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Cultura

14 de Febrero de 2024

El día en que Roberto Bolaño visitó a Nicanor Parra en Las Cruces: su cercanía con el que consideraba “el mejor poeta vivo en lengua española”

El encuentro entre Nicanor Parra y Roberto Bolaño Foto: El Día de Córdoba

Aunque lo seguía desde hace años, en 1973, Roberto Bolaño compró en Santiago un ejemplar de un poemario de Nicanor Parra que marcaría su carrera. Cuando volvió a Chile, 25 años después, pudo ver por primera vez al antipoeta en su casa en el litoral central. Los encuentros volvieron a repetirse en 1999 y 2001.

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Tras cuatro años viviendo en México, cuando cumplió 19 años, en 1973, el escritor y poeta Roberto Bolaño viajó a Chile. Quería apoyar las reformas socialistas que estaba llevando a cabo el entonces Presidente Salvador Allende en la Unidad Popular. Para ello, realizó una travesía en la que tomó buses y barcos e, incluso, se movió a dedo.

Finalmente, llegó a su país natal en agosto, poco antes del golpe que derrocó la administración de Allende el 11 de septiembre. Se alojó unos días en Santiago, donde el poeta Jaime Quezada ―a quien ya había recibido en México―, y luego partió hacia el sur. Su destino era Concepción, Los Ángeles y Mulchén, donde visitaría a algunos parientes. Sin embargo, en una de las rutas, fue detenido y lo liberaron ocho días después.

A su retorno a la capital, en una librería, compró Artefactos, el poemario que Nicanor Parra había publicado un año antes. La obra recogía 242 tarjetas postales con ilustraciones, mensajes y eslóganes de la época, y podía leerse en cualquier orden. Hacía unos años, Bolaño había conocido los antipoemas de Parra y venía siguiendo sus libros.

Su gusto por el poeta que murió en enero de 2018 a los 103 años fue creciendo, al punto que en 1999, entrevistado en La Belleza de Pensar, Bolaño aseguró que “mi poeta favorito es Nicanor Parra […]. El no habla de crepúsculos, ni de damas recortadas sobre el horizonte, sino de comidas y luego de ataúdes, y ataúdes y ataúdes […]. La antipoesía es poesía. De eso no hay ninguna duda”.

25 años después de la compra de Artefactos, en 1998 se concretó el primer encuentro entre Roberto Bolaño y Nicanor Parra. Bolaño había viajado a Chile para participar como jurado en el Concurso de Cuentos que organizó la Revista Paula. Desde la capital, viajó a Las Cruces, a la casa de Parra, gracias a los nexos que habían generado sus amigos Alexandra Edwards y Marcial Cortés-Monroy.

“Parra es desde hace mucho tiempo el mejor poeta vivo en lengua española. Así que la visita me pone nervioso. Bien pensado, no debería ser así, pero la verdad es que estoy nervioso. Por fin voy a conocer al gran hombre, al poeta que duerme sentado en una silla, aunque su silla, en ocasiones es una silla taladradora, subterránea. En fin, que voy a conocer al autor de los Poemas y antipoemas, el tipo más lúcido de la isla-pasillo por la que deambulan, de punta a punta y buscando una salida que no encuentran, los fantasmas de Huidobro, Gabriela Mistral, Neruda, De Rokha y Violeta Parra“, relató Bolaño en Fragmentos de un regreso al país natal, del libro A la intemperie.

La tumba de Huidobro: el momento clave del primer encuentro entre Bolaño y Parra en Las Cruces

Con esos sentimientos, Roberto Bolaño llegó a Las Cruces y conoció al antipoeta. Según narró, luego de saludarse, conversaron en inglés. “Es la bienvenida que ofrecen a Hamlet unos campesinos de Dinamarca”, dijo en el mismo libro.

Luego, conversaron ―según relató Bolaño― sobre “la vejez, el destino de Shakespeare, de los gatos, de su primera casa de Las Cruces, que se quemó, de Ernesto Cardenal, de Paz […]. De su padre que tocaba instrumentos musicales y de su madre que fue costurera y que con los restos de tela fabricaba camisas para él y para sus hermanos. De Huidobro, cuya tumba se ve desde el balcón, al otro lado de la bahía”.

Mirando a la tumba de Vicente Huidobro, ambos poetas sostuvieron un icónico diálogo. “¿Ves ese bosque?”, preguntó Parra. Y Bolaño le respondió que sí. “¿Cuál bosque ves?, dice Parra que no en balde fue profesor, ¿el que está arriba o el que está abajo?, ¿el de la derecha o el de la izquierda? Los veo todos, digo yo”.

“Bueno, mira el bosque de la izquierda, dice Parra… En la parte de arriba del bosque hay una mancha blanca, dice Parra… Veo la mancha blanca, digo. Esa es la tumba de Huidobro, dice Parra”, contó en Entre paréntesis.

Después de conversar varias horas, el antipoeta subió al segundo piso de su casa y le bajó un libro a su invitado. Se trataba de un texto que ya tenía, pero de todas formas se lo agradeció. “Nos decimos hasta luego, aunque sabemos que no es hasta luego”, narró.

Nicanor Parra y Roberto Bolaño
Foto: captura reportaje Canal 2, España.

El segundo encuentro de los poetas en Las Cruces

En 1999, Bolaño volvió a Chile y Las Cruces fue una parada obligada. Esta vez, llegó acompañado del editor y crítico literario español Ignacio Echevarría, quien describió el encuentro como “deslumbrante”. “Parra todas sus artes de seducción, que eran muchas y muy poderosas (le vi ejercitarlas luego en otras ocasiones, siempre con los mismos efectos). Inevitablemente, me convertí en un ‘parriano’ incondicional”, señaló Echevarría en diálogo con La Tercera.

El crítico hispano planteó que para Bolaño fue clave leer desde sus orígenes a Parra. “Bolaño ya se lleva a Parra en la mochila. No puede entenderse bien la obra de Bolaño sin tener esto en cuenta, por mucho que Bolaño sea un poeta y un escritor de raigambre esencialmente romántica”, señaló.

En 2001 ambos poetas se encontraron por última vez. Fue en el lanzamiento de la exposición Artefactos visuales, en el Museo Bellas Artes. Ahí, Roberto Bolaño sostuvo que “el que sea valiente que siga a Parra. Sólo los jóvenes son valientes, sólo los jóvenes tienen el espíritu puro entre los puros. Pero Parra no escribe una poesía juvenil. Parra no escribe sobre la pureza”.

“Sobre el dolor y la soledad sí que escribe. Sobre los desafíos inútiles y necesarios. Sobre las palabras condenadas a disgregarse así como también la tribu está condenada a disgregarse. Parra escribe como si al día siguiente fuera a ser electrocutado. El poeta mexicano Mario Santiago, hasta donde sé, fue el único que hizo una lectura lúcida de su obra. Los demás sólo hemos visto un meteorito oscuro. Primer requisito de una obra maestra: pasar inadvertida”, añadió.

El autor chileno ―radicado entonces en España― remarcó que “ni siquiera los seguidores de Parra han podido con Parra. Es más, yo diría, llevado seguramente por el entusiasmo, que no sólo Parra, sino también sus hermanos, con Violeta a la cabeza, y sus rabelesianos padres, han llevado a la práctica una de las máximas ambiciones de la poesía de todos los tiempos: joderle la paciencia al público”.

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