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Opinión

13 de Enero de 2024

Columna de Isabel Plant: El problema imposible de Irina Karamanos

Irina Karamanos Foto: Noli Provoste

"Lo que enreda el discurso de Karamanos, ya alejada de Palacio, es que pareciera estar buscando un camino alejado de ser 'la pareja de' como la 'expareja de'”, plantea la columnista Isabel Plant sobre la expareja del Presidente Gabriel Boric, luego de la muy comentada entrevista que apareció esta semana en un medio español. "Pareciera haberse convertido ella misma en el ícono del militante del Frente Amplio, por su origen burgués pero identificación popular, por su hablar en complejo, porque su enfoque activista está en las disidencias y no en las masas", añade la columnista.

Por Isabel Plant

Antes de que Michelle Obama se transformara en la Primera Dama de Estados Unidos, las críticas apuntaban a sus brazos. Cuando Obama era candidato, se diseccionó el vestir de su mujer y los dardos apuntaban a que osaba usar vestidos sin mangas, un escándalo para las anfitrionas de la Casa Blanca. No era lo suficientemente recatada, lo suficientemente “señora”. Eso sin contar a sus detractores políticos más fanáticos, quienes hasta el día de hoy tratan de demostrar que ella habría nacido con género masculino. Una obsesión transgénero que, curiosamente, también se dijo de Brigitte Macron en Francia y de Irina Karamanos en Chile.

Por su relación sentimental, Irina Karamanos iba a ser diseccionada, estudiada y analizada sin descanso. Algo difícil para cualquier humano, pero quizás más para una feminista progresista, quien debía decidir si tomaba un cargo que existe sólo por ser pareja de alguien. Ya sabemos lo que hizo: decidió ser primera dama para desarmar la posición y entregar el mando de las fundaciones e instituciones a su cargo a diferentes ministerios.

Hoy, a un año de salir de La Moneda, varios meses después de haber finalizado su relación con el Presidente y de haber dado una charla TED sobre el fin de las primeras damas en Chile, Irina Karamanos ha decidido retornar al ojo y bocas públicas al dar un par de entrevistas. Ya que ella misma ha decidido volver al ruedo, podemos felizmente analizar su actuar y concentrarnos en si realmente “usó el poder para desarmarlo”, como dijo.

Irina Karamanos sí hizo lo que prometió: terminar con el cargo de primera dama, ya que, a su parecer, nadie debería tener un puesto en el Estado solo por estar emparejada con otra persona.

En eso y más estoy de acuerdo con lo que expone Karamanos, aunque no en sus enrevesadas respuestas a entrevistas (el activista político Mike Davis alguna vez dijo: “Hablen en lengua vernácula. La urgencia moral del cambio adquiere su mayor grandeza cuando se expresa en un lenguaje común”). Creo que su charla TED es una bastante buena. Maneja el escenario y el idioma, es clara en su posición, hace pausas efectivas y chistes en los momentos clave. Su mensaje llega fuerte: nadie debería ocupar un espacio de poder en un estado democrático, si no fue electo para ello.

La figura de Primera Dama es anacrónica, siguiendo un modelo antiguo donde la mujer es solo un complemento, y debe ser maternal, ideal, bondadosa. Karamanos repasa las exigencias a las referentes femeninas. “Todavía vemos a las autoridades masculinas como personas que necesitan el complemento de un otro femenino. Pero si miras a una mujer electa, o a una mujer en el poder, se espera que tengan atributos tanto femeninos como masculinos”, dice, y tiene razón. Las mujeres líderes deben ser duras y cerebrales, pero de modos maternales y contenedores. Se les pide siempre todo a la vez.

Foto: Noli Provoste.

Lo que no dice es que en Chile se adoptó esta tradición más norteamericana de primeras damas, pero que hay otros estilos alrededor del mundo. En Francia, por ejemplo, el cargo es más que nada de compañía protocolar, y cuando Macron osó insinuar en 2017 que cambiaría el estatus constitucional de la primera dama y le daría un trabajo oficial, con oficina y equipo pagados con dinero del Estado, se armó un escándalo y el mandatario tuvo que recular. Quedó como Cónyuge Presidencial, no como Primera Dama, siguiendo la tradición de que su pequeño equipo de seguridad y de asistentes sale del presupuesto presidencial, así como ocurre con los cónyuges del Primer Ministro británico y del Canciller alemán.

No es la única manera la chilena o la gringa, y no sé si Karamanos exploró otras posibilidades donde conviviera mejor la figura de una pareja presidencial con los nuevos tiempos como sucede en Europa. Tampoco alcanzamos a ver cómo funcionaría la figura despojada de su oficina apodada “Versalles”, ya que la relación se terminó; habrá que ver si el próximo presidente o presidenta reinstaura el cargo (si es de derecha, sería probable) y bajo qué condiciones.

Lo que enreda el discurso de Karamanos, ya alejada de Palacio, es que pareciera estar buscando un camino alejado de ser “la pareja de” como la “expareja de”. Su mayor logro hoy es un trabajo político que nació justamente de su vida privada y por lo mismo es completamente inseparable de ella. Usó el poder, lo habitó y tomó decisiones políticas con él, que para ella son las mejores pero no sabemos si para los votantes. Criticar el usar la complementariedad heteronormativa de la figura de la pareja del presidente es tramposo, considerando que fue justamente lo que hizo la campaña de Boric para llegar a la Moneda en la segunda vuelta. Se nos presentó a la pareja del Presidente, que anteriormente se resguardaba en un ámbito privado, para ayudar a verlo más adulto y más tradicional. Y funcionó.

Lamentablemente para ella, Karamanos quedó en un imposible: no puede exponer su éxito, sin caer en un usufructo de su estatus de pareja presidencial, el que hoy ni siquiera tiene. Por las entrevistas asumimos que como ciudadana privada sigue militando y trabajando normalmente, pero ella elige volver atrás. Quizás sería mejor hablar del por delante, si quiere -y al parecer quiere- seguir siendo una figura pública.

Para alguien que opina que lo simbólico era muy importante, pareciera no estar atenta a lo que simbolizan sus pasos hoy: injustamente o no, según el alud de comentarios que la entrevista y fotos de Karamanos generó en redes sociales, pareciera haberse convertido ella misma en el ícono del militante del Frente Amplio, por su origen burgués pero identificación popular, por su hablar en complejo, porque su enfoque activista está en las disidencias y no en las masas. La cara visible de una generación que se obsesiona por la revolución simbólica sin ser salpicada realmente por los costos de las revueltas. Y que vistiendo de activismo a algunos caprichos del ego, se terminan por sentir más lejos de Chile y sus chilenos.  

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