Secciones

Más en The Clinic

The Clinic Newsletters
cerrar
Cerrar publicidad
Cerrar publicidad

Entrevistas

7 de Abril de 2022

Julieta Suárez-Cao, politóloga: “Si llegara a ganar el rechazo, habría que repetir el proceso y elegir nuevos convencionales”

“Hay que tenerle menos miedo a la democracia”, afirma la coordinadora de la red de politólogas y experta en temas sobre sistemas políticos. Aquí, explica por qué se debe reformular el Senado y también alerta sobre el riesgo de instalar un ánimo de frustración en la ciudadanía.

Por

La discusión sobre el trabajo de la Convención Constitucional ha tomado un nuevo tono. Hay más intensidad en el debate y las encuestas muestran que las opciones del apruebo y del rechazo estarían con empate técnico.

Tanto se encendieron las alarmas que hasta el propio Presidente Gabriel Boric hizo un llamado de atención a los convencionales para buscar acuerdos transversales y asegurar un buen texto para el plebiscito de salida.

Uno de los focos en discordia tiene que ver con el sistema político. Se plantea un presidencialismo atenuado, una Cámara de Diputados y Diputadas y un Consejo Territorial que reemplazaría al Senado. Ahí está lo que los expertos llaman “la sala de máquinas” de una Constitución.

En medio de ese clima enrarecido, la politóloga y profesora de Ciencias Políticas de la Universidad Católica Julieta Suárez-Cao sostiene que aquí aparece “un temor profundo: repartir el poder, deselitizar la política y abrir la participación ciudadana”.

Suárez-Cao es feminista, coordinadora de la red de politólogas y experta en sistemas políticos. De ahí que haya sido consultada en varias oportunidades por convencionales de todo el arco político. Ahí está su expertise.

-Las encuestas dicen que estaría aumentando el rechazo a la nueva Constitución. ¿Qué crees que está pasando con la ciudadanía que mayoritariamente abrió ese camino?

-Hay diferentes temas aquí. Por un lado, no ha sido buena la cobertura que han hecho los medios tradicionales a la Convención. Quizá porque el volumen de información es un poco inabarcable. Son muchas comisiones trabajando a la vez y sobre temas muy complejos. Entonces, es difícil. Pero también hay otro fenómeno interesante: la Convención ha sido súper transparente. La gente puede ver todas las discusiones por internet. Entonces, hay un montón de material que es complejo de procesar.

“No ha sido buena la cobertura que han hecho los medios tradicionales a la Convención. Quizá porque el volumen de información es un poco inabarcable. Son muchas comisiones trabajando a la vez y sobre temas muy complejos. Entonces, es difícil“.

-¿Pero qué estarán reflejando esas encuestas?

-El primer dato a considerar es que el plebiscito será con voto obligatorio. Eso marca una diferencia y no sé si las encuestas pueden recoger bien lo que eso implica. Yo sería cautelosa con leer el ánimo de opinión pública en estos momentos.

-¿Y cuál crees que es el estado de ánimo que hoy ronda el proceso constituyente?

-… Hay una cierta frustración con el proceso, pero como te decía, eso tiene que ver con la cantidad de información que hay y que cuesta tanto procesar. También con muchas noticias falsas que están dando vueltas. Pero yo soy súper optimista con el proceso. Encuentro que hay un ambiente de diálogo, de discusión y apertura.

-Desde afuera se ven más el choque constante de distintas fuerzas políticas y una dificultad para el diálogo…

-Sí, y reconozco que mi impresión está contaminada porque he ido en varias ocasiones y mi experiencia ha sido buena. Te doy el ejemplo de las listas de independientes. Cuando se empezó a discutir, era un intocable. Claramente es un asunto complicado. Una cosa es que los independientes hayan podido llegar a la Convención, porque había que oxigenar el sistema. Otra cosa es pensar en un sistema político de 20, 30 ó 40 años. Ahí necesitamos reconstruir actores colectivos fuertes. Bueno, hubo cambio de opinión y se flexibilizaron las posiciones en un tema súper importante. Entonces, veo un buen ambiente.

SISTEMA POLITICO

-Uno de los nudos es el cambio del sistema político. Se plantea un presidencialismo atenuado, una Cámara de Diputados y un Consejo Territorial que pone el fin del Senado. ¿Cómo explicar a la gente lo que se está dibujando? 

-A ver. Lo primero es recordar que parte del mandato ciudadano incluía una verdadera desconcentración del poder. Hay un diagnóstico bastante claro respecto a que en Chile el poder estaba en Santiago, en La Moneda, y que eso tenía que cambiar. Lo que se pide es avanzar hacia un proceso de descentralización más fuerte y donde las regiones puedan definir cuáles son sus problemas y qué soluciones necesitan. Ya no quieren no todo venga empaquetado con talle único desde Santiago.

-Algunos se preguntan si el país estará preparado para un cambio así. ¿Qué observas tú?

-El país está preparado. Lo que pasa es que son temas muy difíciles para explicar. Yo tampoco estoy fascinada con cómo está el acuerdo hasta ahora, pero me gusta mucho. Desaparece este Senado, pero habrá otra cámara y ojalá se le den más atribuciones. Yo espero que haya un mecanismo que asegure que esos representantes sean realmente de regiones. Pero lo clave, lo que hay que mirar, es la necesidad de instalar nuevas formas para vincular a la ciudadanía con la política. Eso es el sistema político: cómo re-vinculamos y re-encantamos a la ciudadanía con sus autoridades. Ese es un problema en Chile.

“Lo primero es recordar que parte del mandato ciudadano incluía una verdadera desconcentración del poder. Hay un diagnóstico bastante claro respecto a que en Chile el poder estaba en Santiago, en La Moneda, y que eso tenía que cambiar. Lo que se pide es avanzar hacia un proceso de descentralización más fuerte y donde las regiones puedan definir cuáles son sus problemas y qué soluciones necesitan”

-Las dudas de algunos es qué pasa si la Cámara de Diputados y Diputadas tiene el mismo sello político del Presidente, ¿se podrían llevar la pelota a la casa? ¿Existe ese riesgo?

-Verlo así es un poco exagerado. Si esto no pasó antes con un Presidente todopoderoso, ¿por qué va a pasar ahora? La propuesta de sistema político es que le quita un montón de poder a la Presidencia. Entonces, este miedo de una figura caudillista era mucho más factible con el actual diseño y no pasó.

-¿Y los temores a que no habría contrapeso…?

-Eso puede pasar en los sistemas bipartidistas. Pero aquí estamos súper lejos de eso. El Presidente o Presidenta va a tener que negociar igual. Yo me pregunto: ¿cuál es el miedo? Con la fragmentación política que hay en la izquierda y en la derecha, no creo que nadie se lleve la pelota para su casa.

-Pero es una preocupación…

-Sí, lo sé. Algunos analistas creen que el nuevo sistema va a ser ingobernable. Me llama la atención. Estamos escuchando críticas bipolares al modelo propuesto: pasamos de que esto se va a fragmentar y que seremos como Perú a que el poder se va a concentrar y seremos  como Rusia. Lo más probable es que no sea ni uno ni lo otro. Ante esas críticas, ¡pongámonos de acuerdo! ¿Se va a concentrar o se va a fragmentar el sistema? ¿No veo dónde está el real peligro?

-En la línea de las dudas que rondan: ¿Por qué el Senado tiene que salir de escena? 

-No hay que sacarlo. Hay que reformarlo. El Senado actual no representa a las regiones. Te insisto: hay mandatos claros en la Convención Constituyente: desconcentrar el poder de la Presidencia, repartir poder hacia el Legislativo, pero también sacar el poder desde Santiago.

-¿Y el actual Senado no permite eso?

-Es que para que esa descentralización tenga dientes, hay que darle autogobierno a las regiones. Entonces, les tenemos que dar una voz en la política nacional. De lo contrario, estamos desconectando la política regional de la nacional. Y eso se hace cambiando la forma en que se elige al Senado.

El Senado actual no representa a las regiones. Te insisto: hay mandatos claros en la Convención Constituyente: desconcentrar el poder de la Presidencia, repartir poder hacia el Legislativo, pero también sacar el poder desde Santiago

-¿Será eso lo que despierta temor? ¿El total rebaraje del poder?

-Yo creo que hay que tenerle menos miedo a la democracia y a la representación poblacional. Me gusta que pensemos mecanismos para que los representantes de esa cámara territorial sean realmente gente de regiones y no paracaidistas puestos a dedo desde Santiago, dividiéndose el mapa del país. Y el bicameralismo es imprescindible si queremos avanzar en descentralización. Yo entiendo que, en su origen, el Senado pudo ser una institución con un componente aristocratizante y desconfiado de la democracia popular. Pero hoy la pregunta es cómo hacemos para que las regiones puedan tener real incidencia en la política nacional. Bueno, con otro tipo de Senado.

-¿Y qué pasa ahí con palabras como separatismo, autogobierno?

-Para frenar el separatismo, toda la literatura dice que tienes que distribuir poder. No centralizar. Y si piensas cómo hizo España para contener el separatismo, o cómo lo hizo Canadá, lo hicieron, precisamente, dando autogobierno.  Hay repartir poder para mantener el Estado junto. Porque si centralizas el poder, lo mantienes junto a garrotazos. Me parece que no es la idea. Las regiones quieren que se les transfiera autoridad, responsabilidad y recursos. Eso no es nada de independentista ni separatista.

EL ANUNCIO DE LOS DERECHOS SOCIALES

-Con el tiempo en contra, y con un ánimo que ha ido cambiando, ¿qué riesgos estás viendo?

-Lo que más está esperando la gente tiene que ver con los derechos sociales. Y eso todavía no ha sido visto en la Convención. Eso puede llegar a ser una suerte de parteaguas. O sea, puede enamorar a la gente con la nueva Constitución o puede que se frustre. Ahí va a estar el peso de la prueba. Mucho más que en el sistema político, que es un debate más complejo. La gente no sale a la calle con pancartas pidiendo parlamentarismo… 

-O sea, ¿la discusión sobre los derechos sociales puede cambiar el clima de discusión? 

-Creo que sí, que puede darse otro clima.

“Lo que más está esperando la gente tiene que ver con los derechos sociales. Y eso todavía no ha sido visto en la Convención. Eso puede llegar a ser una suerte de parteaguas. O sea, puede enamorar a la gente con la nueva Constitución o puede que se frustre”

-¿No te preocupa que la gente pierda la fe en la convención?

-Me preocupa que se instalen ánimos en la ciudadanía. Mi temor es que no se entienda el texto final; que terminen siendo discusiones bizantinas y que no haya ningún espacio para explicar, para enseñar. Como no hay educación cívica, estos son temas muy difíciles. Esta es una sociedad que fue participativa durante el estallido, pero que electoralmente hace rato que abdicó de la política. Entonces, ¿cómo hacemos para explicar y contrarrestar el miedo en una sociedad que no tiene el músculo democrático institucional tan desarrollado para poder explicar estos temas?

-¿De qué miedo hablas?

-Del miedo al cambio. Sabemos que el miedo en política es poderoso. Tan poderoso como la esperanza. Recién salimos de un balotaje donde el miedo también fue protagonista y Chile salió airoso. Por eso soy optimista.

-Hay un nuevo gobierno, incertidumbre económica, crisis en la Araucanía, en el norte, una guerra en curso. En la foto panorámica, ¿cuánto puede complicar todo eso al proceso constituyente?

-Hay una coyuntura crítica. Es cierto. El nuevo gobierno no tiene apoyos claros en el Congreso. Por lo tanto, no queda muy claro qué va a pasar. También está la expectativa de la gente que dice: “Bueno, esperemos la nueva Constitución”. Pero hace mucho que le estamos pidiendo a la gente que espere. El estallido fue en 2019 y ya estamos en el 2022. Llega un punto en el que las expectativas se pueden frustrar. Y la frustración es un sentimiento poderoso.

-¿Por qué la gente se podría estar sintiendo frustrada?

-Algunos sienten que aún no ha cambiado nada. Y hay otros que creen que ha cambiado para peor. Y eso es por un montón de otras cosas, no por la Constitución. Pero obviamente genera sentimientos. Pienso que hay que esperar. Todavía no sabemos cómo va a quedar el texto final. Por eso es raro salir a encuestar ahora…

“También está la expectativa de la gente que dice: “Bueno, esperemos la nueva Constitución”. Pero hace mucho que le estamos pidiendo a la gente que espere. El estallido fue en 2019 y ya estamos en el 2022. Llega un punto en el que las expectativas se pueden frustrar. Y la frustración es un sentimiento poderoso”

-El cientista político Alfredo Joignant decía aquí que el problema es que la Convención Constitucional está encapsulada y que podría no haber un texto para aprobar. ¿Tienes el mismo diagnóstico?

-No. Me parece súper comprensible que sean personas de la elite las que dicen eso, pero no es así. Hay texto. Hay un montón de normas aprobadas, y algunas son súper de vanguardia. ¿Ha sido difícil llegar a acuerdos? Totalmente cierto, pero plantear que el proceso constituyente debiera resolverlo el actual Congreso, no me parece.

-¿Por qué?

-Con este Congreso, no quiero ni imaginar siquiera el Frankenstein que podría llegar a salir. Así que no estoy de acuerdo con eso y tampoco con decir que la Convención ha estado encapsulada. Han ido académicos de todas las ideologías, han hablado con organizaciones sociales, hay mucha escucha de los territorios. Quizá es una Convención que está más alejada de las élites, pero eso es otra cosa. Yo hablaría de encapsulamiento cuando son las élites las que le cierran la puerta al pueblo.

“Han ido académicos de todas las ideologías, han hablado con organizaciones sociales, hay mucha escucha de los territorios. Quizá es una Convención que está más alejada de las élites, pero eso es otra cosa. Yo hablaría de encapsulamiento cuando son las élites las que le cierran la puerta al pueblo”

PAN PARA HOY…

-Algunos convencionales acusan una estrategia en curso, una suerte de bombardeo externo. ¿Lo ves? 

-Sí, yo creo que hay un bombardeo externo y también hay fuego amigo. En el fondo, hay un temor enraizado hacia la democracia. Es un temor bastante profundo por repartir el poder, nivelar la cancha, deselitizar la política, abrir la participación ciudadana…

-Los cambios generan eso, ¿no?

-Claro, yo veo que hay mucho miedo porque se piensa que todo se va a descontrolar. Pero ya estamos en una altura en que hay que hacerse cargo. No hay marcha atrás. Esta es una olla a presión y, si no empujamos los cambios, vamos a volver a tener un octubre del 2019.

-¿Por qué?

-Porque este sistema político ya no representa, ya no genera respuestas. Lo hemos visto con políticas que han impulsado y que no son sostenibles en el largo plazo, como el tema de los retiros de pensiones. Bueno, eso es lo que este sistema político puede dar y eso es pan para hoy y hambre para mañana. Tiene que haber una expectativa de cambio porque este sistema político no da para más. Necesita abrirse, compartir el poder.

“Yo veo que hay mucho miedo porque se piensa que todo se va a descontrolar. Pero ya estamos en una altura en que hay que hacerse cargo. No hay marcha atrás. Esta es una olla a presión y, si no empujamos los cambios, vamos a volver a tener un octubre del 2019

-En el escenario hipotético de que el apruebo gane con un estrecho margen, ¿se pone juego la legitimidad de una nueva Constitución?

-No me parece. Si se gana, se gana por el margen que sea. La legitimidad de origen está ya dada. No sólo por la elección, sino que por todo el proceso que ya ha hecho la Convención. Y otro aspecto de la legitimidad es que la elección del plebiscito sea limpia y todos puedan votar sin complicaciones. En ese sentido, Chile no tiene problemas. Sus procesos electorales son impecables.

-¿Y si ganará el rechazo…?

-Bueno, si ganara el rechazo, habría que repetir el proceso, elegir nuevos convencionales y escribir otro texto. Lo que está claro es que la actual Constitución ya no da para más.  Y todos sabemos que esto no puede ser resuelto por una comisión de expertos ni por un acuerdo entre gallos y medianoche.

-¿Ni tampoco volver al 18 de octubre de 2019? 

-Ya no hay marcha atrás. De alguna manera, el proceso de la Convención Constitucional en Chile -más allá del resultado- ha dejado la vara súper alta para cualquier país que busque reformar su Constitución. Y, por lo tanto, si por alguna razón el texto resultante no fuera aprobado por la ciudadanía, habría que repetir el proceso. No hay otra.

“Bueno, si ganara el rechazo, habría que repetir el proceso, elegir nuevos convencionales y escribir otro texto. Lo que está claro es que la actual Constitución ya no da para más.  Y todos sabemos que esto no puede ser resuelto por una comisión de expertos ni por un acuerdo entre gallos y medianoche”

Volver al home

Notas relacionadas

Deja tu comentario