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27 de Febrero de 2022

“El trabajo es dignidad”: La Fundación Tacal y su cruzada para la inclusión laboral de personas con discapacidad

En la imagen se ve a los costados a cuatro personas que fueron capacitadas por Fundación Tacal, y al medio Andrea Zondek, presidenta de la organización que busca la inclusión laboral de personas en situación de discapacidad.

Fundación Tacal prepara a personas en situación de discapacidad para ubicarlas en el mundo laboral. "Hay una diferencia en mirar a una persona desde la pena que mirarla desde la dignidad y el derecho. Son dos enfoques distintos", comenta Andrea Zondek, directora y fundadora de la institución. Ésta es la historia de este proyecto que existe desde 1985.

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Por ese entonces, en 1985, Andrea Zondek, actual presidenta de Fundación Tacal, trabajaba como terapeuta ocupacional en un hospital público de Santiago. Entonces se le ocurrió una idea: realizarle un seguimiento a las personas que tuvieron procesos de rehabilitación en el hospital y que habían sido dadas de alta. La sorpresa, cuenta, fue tremenda

“Llegué a las casas de los ex pacientes y el cien por ciento estaba con depresión, no ocupaban sus prótesis. La cantidad de recursos económicos y humanos destinados a la rehabilitación de las personas, por ejemplo, de un amputado, era enorme, y el resultado era terrible. La depresión en sus casas era tremenda”, dice Andrea Zondek a The Clinic. 

Luego de realizar esas visitas, volvió al hospital donde trabajaba y decidió presentar de inmediato su renuncia a su jefa. Una idea se estaba gestando en su mente. Después, relata, fue a hablar con el director: “Le dije que su departamento de medicina física y rehabilitación no valía nada. Él se levantó muy enojado y me dijo ‘usted arriesga desvinculación’. Yo le dije que ya había renunciado. ‘Usted no saca nada con armar políticas de rehabilitación detrás de un escritorio, levántese de ese asiento’ le dije”. 

Andrea Zondek

Ese día, Andrea comenzó una travesía que derivó en Fundación Tacal, y que continúa vigente hoy, 37 años después. La fundación posee como objetivo principal lograr la inclusión en el mercado laboral de personas en situación de discapacidad a través de talleres de capacitación. En su sitio web destacan que gracias a la labor de Tacal “más de 2.700 personas con discapacidad hoy cuentan con un trabajo”, convirtiéndose así “en el Centro de Formación para el Trabajo con la mayor experiencia de Latinoamérica dirigido a personas con discapacidad”.

Luego de renunciar al hospital, Andrea se dirigió a Caritas Chile, donde el sacerdote italiano Baldo Santi la recibió. Allí logró un financiamiento importante, pero aún faltaba. “Me llama Baldo Santi y me dice ‘Andrea, llegaron las platas, ¿cuál es el aporte nacional?’. A mí nadie me había dicho el aporte nacional, y le pedí que me esperara 48 horas. Ahí me fui al Hogar de Cristo. Me preguntaron si tenía audiencia, y que si no tenía no había posibilidad. Yo ni siquiera sabía lo que significaba una audiencia”, cuenta hoy. 

Se sentó en la vereda junto a las personas que pasaban la noche en las dependencias del Hogar de Cristo, y mientras se preguntaba qué hacer, vio que un auto iba saliendo del interior del establecimiento. 

“Yo me paro delante del auto y le digo: ‘perdón, ¿usted será el presidente del hogar?’. Le pedí diez minutos de su tiempo, y hablamos más de una hora. Él se enamoró del proyecto y preguntó qué necesitaba. Yo le dije ‘necesito un inmueble’. Me miró y dijo que tenía uno que acababa de ser desocupado, que si quería verlo. Le dije que no lo quería ver, que por qué no íbamos a jurídico a ver un comodato por diez años. Ese día yo salí con el comodato en la mano”, recuerda Andrea. 

El trabajo como sinónimo de dignidad para personas con discapacidad

Los comienzos de Tacal, cuenta Andrea, se basaron en el “aprender haciendo”, pues no existía metodología alguna para poder realizar el proyecto que tenían en mente. “Lo que hicimos en Tacal en esa época fue soñar que las personas con discapacidad podían tener un camino diferente, podían desarrollar competencias y dependía de nosotros buscar el trabajo de acuerdo a las competencias de esa persona. Todo el mundo me decía que yo estaba absolutamente loca, entonces empecé a buscar oportunidades laborales de otra manera”. 

Los primeros pasos consistieron en ir a las empresas y explicarles que tenía un grupo de trabajo que ofrecía servicios de outsourcing. Pedía, por ejemplo, que les pasaran bolsas de basura para que el equipo las envasara, y luego la empresa evaluara la calidad. 

“Cuando volvimos, ellos las revisaron, estaban súper de acuerdo con la calidad, y yo los invité a ver quién había hecho el trabajo. De esa manera empezamos a mostrar que las personas con discapacidad, independiente de su discapacidad, cuando recibían una buena formación lograban incorporar competencias para que después puedan desarrollarse”, cuenta Andrea, quien por sus labores fue reconocida con el Premio Mujer Impacta en 2014. 

Rodrigo en su trabajo. Foto: Fundación Tacal

Hoy, comenta, cuentan con 2.700 personas con discapacidad trabajando con contrato indefinido. “Lo interesante es que no son cargos puntuales de dos meses. Todos ellos tienen más de un año de trabajo. Nosotros al año dejamos de hacer el seguimiento, porque no podemos seguirlos a todos, pero tienen permanencia en su puesto de trabajo y muchos de ellos ascienden”. 

El poder trabajar, asegura Andrea, implica mucho más que llevar las “lucas” a la casa a fin de mes. 

“Una de las grandes dificultades que tienen las personas con discapacidad es la soledad, porque nuestra sociedad todavía discrimina mucho. Tú en general sales con tu familia, pero tú no vas a tomarte un helado con un grupo de amigos. ¿Dónde armas el grupo a los 30 ó 40 años? Lo armas en la pega. Todos tenemos sueños de la casa propia o aportar en la casa, pero todos tenemos derecho a tener nuestros sueños. Y ahí el trabajo es vital. El trabajo es dignidad, es tener una razón para levantarte en la mañana. El trabajo tiene que ver con desarrollo profesional y también desarrollo personal. Tiene que ver con hacer las cosas bien”, dice Andrea. 

Y añade: “Yo siempre le pregunto a la gente, ¿ustedes se imaginan lo que es levantarse con toda la familia, tomar desayuno, que cada uno se vaya, uno a la escuela y otros al trabajo, y yo me quedo en la casa? Cuando vuelven y comemos todos juntos, ¿de qué hablo yo? Yo no tengo vida si después de la escuela o una formación no continúo con un empleo. El empleo es dignidad, pero es participación. Es cuando yo me transformo de niño a adulto, de persona independiente a persona autónoma. En una persona que puede tener sueños, y que puede concretarlos. Todo eso es el trabajo, es mucho más que llevar el sueldo al final del mes a la casa”. 

La inclusión como derecho

En comparación a 1985, cuenta Andrea, la inclusión de las personas en situación de discapacidad en Chile hoy es mucho más positiva

“De hecho ahora tenemos ley. Una ley que obliga a toda empresa que tenga 100 o más trabajadores a tener el 1% de personas con discapacidad contratados. Y eso es un cambio radical. De hacerle un favor a la persona con discapacidad, ahora es la persona con discapacidad la que viene a trabajar a la empresa para que yo no tenga que pagar una multa. El concepto cambió, y eso claramente es un beneficio. Y hoy en día además hay otra ley que tiene que cumplirse a partir del primero de noviembre de 2022, que obliga a esa misma empresa de 100 o más trabajadoras a tener un experto en inclusión laboral de personas con discapacidad en el área de recursos humanos. Se va armando algo totalmente distinto a cuando yo partí en 1985. Hoy hay derechos, y por lo tanto evidentemente es muy distinto”. 

Sin embargo aún quedan otras metas por cumplir, asegura, y una de ellas tiene relación con que la inclusión sea algo que se garantice antes de la llegada al mundo laboral: en lo estudiantil

Integrante de Fundación Tacal en su trabajo. Foto: Fundación Tacal

“Yo creo que los temas de inclusión deben partir en la educación. Nosotros tenemos una ley que se llama Ley de inclusión escolar, sin embargo esa ley dice que todo niño que postula a la escuela habiendo cupo, debe ser aceptado. Salvo que tenga discapacidad. Ahí tú puedes decir que ese niño no puede ingresar. Y eso habla de una exclusión terrible, porque lo que debe hacer una inclusión escolar es aceptar al niño y buscar cómo le damos los apoyos que el niño necesita para aprender igual que el resto”. 

Varias de las concepciones que existen en Chile respecto a las personas en situación de discapacidad, dice Andrea, tienen su origen en la perspectiva con la que se observa la discapacidad en el país. 

“El conocimiento de la discapacidad en Chile parte con la Teletón, y la Teletón, siendo una institución relevante en lo referido a rehabilitación, nos ha enseñado a mirar con pena a la persona con discapacidad. Yo una vez lo hablaba con Mario Kreutzberger y le preguntaba por qué esta forma, y él me decía ‘dime alguna otra manera para hacer que la gente se levante y vaya a depositar si no le muevo la guata’”. 

Eso quedó instalado en Chile, dice Andrea. Mirar a la discapacidad desde “la guata” y no desde el derecho. “Todas las convenciones, toda la legislación, hoy hablan de un enfoque basado en el derecho. Y ya no podemos seguir mirando a nadie, no sólo a las personas con discapacidad, desde la pena”. 

Arturo, integrante de Fundación Tacal, en su trabajo. Foto: Fundación Tacal

“Hay una diferencia en mirar a una persona desde la pena que en mirar a una persona desde la dignidad y el derecho. Son dos enfoques distintos. Cuando lo miramos desde la pena no estamos pensando en una política pública que beneficie y que apoye. Es cómo la pena te limita. Yo siempre le digo a la gente que la caridad y la sobreprotección es una violación al derecho humano de la persona, porque ese enfoque impide que tú te desarrolles. Impide que tú generes herramientas para poder avanzar y ser una persona diferente y con nuevas oportunidades en la vida”, añade Andrea. 

Actualmente, la fundadora y directora de Tacal señala estar contenta con todo lo que han logrado en la fundación. Están construyendo una nueva sede en la comuna de Independencia, donde buscarán capacitar a más de mil personas al año. Su sueño a futuro ya lo tiene claro:

“¿Cuál es mi sueño? Tener que cerrar la fundación porque ya no nos necesitan. Cuando sea tan natural el proceso de inclusión laboral que ya no tenga que existir la fundación. Ese sería mi mayor sueño”. 

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