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Reportajes

24 de Diciembre de 2023

El furor de las cerezas: los jóvenes veinteañeros que se vuelcan a vender en Lo Barnechea y Las Condes para juntar dinero e irse de vacaciones

Cerezas Fotos: Nelson Mena

Lo Barnechea y Las Condes son los lugares donde jóvenes estudiantes optan por instalarse con sus autos y comercializar esta fruta durante noviembre y diciembre con el fin de generar un ingreso extra para las vacaciones o pagar sus estudios. Algunos llevan cerca de ocho años haciéndolo y reconocen que esta práctica es un boom de esta temporada. Respecto al comercio ilegal en Lo Barnechea, Carla Martínez, jefa del departamento de Gestión de Fiscalización y Riesgo de Desastres señala que han cursando a la fecha 17 infracciones "a distintos jóvenes que se encuentran ubicados en los sectores de Las Pataguas, El Huinganal, Pie andino, Camino Real, Camino La Laguna, El Tranque y Delano”, detalla.

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Son cerca las 16:00 horas y Matías (21) está al lado de una camioneta 4×4 estacionada en el camino Los Trapenses, a cuadras del mall Vivo. Ya lleva un rato bajo el sol con la maleta abierta y en ella una caja de cerezas.

Los cinco kilos está en 15 mil pesos. “Son grandes, están firmes, no están con hongos. La gente viene, las ve y se las llevan”, dice. En un momento suena una bocina. Es un auto blanco con tres personas en su interior. Matías, estudiante de Ingeniería Comercial, los reconoce y sonríe, mientras ve cómo le hacen un gesto vulgar.

Esta es su sexta experiencia vendiendo cerezas para lograr un ingreso extra para las vacaciones. “Siempre lo hacemos en esta fecha, para junar plata para el verano y el año. Uno puede hacerse harta plata si es que es constante y si le metes harto. Es un bueno sustento para uno que es estudiante y no tiene un sueldo fijo a fin de mes. Y para no vivir, básicamente, de los papás”, cuenta.

Ingresó a la venta de esta fruta al ver que otros conocidos vendían en la calle durante los últimos meses del año. “Uno ve a la gente y dice: ‘Si ellos lo hacen debe ser bueno’. Uno se empieza a meter de a poco hasta que te consolidas un poco más y hoy día es prácticamente lo que esperas todo el año”, plantea.

En Lo Barnechea, ese día el termómetro llegó a marcar 29 grados durante la tarde en que una nueva nube de humo ingresaba a Santiago producto de los incendios en Curacaví y San Bernardo. Martín, de 21 años, está bajo el sol protegido con un jockey y usando polera negra manga corta y short. En sus manos está la tapa de al caja de cerezas que está ofreciendo. Unos metros más abajo hay un cartel de cartón amarrado a otro que pide a los autos circular a baja velocidad porque están en una zona cercana a un jardín infantil. En este se puede leer “Cerezas 5 KG”.

Camino Los Trapenses.

Estudiante de Ingeniería Comercial, lleva ocho años vendiendo cerezas en la calle. Pero todo partió con otra fruta. “En el colegio buscaba la manera de hacerme lucas. Tenía como un contacto que me pasaba naranjas. Empecé a vender naranjas y, de repente, me dijo: ‘Oye, ¿querí empezar a vender cerezas y la cuestión?’. Yo no conocía mucho el negocio. Partí en la calle, fui uno de los como pioneros de vender en la calle y hoy día es un boom”, recuerda, para luego agregar: “Las naranjas eran como a mitad de año, pero después siempre cerezas”.

También vende en Lo Bernachea. Reconoce que en el lugar donde está instalado a lo mejor no es el ideal, pero tiene identificados otros puntos donde vender, como la esquina donde se ubica un jardín infantil cerca del Santiago College. En esta oportunidad, en ese lugar hay una persona vendiendo frutillas. “De ocho de la mañana a las ocho de la tarde vas a ver vender cerezas en todos lados”, asegura.

“Cuando partí vendiendo me acuerdo de que vendía cien cajas de cinco kilos”, remarca de sus inicios como vendedor callejero. “Antes las vendía a ocho o diez (mil pesos). Ahora, lo máximo que vendo son 15 cajas. El año pasado, por ahí, eran 20 cajas”, lamenta. “Cuando partí, tenía más tiempo libre y vendía mucho más. Como era de los que partió, no había tanto el boom, la gente me veía y me compraba”, recuerda.

Ganancias y proveedores

Durante la penúltima semana de diciembre, según datos de la Oficina de Estudios y Políticas Agrarias (Odepa), el precio de la bandeja de 10 kilos de cerezas en el mercado mayorista de Vega Central Mapocho de Santiago fluctúa entre los 4 mil pesos -variedad Lapins de tercera y la Santina de la misma calidad- a $10.000 la Rainer de primera.

En redes sociales, son varios los pecios en los que se ofertan los 5 kilos, pero no se especifica variedad o calidad. Solo hay fotos y videos del producto. Van entre los 10 mil y los 12 mil pesos por caja. Algunos cobran despacho, otros hacen promociones. Por ejemplo, si compras más de diez cajas el valor unitario es de $8.000.

También hay quienes están al tanto del comercio informal de cerezas y buscan vendedores para la temporada de esta fruta que va de noviembre a enero. Se ofrece que los interesados realicen un pedido semanal, para vender y entregar hasta el viernes o sábado. También se plantea una ganancia de entre 3 y 4 mil pesos por caja vendida.

Sobre los proveedores, Matías asegura que “uno va viendo” para tomar la mejor opción. “Hay conocidos que tienen campos y de repente traen. Otros van trayendo semanalmente. Otro trae todos los días. Entonces, igual uno tiene hartas opciones para elegir”, dice. Él trata de comenzar a vender en noviembre, cuando empieza la temporada y no hay tanta competencia.

Isidora López tiene 22 años y esta semana cierra su primer año vendiendo cereza. Entró en esta actividad por su pareja, quien el año pasado tuvo una exitosa experiencia. Ella estudia Ingeniería Comercial en la Universidad Adolfo Ibáñez y mezcla ventas en la calle como también a condominios usando su Suzuki Grand Nómade. Sus mejores “spots” de venta son la calle San Francisco de Asís cerca de Cantagallo y Antonio Valech con Camino El Alba.

Las cerezas que comercializa las obtiene a través de un proveedor que, en un inicio, le vendía la caja de 5 kilos a $8.500. Ese precio ha bajado con el correr de las semanas. Primero a 7.500 pesos y hoy las compra a $6.500, lo que le permite aumentar su margen de ganancia. Ella las vende a 13 mil pesos.

Gregorio Caballero Atria tiene 24 años y es pareja de Isidora. El año pasado, en tres días llegó a vender 50 cajas. “En la primera semana las vendía a 18 mil pesos”, recuerda. “Este año el margen de ganancia ha sido relativamente parecido, pero más lenta la venta. La cosecha era más mala”, dice. Su motivación para vender cerezas “en parte es vacaciones, quizás un viajecito, pero también, en parte, es pagarse los estudios”. Él ha llegado a ganar 300 mil pesos en una semana, por lo que un millón es una meta cercana a la hora de proyectar ganancias.

Es la cifra que llegó a ganar Matías el año pasado, porque “también trabajé con sandias”. “Este año no se puedo dar por las lluvias. Se están cortando recién esta semana y están muy caras, entonces no me salía rentable, pero uno se puede hacer sobre un millón de pesos si es constante. Uno se puede hacer mucho más o mucho menos depende de los que uno trabaje”, expone.

Los seguritos y las leyes de las calles

El estudiante de Ingeniería Comercial reconoce que “este año he vendido súper pocos porque estuve full exámenes”. “Es el año que menos he vendido”, afirma. Sus lugares de venta son por Lo Barnechea, ya que “conozco más o menos el sector”. También hay otro dato clave: “Me familiarizo igual con los seguritos, porque igual te viene a molestar”.

“El año pasado yo no tuve ningún problema. Se me acercó un segurito, me preguntó si estaba haciendo esto para pagar mis estudios, avisó por radio y nunca nadie más me molestó”, cuenta Gregorio Caballero. Esta temporada, también tuvo suerte, pero condicionada. “Este año se me acercó un segurito y dijo ‘si nos veía mañana nos sacaba el parte’”, cuenta el estudiante de Derecho de la Universidad Adolfo Ibáñez. En San Francisco de Asís vio como le sacaron una infracción a otro vendedor de cereza, a quien registraron realizando una transacción fotográficamente.

“La segunda quincena de noviembre, comenzó con fuerza el comercio irregular de cerezas en la comuna de Lo Barnechea”, comenta Carla Martínez, jefa del departamento de Gestión de Fiscalización y Riesgo de Desastres.

“Las labores a cargo de los Inspectores de la Sección de Inspección General de la Municipalidad, han realizado la fiscalización constante de diversos puntos de venta irregular, cursando a la fecha 17 infracciones a distintos jóvenes que se encuentran ubicados en los sectores de Las Pataguas, El Huinganal, Pie andino, Camino Real, Camino La Laguna, El Tranque y Delano”, detalla.

Y concluye: “Sugerimos a las personas que eviten adquirir sus productos en el comercio irregular y que se dirijan a los comercios establecidos, corroborando que los productos, sobre todo los comestibles, tengan su procedencia clara, provengan de un mercado lícito y cumplan con la normativa sanitaria correspondiente”.

Pero los inspectores municipales no son la única amenaza. Con el crecimiento de vendedores informales de cerezas, también se agotan los lugares donde ponerse a vender. Ahí es cuando aparece lo que Isidora López menciona como las “leyes de las calles”.

Isidora y Gregorio vendiendo cerezas.

“Cuando alguien se pone en una esquina y se la toma desde temprano, se supone que nadie más se la puede tomar”, explica. Pero eso no siempre se respeta. “A mi proveedor de cerezas, cuando fuimos a buscarlas, un amigo de él contó que se ponía toda la noche para guardar un puesto. Dijimos ‘vamos bien temprano para que nadie se lo tome después’”, recuerda.

Fuimos a las siete de la mañana. Cuando llegamos, todo bien, nos pusimos y, tipo 8:30, llega un compadre y se pone delante mío. Le digo: ‘Oye, como que encuentro, entre comillas, como chanta de tu parte, siendo que nosotros llegamos primeros’. Y le comenté: ‘No sé si sabes, como que hay códigos’”, relata. “Sí, pero a mí no me importa”, fue la respuesta que recibió y agrega: “Era proveedor”. El individuo era estudiante universitario y como no tenía intermediarios para adquirir las cerezas, pudo aplicar la ley de oferta y demanda bajando en tres mil pesos el precio de sus frutos.

Uno de los últimos esfuerzos de esta temporada de Isidora López será en el lugar donde la aventura de vender cerezas comenzó: en la casa de Gregorio Caballero, quien abre su portón y exhibe las frutas a los transeúntes. Cerca hay un jardín infantil y les ha sido un buen “spot” de venta. Isidora ya tiene planes para las ganancias de al temporada: “Una amiga de nosotros tiene un matrimonio en Argentina y estamos planeando irnos para allá una semanita”.

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