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Entrevista Canalla

18 de Marzo de 2022

Fernando Lasalvia y su vecino Boric: “Me da la impresión que el Presidente usa cremas; tiene manos muy agradables al tacto”

Junto a este periodista y cineasta recorrimos el Barrio Yungay, hoy zona presidencial. Él vive hace un tiempo en este territorio de moda e incluso ya se encontró con Boric. Aquí habla de política, del sistema, de los mapuches, de las manos del Presidente y se refiere a la propaganda electoral que hizo para Eduardo Artés.

Por

Fernando Lasalvia, periodista y cineasta, un hito del periodismo sarcástico, figura rutilante del C.Q.C. más legendario, el del 2005-2007, el notero que jamás difundió una carcajada, un profesional que figuró siempre facialmente apesadumbrado, el documentalista hondo que detalló el hambre y las vejaciones a los marginados en el elogiado documental “Distancia Social” (2020), en fin, este flaco, apodado El Flaco por razones huesudas, días atrás se introdujo en una disquería y de inmediato se topó con el Presidente de la República

-Boric- le dijo, con naturalidad.

Y Boric, Su Excelencia, lo miró atónito. Los de seguridad tal vez se palparon el revólver. Los de seguridad tal vez suponían que allí había aparecido un anarquista que escondía la dinamita en el bolsillo. Boric, a su vez, con gestos de cordialidad asustada, respondió apenas. Boric no veía aún al notero quijotesco, al del terno negro, anteojos negros, al de estética Manhattan. Boric, según relata Fernando, vio “a un espantapájaros que había ido a comprar el pan en short”

Este flaco, apodado El Flaco por razones huesudas, días atrás se introdujo en una disquería y de inmediato se topó con el Presidente de la República. -Boric- le dijo, con naturalidad.

-Entonces- recuerda Fernando- me saqué la mascarilla y el Presidente me reconoció…

https://www.instagram.com/p/CZ92elmOy5-/

-¿Se conocían?- indagamos.

-Sí. Yo había estado con él en Punta Arenas, acompañándolo cuando fue a votar, haciendo una nota. Compartimos un avión.

En aquella oportunidad, tuvieron un intercambio distendido y Fernando Lasalvia, si bien ideológicamente no luce el mismo color que Gabriel, pues piensa que Gabriel forma parte de la izquierda simpática pero con rastros de la Concertación, le dio el rótulo de Buena Onda al mandatario.

Y ocurrió que en la disquería Boric portaba, bajo su brazo tatuado, el disco Adiós Sui Géneris. Fernando portaba, bajo su brazo tatuado, cinco marraquetas. Conversaron. Fernando no recuerda con exactitud el tenor del diálogo: fue, a fin de cuentas, la conversación íntima de dos personas sorprendidas. O de dos personas sencillas enfocadas por los guardias. Una risa. Un apretón de manos. Una foto. El olor del pan. Un diálogo: 

-¿Todo bien?

-Todo bien. Supe que saliste electo.

-Claro. Jajaja.

-Jajaja.

Y ocurrió que en la disquería Boric portaba, bajo su brazo tatuado, el disco Adiós Sui Géneris. Fernando portaba, bajo su brazo tatuado, cinco marraquetas. Conversaron.

Pero al despedirse cruzaron la información clave, recuerda Fernando.

-¿Y qué haces por acá, Gabriel?

-Arrendé una casa… ¿Y tú, compadre?

-¡Puta, huevón, yo vivo acá!

-¡Noooo!

-¡Sííí!

-Jajaja…

-Jajaja…

Una foto de ambos fundidos en un abrazo se difundió por redes sociales. Boric se despidió enarbolando su saludo de rock, el gesto de Ozzy, los tres dedos alzados: meñique, índice y pulgar, el saludo que ocupa en off. 

Se dieron la mano efusivamente.

-Disculpe- aquí interviene el reportero en mitad del relato-… ¿cómo es la mano del Presidente?

Fernando medita. En una mano hay significados.

-Esponjosa- concluye.

-¿En qué sentido?

-Noté una mano muy suave. Y me permito una infidencia…

-Por favor…

-Me da la impresión que el Presidente usa cremas. Tiene manos muy agradables al tacto. Regordetas tal vez, encantadoras.

Y, otra vez, Fernando retoma la escena. Y recuerda cuando ahí, entre los discos, le habló al Elegido.

-Oye, cualquier cosa que necesites- le dijo-, acá a tus órdenes. 

“Me da la impresión que el Presidente usa cremas. Tiene manos muy agradables al tacto. Regordetas tal vez, encantadoras”

Todo indica que la frase “a tus órdenes” pudo haber quedado retumbando entre ambos. La verdad es que el ciudadano Fernando Lasalvia, desde el 11 de marzo, está formalmente bajo las órdenes de Gabriel Boric. 

Vino otro gesto de afecto.

-Ya, buena- aseguró Gabriel. 

Y esa mañana, en pleno Barrio Yungay, se despidieron sintonizando el código.

-Chao, vecino- le dijo Fernando Lasalvia.

-Chao, vecino- le dijo el Presidente.

El tour Yungay

El 16 de marzo, a las 17 horas, Fernando Lasalvia y el reportero recorren a pie la zona presidencial. “Por aquí, por aquí”, avisa el documentalista y extiende un brazo y señala, inflado de paz interior, o bien como un maestro de ceremonias con visos de hippismo, el barrio del momento.

-Esto es el Barrio Yungay- agrega conmovido, como si hubiese abierto de par en par las puertas que dan al jardín. O las puertas que conducen al nuevo planeta. Al Planeta Yungay. Al Microcosmos de Su Excelencia.

Y enseguida lo que vemos es un conjunto de calles a todo color, los murales, indicios de bohemia, indicios de vida residencial, de brindis, de anonimato, de ferias, de normalidad, de Quinta Normal, de hip hop entonado en la cuneta, el restaurante La Gárgola donde se puede tomar un Pebre a la Copa, palmeras naturales, el almacén Solange, la Coca Cola en botella de vidrio, la marraqueta que cruje. Y por aquí la bandera peruana, por allá la de Colombia. Aroma a Latinoamérica. Aquí los sillones se ponen afuera, el living se instala en la vereda, en la conversación se incluye a los transeúntes. Es un ambiente hiperrealista. Y, en medio de todo, un rubio, con hechura alemana, se aferra al mapa y va comprobando las casas históricas. Y, en medio de todo, una señora, a bordo de una camioneta, frena en seco frente a Fernando Lasalvia en lo que parecía el preámbulo de una puteada. Y grita:

-¡Feñita! ¡Vecino!

-¡Cómo está, vecina!- y Fernando agita el brazo, cruza la calle Maipú sonriendo, con la pose del que está a punto de robar una naranja al del puesto de frutas. Aquí circula el fiado, la deuda anotada con Bic azul. 

Lo que vemos es un conjunto de calles a todo color, los murales, indicios de bohemia, indicios de vida residencial, de brindis, de anonimato, de ferias, de normalidad, de Quinta Normal, de hip hop entonado en la cuneta, el restaurante La Gárgola donde se puede tomar un Pebre a la Copa, palmeras naturales, el almacén Solange, la Coca Cola en botella de vidrio, la marraqueta que cruje.

-¿Hace cuánto vive aquí?- preguntamos a Fernando.

-Hace cuatro años.

-¿Cómo es vivir en la zona?

-El Barrio Yungay es a toda raja… ¡Mira!- advierte Fernando-, éste es el mural dedicado a Ana González, la actriz- y muestra una obra de arte tatuada en la muralla. Y respondemos con un silencio reflexivo. 

-Este es el Museo de la Memoria- dice. Y suspiramos con respeto.

-Este es el pasaje Adriana Cousiño- lanza. Y aplaudimos la arquitectura, las casas de 1915, las casas de gerentes antiguos. 

-Todo esto- continúa con la voz grave- parece que pertenecía a Barros Borgoño. Y luego a su señora, Lucrecia Valdés.  

-El Barrio Yungay es a toda raja… ¡Mira!- advierte Fernando-, éste es el mural dedicado a Ana González, la actriz- y muestra una obra de arte tatuada en la muralla. Y respondemos con un silencio reflexivo. 

Entonces viene otro grito, el código del barrio:

-¡Buena, vecino!- grita un hombre.

-¡Qué cuenta, vecino!- responde Lasalvia y otra vez alza el brazo.

-Perdone- acusa la prensa-, ¿es idea mía o usted aquí es muy popular?

-Todos nos hablamos así, diciendo “vecino” una y otra vez. Ese, por ejemplo, es Juanito, el cuidador de autos. Vive aquí al lado.

Más allá, entre las calles logramos distinguir a un prospecto de zorrón con sandalias. Tal vez un liberal con veraneos en Tunquén.

-¿Hay mucha onda?- preguntamos.

-Sí, obvio, está el cool que se instala en un loft. Pero son menos de lo que se cree.

-¿El Presidente, con todo respeto, tendrá el perfil de un zorrón magallánico?

Fernando camina sin responder. En Yungay no se preguntan esas cosas: el vecino Gabriel es uno más. 

-¿Cuál es la parte mala del barrio? ¿Los precios son abusivos?

Fernando admite que paga poco. 

Fernando admite que comparten la comida.

Fernando relata que casi no tiene gastos. Da de comer a sus dos perros, compra zapatillas en oferta, es feliz, todos se rigen por el entusiasmo y la vitalidad creativa. Incluso, aún cuando impera el veganismo, se hacen asados entre todos. Los vecinos circulan en bicicleta. Toman mate. No están arrugados.

Pero, de pronto, el cineasta se torna melancólico. 

-Como pasa en muchas partes… aquí hay narcos, señor.

-Me tincaba. Da la sensación que nos espían tras las cortinas…

-No es eso. No viven aquí, viven cerca.

-¿Dónde?

-Cerca de San Pablo- murmura misterioso.

“Como pasa en muchas partes… aquí hay narcos, señor”.

-¿Opacan la onda?

-Ahora que llegó el Presidente parece que se están yendo. Hay más patrullas como se puede observar…

En todas las calles captamos patrullas husmeando a los sospechosos, personal policiaco simulando leer el diario.

-Lo raro- acota Fernando- es que estos carabineros están rodeados de murales o rayados anti carabineros. Mira ese…

Fijamos la vista en un carabinero que custodia el sector. Justo detrás de él hay una muralla con una consigna que dice:”Los pacos tienen tetas”.

Y, claro, el carabinero que vigila, turbado, parece doblar la espalda para que no se le destaque el pectoral.

-Estamos cerca…- alerta Lasalvia.

Y, al dar una vuelta, ahí está.

-Esa es la casa del Presidente, señor periodista…

Fachada luminosa, colores vivos, trece dormitorios, nueve baños, nuestra Casa Blanca. Nuestro Palacio del Elíseo. 

-Antes los autos con vidrios polarizados eran de los narcos. Ahora los vidrios polarizados son de los pacos- reflexiona.

Y en ese momento el cineasta y el reportero hacen una pausa y se sientan en un Café. El Café tiene una rutina bohemia, a la inversa: sólo venden cervezas. A partir de las 19 horas empiezan a vender el agua mineral.

-Antes los autos con vidrios polarizados eran de los narcos. Ahora los vidrios polarizados son de los pacos- reflexiona.

El Flaco de la Gente

-¿Le cae bien Gabriel Boric, su vecino?- preguntamos.

-Me cae muy bien. Me parece que es un poquitín amarillo, pero está bien. Mi vecino Boric es como un Claudio Orrego en versión joven- revela.

Y en ese instante lanza una primicia publicitaria:

-Yo hice la propaganda electoral de Artés.

-¿Qué?

-Le tengo mucho cariño al Profesor Artés.

-¿Dispuso de medios para hacerla?

Fernando suelta una carcajada. 

-Éramos mi cámara y yo. Nada más.

-Me cae muy bien. Me parece que es un poquitín amarillo, pero está bien. Mi vecino Boric es como un Claudio Orrego en versión joven- revela.

O, para ser precisos: la cámara, Lasalvia y el Profesor Artés dispuesto a la actuación. Sin plata, sin oficina, amparados en la ocurrencia y animaciones ingeniosas. Y Lasalvia dice: “Artés era el único candidato que podía estar en la calle”. Y luego, con la mirada brillosa, dice: “Artés era el más transparente”. Y luego: “Los jóvenes lo adoran”. Pero entonces, abatido, resume su decepción con el sistema:

-El capitalismo se apropia de los discursos. Ponte tú… si los mapuches fueran secos para el deporte, como pasa con los maoríes en los All Blacks, no serían discriminados.

Agrega, embalado:

-…pero los mapuches no son un elemento capitalista a vender.

Y ahí sucede una conversación en contra del sistema, del capitalismo, de las ramificaciones del cuiquismo. Es un Momento Yungay. Y Fernando cuenta que una vez un conocido le dijo: “Jamás serás director de cine”. Por qué, preguntó el Flaco. “Porque no eres cuico”. Y  ahora Fernando sostiene lo siguiente:

  1. “Todos los directores de cine son más bien de derecha”.
  2. “El mundo de las productoras es súper facho. A mí me echaron de una productora porque eran fachos”.
  3. “En estos  mundos creativos, el bando medio es un atrevido con aro en la ceja, pero al final el que toma las decisiones será un conservador”.  

Respira. Dos sorbos a la cerveza. 

-¿Y con Boric, que tiene humor, cree que vuelva con más intensidad el sarcasmo político?

-Creo que la cosa va por el lado de Internet. Las redes sociales son incorrectas porque son anónimas. Es la democratización del humor.

Felipe Avello, sostiene, es gracioso. Natalia Valdebenito es graciosa. El Club de la Comedia no es gracioso.  A los millennial, sostiene, les aburre el humor. Él no sabe con exactitud qué humor tienen los millennial. Él, bueno, sólo sabe con exactitud que es un artesiano afincado en Yungay (“Un maestro el Profesor Artés”). Es un vecino que está metido en las ollas comunes (“ahora las retomamos”), un documentalista al que no le tiembla el lente (“A los chilenos les sacan la chucha y se siguen riendo, acá impera el humor negro”). Es el Lasalvia del pueblo, el del puño enfurecido, el Flaco de la Gente. 

-¿Cómo se las arregla en términos económicos?

-Me salen huevadas todo el rato.

“A los chilenos les sacan la chucha y se siguen riendo, acá impera el humor negro”.

Vive en formato comunitario. Ama a Ana. Está inserto en la Junta de Vecinos de Yungay. Adoptó un perro abandonado justo el día en que Boric adoptó la banda presidencial (“Se llama Ibra. Por Ibrahimovic, mi ídolo”). Prepara un documental que gira en torno a la música (“Ya entrevisté a Jorge González: un genio”). Y este sábado 19 de marzo, en su Barrio Yungay, cerrarán un pasaje y exhibirán “Distancia Social”, ese vivencial en torno a los más perjudicados por la pandemia.

-Lo veo bien- apunta el reportero.

-Estoy bien, huevón- acota el documentalista.

-Lo veo entero- recalca el reportero.

-Estoy entero, huevón- admite.

Y emprendemos el retorno.

Pasamos de nuevo por las afueras de la Casa del Presidente. Un grupo de fans, abanderizado, aguarda que se asome el mandatario, el ícono de la izquierda  alegre, esa mixtura entre Pepe Mujica y el Che. El Primer Presidente Tatuado de nuestra historia. El Primer Presidente del Barrio Yungay. 

-El vecino…- susurra Fernando Lasalvia, seriamente, mientras camina con lentitud. Y la mano con que tocó la mano del Presidente, ahora, democráticamente, la alza para decir chao.  

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