Secciones

Más en The Clinic

The Clinic Newsletters
cerrar
Cerrar publicidad
Cerrar publicidad

Reportajes

10 de Febrero de 2024

La Generación Z tiene menos relaciones sexuales que sus padres cuando eran jóvenes: el relato de quienes priorizan una mayor conexión emocional

Ilustración: Camila Cruz

La Generación Z ha redefinido la forma en que tratan el sexo y la intimidad. Desde una menor importancia atribuida al sexo casual, hasta una búsqueda más profunda de conexión emocional. Eso es lo que dicen los datos de varios estudios. Pero también lo atestiguan terapeutas y jóvenes chilenos que pertenecen a este rango etario. "Si me pones en la posición de que ya no puedo tener más sexo con mi pareja, con tal de seguir con ella; filo, no tengo más sexo. Prefiero seguir con ella", comenta Lucas, uno de los jóvenes en este reportaje.

Por

Valentín (22) es estudiante de Ingeniería Comercial y pertenece a la llamada Generación Z, aquellas personas nacidas entre 1994 y 2010. El tiempo y la energía no son las mismas de antes, cuando aún no conocía a su actual pareja. Tampoco lo es para ella. Estudian lo mismo y van al mismo gimnasio, así que conocen el cansancio del otro, a pesar de que llevan menos de un año de relación. Entonces, cuando vuelven a casa, por las noches, un “no tengo ganas, ¿pero quieres ver una serie?” o un “¿te parece si cocinamos, mejor?”, dejó de ser motivo de vergüenza. 

“Me di cuenta que el sexo estaba lejos de ser mi prioridad. La conexión emocional que tengo con ella es mucho más importante”, comenta el estudiante.

Esta tendencia -la de otorgarle una menor relevancia a tener sexo- es una de las característica de la Generación Z o Centennials, según afirman varios estudios y cifras, en un fenómeno que se está analizando globalmente. En el caso de Chile, por ejemplo, la edad promedio de iniciación de la vida sexual se retrasó levemente, situándose en los 16,5 años, según datos del Instituto Nacional de la Juventud (INJUV).

Valentín admite que no siempre pensó así. Por un breve periodo, se acostumbró a los encuentros de una noche y las relaciones “sin compromiso”. Para esto, desarrolló cierta expertiz en los match de Tinder -conseguía varios en una semana-, y en “encarar” dentro de las discos donde asistía la gente de su edad. A pesar de las aventuras y la diversión, llegó un momento en que se cansó: “Era un ciclo de sexo casual que no me llenaba emocionalmente”, comenta.

En su caso, empezó a tener relaciones después de salir del colegio, siendo un joven más bien introvertido. Pero después de obtener su “pasaporte a la adultez”, vino algo que aún no sabe si llamar “madurez” o “desgaste”, considerando que la universidad ya no le deja tanto tiempo. Su perspectiva cambió. Incluso, opina que “nuestra cultura está demasiado sexualizada”.

Esta misma perspectiva se refleja en una encuesta de la Universidad de California, la cual arrojó que la generación Z tiene “un menor interés en los encuentros casuales” y en “la desnudez gratuita” en series o películas.

Generación Z: Más comunicativos, abiertos y liberales

Karla Zúñiga e Iván Ramírez son una pareja de terapeutas especializados en Sex Coaching y Tantra. Desde hace más de 10 años componen el Centro Amor Propio, donde han atendido a personas de todo el rango etario; desde adolescentes hasta adultos mayores. Se sientan juntos frente al escritorio, y se turnan, de forma muy respetuosa, para hablar sobre las características que han observado de la generación Z o centennials.

“La generación Z tiene una apertura mucho mayor. Se expresan a sí mismos y hablan mucho más abiertamente de lo que les ocurre”, explica Iván Ramírez. Este aspecto los hace mucho más conscientes de sus propios deseos, y con el “querer o no querer tener sexo”.

Algo que no estaría tan presente en las generaciones más antiguas, donde “tiende a primar más el deber, como si fuera un compromiso. Hay un consentimiento a tener sexo desde la obligación”, añade el terapeuta. Karla Zúñiga complementa indicando que, en las relaciones heterosexuales de gente mayor, el hombre se siente con el mandato de satisfacer a su pareja. Mientras que la mujer, criada en el rol tradicional, tiende a ser complaciente.

Valentín explica que la comunicación y la confianza son las bases de su relación. Sobre todo ahora, que se encuentra en Estados Unidos. Piensa quedarse durante el verano, ya que tiene familia ahí. Por lo tanto, su relación será a distancia durante un tiempo. “La desconfianza es lo peor. Si no confiara en mi pareja, que ahora mismo está a 8 mil kilómetros, me estaría comiendo la cabeza”, comenta.

“El sexo tiene un grado de importancia en una relación, pero no predomina. Hay otros factores que creo son más importantes, como la comunicación, la confianza o simplemente cómo se da la relación”, comenta Sofía, la polola de Valentín.

Además de su apertura y claridad, la generación Z también sería más reacia a tener relaciones a largo plazo. Su capacidad para moverse de una situación que deja de interesarles es innata, en todas las esferas de sus vidas, incluyendo la laboral. “Buscan otras alternativas sin complicaciones. Lo mismo ocurre a nivel sexual: si una persona ya no les parece atractiva, se mueven a otro lugar sin más rollos”, comenta Karla.

¿Madurez o menos tiempo?: El caso de una relación de 4 años

Lucas (23) lleva una relación de cuatro años con su pareja, desde que ambos cursaban cuarto medio. Él explica que los años que llevan juntos han hecho que cambie la prioridad que tenía el sexo entre ellos.

“Nos divertimos viviendo esta vida, que es de casados, prácticamente. Es mucha prioridad pensar en el futuro, en lo que queremos en nuestras vidas, en nuestras metas”, comenta el estudiante de periodismo.

En realidad, iban en el mismo curso desde octavo básico, pero nunca habían tenido momentos de amistad cercana. Fue en el avión de la gira de estudios cuando hablaron por primera vez: les había tocado asientos contiguos. Ella era tímida, pero Lucas aprovechaba cada ocasión en que se encontraban solos, durante y después del viaje, para poder conocerla más. Una historia de amor que parece bastante tradicional en la era de Tinder.

Lucas admite que, durante los primeros meses, el sexo tenía una importancia más central. “Pero teníamos más tiempo, partamos por ahí”, comenta. Cuando aún iban al colegio, a veces, podían hacer la cimarra para poder intimar. Durante el primer año de la universidad también aprovechaban las tardes libres. Además, vivían muy cerca, eran prácticamente vecinos.

Pero a medida que cambiaron sus tiempos, también lo han hecho sus prioridades y la forma en la que prefieren pasar el tiempo. Ahora Lucas puede visitarla en la noche, después de su práctica profesional de jornada completa. “Si no tenemos ganas, podemos quedarnos a jugar videojuegos, ponte tú. Algo que cuando uno está comenzando no se hace”, comenta.

Entre risas, el estudiante admite que su relación se parece más a las de las generaciones anteriores: “Siento que las personas de mi edad quedan para la cagá cuando les digo que llevamos cuatro años. Siempre sale el típico comentario: ‘¿No te dan ganas de estar con otras personas, de salir a huevear?’”.

A medida que fueron conociéndose más, sus formas de mostrarse cariño dejaron de concentrarse solamente en el acto sexual. “Ahora, si me pones en la posición de que ya no puedo tener más sexo con mi pareja, con tal de estar con ella; filo, no tengo más sexo. Prefiero seguir con ella”, añade.

El director de Psicología de la Universidad de Las Américas, Luis Pino, explica que “el exponerse a imágenes, fotografías, sonidos, sin duda va a generar una erotización, que puede compensar un bajo deseo”. Sin embargo, esto también podría significar una sobreerotización, y una distorsión en la sexualidad. Estos aspectos negativos generarían compulsividad e idealización, sobre todo en el caso de los jóvenes. Esto afectaría tanto al autoestima de la pareja, como su deseo por tener sexo. 

Los consumidores regulares tendrían “más placer por la pornografía que por su pareja. Esto va a significar conflictos interpersonales, insatisfacciones o que, derechamente, termine la relación de pareja”, añade el psicólogo.

A esto se suma el informe (Des)información sexual: pornografía y adolescencia de la ONG Save the Children, lanzado el año 2020, el cual indica que alrededor del 40% de adolescentes reconoce la pornografía como fuente de aprendizaje y el 30% afirma que esta es su principal fuente de “educación sexual”. Además, el 53,8 % de las personas encuestadas dice acceder por primera vez a la por­nografía antes de los 13 años, y un 8,7 % antes de los 10 años.

Baja líbido e hipersexualización: las dificultades que atraviesan los centennials

“Desde las personas de 16 años a 25 años que hemos atendido, hemos visto que hay bajo o nulo deseo sexual, problemas de erección, y una alta adicción a la pornografía”, comenta Karla Zúñiga.

La pareja de terapeutas explica que “la cinematográfica del sexo prende mucho”. Entonces, esta generación se estaría informando a través de la fantasía de las redes sociales. Esto podría generar expectativas demasiado altas respecto a las relaciones sexuales. Además de una desmotivación generada por la saturación.

“Esto puede tener múltiples explicaciones: tiene que ver con cómo se cuida esta generación a nivel físico. Pero también tiene con el tiempo excesivo que están en redes sociales; lo que desgasta mucho la mente, las emociones, y deja muy poca energía para otras cosas”, explica Iván Ramírez.

Respecto a esto último, comentan que la irrupción de las redes sociales puede haber generado que la forma en que los centennials se relacionan con la gente que les atrae, se haya vuelto más superficial. “El coqueteo se ha transformado en un like en un post de Instagram. En lugar de un ‘me gusta tu mirada, vamos a tomarnos algo, salgamos al cine…’”, explica Karla Zúñiga.

Marcela (22) lleva una relación de un año y tres meses con Joel, su actual pareja. “Nos conocimos en la chamba”, relata. La relación evolucionó de a poco, y su primera cita fue una salida a tomar cerveza. Sin embargo, antes de conocerlo, le había dado una oportunidad a las apps de citas, sin intención de comprometerse. Lo que le dejó algunas malas experiencias.

“Estuve en esas aplicaciones, pero encuentro que no sirven. Pasaron a servir solo para buscar algo casual. No algo que sea estable”, comenta Marcela. Asimismo, comenta que las relaciones casuales dejaron de interesarle.

“Hay que tener una madurez mental y física para tomar una relación casual. Muchas personas dicen que están preparadas para solo pasarla bien, pero al final se terminan enamorando de la persona que no quiere algo estable”, opina.

“Ahora es fácil concretar un encuentro sexual gracias a las redes sociales, y es un medio válido, pero también ha generado dificultades. Hay tanto estímulo que ya se pierde el interés sobre esto”, explica Iván Ramírez.

Puritanos y a la vez liberales. Más expresivos, pero con menos libido. Todas estas contradicciones que presentan los distintos análisis a la Generación Z, quizás se explican por la era en que les tocó vivir. Lo digital predomina y el sexo está a la orden del día. ¿Habrá una devaluación? ¿un exceso de oferta?

“Es interesante la reflexión de que hay tanto estímulo, que ya se perdió el interés sobre el sexo. Además, tiene que ver con esta perspectiva distinta; lo que se ofrece en cuanto estándares ya no calza con la experiencia interna”, dice el terapeuta Iván Ramírez.

Temas relevantes

#Generación Z#jóvenes

Notas relacionadas

Deja tu comentario