Columna de Carolina Urrejola: El metro y la bicicleta

Algo curioso de esta semana que se acaba es lo mucho que hablamos de medios de transporte. En efecto, la movilidad estuvo en el centro del debate por distintas razones.

Por una parte, los vecinos de El Bosque y San Bernardo vitorearon la llegada del metro a sus históricas comunas. Y por otra, las decisiones de traslado del Presidente Boric se convirtieron en tema de disputa política.

Tanto así, que fue el propio mandatario quien ironizó con las críticas de la oposición: “Está polémica es realmente absurda (además de falsa). Les molesta que ande en bicicleta, en auto o en avión. Que tenga o no tenga escolta. Que apoye al deporte, la cultura o la ciencia. Los invito a hacer más ejercicio para despejar la mente y sobre todo a trabajar juntos en mejorar la seguridad en Chile. Menos pelea y más colaboración. Eso es lo que nos exige Chile”.

Las imágenes de la apertura de las cuatro nuevas estaciones de metro de la Línea 2 alegran el alma. Los vecinos y vecinas junto a sus alcaldes ingresando a la nueva infraestructura muestran el efecto que una política pública seria y continuada en el tiempo tiene en la ciudadanía. Las obras de la extensión comenzaron en julio del 2019, tras una planificación que se debe haber iniciado años antes.

Hay cada vez menos cosas que en Chile hacemos con continuidad, por sobre el signo político de los gobiernos. Una de ellas es la política exterior (con algunos altibajos a inicios de esta administración) y otra, las obras públicas, pero más específicamente el metro. Son cuestiones que prácticamente no encuentran disenso, lo que hoy es una rareza.

La inminencia del plebiscito constitucional ha profundizado estos días las polémicas inútiles. Las críticas del senador Javier Macaya y otros personeros de oposición a las subidas al cerro San Cristóbal del Presidente Boric, o al hecho de que haya participado en los Juegos Panamericanos bailando y cantando, han sido parte de la franja televisiva de campaña estos últimos días. Hay un discurso y una práctica perfectamente alineadas entre la crítica política contingente y la promoción de la votación a favor en el plebiscito.

La oposición insiste en convertir la elección del 17 de diciembre en un referendo sobre la gestión del gobierno y no lo es. Lo que decidiremos en dos domingos más es si consideramos buena o mala para nuestro país la constitución que se nos propone en este segundo proceso tras el fracaso del primero. Ambos tienen en común la imposición de una mayoría sobre una minoría, y la infiltración de la política contingente con el efecto de inflamar el debate constitucional.

Cada cual deberá reflexionar sobre cuánta responsabilidad le cabe en esta dinámica que nos tiene igual o  más divididos que antes, a pesar de las buenas intenciones del acuerdo político que dio origen a toda esta historia.

Y sobre los dimes y diretes de la política chica que estamos presenciando, habrá que tener paciencia a ver si las cosas se enfrían. Mientras tanto, nos aferramos a cualquier símbolo de unidad que nos dé luces de una mejor convivencia. Pasó antes con los Panamericanos, pasó ahora con la extensión del Metro. Crucemos los dedos por nuevos hitos que nos permitan mantener la esperanza.