Dedo mesiánico, tocarse el pecho y “expresiones de asco”: Lo que Boric dijo en la cuenta pública sin usar palabras
Christian Andrada, especialista en comunicación no verbal y comunicación persuasiva, analizó el discurso de más de dos horas del Presidente. En conversación con The Clinic, destacó la diferencia de expresiones de Gabriel Boric como persona -más relajado, sonriente, especialmente cuando habló de infancia, deportes y cultura- y de Gabriel Boric como mandatario -tenso, en particular cuando ahondó en temas de seguridad y reforma tributaria-.
Por Javier Middleton y Amanda MartonCompartir
Mañana de miércoles. Las expectativas son altísimas. Tanto de los sectores que apoyan al gobierno como de los que no. Se esperan con ansias los puntos que el Presidente Gabriel Boric destacará en su primera cuenta pública frente al Congreso pleno.
Poco a poco, el mismo Salón de Honor donde Boric recibió la banda presidencial hace dos meses y medio comienza a llenarse. Autoridades políticas, además de líderes de movimientos sociales y gremiales, están entre los invitados. Saludos cordiales, abrazos, uno que otro beso en la mejilla. La sala está llena. Sólo falta el mandatario.
Llega el hombre del momento. Baja del Ford Galaxie, el tradicional vehículo que capta la atención en estos eventos, y que lo trasladó desde el Palacio de Cerro Castillo. Pero una vez fuera del auto, todas las miradas se posan en Gabriel Boric.
Pecho inflado, manos en la espalda
Como en ocasiones anteriores, el magallánico toma una actitud seria. Presidencial, dirían algunos. Infla el pecho, y coloca sus manos tras la espalda.
“Él subentiende que la solemnidad, el lugar, el contexto, la cuenta pública, no es un asado con amigos. Entiende que se solicita de él una conducta deliberada, y hasta aquí lo está haciendo”, explica a The Clinic Christian Andrada, asesor y consultor de comunicación, que se ha entrenado en lectura de comunicación no verbal y comunicación persuasiva.
En el fondo, asegura el especialista, Boric presenta un personaje a la altura del acto, quizás lejos de ese perfil de líder más horizontal y espontáneo que ha caracterizado su marca política.
Caminando hacia el Salón de Honor, saluda de una forma que ya se ha vuelto costumbre: con una mano estrecha la de su interlocutor, mientras que la otra la coloca encima. Para Andrada, quien acompañó a The Clinic a ver la cuenta pública con el fin de analizar la gesticulación del jefe de Estado, esa formalidad en el saludo es una señal de “afecto” y “contención”.
“Está coacheado”
Sorteado el pasillo principal, y ya instalado en la testera, Boric da comienzo a su discurso. Inmediatamente, Andrada apunta que el mandatario ha sido “coacheado”, porque “ha tenido gesticulación ilustrativa, que ha sido simétrica y sincrónica”, especialmente en el movimiento de manos. Lo nota preparado.
En el fondo, asegura el especialista, Boric presenta un personaje a la altura del acto, quizás lejos de ese perfil de líder más horizontal y espontáneo que ha caracterizado su marca política.
Eso no quita que, al menos durante los primeros minutos, emita muestras de “no estar del todo relajado”. Y aparecen dos señales concretas en ese sentido: primero, en los fugaces saltitos que hace al remarcar un punto. Segundo, al tomar el vaso de agua para dar un sorbo, apenas minutos después de empezar a hablar.
El dedo mesiánico y el “asco”
Luego, aparece uno de los gestos que más se repitieron durante la cuenta pública: el dedo que apunta hacia arriba, que según Andrada, es conocido como “dedo mesiánico”. Ese movimiento con el índice, afirma el consultor, suele significar una de dos cosas. O es una advertencia, o un mensaje de “somos conducentes de”. Para él, en este caso, se hace presente la segunda opción: “El dedo señala que tenemos un mandato que proviene de arriba”.
Andrada pasa entonces a fijarse en las expresiones faciales. Aparece un ceño fruncido, “que habla fundamentalmente de un relato severo, de poner un acto de rigor”. También identifica macroexpresiones de “asco”, cuando aprieta, de cierta forma, la cara. Ese “asco” surge en varios pasajes del discurso. Por ejemplo, cuando menciona al “Chile desigual”. “Se subentiende que lo que existe no le gusta”, interpreta Andrada.
Poco después, Boric menciona “nuestro período de gobierno”, y se frota el mentón, algo que Andrada lee como un signo de tener “una legítima duda” sobre un tema. ¿A qué específicamente? No tenemos una respuesta concreta.
“Se va distendiendo”
Ya pasados los primeros 20 minutos de discurso, el Presidente se nota más relajado. Tiene su primer contacto visual con las graderías. Se toca el pelo. Apoya su brazo izquierdo en la testera. “Poco a poco, se va distendiendo”, apunta Andrada.
En seguida, Boric menciona cómo ha instruido al ministro de Educación para seguir adelante con los proyectos del gobierno. Nuevamente, se frota el mentón. “Su cuerpo manifiesta duda, incertidumbre”, indica Andrada, resaltando que “sabe que eso (las ambiciosas políticas públicas) no es necesariamente 100% posible de lograr”.
Al centrarse en los cuestionamientos de los que ha sido objeto su gobierno desde que asumió el 11 de marzo, Boric dice querer “reconocer que las críticas fueron de buena fe”. Inmediatamente, acelera su ritmo de parpadeo. Y Andrada lo lee como que, en relación a su última frase, “está dejando en evidencia que no es tan cierto eso. Parte suya lo cree, pero no totalmente”.
Otro fenómeno llamativo: al decir “este país”, en referencia a Chile, Boric se apunta a sí mismo. Eso, dice el asesor en comunicación, significa “este país del cual soy parte, o represento, o soy el mejor ejemplo”. Lo que es evidente, añade, es que “claramente se personificó en el país”.
El contacto ocular con su gabinete
Ya pasada una hora desde el inicio de la alocución, Andrada nota que el mandatario, mientras habla, tiene “una cierta preferencia de contacto ocular a la derecha” de la testera. Ahí es donde se sientan Izkia Siches, y sus ministros. “Busca contacto y legitimación de personas que le son cercanas”, sostiene. El especialista evalúa esto como un punto negativo: “Debería involucrar a todos en el relato, no priorizar una u otra zona. Da espacio a los demás para que se desconcentren (…). El contacto ocular es establecer un vínculo, un compromiso con su audiencia”.
Aparece una nueva macroexpresión de asco. Una “tremendamente evidente”, refuerza Andrada, demostrando que es un tema “que le afecta más”. Y sucede justo cuando Boric se lamenta de que 81.000 familias chilenas sufren del déficit de viviendas.
Andrada también destaca cómo Boric hace el gesto de querer golpear la testera en algunos puntos -“visos de autoritarismo”, identifica-, pero que siempre logra controlar antes de concretar el golpe. “Logra darse cuenta y la curva inmediatamente. Le hicieron ver que no era algo apropiado”, analiza, enfatizando que el presidente fue “coacheado”.
Cuando Boric avanza hacia temas como el deporte, y la importancia de la conectividad a internet de los estudiantes en todo Chile, sonríe. Se ve más relajado, dice Andrada. Lo mismo pasa a la hora de adentrarse en las políticas relacionadas al mundo de la cultura. “Son temas en los que está más cómodo. Son menos conflictivos. No está hablando de pensiones, de la macrozona sur, etc”, sostiene.
Ya pasados los primeros 20 minutos de discurso, el Presidente se nota más relajado. Tiene su primer contacto visual con las graderías. Se toca el pelo. Apoya su brazo izquierdo en la testera. “Poco a poco, se va distendiendo”, apunta Andrada.
Boric entonces cuenta una anécdota. Y el consultor no deja pasar ese elemento discursivo. “No existe otro presidente (chileno) que yo recuerde que pueda improvisar de forma elocuente como Boric”, afirma Andrada. Eso sí, “Lagos podía prescindir de los escritos”. Mientras, “Piñera leía cada palabra, una por una, se sentía atrapado, como una camisa de fuerza. Boric se puede permitir hacer usufructo de su retórica, uno de los grandes capitales de su forma de comunicar”, resume.
Seguridad y violencia
Hora y media de discurso. El “asco” vuelve a presentarse. En concreto, ante la descripción que hace el Presidente del ciclo de violencia que remece al país. “Hay una emoción genuina de por medio, que da cuenta de ese rechazo”, opina Andrada.
Llega el minuto de la verdad. Gabriel Boric se adentra en lo que ha sido quizás la mayor piedra en el zapato desde que asumió su cargo en La Moneda: seguridad. Y lo hace citando las problemáticas en “espacios públicos y violencia”, justo antes de beber un sorbo de agua. “Hay un evidente estrés. Forma parte de su cuestionamiento. Temáticas que lo tienen en el porcentaje de aprobación que se encuentra”, dice Andrada.
Boric habla del esfuerzo que comandará para el control de armas. Sube el volumen de su voz. Refuerza los conceptos con sus manos. Repite el mensaje, para dar mayor énfasis. Se muestra crítico en cuanto al “sistema de inteligencia del Estado”. Surge un breve murmullo en el Salón de Honor. Para acallarlo, vuelve a elevar el tono.
Frunciendo el ceño, demuestra “ira” al referirse a las “familias víctimas de la delincuencia”, dice Andrada. Y cuando habla de su compromiso por terminar con la violencia hacia las mujeres, Boric se toca el pecho, “en señal de que es un compromiso suyo también”, afirma el consultor.
Andrada resalta cómo en todo lo relativo a seguridad, Boric parece haber acelerado el ritmo de su discurso. “Hay un evidente estrés”, argumenta. De todas formas, agrega que, con sus manos y expresiones, “se muestra consecuente y simétrico con lo que está diciendo”, incluso a la hora de remarcar su apoyo a la labor de Carabineros. En un momento, reaparece la “ira”, al apretar la cara mientras habla de la delincuencia.
Al instante, el mandatario pide el apoyo del Congreso para llevar a cabo las reformas del gobierno en materia de seguridad. En paralelo, fija la mirada en los congresistas, y los apunta con su mano, que según Andrada se traduce en un “ojalá nos apoyen con lo que queremos hacer”.
Hora y media de discurso. El “asco” vuelve a presentarse. En concreto, ante la descripción que hace el Presidente del ciclo de violencia que remece al país. “Hay una emoción genuina de por medio, que da cuenta de ese rechazo”, opina Andrada.
Boric, entonces, adelanta que este mes el gobierno enviará su proyecto de reforma tributaria al Parlamento. Suelta el concepto “confío”, en relación al criterio de los legisladores. También se inclina en el estrado. Junta sus manos. “Hace señal de rezo, de súplica, porque subentiende que una reforma tributaria no va a ser así si no cuenta con el apoyo de la oposición”, interpreta Andrada.
El cierre
Dos horas de discurso, y ya es evidente el cansancio. El peak de energía estuvo en la parte de seguridad. Hacia el final, Boric parece tambalear sutilmente de un lado a otro, en la tarima. “Empiezan a aparecer elementos que afectan la lectura, la comprensión y la transmisión del mensaje”, afirma Andrada.
Termina el discurso. 135 minutos en total. En un gesto típico, Boric lleva su mano al pecho. Sonríe con cierta constricción. Parece cansado. Andrada se fija en cómo vuelve a tomar la postura con la que ingresó al Salón: hombros atrás, pecho al frente.
No obstante, su salida es mucho menos formal que la entrada. Ahí, dice el consultor, se nota cómo se impuso su “impronta personal”, más efusiva. Boric da un beso con mascarilla a Irina Karamanos. Se abraza con sus ministros y ministras. Con la senadora Fabiola Campillai. Con los congresistas. Y abandona el lugar de los hechos, a bordo del icónico Ford Galaxie.
A modo de síntesis, Andrada rescata algunos puntos fundamentales. Están los dedos mesiánicos, que ocupó todo el tiempo, “en posición de ‘esto no lo digo solo yo’”. Rescata las expresiones de asco e ira. El cómo apuntó a sí mismo en un par de ocasiones, al hablar del país. También su desempeño retórico en materia de seguridad, donde lo vio “particularmente ansioso”.
Además, desliza una crítica. Opina que el tono del mandatario, de volumen alto, fue constante a lo largo del discurso, lo que tiene dos efectos concretos: se hace cansador tanto para el hablante como para la audiencia, e imposibilita jerarquizar notoriamente los tópicos.
BONUS TRACK
Más allá del Presidente Boric, Andrada notó cómo los asistentes del evento siguieron la alocución. Muchos, cuando aparecieron en cámara, fueron captados mirando el teléfono. “Uno debe preocuparse de que la audiencia al menos haga un esfuerzo de escucha. Siento que la orfandad (con la mirada) con la zona izquierda (del auditorio) ha traído sus costos, porque le ha dado espacio a aquellos que no son adherentes a Boric a que tengan esa conducta impropia (de mirar el celular)”, explica.
Sin embargo, responsabiliza directamente al jefe de Estado de que haya ocurrido ese fenómeno. “Quien tiene la batuta para que deje de suceder, es Boric. Puede sancionar mirándolos”, finaliza Andrada.