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Opinión

12 de Abril de 2024

Columna de libros de Silvana Angelini | “Narcocultura. Masculinidad precaria, violencia y espectáculo”: La capacidad de hacer daño

Ilustración: Camila Cruz

Silvana Angelini debuta como columnista de libros de The Clinic escribiendo sobre “Narcocultura. Masculinidad precaria, violencia y espectáculo”, de Ainhoa Vásquez Mejías: "En este ensayo la autora comenta un lado menos conocido de la narcocultura, sobre todo para las personas que no están interiorizadas con ella. Se enfrentan los opuestos donde la precariedad, la soledad, el abandono, chocan con los crímenes horrendos que estos mismos perpetúan, y que nos tienen a nosotros como plataforma de comunicación".

Por Silvana Angelini

“Narcocultura. Masculinidad precaria, violencia y espectáculo”, de Ainhoa Vásquez Mejías -Doctora en Literatura, profesora e investigadora de la Facultad de Filosofía y Letras de la U. Nacional Autónoma de México-, cuestiona la masculinidad de los jóvenes que entran en la narcocultura. Este mundo que no está relacionado directamente con el narcotráfico, ya que este último tiene que ver con un negocio criminal y sanguinario, donde “la mayoría de la población sufre los efectos negativos que conlleva”, como son “el miedo, la pérdida de soberanía, y el ingreso cada vez mayor de jóvenes en bandas organizadas (…) también ha propiciado otros delitos como trata de mujeres y niños, tráfico de órganos” y más.

El narcotráfico es un “problema sumamente concreto”, no así la narcocultura, donde se juntan muchas variantes, como la idiosincrasia, las formas de ver y habitar el mundo, pero que coinciden en el tema de la masculinidad hiperviolenta e inestable. El libro es un ensayo para entender la naturaleza de este problema, que no justifica el actuar de las bandas de narcotráfico, y la ostentación de su cultura.

La narcocultura se relaciona con los “ritos, costumbres y formas de vida” de los integrantes del universo narco. Expresiones como funerales masivos, bling blings, ropa característica, expresiones en redes sociales, fanatismo religioso, ostentaciones de dinero y autos de lujo, entre otras. Las ideas, conceptos e ideologías, son sin duda la parte más difícil de combatir en una lucha contra la narcocultura, más aún la fragilidad masculina.

Los “machos precarios” que menciona la autora, y que habitan este mundo tienen las siguientes características: “El macho precario no está seguro de serlo, de alguna manera sospecha de sí mismo (…) y corre el riesgo de ser expulsado del club, la identidad tambalea”; “son sujetos marginados que han crecido en lugares apartados y en condiciones económicas y educativas deficientes”; tienen que demostrar que son parte del círculo viril y ejercen violencia.

La autora suma un elemento a esta descripción, y es la necesidad de los jóvenes de tener testigos de sus actos, es decir, convertirlos en algo público y cómo “todos nosotros nos vemos involucrados en esa manifestación de la masculinidad”. 

Básicamente los hombres de la narcocultura tienen una fragilidad y vulnerabilidad, y una capacidad infinita para la violencia. Estos dos rasgos contradictorios nacen de la idea de dudar de sí mismos, y de pertenecer al club masculino más duro y menos sensible, y encontrar en este universo una familia que los apoye. Los jóvenes buscan “un refugio y una identidad”, y consideran atractiva la idea morir a temprana edad, pero con la gloria que esto conlleva.

En este ensayo la autora comenta un lado menos conocido de la narcocultura, sobre todo para las personas que no están interiorizadas con ella. Se enfrentan los opuestos donde la precariedad, la soledad, el abandono, chocan con los crímenes horrendos que estos mismos perpetúan, y que nos tienen a nosotros como plataforma de comunicación. 

Vásquez aborda entre muchos temas, la variante religiosa, que explica por qué la devoción es tan importante para estas bandas organizadas. Los narcotraficantes van a misa, se casan por la iglesia, hay sacerdotes amigos de la familia, y sobre todo aportan con sumas de dinero. En el capítulo “los narcos también rezan” menciona otra debilidad, ya que “frente a esa vida de riesgos, en la que se asumen que morirán jóvenes, la religión, adquiere un papel fundamental”.

Sin duda que “rezar se convierte en un refugio en ese momento en el que ser débil está permitido, porque se expresa la fragilidad de la vida y se ruega a un ser superior esa protección de la que se carece en lo terrenal”. Además cada narcocultura tiene sus santos a quienes se encomiendan, depende de la ciudad y país que residen. En resumen “la religión es una fragilidad que los narcos se pueden permitir”. 

En el libro “Narcocultura. Masculinidad precaria, violencia y espectáculo” se menciona constantemente la palabra fragilidad, inestabilidad emocional y material. Estas son las definiciones de los hombres que lo habitan. Un mundo cruel y violento perpetuado por hombres precarios, impetuosos, solitarios y con creencias religiosas.

El libro sin duda muestra una visión muy diferente de los narcos, donde simplemente se asume, a través de la prensa sobre todo, que la violencia está justificada, y determinada por el entorno. Esta nueva dilucidación se convierte quizás, en una ayuda para entender el problema, y a su vez, lo hace más difícil de abordar por su complejidad y profundidad, sobre todo para los gobiernos que buscan una solución facilista.

Narcocultura.

Masculinidad precaria, violencia y espectáculo.

Ainhoa Vásquez Mejías.

Editoral Paidós.

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