Crítica de TV: Pantalla plana en el día de elecciones

En las horas previas a esta jornada de elecciones para dar con los miembros del Consejo Constitucional, el director de prensa de un canal de la televisión confesaba, sin dudar, que la preocupación central de quienes tenían la responsabilidad de poner al aire la cobertura de este día importante para la democracia chilena era una sola: cómo hacer para conquistar a unas audiencias que, respecto de este proceso, parecían estar desafectadas, desinteresadas y desinformadas.

Esas tres “de” tuvieron un correlato bien evidente durante las primeras horas de operación: la constitución de mesas fue muy lenta, no había suficientes ciudadanos disponibles para instalarlas. En Punta Arenas, por ejemplo, fue necesario apuntalar con personas de otras mesas para completar y dejar operativa la del presidente Gabriel Boric. Sólo así, él pudo votar a eso de las 9:30 de la mañana, hora magallánica.

Más tarde, las primeras mesas del conteo, precisamente las de Punta Arenas, registraban un importante volumen de papeletas nulas: un altísimo porcentaje de chilenos de esa zona no sabía por quién votar o había decidido hacer caso al llamado de anular, hecho por el senador independiente por Magallanes Karim Bianchi.

Pero haciendo foco en la pantalla, pasadas las 16:00 horas, la distancia entre la gente y la TV parecía no ser tan grande. Según datos del rating que mide Kantar Ibope Media, el promedio del encendido de televisores era apenas 2 puntos más bajo que el del plebiscito del 4 de septiembre de 2022.

A esa hora, el orden de preferencias de los espectadores seguía la tendencia que ya se había mostrado durante el resto del día. En primer lugar figuraba la cobertura de Chilevisión. Le seguían en orden descendente Mega y C13. Trágicamente, TVN -el otrora “canal de Chile”- estaba en el último puesto, muy lejos de lo que solía ser su marca de liderazgo en fechas cívicas como ésta.

¿Qué ofreció CHV durante la mañana para instalarse en la cabecera? Muy sinceramente no es tan obvio establecer las claves de “la diferencia”. La obsesión de la TV chilena por hacerles “llevaderas” al público unas jornadas áridas como ésta lleva los canales a comportarse un poco como gemelos en el dolor: llevan todos, más o menos, lo mismo y parecen cabalgar una especie de planicie.

Algunas estaciones, de todos modos, exageran un poco en aquello de buscar la cercanía. Como C13 que, a modo de sobremesa tras el almuerzo, instaló una rutina humorística del Festival de Viña. Se agradece que haya sido lo suficientemente editada como para no tener que oír soeces un domingo a las tres de la tarde.

Distinto pero parecido pasó con Mega. El usual líder del top ten del rating diario tiene, qué duda cabe, su fuerte en la entretención. Supone uno que, para sostenerla durante tan larga y ardua cobertura, se optó por mandar a los rostros de matinal, Karen Doggenweiler y José Antonio Neme, a divertirse -y de paso tratar de divertirnos- al Franklin dominguero.

Quizá eso haya sido demasiado y parte de lo que abrió la puerta del liderazgo a Chilevisión. Para sostenerlo, esa estación apeló esencialmente a la única táctica necesaria para un día como hoy: la del periodismo. Su despliegue, en la forma muy similar a la de todos, ofreció una especie de solemnidad en la cobertura callejera que se agradece.

Chilevisión supo estar con acierto -y con las preguntas pertinentes cuando fue posible hacerlas- donde había que estar. Junto a José Antonio Kast en Paine, con Daniel Matamala. En la votación de Michelle Bachelet, quien ofreció a los futuros consejeros colaborarles con su experiencia. En la llegada de Evelyn Matthei a su local: allí la esperaba Humberto Sichel, quien no la soltó del brazo hasta que la alcaldesa de Providencia llegó a su urna. En Punta Arenas, a donde viajó el experimentado Rafael Cavada.

Digamos en corto que, quizá más estratégicamente que su competencia, CHV puso a sus mejores elementos a “patear” la calle, que es donde -se supone- tienen que estar los periodistas.

Por la tarde, un panel liderado en el estudio por Julio César Rodríguez acertó cubriendo una protesta realizada en la Línea de la Concordia por ciudadanos venezolanos, que detuvieron el tráfico e impidieron a una serie de personas que necesitaban llegar a Arica para votar.

¿Por qué valía la pena poner ese acento? Esencialmente porque hoy mismo el ministerio de Relaciones Exteriores había anunciado la salida, a las 5:30 de la mañana y desde Arica, de un avión que repatrió a 115 ciudadanos venezolanos. El propio presidente Boric tocó el tema tras votar en Punta Arenas y también hizo suyo la ministra del Interior, Carolina Tohá, en la Estación Mapocho, que hoy se recuperó como local de votación después de décadas.

Es, de todos modos, esa misma noticia la que deja al descubierto el modo “piloto automático” que, en general, ponen los canales en jornadas como ésta: hay poco espacio para lo nuevo y relevante. Saben hacer su trabajo eleccionario de memoria y, por lo mismo, casi todo es demasiado parecido a la vez anterior.

Eso hizo que el tema que los repatriados pasara sin pena ni gloria y permite entender que haya ejecutivos preocupados de cómo conquistar a los telespectadores que debemos ver “lo de siempre”; es decir: al señor que fue a votar muy arreglado y con reloj de bolsillo; al curso que puso un puesto para financiar un viaje de estudios; a la clásica señora del mote con huesillos; a la joven voluntaria en una mesa de votación; a la abuelita que asiste a la urna con 105 años, y -cómo no- a las personas que se hicieron acompañar por sus mascotas.

Dicho eso, al menos en el caso de estas cuatro estaciones hubo esfuerzo. Porque -y esto merece punto aparte- La Red, una señal abierta que goza como las demás del uso de una concesión de espectro público, dedicó su jornada eleccionaria a los infomerciales. Todo un mundo paralelo, si es que merece ese “apellido”. Si eso no es apostar por ponerle play a la pantalla plana y la lejanía total de la audiencia, se hace difícil pensar qué otra cosa pueda serlo.