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Entrevistas

25 de Diciembre de 2023

Fiscal Ximena Chong: “No soy nada paciente, la paciencia oriental se la llevó toda mi hermano”

Fotos: Felipe Figueroa

Nieta de un inmigrante chino que llegó al norte de Chile en 1936, estudió derecho en la Universidad de Chile y pasó por el Servicio de Impuestos Internos antes de ingresar a un recién creado Ministerio Público. Reconocida por lo meticulosa en su trabajo es de trato muy cordial y reconoce ser una buena cocinera. Era que no, el arroz le queda muy bien. Acá, también habla de la mirada que hoy tiene la gente sobre la justicia en Chile, sobre la delincuencia, personas en prisión preventiva ("incluso superior a países del primer mundo") y que se debe salir a explicar "por qué no todo el mundo debe ir a la cárcel" y que "existen penas alternativas, que igual son penas".

Por

Llegar a eso del mediodía al edificio del Centro de Justicia de Santiago implica algo de dureza. El sol pega fuerte en la breve caminata que se debe hacer desde la estación Rondizzoni del Metro hasta arribar al imponente edificio diseñado por el ya fallecido arquitecto Cristián Boza. Luego viene el control de ingreso que es similar al de los aeropuertos. Es decir, hay que vaciar bolsillos y pasar por un detector de metales. Luego, subir en un ascensor y llegar a un espacio donde varios hombres de pelo corto descansan en unos sillones. Se nota que son carabineros de civil. “Escoltas”, indican luego. Toda esta aridez se termina cuando la fiscal Ximena Chong aparece e invita a seguirla a su oficina, la cual tiene una imponente vista hacia el oriente de la ciudad. Prende el aire acondicionado, “lo hago solo por las visitas”, aclara, y trae agua.

No se le ve con la dureza ni la seriedad que impone cuando aparece en televisión a la salida o entrada de tribunales. De hecho, colabora animadamente en la sesión de fotos previa a esta entrevista y luego se instala en su escritorio. Y, cosa curiosa, durante toda la conversación la puerta de su oficina permanece abierta.

-Estaba sacando la cuenta que el año que entró a estudiar Derecho no existía la figura de fiscal. Entonces, ¿qué forma de ejercer el Derecho pensaba seguir?

-Creo que fui descubriendo mi vocación por el Derecho dentro del desarrollo de la carrera. Tiendo a pensar que llegué a esto porque era más o menos lo que me gustaba. Me gustaba mucho el periodismo también y creo que el trabajo que hacemos los fiscales se parece mucho al periodismo de investigación. Pero diría que, estando en la escuela, empecé a encontrar mi vocación en lo relativo al Derecho Penal, gracias al encuentro que tuve con un profesor a quien yo admiro mucho: Juan Bustos, que también fue diputado y que falleció hace algunos años. Con él, como que encontré la pasión por el Derecho Penal.

-Luego vino la Reforma Procesal Penal.

-El ejercicio de la profesión jurídica, en ese entonces, era algo bastante distinto a lo que existe ahora y por lo mismo cuando surge la reforma yo dije: “Este es el lugar donde quiero ejercer la profesión, quiero dedicarme a trabajar en esta materia”. Y claro, cuando partió la reforma vivía en Valdivia, trabajaba en el Departamento Jurídico de Impuestos Internos y decidí postular al Ministerio Público… y ya llevo veinte años en esto.

-¿Pero qué es lo que más le atraía de este nuevo sistema?

-Como alcancé a trabajar en el antiguo sistema, advertí con mucha claridad las deficiencias que tenía. Era un sistema sumamente eficiente en relación con aquellas personas que tenían mayores carencias, por lo tanto, era muy eficiente con los delitos comunes. Pero en el ámbito, por ejemplo, de los delitos de corrupción o de los delitos económicos no lo era. Por eso la reforma era un cambio necesario, y cuando vino, me subí al tren.

Ximena Chong

El lado feo

-Ese es el lado bonito de la pega, pero me imagino que el trabajo de fiscal implica un sacrificio importante.

-Es un trabajo que, obviamente, requiere dedicación permanente. Digamos que el fiscal, básicamente, no deja de ser fiscal en ningún momento. Y dependiendo de las labores que uno desarrolla como fiscal, eso también permea las actividades personales algunas veces. Por ejemplo, si tengo un juicio y mi hijo baila chilote en el colegio, no puedo ir. Años después vino el tema de la exposición, cosa que muchas veces se asocia a seguridad. Aunque nosotros (en Chile) afortunadamente no hemos tenido inconvenientes graves, aunque ya estamos viendo fiscales y jueces que están recibiendo amenazas serias. Son cosas que inevitablemente terminan embarcando a tu entorno.

-Usted pasó por un episodio de amenazas. De hecho, recuerdo que un amigo mío estacionaba su auto cerca de su casa en las noches, aprovechando que tenía protección afuera.

-Sí, tuve un episodio de unas amenazas, pero nada en comparación a lo que está aconteciendo ahora. Pero cuando uno tiene una vocación y cree que está haciendo su mejor esfuerzo por hacer lo correcto, no puede pasar que las amenazas a las autoridades terminen siendo un desincentivo para que las personas desarrollen con vocación y con sentido de servicio su trabajo. Porque ahí querría decir que el que amenaza gana.

-Muchos fiscales han dejado su trabajo para pasar al mundo privado. ¿Podríamos hablar de una fuga de fiscales?

-Una fuga de fiscales es un problema que todavía no existe, pero hay un tema sí. Efectivamente, en el mercado es normal y es razonable que pase esto, que vayan captando abogados que hayan tenido experiencia como fiscales, porque obviamente es un bagaje que redunda en ciertas competencias necesarias para la litigación, la academia u otros. Pero diría que está todo dentro de las tasas normales, no hay todavía un éxodo masivo.

-¿Con la creación del Ministerio Público partió un espacio de desarrollo profesional más meritocrático para los abogados?

-Creo que la Reforma Procesal Penal en Chile tuvo una gran virtud, y es que se fue instalando con una fuerte componente técnica. Los técnicos fueron muy escuchados durante el desarrollo de la ley y los técnicos también tuvieron una injerencia relevante en el momento del reclutamiento y la formación. Eso hizo que los concursos públicos fueran efectivamente concursos en donde las personas que creían tener las competencias presentaban sus antecedentes y eran seleccionados con una lógica técnica. Esto permitió el ingreso de personas que a lo mejor sin tener los contactos o sin venir de familias de abogados, tal vez no habrían tenido las mismas posibilidades.

Ximena Chong

Fiscal y mujer

-Tiene fama de ser muy estudiosa, meticulosa. Supongo que se lleva pega para la casa. ¿Se hace difícil ese estilo aún con el hecho de ser mujer y mamá?

-Creo que he tenido mucha suerte en eso, porque hay una necesidad de compatibilización que muchas mujeres enfrentamos en distintas áreas. Las mujeres que se dedican al servicio público, las mujeres políticas, las mujeres que se desarrollan en carreras policiales, las mujeres que se desarrollan en el área de la salud que muchas veces también se ven enfrentadas a tener turnos y que deben tener la capacidad para compatibilizar (el trabajo y la casa), posiblemente más que el resto de las mujeres que ya tienen el mismo problema.

Porque, en general, nosotras nos llevamos una carga mayor en las labores de cuidado y de llevar adelante una casa. Y ahí siento que he tenido suerte, porque tuve un compañero que ahora es uno de mis mejores amigos -ya no estamos casados-, pero todavía tenemos una relación muy cercana y muy bonita, que siempre tuvo mucha generosidad para mi propio desarrollo profesional.

Ahora mis tres hijos, que ya están más grandes, me dicen un poco en broma y un poco en serio, que si pasara más en la casa yo probablemente sería una persona más insoportable incluso. Entonces, mejor que me vaya a trabajar y así todos viven un poco más la fiesta en paz.

Ahora, como digo, creo que he tenido suerte. No sé si todo el mundo ha tenido la misma experiencia, pero se requiere contar con entornos familiares que entiendan que el desarrollo profesional y el abocarse a tratar de satisfacer una vocación de servicio también lleva ciertas entregas de tiempo que también se tienen que compartir. Y esto lo fuerza a uno también a respetar del mismo modo los compromisos. Cuando uno dice: “Mira, sabes que vamos a salir de vacaciones en esta fecha, hay que cumplirlo”.

-O sea, sigue siendo más difícil para las mujeres hacer carrera.

-Es algo que enfrentamos, en general, las mujeres en distintos espacios laborales. Está el tema de la maternidad, que si bien en nuestro caso (el Ministerio Público) no nos deja sin cotizaciones, pero sí nos perdemos evaluaciones de desempeño, lo cual dificulta eventualmente los ascensos. El tema de los estudios de posgrado también se va dificultando. Entonces, obviamente a las mujeres en general les cuesta más. Y aunque en la estructura dentro del Ministerio Público también hay más o menos la misma cantidad de hombres y mujeres, esa distribución se va perdiendo en términos de equidad cuando tú vas viendo los grados superiores, los cargos de jefatura.

-¿De quién es la culpa?

-La sensación de inseguridad hoy es alta y por lo mismo la gente busca responsables. Para algunos es el Estado, para otros las policías y la justicia también entra en este juego.

-¿Cómo viven ustedes esto?

-Creo que nosotros, como Fiscalía, tenemos que reflexionar en torno a las percepciones que la ciudadanía puede tener de nuestro trabajo. A nosotros, en las encuestas que hablan de la confianza que nos tiene la ciudadanía, nos va crecientemente mal. Claro, nos va mejor que a otros órganos públicos, pero la circunstancia de que nos vaya mejor que a otros órganos públicos no debe hacernos no prestar atención en esta baja sostenida que tenemos. Me pasa y le pasa a los colegas que trabajan conmigo que tú sientes que haces un trabajo correcto, un buen trabajo, y que ese trabajo tiene un buen resultado. Pero, aun así, la percepción que tiene la ciudadanía es que aquello es insuficiente.

-Existe una percepción de que las penas son bajas y que un tipo se roba un celular y al otro día está de vuelta en la calle. Y aparece el fantasma del garantismo y la puerta giratoria.

-Creo que esos son eslóganes que se instalan y cuesta mucho desinstalar. El nivel, por ejemplo, de personas en prisión preventiva que nosotros tenemos es incluso superior a países del primer mundo. Creo que hoy estamos por el 90 por ciento. Pero claro, esas cifras igual no resuenan. Además, el adelantamiento de la sanción para dar la señal de un castigo, aun cuando en definitiva la pena sea libertad, produce una suerte de distorsión, porque el sistema está pensado para que las personas que ingresen a prisión preventiva después cumplan una condena.

-He escuchado quejas de abogados y fiscales con respecto a la calidad de las pruebas que entregan las policías, las que muchas veces al ser defectuosas conspiran contra una buena investigación.

-Te diría que una de las tasas preocupantes es el aumento en las sentencias absolutorias. Esto normalmente obedece a dos fenómenos. Uno es que, en general, los jueces son más exigentes con el estándar de prueba en la medida que la sanción que tengan que aplicar es mayor. El otro problema es que efectivamente muchas veces las policías nos entregan pruebas de baja calidad. Y esto es un tema transversal. Muchas veces no hay una preparación adecuada de parte de los funcionarios que tienen que ir a declarar a juicio. Las declaraciones que se toman muchas veces son declaraciones exiguas, con poca información. Eso luego lleva a contradicciones en el juicio y esas contradicciones hacen que la prueba sea de menor calidad y por lo tanto los jueces no confíen en esa prueba y terminen absolviendo.

-Por otra parte, salidas alternativas como las famosas clases de ética o las multas son un mazazo comunicacional para la justicia.

-En general, no se comprende la lógica de las penas sustitutivas. Las personas entienden que es cárcel o nada, aun cuando nosotros tenemos un régimen de pena sustitutiva que supone que las personas quedan sujetas a determinados controles. O sea, una libertad vigilada no es que te vas para tu casa. Es decir, sí te vas para tu casa, pero tienes que cumplir ciertos controles. Creo que lo que ha faltado en estos veintitrés años de reforma es salir a explicar de mejor manera, primero, por qué no todo el mundo debe ir a la cárcel. Segundo, que existen penas alternativas, que igual son penas.

-Que mi abuelita después de ver las notas policiales en la tele se ponga a hablar de “la puerta giratoria” lo puedo entender, pero me parece que la clase política, cuando hace campaña respaldada en este tipo de conceptos, no los está ayudando mucho a comunicar lo que ustedes quieren.

-Diría que hay dos problemas ahí. Uno es que muchas veces se habla desde la falta de conocimiento respecto a la realidad. Y ahí la Fiscalía tiene que tener una capacidad de salir a reaccionar y decir: “Mire, esto que usted está diciendo es erróneo”. Creo que, para enfrentar fenómenos electores más complejos actualmente, es necesaria esta posición corporativa del Estado de que todos vamos bregando en la misma dirección.

Ximena Chong

El abuelo chino de Ximena Chong

-Más allá de todas esas crónicas periodísticas que deben haber titulado cosas tipo “la paciencia oriental de la fiscal Ximena Chong”, ¿reconoce tener algo de ascendencia china en su personalidad?

-(Ríe) La verdad es que soy un poco enemiga de la cosa estereotípica. Creo que más que el tema de la ascendencia hay elementos estructurales de personalidad que facilitan que uno desarrolle mejor ciertas tareas. Pero son cosas que comparto incluso con mi equipo de trabajo. Como esto de ser un poquito obsesivos con el trabajo y con los detalles, esta cosa de un cierto grado de porfía, de no parar hasta encontrar lo que estoy buscando. Pero no me parece que sean aspectos como para estereotipar. De hecho, no soy nada paciente, que es una de las cosas que me han tildado y que no, no tengo. Siempre digo la paciencia oriental se la llevó toda mi hermano, si es que existe algo como aquello.

-¿Alcanzó a conocer a su abuelo chino?

-Alcancé a conocerlo y siempre me ha dado mucha curiosidad toda su historia. Me gusta mucho la cultura china, pero no conozco tanto como quisiera. Me hubiera gustado aprender el idioma. Y bueno, mi casa está llena de cosas chinas, acá (su oficina) también. Comía comida china desde niña, a mis hijos les dicen chino…

-¿Ha podido hacer la ruta que hizo su abuelo hasta acá?

-Creo que eso es algo de mis pendientes, pero para cuando me jubile en unos añitos más, que ya me queda poco. Él era el hermano menor de una familia que ya había emigrado, entonces sus dos hermanos mayores ya se habían instalado con pulperías en el norte. Por lo tanto, cuando él ya tuvo la edad suficiente para poder migrar lo trajeron para que trabajara con sus hermanos y apoyara el negocio familiar. Luego se instaló con una carnicería en Calama, se enamoró de mi abuela, una mujer chilena, separada y con una hija; eso igual generó cierta reticencia. Después se vino a Santiago y fue carnicero toda su vida.

-Somos más o menos de la misma edad, o sea fuimos al colegio en los 80 cuando el bullying era bravo. ¿Tuvo problemas por su ascendencia china?

-Para mí ser nieta de chino siempre fue como una cosa… como que lo aprovechaba harto. Engrupía a mis compañeros que hablaba chino. Fíjate que nunca sufrí bullying, pero siempre tuve una personalidad un poquito expansiva. Me acuerdo que a mi hermano una vez lo molestaron y yo lo hice pelear. Mi mamá después me retó mucho. Ahora, que mi experiencia anecdótica no haya sido mala no quiere decir que no haya sido un tema, digamos, sobre todo en la adolescencia.

En los 80 todo el mundo quería tener esa chasquilla como de codorniz y tú comprenderás que con estos rulos era imposible. Entonces claro, el tema de encajar en los estereotipos diría que, durante la adolescencia, probablemente fue lo más rudo. Yo sufrí después anorexia, que fue un periodo medio negro del cual salí, afortunadamente. Pero siempre tuve un entorno familiar muy acompañador, con mi mamá diciéndome que era casi un privilegio esta cosa (su ascendencia china). Como que lo transformé en una oportunidad más que en algo negativo.

-¿Su casa era una casa chilena o se entraba a una pequeña embajada china?

-Mi casa era una casa chilena normal. Aunque, digamos, se comía arroz todos los días y hasta el día de hoy en mi casa hay arroz todos los días.

Ximena Chong

La cocina

-¿Le gusta la cocina?

-Me gusta mucho la comida y el poder cocinar.

-¿A qué hora cocina una fiscal?

-Cocino los fines de semana, cocino a veces en la noche. Hay días en que le preparo algo rápido a mi hijo más chico para que se lleve al colegio. No sé, si me sobra un poquito de arroz, entonces en la mañana hago una tortillita de huevo, pongo un tocinito y unos cebollines, salteo eso con el arroz y un poquito de salsa soya y le preparo un chaufa. Y le mando eso con un pedacito de carne que me quedó de la noche. O sea, trato de preocuparme. Porque si hay algo que sí yo creo heredé de mis padres es que uno hace cariño con la comida. Yo soy muy feliz cuando invito a comer o cuando mis hijos o sus amigos me dicen que está súper rica la comida que les parparé. Además que cocinar me relaja mucho y no me cuesta tanto.

-¿Cuál es su especialidad?

-El arroz me queda muy bueno y otras cosas de comida china como los mongolianos o los salteados. Los ceviches también y los pescados en general. Las cosas dulces me quedan todas muy mal, fracaso rotundamente.

-Debe ser muy exigente a la hora de salir a comer comida china.

-Sí, sí (ríe). Pero hay buenos restaurantes de comida china tradicional en Santiago.

-¿Alguno favorito?

-Los que están por el Barrio Meiggs.

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