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16 de Diciembre de 2022

Entre crisis y desarticulación: el momento más negro del movimiento universitario

AGENCIA UNO

Lejos están las marchas multitudinarias que se registraban hace años por los llamados de la Confech. El movimiento estudiantil se paralizó en la pandemia, pero ya arrastraba factores más antiguos, por lo que ha tenido un camino complejo en su reactivación. Acá, voceros de federaciones y expertos analizan el panorama actual y los desafíos para 2023.

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Es 2011 y la movilización estudiantil está más fuerte que nunca. Ni la lluvia detiene las marchas por una educación de calidad y sin fines de lucro. Entre los principales dirigentes universitarios se encuentran los rostros que liderarán la política de una nueva izquierda, lo que incluye a quienes dirigirán al país como Gobierno.

Los tiempos cambian.

Termina 2022 y el movimiento universitario está en uno de sus puntos más alicaídos. Las convocatorias no suman algarabías y las federaciones pasan por crisis internas con refundaciones y falta de directivas. La desarticulación es notoria y un precedente para autocríticas. Dirigentes y expertos coinciden en un diagnóstico: pasar a la irrelevancia o adaptarse y reactivar la participación.

La pandemia fue el punto de quiebre. La paralización de actividades para evitar contagios cobró la cuenta a algunos movimientos sociales y es que lo virtual no considera los beneficios de la presencialidad para organizarse. Eso sí, no ha sido el único factor en contra, pues antes de que se iniciara la crisis sanitaria el movimiento ya venía con heridas que terminaron por desangrarse con la llegada del covid-19.

El escenario previo: crisis interna 

Diputados, senadores, ministros y presidentes la han liderado. De hecho, el actual Mandatario Gabriel Boric la presidió entre 2011 y 2012. Se trata de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile (Fech), una pieza clave del movimiento universitario y de la orgánica en torno a convocatorias, demandas y dirigencias.

Una pieza fundamental que, sin embargo, lleva años en una crisis que la ha dejado sin directiva.

En 2018, por ejemplo, el entonces presidente Alfonso Mohor, de Izquierda Transformadora, no terminó su período pues renunció tras haber sido cuestionado por un caso de acoso laboral. Las elecciones que debían realizarse aquel año se aplazaron hasta 2019 con el objetivo de llevar a cabo un congreso refundacional.

La meta no se concretó y en mayo de 2019 se eligió una mesa interina, por falta de quórum, encabezada por la actual diputada Emilia Schneider. La votación logró solo un 25% del total del padrón, mientras que el estatuto de la Fech establece que el quórum mínimo de participación debe ser de 40%.

La historia se repitió en 2020 agudizada ya por la pandemia. En agosto, por segundo año consecutivo, no se alcanzó el quórum requerido pues votó solo un 14% de los estudiantes habilitados. La respuesta era obvia: el Tricel Central informó que se debía “convocar a un Congreso Extraordinario y Refundacional de la Federación”, en un proceso que aún en 2022 sigue en marcha: en octubre se realizó la primera sesión del congreso.

La situación traspasa regiones ya que en el acta de julio de la Confederación de Estudiantes de Chile (Confech), la Federación de Estudiantes de la Universidad de la Serena (Feuls) informaba una problemática similar en la zona norte porque varias instituciones estaban sin directivas estudiantiles, lo que complejizaba la posibilidad de reunirse.

“Venía un debilitamiento, quizás por un mal uso del espacio, que muchas veces es un trampolín político. Entonces la gente empezó a perderle confianza a las federaciones, eso de la mano, en general, de la perdida confianza a las instituciones”, plantea Sebastián Ramos, presidente de la Feuls.

En esa tesis concuerda Octavio Avendaño, académico de Sociología de la Universidad de Chile, quien precisa que “si bien la pandemia tiende a debilitar la posibilidad de fortalecer las instancias organizativas de los estudiantes y promover espacios de participación, antes ya se estaba viendo un debilitamiento del movimiento, como es el caso de la Fech con una última elección que tuvo una participación no superior al 15%. Eso ha ocurrido en otras federaciones”.

¿Cómo se configuró este desgaste? Son varias las aristas. 

Avendaño plantea que, por ejemplo, hay un efecto de las movilizaciones feministas realizadas en 2018 que “revelaron problemas internos y desde donde se organizaron funas a miembros de federaciones por casos de acoso y abuso. Hacia 2019 las federaciones estaban descabezadas, eso dificulta una reestructuración”.

Los integrantes del movimiento observan estos síntomas. Es el caso de Camila Riquelme, presidenta de la Federación de Estudiantes de la Universidad Alberto Hurtado (Feuah).

“Estamos viendo un retroceso porque existe una baja discusión política en los espacios universitarios” argumenta. Al mismo tiempo apunta a que las movilizaciones feministas se lograron articular bien y “afectaron muchísimo la confianza en las federaciones, pues minimizaban la violencia de género. No había un trabajo más profundo que lograra la confianza para que el estudiantes vuelva a participar”.

Noemí Quintana, que presidió la Federación de Estudiantes de la Universidad de Santiago (Feusach) entre diciembre de 2020 y mayo de 2022, explica que en 2018 se experimentó un gran impulso por las protestas feministas, pero en 2019 “hubo quiebres en federaciones, incluida la Usach, porque empezó a existir desconfianza hacia los partidos políticos desde las bases estudiantiles. El estudiantado dejó de creer en las dirigencias y empezó a bajar la participación. Las federaciones se quedaron con mesas interinas, que no tienen un trabajo político de fondo”.

El golpe de la pandemia

Marzo de 2020 apuntaba a ser un mes intenso: continuaban las movilizaciones luego del estallido y se organizaban los elementos para el primer plebiscito constitucional. Sin embargo, el 3 de marzo se confirmó el primer caso de covid-19 y el panorama cambió de manera irreversible. Se cerraron las fronteras, se limitaron los desplazamientos, y gran parte del país comenzó a realizar su vida de manera remota.

Las universidades no se quedaron atrás.

Maximiliano Andrade, miembro de la Federación de Estudiantes de la Universidad de O’Higgins (Feoh) y vocero de la Confech, señala a la pandemia como factor decisivo para la crisis en el movimiento universitario: “El coronavirus mató mucho del activismo. En la Confech es más complejo el panorama al agrupar a todas las federaciones a nivel nacional por lo que desde la vuelta a la presencialidad hemos ido reactivando todo”.

“Hay una generación que ya va en tercero de universidad que entró en pandemia y hace muy poco conoció recién el campus. Esto tiene relación con que a nivel más general la comunicación online no reemplaza la vivencia universitaria” explica el académico de Sociología de la U. de O’Higgins, Patricio Saavedra.

Su tesis es que “el establecimiento de un movimiento político tiene que ver con generar lazos, que se vayan dando discusiones, conversaciones de pasillo, cosas que no ocurrieron por el coronavirus. Entonces hay gente que no sabe cómo articularse y los que sí sabían no han podido lograrlo por baja adherencia”.

Otra arista que cobra mayor importancia es la salud mental, que durante la crisis sanitaria se puso a prueba como nunca. Así lo advierte Saavedra: “Hay un tema que tiene que ver con el estrés, o mejor dicho con la carga académica porque el reinsertarse se relaciona con retomar el ritmo de las clases, de las evaluaciones, incluso el financiamiento que se vio complicado para muchas familias”.

“Veíamos cómo la pandemia era un hecho tan catastrófico en muchos ámbitos de la vida. La precarización iba a aumentar en las familias por tener una normalidad con condiciones que ni el Estado ni las universidades estaban garantizando”, enfatiza Camila Riquelme de la Feuah

Para la nueva presidenta de la Federación de Estudiantes de la Universidad Católica (Feuc), Sabina Orellana, “la pandemia dejó graves efectos en la forma en la que nos relacionamos y falta trabajo para construir nuevamente el tejido social”.

Es un diagnóstico que también comparte Camila Rojas, hoy diputada de Comunes, pero quien fue presidente de la Fech durante 2016, uno de los años donde el movimiento universitario todavía marcaba agenda.

“Sin duda la no presencialidad afecta. El no verse implica darle una vuelta de tuerca al cómo nos organizamos, algo muy difícil de realizar en contexto de pandemia, donde la organización estudiantil no era una prioridad evidente” afirma. Eso sí, cuestiona que “no es primera vez que la organización estudiantil se enfrenta a dificultades de participación, tampoco será la primera vez que con audacia podrá resolverse la situación”.

Este año, pese a las dificultades, han habido avances, en especial por la labor de las universidades que están fuera de la capital. “Llegamos a la Confech sin la Fech por todas sus crisis orgánicas y en ese escenario, aunque es más complicado desde regiones, hemos buscado reactivar las conversaciones. Nosotros hemos querido tomar un poco la batuta en ese aspecto, la idea es abrir los liderazgos”, señala Sebastián Ramos de la FEULS.

Maximiliano Andrade, vocero de la Confech, comenta en este sentido que se ha intentado fortalecer a las vocerías regionales “porque creemos en la descentralización, generamos más intancias, queremos levantar debate, la primera mesa de trabajo con el Gobierno la hicimos en La Serena”.

Virtualidad y la paradoja de un Gobierno de exdirigentes

A veces eran afiches, papel kraft y cartulina; otras, impresiones y volantes. Esa era la manera en que se divulgaban las convocatorias para asambleas o marchas compartidas en los patios de las universidades, pasillos, de boca en boca.

La era digital ha cambiado las formas de comunicación y la llegada del Covid-19 en 2020 inhabilitó la presencialidad, fomentando vínculos mediante redes sociales. Para quienes organizan actividades y también para los expertos, la nueva realidad no ha sido tan beneficiosa.

“El factor redes sociales ha calado profundo en esa pérdida de movimiento. Una de las cosas que he presenciado es que hoy es más factible la participación virtual que presencial en temas más densos” plantea Camila Riquelme de la FEUAH.

¿El problema? Algunos estudiantes deciden no involucrarse “porque no se sienten en una situación donde puedan preocuparse de ese tipo de temas. Las redes sociales maximizan ese individualismo de estar más preocupado de mi entorno próximo que de una visión más comunitaria, eso lo he visto con cómo los estudiantes han ido comportándose. Es más fácil llegar a ellos por esos medios que ir al patio y pasarles afiches”, explica.

Octavio Avendaño, sociólogo de la U. de Chile, analiza la situación: “Las movilizaciones de 2011 se caracterizaron por su masividad. Fueron resultado de una convocatoria que se hacía de manera física en las universidades, pero también por redes sociales, que eran nuevas entonces. Eso fue fundamental en ese contexto”.

Hoy, sin embargo, la situación es distinta. Patricio Saavedra, académico de la U. de O’Higgins, observa que hay “un efecto de bombardeo de información de muchas plataformas diferentes. Los estudiantes reciben datos de varias actividades y eso puede generar confusión, desconfianza, o una política más atomizada, que no hayan relatos unificadores o que puedan llamar a una gran cantidad de alumnos”.

La complejidad de convocar a estudiantes para que participen del movimiento, de sus federaciones, coincide, además, con la instalación en marzo de un Gobierno de exdirigentes universitarios quienes hace 10 años lideraban las marchas por una educación de calidad.

“No es la primera vez que observamos la presencia de una nueva generación de políticos que vienen de la dirigencia estudiantil. En los sesenta también se vio, algunos fueron presidentes de federaciones y se convirtieron en líderes políticos, es una suerte de constante. Lo que no lo es, es el debilitamiento e irrelevancia del movimiento universitario que, creo, es el mayor de su historia. Mucho más que el que se produjo en los noventa” argumenta Avendaño.

El sociólogo también despliega una tesis de lo que ocurre: “Cuando la discusión política tiende a ser más intensa a escala nacional, se generan dinámicas de menor participación universitaria; pero si no hay actividad política o se producen ciertas fracturas, cobra más importancia lo que ocurre en las universidades. En 2011 no se esperaba que hubiera movilizaciones de ninguna índole y sin embargo terminaron ocurriendo por falta de interlocutores válidos (…) Cuando el escenario está más cargado con elecciones y otros actores, el movimiento estudiantil pierde fuerza”.

“Tenemos una mesa de trabajo mensual con la Subsecretaría de Educación Superior donde vamos abordando temáticas como la centralización. Es una relación cordial y que no se había visto antes, porque nunca teníamos personajes como nosotros en posiciones de poder”, explica Maximiliano Andrade, vocero de la Confech. 

Una de las autocríticas que hacen para este año los dirigentes, es la derrota del Apruebo en el plebiscito de salida para cambiar la Constitución. 

“No pudimos organizarnos para hacer una campaña fuerte a favor del Apruebo, no tuvimos la posibilidad de hacer una campaña como universidad por todos estos temas: falta de tiempo, prioridades, salud mental. Cuando perdimos y ganó el Rechazo analizamos muchos factores y uno fue la falta de participación” afirma Camila Riquelme de la Feuah, quien agrega que quizás “no contribuimos lo suficiente como estudiantes, el salir a explicar”.

Reactivación: las claves de la presencialidad para superar la crisis

A semanas de que termine el 2022 y con el calendario académico cerrando, los ojos están puestos en el próximo año y la admisión: estudiantes nuevos que pueden venir con ánimos de organizarse y llamar a quienes ya están cursando sus carreras a sumarse a las actividades.

Noemí Quintana, expresidenta de la Feusach, plantea que se debe tener en cuenta que “las generaciones que entraron en pandemia venían movilizados en los liceos, saltaron torniquetes, entonces hay una llama que debe volver a encenderse. Quizás la virtualidad la apagó, pero debe encenderse”.

“Se están sumando más federaciones que antes a la Confech. Han vuelto universidades como la Finis Terrae, la de Valparaíso (sede Santiago), está volviendo la de Talca. Hay un recambio generacional que se ha visto representado en cosas como el aumento de la BAES” comenta Andrade, al referirse al aumento de $5 mil mensuales que tuvo la beca de alimentación Junaeb tras las movilizaciones en marzo.

Andrade añade que “en términos idealistas creemos que el próximo año estaremos más fortalecidos, con una vuelta a la presencialidad de las actividades políticas de la Confech y también con mayor articulación nacional y en regiones, porque han llevado la batuta en las discusiones”.

“Hay que organizarse en torno a lo que necesitan los estudiantes y las necesidades del país a la vez, creo que ese es el desafío siempre, tener organizaciones que respondan en distintos niveles” añade la diputada Camila Rojas, expresidente de la FECH.

A juicio de Avendaño, el camino no será fácil: “Va a pasar un tiempo hasta que se logre restablecer la normalidad, tendremos unos cuatro cortes de generación que se formaron en pandemia, sin haber establecido vínculos verdaderos o más sólidos ni tampoco un hábito de participar en estas instancias”.

Fortalecer entonces esos espacios es necesario en voz de los dirigentes. Sabina Orellana, la presidenta de la Feuc, dice que lo primero en el proyecto como federación “es el reencuentro. Los estudiantes estaban viniendo solo a estudiar y eso no puede ser. Uno viene a compartir, a divertirse, a estar en espacios políticos”.

En ese sentido, apunta a que se debe conocer al estudiantado: “Hay un trabajo a nivel nacional desde la Confech, escucharlos y acomodarnos a lo que está pasando a nivel nacional. Hacer más cercana la política, estar en los patios”.

Para Sebastián Ramos, presidente de la FEULS, es importante recalcar a las bases que “al momento de ser estudiantes, ya tienen un motor de carga en el país, de responsabilidad social. Queremos hacer notar eso y llamar a que se unan activamente en las decisiones”.

Concuerda su par de la UAH, Camila Riquelme, quien destaca que el principal desafío es “acercar las orgánicas estudiantiles al estudiantado y darles ese sentido de importancia, qué es y para qué sirve, para que sean reformadas acorde al nuevo tiempo. Es crucial que haya un proceso de apropiación por parte de las nuevas generaciones de estos espacios organizativos para que las demandas continúen”.

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