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9 de Diciembre de 2023

¿En qué momento los chilenos nos volvimos tan pesimistas?: El sesgo negativo que se ha vuelto una constante en las encuestas de opinión pública

Ilustración: Camila Cruz

Predisponerse a un alto tráfico al salir de casa, a un asalto o, incluso, estar seguros de que el presente y futuro del país va en caída. Estas son algunas de las experiencias de quienes se autoperciben como pesimistas. De acuerdo a distintas encuestas, los chilenos dicen sentirse cada vez más inseguros y con percepciones pesimistas sobre el país en general y de la economía, a pesar de que los datos y estadísticas no apunten, necesariamente, a ese lugar respecto de años anteriores o comparados con resto del continente. Un publicista, una profesora, un filósofo, una psicóloga y un comediante buscan develar aquí si los chilenos fuimos siempre pesimistas o es un rasgo que ha aparecido en el último tiempo.

Por Paula Domínguez Sarno

“Yo era muy pesimista”, admite el guionista y comediante Luis Slimming. “Generalmente, por la clásica de que si esperai menos, te sorprendís, poh. No te podís desilusionar si partís esperando poco. Como Chile está lleno de decepciones, desde la economía hasta la naturaleza, que no odia, claro… si esperai que haya un terremoto todos los años y no hay, es bueno”, añade sobre lo pesimistas que somos los chilenos.

“Creo que el chileno es pesimista porque, básicamente, estamos en Chile. Y como dice Coco Legrand: ‘El problema de Chile es que está lleno de chilenos’”, dice con humor Nicolás Vial, publicista, profesor universitario y escritor. “Llevamos dos procesos constituyentes que no nos están guiando nada, la gente no se está leyendo el texto, pero igual está opinando, y la gente que leyó el texto, no quiere opinar, porque sabe que la hueá va a generar un caos”, argumenta. Algo que también comparte Slimming: “De hecho, ahí tenís: el 18 de octubre envejeció peor que el hijo de Jorge Hevia”.

El humorista y también matemático recuerda su pasado optimista trabajando en la conocida rutina de Stefan Kramer en el Festival de Viña del 2020, también con “mala vejez”. “Perdona, Stefan. ¿Qué hice?”, exclama. “Lo único que logré con eso fue que a Kramer lo odien los cuicos también”, agrega. El mismo pesimismo que lo llevó a predecir la ruptura amorosa del presidente Gabriel Boric con Irina Karamanos, lo lleva a concluir hoy que el proceso constituyente no vale la votación: “¿Y si promediamos las constituciones y no vamos a votar más, no más? En Chile se defiende la vida del feto mapuche… no sé, ahí pueden salir cosas”, agrega riendo. “Está complicado el optimismo, pero quiero creer que todavía hay esperanza… pero ves a los argentinos y no sé”.

Aunque Nicolás Vial no se siente conforme con cómo ha funcionado Chile desde el estallido social en 2019, su decepción viene desde antes. “Tenemos una incertidumbre del tema de la educación, que vienen peleando los pingüinos durante casi 20 años; hay una incertidumbre con el tema de la AFP, que saben que está mal, pero que nadie se hace cargo de eso, porque hay plata involucrada; y, tenemos la incertidumbre de la salud pública y privada, que la salud es buena solo para el que tiene plata. Pero somos chilenos, nos quedamos callados, vivimos encogidos de hombros”, afirma.

Cristóbal Bellolio, doctor en filosofía y máster en Teoría Política, no piensa que el rasgo de pesimistas sea parte de nuestra idiosincrasia. De hecho, el autor de Ateos fuera del clóset tacha esta palabra de “parroquial”. “En cualquier país del mundo, todos creen que son iguales. La gente cree que es muy especial por algo y, en verdad, todos lo creen. Entonces, lo más probable es que no somos especiales en nada. Si tú vas a Inglaterra también creen que su equipo va a perder”.

El vaso medio vacío de los pesimistas

Según la encuesta Ipsos de hace tres años, a casi un año del estallido social, Chile figuraba como el país más pesimista del mundo. Y los años posteriores no han sido tan distintos, profundizando el factor de pesimistas que se han vuelto los chilenos. De acuerdo a la encuesta Cadem de noviembre pasado, el 85% de la población chilena cree que la delincuencia ha aumentado en los últimos tres meses, solo el 21% cree que la economía va por un buen camino y el 22% ve el futuro con optimismo, el nivel más bajo que ha registrado esta encuesta (enero 2015). En cuanto al empleo, un 80% cree que la situación es mala o muy mala, mientras que las expectativas negativas sobre el consumo llegan a 74% y van a completar dos años en condiciones pesimistas.

Pero, por ejemplo, hace un año, la inseguridad era cinco puntos más alta, aunque los delitos de mayor connotación social habían disminuido. Y en lo económico, en febrero de este año, el Banco Central proyectaba una inflación anual del 5,3%, pero el año se cerraría con una inflación del 4,3%, según la proyección del Banco Central.

“Desde el humor, el pesimismo puede ser como una depresión más funcional”, define Luis Slimming y agrega a la ecuación: “Triste + humor = pesimismo”.

Pero, más allá del humor, existe una definición clínica: “El ser pesimista es una disposición afectiva y mental. Los psicólogos cognitivo-conductuales han trabajado bastante en los que son los sesgos: el sesgo negativo que le llaman, es una predisposición a nivel, incluso, neuronal, de que todo va a salir mal”, dice la psicoanalista y psicóloga clínica Alma Bascuñan. “Voy a ir a buscar una pega: no me van a contratar. Voy a dar la prueba: no me va a ir bien en la prueba…”, explica sobre el “sesgo negativo”.

A Paulina Zalaquett le pasa algo así. Es profesora en un colegio y cuando sale de su casa no piensa, sino que sabe que va a haber un taco. “Predispuesta, independiente de la hora a la que salga, aunque muchas veces no haya sido así”, admite. “Me cuesta pensar positivo, estar esperanzada. Quizás por un tema de poca tolerancia a la frustración, me es más fácil pensar que algo no resultará y, luego, si ocurre lo contrario, me alegro por ello. Siento que va mucho de la mano con la inseguridad personal”, cuenta. “Ser pesimista, para mí, es ver el vaso medio vacío en todo aspecto”.

Alma Bascuñan afirma que cerca del 90% de los pacientes que acuden al centro del cual es directora, después de ser sometidos a un test, califican con sesgo negativo, pero no lo asocia a algo particularmente chileno. “El hecho de decir que el chileno de por sí pesimista, como algo particular del chileno, ya es una posición pesimista”, agrega.

Una de las respuestas que da la psicóloga sobre la visión pesimista hacia el futuro es la incertidumbre y es por esto que, no pocas personas, buscan no generar expectativas y, así, disminuir las decepciones. “Cuando ya los sesgos negativos, digamos el pesimismo como lo estamos hablando, limita tus posibilidades, tu libertad, empieza a reducirte y tienes pocas posibilidades de acción, podríamos pensar que es algo más grave. Por ejemplo, un estado depresivo en dónde la persona está en una completa pasividad, donde ya la voluntad quedó nula y la persona no se siente capaz de nada: ‘¿Para qué voy a hacer esto? ¿Para qué voy a tener pareja si me va a dejar al mes? ¿Para qué voy a tener hijos?…’”, explica y sigue. “Cada cual establece sus propios límites de acuerdo a las expectativas, proyectos de vida y promesas que tienen hacia el futuro”.

De acuerdo a la encuesta CEP de noviembre pasado, hubo un aumento entre quienes creen que la situación económica del país empeorará dentro los próximos doce meses. En concreto, un 38% de los encuestados prevé que el panorama económico será peor en un año más, un alza de 4 puntos porcentuales en comparación a la encuesta de junio-julio de este año. En ese informe, las mujeres decían en un 66% que situación actual era mala o muy mala, frente al 53% de los hombres. Y por segmentos, entre quienes tienen de 45 a 59 años la cifra se incrementaba en un 72%, y quienes poseen educación media incompleta, con 69%.

¿Tiempos pasados fueron mejores?

El mundo conservador cree que todo pasado fue mejor, en general. De alguna manera, tiene esa cierta sensibilidad, y no estoy siendo figurativo, de que gran parte de los problemas que tenemos hoy día es porque perdimos algún tipo de armonía, algún tipo de balance, que algo se perdió en el camino”, reflexiona Cristóbal Bellolio sobre el dato. “Se acuerdan de cuando uno era chico y dicen: ‘Ah, en esos tiempos se respetaba a la autoridad’. Pero la verdad es que es una sensibilidad que tiene que ver con una evaluación de los procesos políticos, no creo que defina a los chilenos”, y reafirma su punto inicial: “Si vas a Argentina y le preguntas a la derecha después de que ganó Milei, puede que por fin digan: ‘Yo creo que el futuro va a ser mejor’. No lo sé”.

Frente a su computador, sentado en una de las oficinas del conglomerado de medios de comunicación donde trabaja Nicolás Vial, comenta una conversación con un colega: Me dice: ‘¿A ti no te llama la atención la cantidad de canales de televisión, en este caso del cable, que dan contenido antiguo y que la gente ve?”, cuenta el publicista. “Ahora tenemos REC TV, que es contenido reciclado. También ahora volvió el Juego de la oca. El espíritu de que todo tiempo pasado fue mejor está muy presente, como que en los 90 todo era bueno, la comunicación era la raja, toda la gente andaba feliz, la gente sabía hablar muy bien, ¿cachai? Como que ahora va todo al revés, si tú sales a entrevistar a alguien en la calle, la gente tiene una comunicación más pobre, habla peor, se expresa de peor manera, los jóvenes escriben peor…”.

El psicólogo experimental, profesor del Harvard College y escritor canadiense Steven Pinker, dio en 2018 una charla TED en la que afirma empírica, racional y cuantitativamente que el mundo, al contrario de lo que suele creerse, está mejorando. En él, muestra cómo han disminuido los asesinatos en EE.UU. y el mundo, la mortalidad infantil y los conflictos bélicos y cómo han aumentado los derechos de las minorías y el acceso a la tecnología, entre otras muchas otras cosas. De hecho, el mismo Pinker dijo a mediados de este año, en el contexto de la celebración de los 100 años de la empresa Deloitte, que “Chile es uno de los países más exitosos de Latinoamérica. Quizás el más exitoso”. Y agregó el mismo escenario que muchos perciben: “Pero, claro, hay altos niveles de descontento y rabia”.

Pesimistas y las futuras generaciones

Nicolás Vial es millennial y recuerda su infancia y adolescencia con CDs, disquetes, Icaritos, Encarta y bibliotecas. Los ápices de tecnología emitían eternos sonidos cuando se lograba conecta a internet a través de las vías telefónicas en los computadores con grandes caparazones que alargaban el aparato tras las pantallas. “Usábamos carpetas, todo era manual. Entonces, como que el conocimiento de alguna otra forma se te iba quedando”, explica sobre las principales diferencias que ve en su generación y los Centennial (a quienes les hace clases en la universidad). “Y ahora veo a estos cabros, que tienen todo más a mano y más bueno, los trabajos son mil veces más deficientes de lo que eran en mi generación”.

Recordando a Eduardo Galeano y sus metáforas futbolísticas, Vial afirma que la generación de ahora es espectadora: “Él decía que pasamos como de la generación de los goles, que hace los goles, que era la generación del papá de Galeano”, explica. “A la generación que sólo celebra los goles, ¿cachái? Los goles ajenos. Vemos a la gente que cabecea y un poco yo creo que es la generación Z, como partí diciendo, un poco están celebrando a los que crearon estos súper teléfonos, todo lo que tienen alrededor, la inteligencia artificial… Y solo ahí, sentados en una silla, tragándose la risa, tomando cerveza, espectadores de este mundo nuevo, maravilloso, mejor que antes. Pero ¿estamos haciendo algo para seguir mejorándolo?”, reflexiona y responde: “No lo sé”.

Bellolio, por su lado, aunque con el optimismo de que el mundo es un mejor lugar que antes, también tiene sus aprensiones sobre las nuevas generaciones. Recordando un libro de Jonathan Haidt y Greg Lukianoff, afirma que las nuevas generaciones pueden estar “menos preparadas para el futuro que las anteriores”.

“Actualmente, como que algo que te ofende, como que automáticamente te reduce, te hace más vulnerable. Y lo que dicen, no es que estén celebrando el bullying, pero que es importante enfrentarte a situaciones difíciles en la vida”, explica. “No, ahórratelas”, agrega, haciendo alusión a particularidades de las generaciones más jóvenes.

“Las buenas noticias no son noticias”

Pero, más allá de la discusión sobre el futuro, el presente parece ser el foco de atención. Paulina Zalaquett, al igual que Nicolás, cree que si es algo particularmente chileno el tema del pesimismo. “Pero, más que nada, porque ya estamos desesperanzados, no creemos mucho en los cambios que nos han prometido, por ejemplo, en los gobiernos”, dice aludiendo a la actualidad del país.

Sin embargo, tal como acusan los indicadores de estadísticas del delito y los datos económicos, parece ser que los resultados no son tan pesimistas. “Las buenas noticias no son noticias”, responde Cristóbal Bellolio. “Yo nunca he perdido el televisor para que alguien diga: ‘Estamos aquí, en Tanzania, para conmemorar que hace 25 años no hay un conflicto’. Jamás”, agrega.

Ya sea por el ente fiscalizador del periodismo o por el algoritmo de las redes sociales, es una tendencia el hecho de que la gente consuma más contenido triste. De hecho, a la conducta de bajar y bajar en el feed en un sin fin de noticias malas como tragedias, guerras, accidentes y catástrofes, se le llama doomscrolling. “El Homo sapiens es tribal y se ha dado cuenta de que tiene mayores puntos, por así decirlo, en la escala reputacional de tu tribu cuando denunciamos al frente y no cuando encuentra algo bueno”, reflexiona Bellolio.

Pero la psicóloga Alma Bascuñán afirma que existen mecanismos (además de asistir a terapia) para intentar reducir el rasgo de pesimistas antes este bombardeo de malas noticias y este es alimentar la mente de estímulos más optimistas. Por ejemplo, una buena idea es buscar buenas noticias para leer, hacer deporte, no aislarse y seguir relacionándose con gente. “Si tú sales, puedes ver que, a pesar de todo lo malo que pasa, la gente afuera sigue riendo y viviendo”.

Además, la profesional de la salud mental explica que, el otro extremo, algo así como un optimista empedernido, tampoco es algo bueno. “Uno apuesta más el equilibrio, porque tener un sesgo positivo, pensar que todo va a salir bien y entrar en un estado medio maníaco de que todo es felicidad y alegría, no es bueno”, afirma. Aunque admite que es más fácil trabajar con un sesgo positivo que con uno negativo, ya que, mientras en el primero hay que regular, en el segundo hay que crear o construir, algo perdido, como una voluntad”.

“Como soy muy pesimista, trato de luchar contra ese pesimismo. Porque al final quiero creer que cuando tú pensái las cosas buenas algo puede pasar que está ahí”, concluye Luis Slimming mientras toma la entrevista desde una videollamada arriba de un Uber. “Siento que al final no cambia nada, los resultados no van a depender de ti. Pero antes yo era tan pesimista, empecé a ir a la psicóloga… antes pensaba: ‘mejor no tomo esa videollamada, alguien me puede robar el celular’. Ahora subo el vidrio, no más. Antes no habría aparecido en este reportaje por lo puro pesimista, no más”.

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