9 en ese tiempo, del noticiario de la Universidad de Chile. Me dijo que lo habían despedido y que no sabía por qué. Yo traté de averiguar y personas amigas que tenían autoridad en el canal me dijeron que cada vez que nombraba a la señora Lucía se reía. Entonces, es probable que a ella le dijeran “mire este tipo se está riendo de usted”. Yo creo que eso podría haber incidido en que despidieran a Patricio Bañados. En esas cosas ella puede haber tenido algún rol, tenía influencia.
-¿Cuál era la importancia de su figura en el momento?
-Bueno, hablando en broma, era la señora que mandaba al presidente, porque ella tenía influencia sobre su marido y él la tenía muy en cuenta para todos los efectos. Todo esto yo lo supe antes del 11 de septiembre de 1973 porque se dio la casualidad de que un primo de mi mujer era muy amigo de don Augusto y la señora Lucía cuando él era oficial del Ejército y se veían bastante seguido. Entonces en el año 72, cuando estaban las cosas empeorando, me acuerdo de que nos contaba que la señora Lucía le decía a Pinochet “ustedes tienen que hacer algo, esto no puede seguir, ustedes tienen que preocuparse por el país”, y ¿qué decía don Augusto? nada, no decía nada. Era muy discreto, pero ella sí estaba muy preocupada de que los militares no hicieran nada viendo lo que pasaba en Chile.
-¿Y cómo era socialmente?
-Muy amable, muy fina en sus expresiones, muy cuidadosa, muy atinada, nunca decía nada fuera de lugar. Una persona muy amable, así la definiría yo. Ella tenía mucha influencia en las determinaciones de él, en el sentido de que le manifestaba su parecer en todas las cosas. Pinochet en la medida que podía la tenía muy en cuenta.
-Ella tuvo primos y familiares que fueron arrestados por estar en contra del régimen y en vez de ayudarlos, llamó a su tío Jorge y le dijo “tú criaste a tus hijas así”. ¿Usted cree que Lucía Hiriart podía ser más dura que Pinochet?
-Eso no sé, lo que pasa es que ella sufrió cosas bastante…(se interrumpe) Desde luego en los primeros días después del 11 Pinochet no recibió ningún disparo y ella en su casa sí. Cosa que él no se había imaginado y un día le dicen, “oiga están disparando contra su casa”. Llamó apresuradamente a César Raúl Benavides, el general que estaba a cargo de las fuerzas y le pidió que protegieran su casa, que quedaba en la calle Laura de Neves. Ella tenía un feeling del peligro tal vez más acentuado que él, que estaba protegido como Comandante en Jefe. Ahí rodearon la casa e impidieron el tránsito en toda la manzana. En ese sentido, ella pudo haber captado mejor lo que estaba realmente pasando, en comparación a lo que captaban los altos jefes que estaban separados de la realidad callejera de ese momento.
-¿Alguna anécdota que tenga de su pasado?
-Yo recuerdo haberle llevado de regalo libros a don Augusto, en algunas ocasiones. Haber almorzado con ella y tomado té en Los Boldos. Yo les contaba cosas que yo sabía por mis investigaciones. Les contaba declaraciones de un oficial que habían tratado de echarle la culpa a Pinochet de lo que había pasado en Antofagasta y no tuvo nada que ver, no tenía idea. Entonces ella decía “¿El “caballito” dijo eso?”. A este oficial le decían así. Yo le dije que, en el proceso, él había declarado que había recibido la orden de Arellano de matar a los 16 que asesinaron en Antofagasta. “Pero ¿cómo el caballito pudo haber dicho eso si es gran amigo nuestro?”. Para que vean como son los amigos.
-Entonces según usted Pinochet no sabía todas las hojas que se movían…
-No tenía ni idea de lo que estaba haciendo Arellano, en realidad Arellano es inocente, igual que Pinochet, él tampoco tenía idea lo que estaban haciendo. Un fulano fue y sacó a 16, los llevó a un lugar en el desierto y los mató. Eso fue un hecho consumado, fue un desastre publicitario. Esta misma persona después hizo lo mismo en Calama, al día siguiente. Y ahí se vino a enterar Arellano de lo que había pasado en Antofagasta la noche anterior, y en La Serena el día anterior al anterior. En Laja, en el año 79 aparecieron numerosos cadáveres enterrados en un fundo y nadie sabía de eso. Un juez cuidadoso investigó y precisó todas las responsabilidades. Aplicó la amnistía, porque había sido un oficial que había matado a esas personas sin decirle a nadie y había enterrado muchos cadáveres. Pero la familia por lo menos recuperó los restos y supo el destino de sus deudos. En Lonquén lo mismo. Unos Carabineros de baja graduación mataron a una docena y los enterraron en unos hornos de cal. Nadie sabía de eso, se supo cuando yo estaba en La Segunda el año 78. Bueno, la historia es así.
-¿Y usted en su momento criticó este actuar que, por lo que me dice, no cree que Pinochet estuviera involucrado?
-Cuando se informó supimos lo que había pasado. Ahí tomaron una muy mala decisión. Pidieron que les dijeran dónde estaban personas que hubieran muerto y que la junta no sabía. Se hizo una recolección de datos. Desenterraron a los que habían matado y ahí tomaron una muy mala decisión que fue tirarlos al mar. Fueron en Calama al desierto, sacaron todos los restos… eso me lo contó el que lo hizo, que era un oficial de apellido Minoletti, que ahora está condenado. La orden superior fue tirarlos al mar, para ocultar lo que había pasado. Eso es un disparate. Debieron haber aprovechado la confesión general y devolver los restos a la familia y todo eso.
-¿Y Pinochet fue el que mandó a tirarlos al mar?
-Eso pasó cuando él era presidente de la junta y la junta tiene que haber acordado eso. Tratando de evitar que se repitieran episodios como los que se habían producido en Lonquén, Calama, Paine, Laja.
Tras el retorno a la democracia
–Con todas las cosas que han salido a la luz, ¿qué opina usted de Cema Chile, el gran proyecto del que estuvo a cargo Lucía?
-Estos centros de madres tuvieron su origen en doña Graciela Letelier de Ibañez, del general Carlos Ibáñez, pero doña Lucía le dio una significación mucho más extensa y con mucho más de llegada a la gente. En ese sentido ella se movió mucho por todo el país y organizó bien a las mujeres de los uniformados. En el aspecto político trataban de conquistarle adhesión al gobierno, ahora de los manejos financieros, eso ha quedado aclarado. Soy amigo del abogado de ellos, Víctor Manuel Avilés y tengo entendido que todo eso quedó aclarado. Acá en Chile hay dos clases de juicios, la prensa que dice una cosa y los juicios por tribunales que generalmente terminan en otra cosa. Esas declaraciones de que se había apropiado de una plaza y todo eso, no tenían fundamento.
–¿Qué pasa con Lucía Hiriart luego de que muere Pinochet? Porque ella perdió mucho en el sentido de que ya no tenía el respaldo de su marido.
El ejército le quitó una serie de prerrogativas que tenía como ex comandante en jefe, tenía un grupo de protección. Después ha venido todo el lío de la sucesión, en que no tienen plata… Cuando empezó todo este lío del Riggs, se reunió un grupo de amigos de Pinochet y le juntaron todo lo que le pedía impuestos internos que pagara, que eran como 11 millones de dólares en impuestos y los pagaron. Eso se lo aportaron personas de buena posición que siempre lo apoyaron, empezando con Hernán Briones, el propio Agustín Edwards, esos son los avatares que tiene la señora hoy día. En el fondo está sin plata y con el riesgo de perder todo lo que dejó Pinochet.
–¿Usted cree que Chile se ha olvidado en Chile de Lucía Hiriart?
-No, porque la prensa de izquierda la ataca periódicamente y la mantiene en primer plano. La han convertido en un personaje a repudiar por parte de la audiencia y el público, en ese sentido no se olvidan de ella. Siempre veo alguna canallada que publican sobre ella, un insulto o alguna barbaridad. Así que, de olvidarse, no se han olvidado y la KGB tuvo un logro muy grande, que fue demonizar a Pinochet en todo el mundo. Yo en mi modesta medida lucho contra eso, porque creo que Pinochet va a ser el principal presidente del siglo XX en 50 años más.
Apoyo a Kast
-Volviendo al presente, usted ha apoyado a Kast, ¿piensa que es una nueva esperanza para estos valores en los que usted cree y manifiesta?
-Sí, es el mejor candidato desde mi punto de vista, sin duda. Pero tuve una desilusión con la declaración de principios del Partido Republicano, porque yo creí que iba a diferenciarse de los otros partidos de derecha, como RN y UDI, e iba a incorporar lo que ellos habían suprimido en su declaración de principios, que es un reconocimiento al gobierno militar. No lo incluyeron.
-¿Usted es más extremo que Kast?
-Yo conozco mejor la verdad que Kast, no sé si eso se llame extremo. Yo creo que el gobierno militar fue un gran gobierno con el cual Chile tiene una gran deuda, que Augusto Pinochet fue el gran presidente del siglo XX para bien de Chile, ese es mi punto de vista y Kast dice algo parecido pero de repente lo oigo diciendo “yo siempre he criticado las violaciones a los DDHH”, dejando entrever que pudo haber sido una política del gobierno, en eso no estoy de acuerdo, no fue una política de su gobierno.
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