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Opinión

14 de Octubre de 2022

Columna de Álvaro Peralta: Maipú en silencio

Oxidron

Mientras contemplábamos el “milagro de La Florida” de los años noventa en esta comuna del poniente de la Región Metropolitana también pasaron cosas. ¿Por qué le dimos tan poca bola?

Álvaro Peralta Sáinz
Álvaro Peralta Sáinz
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Uno de los sellos de los años noventa en Chile fue que, junto con la vuelta a la democracia y un auge económico que entregaba cierta prosperidad, se le permitía ingresar al hoy tan “líquido” estrato de la clase media a muchos chilenos. Y esto se hacía, básicamente por medio del consumo. O el endeudamiento, o una mezcla de ambas cosas.

Tal vez el mayor símbolo de esta nueva clase media de los noventa se dio con la comuna de La Florida, que durante toda esa década no paró de crecer (lo mismo que su vecina Puente Alto, pero con mejor suerte que ellos) y que de manera muy simbólica en 1993 recibió gustosa la inauguración del mall Plaza Vespucio. Una acción inmobiliaria que hasta ese momento estaba relegada de manera exclusiva para las comunas del sector oriente de la ciudad.

De ahí en más nunca se dejó de hablar de La Florida. Se ambientaron teleseries en la comuna, sus alcaldes muchas veces saltaron luego al parlamento y varias obras de infraestructura vial (Metro incluido) debieron ir en ayuda -y en muchos casos casi como mitigación- del explosivo crecimiento de la comuna. Y así estuvimos hablando varias décadas hablando de La Florida. Y en menor medida luego también hablamos de Huechuraba y el boom inmobiliario de la calle Pedro Fontova. Y de Colina, primero de sus parcelas y luego de Chicureo y Chamisero. También descubrimos La Dehesa, siempre creciendo y ahora más cerca que nunca -para los que tienen auto- gracias a la Costanera Norte. 

¿Y qué pasaba con Maipú en todos estos años? Es cierto, a inicios de los noventa también se inauguró un mall en esta comuna, pero fue uno del tipo outlet, por lo que su impacto no tiene comparación con lo que pasó con el de La Florida. Es que tal vez ese fue el sello de Maipú, el bajo perfil y el silencio. Porque de que pasaron cosas, pasaron.

De partida creció, porque pasó de tener cerca de 250.000 habitantes a inicios de los noventa a albergar a más de 500.000 almas desde fines de la década pasada. Por lo mismo, aparecieron nuevas villas, poblaciones, condominios y hasta edificios. También fueron apareciendo servicios como farmacias, supermercados, colegios, restaurantes y hasta el tan esperado hospital; recién inaugurado en el 2013. Otra cosa que se demoró en llegar fue el Metro, que recién en 2011 logró conectar la plaza de la comuna a través de la ampliación de la ya existente Línea 5. En resumen, podemos decir que Maipú -aunque con ciertas atenuaciones- también se subió o al menos trató de meterse en este asunto de la nueva clase media y el consumo durante las últimas décadas.

Sin embargo, algo pasó entre medio y el resto de los santiaguinos no nos dimos casi cuenta. Porque claro, para los maipucinos y también para los habitantes de sus comunas vecinas los cambios han sido evidentes. Pero para todo el resto la cosa se hace un poco más difusa o simplemente inexistente. De hecho, para muchos de los que no tenemos a Maipú en el constante de nuestros desplazamientos por la ciudad, esta comuna sigue siendo una especie de misterio o más bien un recuerdo idealizado de lo que era antes.

Por lo mismo es que no son pocos los que aún la asocian con las extintas FISA y Feria del Hogar o con algún paseo al Templo Votivo en esos años en que la Avenida Pajaritos era aún angosta y muy arbolada. Tiempos en que la manera más cómoda de llegar a Maipú en transporte público era tomando los muy coloridos buses de la línea Maxibús Las Flores desde Plaza Baquedano.

¿Por qué se nos aparece esa imagen tan poco actualizada de Maipú? La verdad es que en una ciudad tan segmentada como Santiago, si no se vive en Maipú es bastante poco probable el visitarla. Además, comete el “pecado” de no estar a la pasada de ningún destino u otro interés del resto de los santiaguinos. O poniéndolo en términos más simples y burdos: no está camino a la playa (en rigor la Autopista del Sol que sí lleva a la costa pasa por Maipú, pero dado su emplazamiento poco y nada se ve de la comuna al usarla) que es para millones de habitantes de Santiago -sobre todo de la zona oriente- la única forma en que salgan de su hábitat natural y atraviesen la ciudad.

Todo esto seguramente influye para que a pesar de las autopistas, el Metro y el hecho innegable de que Maipú hace rato está pegada a Santiago, en la comuna aún a ratos se siente esa lejanía con el resto de la ciudad. De hecho no son pocos los maipucinos que aún  dicen “voy a Santiago”, cuando tal vez apenas se están desplazando hasta Las Rejas.  Otro momento en que se respira algo aún provinciano y como “de pueblo” es en sus ferias libres en la Villa México y 3 Poniente, que resisten a pesar de los supermercados y otros comercios que cada vez más proliferan por la comuna

Algo pasa con Maipú, que está tan lejos y tan cerca al mismo tiempo. Pero la verdad es que esta comuna es mucho más que una ciudad dormitorio o un suburbio desalmado como los que se han construido en otros extremos de la ciudad. En Maipú hay habitantes históricos que por generaciones han vivido en la zona, mezclándose cada tanto con nuevos habitantes que han ido llegando, primero a viviendas sociales en los ochenta y noventa, y luego a casas y departamentos cada vez más caros. Es decir, gente que eligió Maipú como su lugar para vivir. Así como también han llegado los inmigrantes -principalmente haitianos- a algunas zonas en los últimos años, con todo lo bueno y lo malo que se da ante estos fenómenos.

Maipú tiene historia y tiene presente. Tiene a la primera cafetería de especialidad que se abrió en Santiago, tiene un interesante restaurante dirigido por un chef mapuche y en plena Plaza de Maipú existe desde hace unos meses una sala de cine especializada en trabajos independientes de ficción y documental. En resumen, acá pasan cosas y van a seguir pasando, pero por alguna razón el resto de los santiaguinos nos encontramos un poco lejos, distantes de todo eso. Por ahí escuchamos de Maipú por los líos de platas de varios de sus alcaldes, por los problemas con los vendedores ambulantes en ciertos sectores o con la crónica roja, que suele darle duro. Pero hay mucho más por conocer y -sobre todo- entender. Porque cosas buenas pueden salir de los lugares con identidad y Maipú la tiene. Aunque el resto no nos enteremos.

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