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Opinión

5 de Agosto de 2023

Columna de Isabel Plant | El aborto: las lecciones de Annie Ernaux y Simone Veil

Isabel Plant | El aborto: lecciones de Annie Ernaux y Simone Veil Agencia Uno

"Si se prohibiera el aborto nuevamente -¡nuevamente!-, sería entonces el concepto que tanto manosean los políticos: una dictadura de minorías" o "tampoco le temo al futuro. Solo le temo a la ceguera de los totalitarismos morales de lado y lado, y al riesgo de invisibilización que corren las mujeres hoy", son algunas de las reflexiones de Isabel Plant en su columna de esta semana para The Clinic sobre un tema que ha sacado el Partido Republicano: la idea de derogar la ley de aborto en tres causales.

Por Isabel Plant

Son los años 60, falta una década para que el aborto sea legal en Francia, y la joven estudiante de literatura, primera en su familia en ir a la universidad, está embarazada. En sus periplos por encontrar alguien que la ayude, un dato, una idea, algo que haga que el embarazo se termine, acude a un doctor que le receta unos medicamentos. Más adelante la joven se enterará que eran drogas que hacían que el embrión se afirmara, en vez de eliminarse.

Es una escena de la estupenda película “El acontecimiento”, inspirada en el estupendo libro autobiográfico del mismo nombre de la Premio Nobel Annie Ernaux, que deja helada.

La maldad. El desamparo.

Annie Ernaux no tuvo ese hijo: otra joven terminó dándole el dato de una mujer que realizaba abortos clandestinos, a la cual tuvo que acudir dos veces y sufrir dolores horrorosos, porque una no fue suficiente. Terminó casi desangrándose en los baños compartidos de su facultad. En el libro Ernaux cuenta que después fue dirigida a un hospital -uno en el que no llamaban a las autoridades-, donde el médico la trató pésimo por su útero vacío, hasta que se dio cuenta que no era una mujer pobre sino que una estudiante universitaria.

La maldad. El desamparo.

La angustia de saber que jóvenes chilenas deben pasar por lo mismo en el país si necesitan un aborto, replicando el mismo camino aturdido y desesperado que una francesa hizo hace literalmente sesenta años.

Sesenta años.

La periodista chilena Bárbara Carvacho publicó hace un tiempo su libro “Y tú ¿tan feliz?”, donde cuenta su propia experiencia buscando un aborto en el Chile del siglo XXI. Una joven de clase media y educada, nacida con varias oleadas feministas en el cuerpo, pero que igualmente tiene que pasar por el miedo, la angustia, la rabia y la clandestinidad de buscar un aborto en su país.

Volviendo a Francia, el 26 de noviembre de 1974 la sobreviviente del Holocausto y ministra de Salud Simone Veil se presentó frente a la Asamblea Nacional, para abogar por el derecho de las mujeres a interrumpir su embarazo. “Primero quisiera compartir con ustedes mi convicción de mujer –me disculpo por hacerlo frente a una Asamblea compuesta casi exclusivamente por hombres–: ninguna mujer recurre alegremente al aborto. Basta con oírlas. Es y será siempre un drama”, dijo Veil, en un discurso hermoso que se pasea por género, salud pública, la injusticia de que finalmente las más afectadas son las mujeres más necesitadas de la sociedad, sentido común, la comprobación que una ley de aborto no significa una oleada imparable de terminaciones de embarazos, y también del aceptar de que en estas cuestiones, jamás estaremos todos de acuerdo.

Creo que ese último punto es fundamental de asumir en nuestro país, hoy. Sobre todo en estos tiempos binarios y atrincherados. Es válido, por razones religiosas o espirituales, no apoyar el aborto. Como es válido no creer que una persona comienza a ser persona en el segundo en que se unen óvulo y espermio, y que es la mujer quien puede decidir sobre si el embrión puede o no crecer en su cuerpo. No hay cómo convencerse entre unos y otros, pero sí debería primar algo: en cuanto a legislación y derechos, no puede imponerse uno sobre el otro. Que exista una ley de aborto no significa obligación de abortar, significa darle la opción de hacerlo de manera segura a las cientos de miles de mujeres que lo hacen igualmente en nuestro país, si así lo desean.

En 2017 hicimos el avance cuántico a la Ley de tres causales, permitiendo a las mujeres de Chile optar por terminar el embarazo si su propia vida peligraba, si la vida de su feto era inviable y no estar obligadas a parir bebés que morirán, o en caso de violación. Es decir: una ley humana. La semana pasada el presidente del Partido Republicano ya anunció que “cuando seamos mayoría en el Congreso”, buscarán derogar la legislación. Da lo mismo si hacemos clases de Historia, recordando que el aborto terapéutico era legal en Chile desde 1931 hasta 1989. Que en el mundo, solo una decena de países tiene el aborto completamente prohibido, incluyendo Irak y Filipinas.

Sería más importante saber que, aunque no estemos de acuerdo jamás en lo que significa el aborto, en la última encuesta CEP los chilenos se muestran cada vez más abiertos a la opción. Quienes apoyan en nuestro país el aborto terapéutico subió de un 35% en 1999 a un 49%. Quienes lo apoyan a todo evento subieron de un 10% a un 30%, mientras que quienes quieren prohibirlo han bajado de un 55% al 19%.

Si se prohibiera el aborto nuevamente -¡nuevamente!-, sería entonces el concepto que tanto manosean los políticos: una dictadura de minorías.

Escribo esta columna mientras siento a mi guagua de 31 semanas moverse adentro mío. Es la primera vez que he estado embarazada, con casi 40 años. Y no creo que el vivir la experiencia de la gestación me da ni más ni menos derechos para opinar en un tema que considero de salud pública, pero sí me hace mirarlo distinto, sobre todo cuando le he pedido a esta niña que acarreo todos los días desde hace siete meses, que se afirme, que aguante. Que viva. Empatizo aún más con las que deben o quieren terminar su embarazo, y creo que el Estado no puede hacérselos más difícil aún: el aborto debe ser legal y seguro para todas las mujeres de este país. Penalizarlo no es solamente es ilógico -asumamos: hay abortos-, es también cruel con las mujeres jóvenes y las mujeres en situación vulnerable que son quienes más lo necesitan.

El aborto se legalizó en Francia en 1975, décadas después, Veil fue la sexta mujer en ser enterrada con honores de Estado en el Panteón. Decía en su famoso discurso sobre aborto: “La historia nos muestra que los grandes debates que han dividido durante un tiempo a los franceses, con los años, terminan siendo una etapa necesaria para la formación de un nuevo consenso social que se inscribe en la tradición de tolerancia y moderación de nuestro país. Yo no soy de esas personas que le temen al futuro”.

Yo tampoco le temo al futuro. Solo le temo a la ceguera de los totalitarismos morales de lado y lado, y al riesgo de invisibilización que corren las mujeres hoy.

*Isabel Plant, periodista, editora y cocreadora de Mujeres Bacanas.

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