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Entrevistas

14 de Septiembre de 2023

Jon Lee Anderson sobre Gabriel Boric: “Él molesta a los extremos, pero en el centro, tanto de izquierda como de derecha, es visto como bien intencionado”

Foto: UDP

De paso por Chile el reconocido periodista estadounidense de The New Yorker conversó con The Clinic sobre el escenario del país en medio de la conmemoración de los 50 años del golpe de Estado. En este sentido, valoró el discurso del Presidente Boric durante el acto en La Moneda y cómo ha marcado distancia con otros líderes de izquierda en América. Asimismo recordó sus encuentros con Augusto Pinochet, a quien llama el último líder fascista del siglo XX, tras Hitler, Mussolini y Franco.

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El periodista estadounidense Jon Lee Anderson (66) es un experto analista de la política en América Latina. El histórico cronista de The New Yorker, que en sus más de 40 años de carrera, ha entrevistado a líderes de todos el mundo y que suele mirar hacia este lado del conteniente, comentando, por ejemplo, que hay “un ambiente picado”, como lo define.

Justamente, hace algunos días, estuvo de visita en Chile para dictar una charla llamada “De Pinochet a Bukele”, durante el Seminario Internacional “Democracia y Memoria” UDP y Cátedra Unesco, organizada por la Facultad de Comunicación y Letras de la Universidad Diego Portales.

Su paso por suelo nacional estuvo marcado principalmente por su participación en la conmemoración de los 50 años del golpe de Estado. “Llegué el 10 de septiembre, y estaba el bochinche con los anarcos. El día después asistí al acto oficial en La Moneda y luego en la tarde a una ceremonia”, relata, en conversación con The Clinic, sobre su arribo en medio de agitadas jornadas marcadas por las manifestaciones en el país en medio de esta fecha.

También se dio el tiempo para asistir a los encuentros realizados junto a los familiares de detenidos desaparecidos de la dictadura. Su atención se centró en los discursos ofrecidos por la senadora Isabel Allende y, principalmente, en el dado por el Presidente Gabriel Boric.

Sobre el ambiente que hoy se vive en el país, Jon Lee Anderson plantea que “por más que hay temores y hay gente que hace análisis hasta obsesivo de esta división”, hasta ahora “lo veo propio de una sociedad que he llegado a tener un altísimo sentimiento cívico, que hay un debate abierto todavía sano”.

Si bien hay extremismos, la gente no se está disparando en la calle. Chile, obviamente, tiene sus problemas como otro países, pero incluyendo gente desde derecha hasta la izquierda, la mayoría de las personas, aunque están divididos en torno a determinados temas, están hablando, conversando y debatiendo. Por eso mismo no me preocupa Chile tanto como otros países. Hay un buen nivel de diálogo cívico”.

También destaca el Plan Nacional de Búsqueda anunciado por el Presidente Boric asegurando que “me parece que ofrece una respuesta con un instrumento del Estado a este dilema que opera todavía y divide, obviamente, a chilenos entre los que quieren alabar el Golpe y olvidar la secuela mortífera y los que todavía buscan a sus seres queridos”. Y agrega: “La reconciliación no significa la neutralidad ni la imparcialidad entre la víctima y el victimario. Si algunos ven esto como un gesto partidario, creo que hay problemas en Chile todavía”.

¿Cómo evalúa el liderazgo que ha tenido el Presidente Boric en este proceso?

-He escuchado críticas, pero a mi juicio hizo un buen discurso por los 50 años. Intentó adoptar un tono de estadista, que es algo en que ha sido muy consecuente. Pero él está en una posición muy difícil. Por un lado, la izquierda extrema lo critica. Y, por otro lado, entiendo que tiene sus enemigos y también he escuchado que desde la derecha lo criticaban por hacer un discurso demasiado pro víctima o allendista y que debía haber hecho algo más como un proyecto a futuro. Pero es un ser humano. A veces peca como todos. El discurso no es perfecto y no sé si en este momento puede haber un discurso perfecto en Chile, con un país que todavía no se ha cuajado en torno a una misma noción histórica del fragor vivido y con políticos de ambos extremos que buscan sacar tajada de ese vacío.

Ser presidente de todos los chilenos no es una tarea fácil. Yo creo que él molesta a los extremos, pero en el centro, tanto de izquierda como de derecha, creo que es visto como alguien bien intencionado, aunque algunos lo ven como demasiado joven. Lo que creo que nadie me ha dicho es que lo ven como alguien mañoso o sectario. Boric no es un tipo malo, sino que creo que tiene un trabajo de malabarismo muy difícil. Y creo que sus discursos, así como sus gestos y acciones, parecen a veces dubitativos, no siempre pegan bien o de manera acertada, pero creo que es muy temprano todavía para hacer un juicio sobre si es un buen o mal presidente. Puede resultar un presidente catastrófico al final, pero no será por maldad propia, será en parte por la manera en que han operado en torno a él, tanto sus adversarios políticos como algunos de sus aliados estratégicos, que han demostrado ser tan oportunistas como sectarios en algunos casos.

Usted escribió en el New Yorker un perfil en que afirmaba que “Boric promete un cambio social radical. En un país de extremos políticos enfrentados, tendrá que vender su visión no solo a sus oponentes sino también a sus aliados”. ¿Siente que ha logrado ese cambio en su gestión?

-No, todavía no. Debido sobre todo al fracaso de la Convención Constitucional, ha quedado en el limbo, ha quedado en jaque su gestión. Si él hubiera logrado, según la percepción de cada uno para bien o mal, la aprobación de la Constituyente, yo creo que habríamos visto un Boric más envalentonado, más eficaz o quizás más certero en sus políticas, pero quedó debilitado. Es como un boxeador en el sexto round, está contra las sogas. Se mantiene de pie, pero tiene que llegar al décimoquinto round.

Y en ese sentido, ¿cuáles cree usted que son los desafíos que tiene que enfrentar para poder dar vuelta esa situación?

-El siguiente desafío es qué va a pasar con el Plebiscito de la nueva Constitución, que tiene un poco en vilo al país. No sé si le afecta más, podría salir más debilitado aún si parece un pergamino muy de derechas, aunque también puede fracasar y terminar de nuevo con la Constitución de 1980. En estas circunstancias supongo que eso sería lo mejor.

En términos de su quehacer internacional, él sigue siendo alguien de estima y de referencia. Si bien es joven y nuevo en el escenario, ha marcado distancias con los regímenes de izquierda más rocambolescos o dictatoriales, como el de Cuba, Venezuela y Nicaragua. Ha criticado a estos regímenes aún reivindicando valores de la izquierda. Es el primer presidente de izquierda en hacer eso y de una forma bastante loable, sin pelos en la lengua. Eso lo ha hecho ser tomado en consideración en una amplia gama de capitales en el mundo y ha logrado, inclusive, hacer eso y conservar buenas relaciones con otros regímenes de izquierda, por ejemplo el de Lula en Brasil, el de Petro en Colombia e inclusive con los kirchneristas en Argentina. Hay que ver quiénes vinieron para la conmemoración. Vino Petro, sí, pero también vino el expresidente Santos.

¿Cómo ve, entonces, su apuesta internacional? ¿Cree que ha construido un liderazgo?

-Él es un líder que ha establecido una posición moral excepcional frente a las corrientes ideológicas que están todavía dando vueltas en el hemisferio. Ha marcado una diferencia sin dejar de reivindicar sus principios y mantener también una interlocución con gente de centroderecha e inclusive mantener una coalición con el Partido Comunista. Eso es loable, en estos momentos en que tenemos presidentes que desde Estados Unidos hasta Brasil y otro en Centroamérica son sectarios, divisorios. Él es una figura que busca consenso y eso es algo reconfortante en un mundo revuelto, con hostilidades marcadas y mezquindades políticas.

Jon Lee Anderson y sus encuentros con Pinochet

Usted pudo hacer varios perfiles de Augusto Pinochet y entrevistarlo. ¿Cómo describiría usted la su figura? ¿Quién es para usted?

-Decir que fue un dictador de derecha es demasiado parco. Tenía aspectos de tirano. Al final, era muy chileno, en el sentido de que hasta irrumpe violentamente, con salvajismo, para tomar el poder. Actuaba como el peor de los tiranos y como los golpistas de ultraderecha. En ese aspecto, su régimen hasta podría ser comparado e inclusive emulativo de lo que hizo Franco en España. De alguna manera, Pinochet era el último líder fascista del siglo XX. Si miramos en orden descendiente a ellos sería: Hitler, Mussolini, Franco y Pinochet. Pinochet era el último. Es más, arropaba ideologías protonazi.

Decir que era como la última enconada del Tercer Reich puede sonar muy melodramático, pero hasta cierto punto lo fue. En la primera parte de su régimen era despótico, asesino y sanguinario. Decía que era muy chileno porque al final respetaba las leyes, pero forzosamente. Es como singular que un déspota entregue el poder porque pierde el referéndum. En todo caso lo hizo, pero quiso hacer lo que hizo Franco, que era maniatar la sociedad a su gusto y capricho haciéndose senador vitalicio y controlando un tercio del Senado. Era un tirano zorro, la última enconada del Tercer Reich.

¿Cómo fue la experiencia de poder hacer esa entrevista en Londres y conversar frente a frente con Augusto Pinochet?

-Fue fascinante. Lo recuerdo muy bien porque entendí que estaba hablando con el último líder fascista. La forma en que llegó al poder Pinochet se asemejaba mucho a lo que había pasado en España con Franco. Pinochet abrió la puerta a toda una época de tiranía y represión salvaje en el Cono Sur, en América que marcó una generación. En este sentido yo estaba muy consciente de que estaba hablando con el último líder fascista del siglo 20. Eso era una oportunidad histórica e imposible de igualar en el mundo. Me siento como periodista y como persona muy bien por haber tenido esa oportunidad. No era santo de mi devoción, pero lo pude tener frente a frente, a un metro de distancia y eso no es algo tan común para un periodista.

Y en ese momento no había algún sentimiento de temor sobre su figura.

-Yo no tenía un temor personal en torno a él. No sentí temor enfrentado con otros que me han inspirado temor. El hecho de que logré llegar a él era un proceso de acercamiento diplomático y entendí que al llegar a él podía perder la entrevista si no decía las cosas bien. Mucho tiene que ver con el lenguaje corporal también, pero al menos estaba allí con la oportunidad de poco jalarle la lengua y ese era mi cometido. Si yo sentía una cosa u otra no era importante. Uno busca camuflar los sentimientos, inclusive de disgusto. He tenido que hablar con muchas personas que no son santos de mi devoción, pero para el propósito de que hablen y aprender un poco más sobre ellos, es importante hablarles y eso fue lo que hice con él.

¿Y cómo era el estado de Pinochet en ese momento? ¿Tenía algún nerviosismo o temor respecto a las consecuencias que podía tener la entrevista para él en ese momento?

-Sí, era muy suspicaz y lo supe por la hija que me ayudó a convencerlo a que me hablara. Él empezaba a sentir miedo, ella no decía la palabra miedo, pero él estaba receloso por los movimientos del juez este, Guzmán, que empezaba a abrir casos en contra de él. Yo creo que empezaba a sentirse en un terreno movedizo en que se le fue de las manos el control. Hace poco había entregado el mando militar y supongo que se sentía más vulnerable que antes. Posiblemente, aceptó la conversación y las entrevistas conmigo porque buscaba de alguna forma u otra consagrarse como un líder histórico en un mundo difícil donde él había tenido que hacer lo que la sociedad no estaba preparada de hacer. Sin atribuirse directamente el haber ordenado la muerte de 3.000 chilenos, quería jactarse de haber ganado la batalla contra el comunismo. Era una paradoja que él de pronto le venía más cerca y de pronto se sentía más vulnerable.

Ustede tuvieron más encuentros. ¿Hubo algún cambio en su actitud o cómo fueron esos momentos?

-Tuvimos cuatro encuentros más. Una en su oficina del Senado en Valparaíso y después, finalmente, una en Londres, donde había ido para operarse y divertirse con los Thatcher. Ahí es cuando le pregunté por los derechos humanos y él reaccionó de forma iracunda y dio puñetazos a la mesa, no se controló. Se volvió realmente enojado y gritó dos o tres veces dando puñetazos a la mesa de forma frustrada. Alguien acostumbrado a mandar de forma despótica. Ahí demostró su verdad, pero también quizás su miedo.

El ambiente picado en América Latina

¿Cómo es la situación política actual en Latinoamérica en general?

-Es una es un ambiente muy picado en donde si ha surgido un líder reconocible a nivel internacional y regional sería Lula. Un líder bastante controvertido, pero muy comentado sería Bukele, o sea, la mano dura ahí en El Salvador. Y otro líder en ciernes si es posible, no todavía asegurado de su futuro, sería Javier Milei en Argentina como una especie de engendro payaso, un cruce entre Trump y Bolsonaro y una cosa propia argentina.

¿Cuáles son principales amenazas ve en este escenario?

-América Latina oscila, casi como siempre, entre los autoritarios emergentes y los despóticos. En los más pragmáticos ahí incluiría a Lula con ambición ya más bien internacional y los locos peligrosos, como podría ser un Milei. Es un ambiente más picado debido a la postura más bélica de China y su intención de competir con Estados Unidos a nivel internacional, junto con la la invasión, la guerra que ha desatado Putin en Ucrania y el ambiente de guerra fría ha creado un ambiente más tóxico, más inestable.

Tenemos todavía todas las zonas de centro América y Caribe, básicamente con economías y políticas fallidas. Son países fallidos en realidad que viven del narco o de las remesas de migrantes. Viven de un flujo de migrantes que van hacia el norte cada vez más. Haití colapsado. Entonces hay muchas cosas, muchas pelotas en el aire, que demuestran que las Américas están con grandes problemas. Sí, algunos países solo pueden sobrevivir porque mandan inmigrantes a cruzar el río Bravo y vivir como camareros en Estados Unidos y mandar plata a sus familias, las cosas no están bien.

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