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Opinión

7 de Marzo de 2022

Columna de Yenny Cáceres: Mujeres en el cine: contra el olvido

“Estamos en el mapa”. Eso, que puede parecer una obviedad, no lo es en el caso de las mujeres en el cine.

Yenny Cáceres
Yenny Cáceres
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“Mi juventud, mi falta de experiencia, mi sexo, todo conspiraba en mi contra”. Esto fue escrito en sus memorias por Alice Guy, la primera mujer cineasta de la historia, pionera del cine de ficción, recordando sus inicios, a fines del siglo XIX. Pero podría haber sido escrito por cualquier directora de cine, en cualquier lugar del mundo, incluso ahora. El Nunca más sin nosotras llegó para quedarse en el cine tras una larga historia de olvidos.

Como nunca, las mujeres directores han triunfado en la última temporada de premios. El último Oscar fue para Chloé Zhao por Nomadland, Julia Ducournau ganó la Palma de Oro en Cannes con su provocativa e inclasificable Titane (disponible en Mubi), y los festivales de Venecia y Berlín también premiaron a mujeres: la francesa Audrey Diwan (Happening) y Carla Simón (Alcarràs), quien además se convirtió en la primera española en ganar esta competencia. El circulo virtuoso lo podría cerrar Jane Campion, si a fines de marzo su película El poder del perro gana el Oscar a Mejor Película.

Hito tras hito. Pero no hay que enceguecerse con estos triunfos. Tras ganar la Berlinale, la cineasta catalana Carla Simón, con la cabeza fría pese a su premio, describía así el nuevo escenario para las mujeres directoras: “Las cifras no son aún buenas, aunque estamos en el mapa y nuestras historias interesan. Eso sirve a que las que vayan detrás, ya no duden de que pueden hacer cine”.

“Estamos en el mapa”. Eso, que puede parecer una obviedad, no lo es en el caso de las mujeres cineastas. El olvido sistemático al que fue condenada Alice Guy es uno de los aspectos más sorprendentes –e indignantes– que aparece al leer sus Memorias 1873-1968, editadas por primera vez en español por la editorial chilena Banda propia. La figura de Guy salió a la luz masivamente gracias al documental Be Natural: The Untold Story of Alice GuyBlaché (2018), de Pamela B. Green, que con un atractivo montaje y en clave detectivesca repasaba los principales hitos de su carrera y mostraba cómo fue borrada, una y otra vez, de la historia del cine. Una historia, por supuesto, escrita mayoritariamente por hombres.

Curiosa paradoja para una mujer que se topó con la Historia y que hizo Historia (así, con mayúsculas). Porque Alice Guy estuvo en el nacimiento mismo del cine, en esa primera proyección del cinematógrafo de los hermanos Lumière en 1895, en París. Porque convenció a su jefe, Léon Gaumont, de que este nuevo invento se podía convertir en un buen negocio. Porque fue la primera en comprender que el cine podía servir para contar historias. Relatos sencillos, sin mucha ambición, como el de un hada que planta repollos de los cuales nacen niños. Ese es el argumento de su debut como directora, El hada de los repollos (1896), que hoy se considera como el primer film narrativo de la historia. 

Tras ganar la Berlinale, la cineasta catalana Carla Simón, con la cabeza fría pese a su premio, describía así el nuevo escenario para las mujeres directoras: “Las cifras no son aún buenas, aunque estamos en el mapa y nuestras historias interesan. Eso sirve a que las que vayan detrás, ya no duden de que pueden hacer cine”.

Guy pasó de secretaria a jefe de producción de Gaumont y luego fundaría su propio estudio cinematográfico, Solax, en Estados Unidos. Pero ni eso, ni haber filmado cerca de 700 películas (todavía es un rompezabezas reconstruir su filmografía), le permitieron ingresar en la historia. Décadas más tarde, con espanto, Alice comprobó que sus películas fueron atribuidas a sus colaboradores o a empleados de Gaumont que ni siquiera conoció. En sus memorias cuenta que tuvo que convencer con documentos a George Sadoul, autor de una canónica Historia del cine mundial (1946), de la autoría de sus primeras películas. Murió casi olvidada y sus memorias se publicaron ocho años después de su muerte.

En sus memorias ocupa un capítulo especial su infancia, y los dos años que pasó en Valparaíso, cuando era una niña de apenas cuatro años. Su familia era francesa y llevaba varios años instalada en el puerto. Su padre era dueño de una cadena de librerías en Valparaíso y Santiago, y sus hermanos habían nacido en Chile. Cuando quedó embarazada de Alice, su madre quiso que naciera en Francia. A los tres años, viajó a reencontrarse con su familia, y sus primeros recuerdos de Chile, en un viaje en barco atravesando el estrecho de Magallanes, son como el relato de sus primeras películas, con apariciones de hadas, osos y animales fantásticos.

Más de cincuenta años después, en esos mismos cerros de Valparaíso que Alice Guy atesoraba en su memoria, nacía Valeria Sarmiento, una de las cineastas chilenas más importantes de la historia. Y una pionera, al igual que Alice. Una de las primeras mujeres en Chile que estudió cine en la universidad y que ha hecho una carrera con todo en contra también. Primero, al soportar las dificultades de un país machista. Luego, al hacer carrera tras su exilio, en Francia, y bajo la sombra de su marido, un genio como Raúl Ruiz.

No era fácil, pero Valeria Sarmiento, de algún modo, ha tomado la posta que dejó Alice Guy y una estela de directoras que siguen siendo desconocidas para una gran mayoría. Desde la Agnès Varda de Cléo de 5 a 7 (1962), precursora de la Nueva Ola Francesa, a la apuesta por un cine independiente de Barbara Loden en Wanda (1970) y el cine intimista de Márta Meszaros en Adopción (1975). Eso, por nombrar algunas.

“Estamos en el mapa”. Eso, que puede parecer una obviedad, no lo es en el caso de las mujeres cineastas.

Un libro publicado hace pocos meses, Una mirada oblicua: el cine de Valeria Sarmiento (Ediciones UAH), editado por Bruno Cuneo y Fernando Pérez, el primero dedicado a su obra, justamente viene a inscribir a Sarmiento en la historia. Son diversos ensayos que intentan aproximarse a su cine, principalmente desde las teorías feministas. Lo más sorprendente, al revisar su filmografía es el carácter vanguardista del cine Sarmiento, una adelantada que desde el documental o la ficción, siempre ha sido una feminista que no necesita declararse como tal.

La mujer siempre ha estado en el centro de su cine, en que un melodrama a lo Corín Tellado (Mi boda contigo, 1984) puede ser una eficaz herramienta para disectar los roles de género, y la ironía, la mejor forma para abordar el machismo, como en uno de sus mejores trabajos, el documental El hombre cuando es hombre (1982, disponible en la plataforma del Festival de Cine de Valdivia). Filmado en Costa Rica, fue un encargo de la Televisión Alemana y la cineasta, una aguda observadora, les dijo a sus entrevistados que estaba haciendo un documental sobre el romanticismo latinoamericano. Así, logra unos testimonios increíbles, como el de un hombre que cuenta sin inmutarse que tiene tres casas, o sea, tres mujeres. Es un verdadero tratado sobre el machismo, y uno de los orgullos para su realizadora es que hasta ahora se muestra en las universidades de Estados Unidos para estudiar el machismo.  

El próximo proyecto de Valeria Sarmiento, Detrás de la lluvia, un largometraje de ficción que ganó uno de los montos más altos del Fondo Audiovisual, se ambienta en su ciudad natal. Es una hermosa sincronía que, después de muchos años, la cineasta vuelva a rodar a Valparaíso, el mismo que Alice Guy, ahora redescubierta como una precursora del cine, nunca olvidó.

*Yenny Cáceres es periodista y autora del libro Los años chilenos de Raúl Ruiz (Catalonia-Periodismo UDP), ganador del Premio Escrituras de la Memoria 2020.

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