Secciones

Más en The Clinic

The Clinic Newsletters
cerrar
Cerrar publicidad
Cerrar publicidad

Comer y beber

16 de Diciembre de 2022

Columna de Álvaro Peralta por cenas de Navidad y Año Nuevo: ¿Qué comeremos a fines del 2035?

¿Y cómo anda la cosa en Chile? Obviamente también tenemos nuestras tradiciones a la hora de sentarnos a celebrar Navidad y Año Nuevo. Sin embargo, me atrevería a decir que estas costumbres son menos marcadas que en otras latitudes. O dicho de otra manera, cuesta encontrar en nuestras mesas un platillo irremplazable o que atraviese a la sociedad chilena completa.

Alvaro Peralta Sáinz
Alvaro Peralta Sáinz
Por

En prácticamente todo el mundo se celebra Navidad y Año Nuevo con almuerzos y cenas más que contundentes. Es decir, lo que manda es esa rutina de juntarse en familia o con amigos y degustar sendos banquetes más o menos tradicionales. Y cuando digo tradicionales me refiero a que en cada país existen algunas preparaciones que se repiten año tras año en los distintos hogares.

Así las cosas, en España se le da duro al marisco a la hora de celebrar y también es tradición comer polvorones, unos dulces en base a almendra muy ricos. En Argentina -como en muchos otros países- se come mucho pan dulce y también aparece en gloria y majestad el Vitel Toné, tal vez como una respuesta a las altas temperaturas que se registran siempre en diciembre. En México todo depende de la zona del país donde se esté, pero aún así preparaciones como los romeritos con mole son verdaderamente transversales, sobre todo para el día de Navidad. En Estados Unidos campean el pavo relleno, las galletas de jengibre y el siempre sabroso Eggnog. 

¿Y cómo anda la cosa en Chile? Obviamente también tenemos nuestras tradiciones a la hora de sentarnos a celebrar Navidad y Año Nuevo. Sin embargo, me atrevería a decir que estas costumbres son menos marcadas que en otras latitudes. O dicho de otra manera, cuesta encontrar en nuestras mesas un platillo irremplazable o que atraviese a la sociedad chilena completa.

Claro está, hay que dejar de lado los siempre tradicionales y muy consumidos Pan de Pascua y Cola de Mono, que sí son transversales y que se consumen prácticamente durante todo diciembre en hogares de todos los estratos del país y de todas sus zonas. ¿Pero qué más podemos agregar a este menú celebratorio? No podemos hablar de galletas de navidad ni turrones, porque nunca se prepararon demasiado en las casas y su consumo actual es más bien marginal. Sí, aún se toma más espumante en diciembre que en cualquier otro mes del año, pero no por eso la vamos a catalogar como una bebida exclusiva de estas celebraciones. ¿El pavo? Igual que el espumante, su consumo en diciembre se va a las nubes. Pero sigue siendo marginal y no podemos decir que el chileno en Navidad y Año Nuevo come pavo o nada más. 

¿Qué comemos entonces en estas fechas?

Bueno, todo lo que enumeramos en el párrafo anterior, pero nada como para marcar una tendencia (salvo el Cola de Mono y el Pan de Pascua, obviamente). Según un amigo antropólogo no hay que dejar de lado las lentejas cocidas que se comen para invocar la buena suerte en la cena de Año Nuevo, porque su presencia en las mesas -sobre todo de los hogares de menores ingresos del país- sigue siendo alta.

Sin embargo, lo que realmente sigue mandando en nuestras celebraciones de fin de año es -era que no- la carne. De hecho, diciembre suele pelear con septiembre el cetro del mes con mayores ventas de carne del año. Obviamente, si hay carne lo que manda es el asado. Al final, salvo algunos matices, lo que se pone sobre la mesa en nuestras celebraciones de fin de año no dista mucho de lo que utilizamos en otras celebraciones del calendario. Es decir, una columna vertebral en que la carne, por lo general en formato asado, manda y se decora con uno que otro producto exclusivo del fin de año. Todo esto obviamente no es bueno ni es malo, si no que tiene que ver un poco -o una vez más- con nuestra personalidad. “Somos lo que comemos”, dicen por ahí y -en una de esas- nosotros somos menos variados o específicos a la hora de elegir la comida para celebrar.

Ahora bien, todos estos cuestionamientos y desvaríos solo me llevan a pensar en otra cosa que vengo observando desde hace más menos una década. ¿Qué comeremos en las fiestas de fin de año del futuro? Pienso en diez o veinte años más. Me pregunto esto porque ya es fácil encontrar durante diciembre en el comercio -al menos santiaguino- productos y preparaciones típicas de los países de donde provienen nuestros inmigrantes.

Un ejemplo es el Panettone, pan dulce de origen italiano pero que nuestros vecinos peruanos han hecho propio a la hora de celebrar. Y claro, gracias a su migración a Chile ahora podemos encontrar Panettone hasta en los supermercados. Menos masivo aún es el Pan de Jamón, una preparación muy consumida por los venezolanos en fin de año y que por estos días en Santiago se encuentra con cierta facilidad en los pequeños almacenes que los miembros de esta comunidad en distintas comunas de la capital. Si no lo conocen, háganlo, es delicioso. En el caso de la colonia colombiana, que también maneja un buen número de almacenes en la ciudad, por esta época se refuerza el stock de harina de maíz y diversos quesos, porque según me contaban son muchos los colombianos que consumen un surtido de arepas -entre otras cosas como pavo relleno y arroces varios- en las cenas de Navidad y Año Nuevo. 

¿Qué pasará en los años que vienen? Esa es la verdadera pregunta que me hago al mirar lo que comemos y bebemos para estas fiestas en Chile. Y aunque es imposible leer el futuro, lo más probable es que bajemos nuestro consumo de carne, porque es algo que tarde o temprano se dará -al menos- en todo occidente. Sin embargo, en el caso de Chile no me extrañaría que comencemos a subir a nuestras mesas de celebración otras preparaciones como arepas, panettones, panes de jamón o más. Piensen en nuestros niños pequeños, que en diez o más años seguramente tendrán mucha comida migrante incorporada a sus dietas. ¿Por qué no celebrar con un arroz con queso venezolano o incluso un pollo a la haitiana? Me parece que para que se den esas mixturas e incluso de transformen nuevas tradiciones es solo cosa de tiempo. Y en buena hora, porque en la diversidad siempre hay ganancia.

Por lo mismo, mirar nuestra mesa -muchas veces precaria y por lo demás totalmente mestiza- como un refugio ante la migración y sus costumbres no es tan solo un acto egoísta y xenófobo, si no que al mismo tiempo inútil. Porque no podemos ir contra lo que fluye naturalmente por nuestras cocinas. Ya pasó con el ají de gallina y la carne mongoliana, por solo poner dos ejemplos recientes. Los cambios culturales en nuestra alimentación ya no van a parar más. Y en buena hora. 

Notas relacionadas

Deja tu comentario