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17 de Febrero de 2024

¿No será mucho derroche? Cómo es tener de pareja a un tacaño o una tacaña

Tacaños Ilustración: Camila Cruz

Cristián Silva (58) recuerda que nunca había sentido tanta vergüenza como cuando la vecina llegó hasta su casa para pedirle a su ex señora un pan con mantequilla. “Mi señora le pasó una marraqueta con la mantequilla puesta", relata. "Los tacaños tienden a experimentar un gran dolor al pagar y gastar menos de lo que idealmente les gustaría gastar", plantea Scott Rick, analista de las ciencias del comportamiento y profesor de marketing en la Universidad de Michigan. "Tenemos evidencia de que los factores individuales de cada parte de la pareja, pesan más que la decisión en conjunto. Puede ser porque a uno le gusta ahorrar más que el otro, pero también, porque las parejas no tienen las mismas preferencias sobre lo que deberían gastar", Jeanne Lafortune, Phd. en Economía y profesora de la Universidad Católica.

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Cristián Silva (58) recuerda que nunca había sentido tanta vergüenza como cuando la vecina llegó hasta su casa para pedirle a su exseñora un pan con mantequilla y ella le dijo “pero con de vuelta”. Él trabajaba como abogado independiente y ella era dueña de casa. “La plata no faltaba para que tuviéramos que ser tacaños”, cuenta. La vecina había ido a pedir porque no le había alcanzado para la once de los niños que habían invitado a unos amigos. “Mi señora, en ese entonces, le pasó una marraqueta con la mantequilla puesta. La vecina se extrañó, pero no le dijo nada. Probablemente estaba en un apuro por los niños”, relata. 

Al otro día, la vecina tocó el timbre por la tarde. Cristián Silva le fue a abrir y recibió una marraqueta con mantequilla en sus manos. “Por favor, perdónala”, recuerda que le dijo. Nunca más les pidieron nada. Recuerda que su señora guardaba el pan con llave y el queso con huincha. Que una vez lo mandó a cargar a la oficina las pilas de un adorno del living. Nunca salieron de viaje, no celebraban aniversarios ni gastaban en salir a comer. “Para ella, la plata de la familia había que cuidarla como hueso santo. No alcanzamos ni a tener hijos”, cuenta.

El abogado confiesa que su exmujer “miraba con rabia que yo pensara que se podía invertir en cosas para el disfrute”, pero que con el tiempo trató de entender su actitud “como parte de que ella había nacido en una casa de pocos ingresos”.

¿De dónde vienen los extremos en la gestión del dinero? Ricardo Carriaga, psicólogo, director del centro “Vivir en Pareja” y autor del libro “Por qué nuestra relación no funciona si nos queremos tanto?, explica que “más que ser algo patológico, tiene que ver con lo que el otro cree en función de lo que vio, de lo que aprendió, de lo que le pasó en su historia”. 

Según la última encuesta PISA 2018, el registro de lo que las chilenas y chilenos están aprendiendo sobre gestión financiera, está bajo el promedio conjunto de los países de la OCDE -458 puntos vs. 478-. En ese entonces, solo un 3% de los estudiantes de 15 años tenía comprensión específica de conceptos financieros para situaciones en el futuro. Mientras que el 29%, podía utilizar la información dada para tomar decisiones financieras en contextos que son inmediatamente relevantes.

¿Los opuestos no se atraen?

Para las parejas y familia donde existe la proyección, es relevante considerar que solo el 24% comenzaba a ver, en ese entonces, las consecuencias de las decisiones financieras. Además, de hacer planes financieros simples en contextos familiares.

“La economía de la familiar considera que el hogar funciona como una unidad, donde hay negociaciones entre la pareja”, explica Jeanne Lafortune, Phd. en Economía, profesora de la Universidad Católica y especialista en economía familia. “Sin embargo, tenemos evidencia de que los factores individuales de cada parte de la pareja, pesan más que la decisión en conjunto. Puede ser porque a uno le gusta ahorrar más que el otro, pero también, porque las parejas no tienen las mismas preferencias sobre lo que deberían gastar”, continúa.

Las variables pueden ser muy amplias. Por ejemplo, uno puede querer invertir más en la educación de los niños, el otro más en su consumo personal. Esto provocaría el sentimiento de extremismo y podría dar paso a la categorización de “tacaño”.

Elisa Alcaíno (37) cuenta que a su edad, constantemente siente que el modo de cuidar el dinero que tiene su marido es extremo y tacaño.A pesar de que gano más que él, siempre cuestiona mis gastos. Estoy en una época en que quiero darme gustos, porque trabajo mucho y siento que de verdad me lo merezco”, dice. 

Recuerda que cuando eran jóvenes y pololeaban, nunca salían a comer o teneían citas, porque todo siempre era demasiado caro para él. “En esa época lo podía entender, éramos jóvenes. Pero a medida que fue pasando el tiempo, nada cambió. Él y yo tenemos una carrera profesional que paga bien. Yo tengo cuatro trabajos. Y aun así el impide que hagamos gastos necesarios justificando que no nos alcanza para ‘el estilo de vida que quiero llevar‘”, expone.

Scott Rick es un autor, analista de las ciencias del comportamiento y profesor de Marketing en la Universidad de Michigan. Este año, estrenó su libro “Tightwads and Spendthrifts: Navigating the Money Minefield in Real Relationships” (“Tacaños y derrochadores: navegando por el campo minado del dinero en relaciones reales”). En él, expone una teoría para evaluar hasta qué punto las personas encuentran dolorosa la perspectiva de gastar dinero.

“Los tacaños tienden a experimentar un gran dolor al pagar y gastar menos de lo que idealmente les gustaría”, comienza diciendo. En este podcast, sentencia además que “es más probable que los tacaños se casen con derrochadores que con alguien como ellos”.

“Debería ser entretenido salir con alguien que tiene un tipo de gestión del dinero distinto de ti. Pero en la medida que pasa el tiempo, se vuelve más difícil en la medida en que vas tomando decisiones más comprometidas, como si decides casarte, tener hijos, o ver a qué colegios van a ir”, planteó en su podcast.

Crisis sobre crisis

¿Qué provoca realmente en nuestras emociones que el otro sea tacaño? “Estar frente a una pareja tacaña genera que uno se sienta poco valorado, poco importante para el otro. Si tú sientes que para la otra persona no merece la pena el gasto, es una falta de inversión emocional. Eso hace que el otro se sienta menospreciado en momentos que son parte importante de su vida”, dice Ricardo Carriaga. 

La gota que rebalsó el vaso para Elisa Alcaíno, sucedió cuando un día no encontró toallas húmedas para bañar a su hijo de un año. “Mi marido había ido a devolverlas al supermercado junto con unas bebidas en botella y unos dulces que yo había dejado en la bolsa de las compras encima de la cocina”, dice.

“Me había ido una hora, no alcancé a volver y todo había desaparecido. Cuando volvió peleamos, hasta el punto que me dijo que habían gastos que hacíamos en el niño que no eran necesarios, como llevarlo al doctor”, continúa.

“En el poder de negociación de cada miembro del hogar en situaciones de crisis, aumentan las ganas de gastar la plata como se quiera”, explica la especialista Jeanne Lafortune. “Es importante saber que los factores de sueldo individual, generosidad y posibilidades en un contexto de pelea o incluso divorcio, siempre van a primar”. Ahí, es más difícil manejar las consecuencias de los hábitos de ahorro extremos.

Elisa Alcaíno reconoce que “hoy, a punto de separarme, pienso que cuando una es joven no considera cómo el otro va a querer criar en el futuro, o como entenderá la vida, o como la disfrutará“. Ella solía justificarlo por su historia, “pero ya no quiero”. “No quiero vivir toda mi vida sin vivirla porque cuesta plata”, sentencia. 

Ricardo Carriaga recalca que “si esta falta de inversión por parte de algún lado de la pareja está deteniendo el crecimiento individual, académico o profesional de la persona, o al proyecto en común en la pareja, es necesario pedir ayuda profesional. Hay que aunar criterios y buscar un tercero que funcione como mediador desde la empatía y la comunicación”.

Una fórmula para coexistir en este extremo

La Encuesta de Bienestar: “Sueños y temores de los chilenos”, realizada por la Mutual de Seguros, Cadem y la Universidad Adolfo Ibáñez, dice que el principal motivo de ahorro tiene que ver con prepararse ante emergencias (43%). Luego viene la compra de una vivienda (33%), mejorar la pensión (25%) y para las vacaciones (23%). Todos conceptos que se relacionan a un proyecto de vida en pareja. Y que involucra los deseos de dos personas.

Ricardo Carriaga hace énfasis en distinguir lo “tacaño” del ahorro en pos de un proyecto en conjunto.  “El que no te celebra el cumpleaños por ahorrar cuando tú le hiciste fiesta y regalo, genera un sentimiento de menosprecio, sí. Ambos deben sentirse valorados, respaldados y que son un equipo”, dice.

En su libro, Scott Rick entrega una serie de fórmulas para adaptar distintos tipos de soluciones cuando la coexistencia de la pareja se ve afectada por una individuo que es tacaño. “Tener una ‘estructura contable puede minimizar roces innecesarios por los temas de dinero”, explica en el podcast. “La que a mí más me gusta, es que todo el dinero que entra a la familia, pasa a una cuenta común. Pero luego, cada uno tiene una cuenta individual vinculada a esa cuenta común”, agrega.

El fondo de la fórmula es la confianza. “Cada uno puede sacar de esa cuenta lo que necesite sin necesidad de monitoreo. Nadie debería ser amonestado por comprar un café si así lo quiere“, explica. “Este método también enseña es respetar las diferencias en intereses, pasiones y mundos que tiene cada parte de la pareja. Además, creo que nadie tiene la experticia en los intereses del otro para juzgar cuánto está gastando en ello. Mientras se pueda mantener un acuerdo en un número general, no es necesario saber hasta los mínimos detalles de lo que el otro está gastando. Es demasiado agotador“, sentencia.

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