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Opinión

24 de Junio de 2023

Columna de Isabel Plant: Respondo por mí (no por mi pareja)

"Puede que la diputada Catalina Pérez no haya tenido idea de lo que hacía su pareja con su colaborador cercano en su propio distrito -incluso cuando haya hecho videos publicitando actividades de la fundación-. Pero es parte de su responsabilidad y de su trabajo anticipar posibles problemas éticos, ni hablar de los legales", dice Isabel Plant en su columna de opinión. "Y no puede argumentar que por culpa de dos hombres -como si fueran cualquiera- la critican a ella; no es “una mujer respondiendo por los actos de hombres”, es una diputada de la República respondiendo por un posible caso de corrupción".

Por Isabel Plant

Una en Chile, otra en Escocia. En la última semana, dos mujeres políticas se pararon frente a un micrófono a decir más o menos lo mismo: no me pueden juzgar a mí por lo que haga mi pareja. Los casos son diferentes, las ocupaciones distintas, pero dan para pensar. Tanto hemos trabajado en que a las mujeres no se nos vea como apéndices de los hombres o sus sombras, ¿se puede usar esa independencia ganada cuando se complica la cosa legal y éticamente?

Partamos desde los principios. Primero, en Chile, una bomba estalló en el Frente Amplio con la diputada Catalina Pérez (RD) al centro. En resumen simple, su exjefe de gabinete, compañero de partido y hasta hace poco Seremi de Vivienda de Antofagasta, firmó tres convenios a fines del año pasado que suman cerca de 400 millones de pesos con una fundación llamada Democracia Viva, dirigida por otro militante de su partido y quien justamente es pareja de la diputada. Es decir: dos cercanos de la diputada, en la región de la diputada, haciendo tratos directos que tienen que ver con mejoras en campamentos, para lo cual -al parecer- no tendrían mayor experiencia.

Lo que comenzó siendo tildado por quienes querían apagar el fuego como “falta de criterio”, ya pasó a ser una crisis completa por posible conflicto de interés, aprovechamiento de cargos públicos y, en el fondo, por captar in fraganti al partido más grande de la coalición de gobierno comportándose como juraron jamás comportarse: con amiguismos y privilegios.

La diputada Pérez, en primera instancia, se defendió negando conocimiento de los antecedentes, pero terminó suspendiendo su participación en la mesa de la Cámara Baja. Al momento de escribir este texto, su partido evaluaba congelar su militancia, mientras que el Ministerio Público abrió una investigación de oficio y esto quizás recién comienza.

Antes Pérez intentó una jugada que tenía que ver con ser mujer en un cargo político: “Esas responsabilidades la deben asumir quienes corresponden, ambos hombres adultos, yo no estoy disponible a aceptar que una mujer tenga que responder por actos de hombres, ahí marco un límite”.

Por mientras, en la lejana Escocia, la ex primer ministra Nicola Sturgeon -quien dimitió en febrero pasado tras ocho años en el cargo- fue apresada para ser interrogada en un escándalo de dineros políticos que involucra a su marido Peter Murrell (quien también fue detenido y dejado en libertad). Hay una investigación en curso por el financiamiento del Partido Nacional Escocés, del cual Murrell fue director ejecutivo.

La casa de ambos fue registrada y Sturgeon fue dejada en libertad sin cargos tras tres horas; también negó conocimiento de los hechos. El domingo, dando una conferencia afuera de su casa, dijo que estaba segura de “no haber hecho nada malo” y añadió: “En una situación así solo puedo hablar por mí misma, y solo hablo por mí misma”.

¿Pueden la diputada Pérez y la ex primer ministra Sturgeon hablar por sí mismas en estos casos?

Por siglos de los siglos las mujeres fueron secundarias, invisibles y hasta vetadas en la vida y espacio público. Luego vino la lucha, los avances, la voz y luego el voto, las pioneras en cargos públicos, hasta los tiempos de leyes de cuotas, de primeras alcaldesas, diputadas, senadoras y presidentas. Con grandes poderes llegan también grandes responsabilidades, dicen por ahí, y a las mujeres en la vida pública se les exige bastante más que a los pares hombres en cuanto a imagen, comportamiento y vida privada (está comprobado que también, por ejemplo, que reciben mucho más acoso y odio online).

Por supuesto en el siglo XXI no se les debería juzgar por con quién comparten vida y cama, o en otra situación, por lo que hacen sus hijos o por los pecados de sus padres. A menos, eso sí, que la vida y cama se interponga en su trabajo público; lo mismo que le exigiríamos a cualquier hombre. Así como las líderes políticas que se escudan en el género ante cualquier crítica están mal usando el feminismo, las que dicen: a mí que me registren si mi pareja hizo algún ilícito político también están estirando el chicle en ciertos casos.

Puede que Nicola Sturgeon se haya enterado por la prensa de los supuestos malos manejos de dinero de su marido, en su propio partido. Pero igualmente tiene el deber de responder ante el público las dudas que puedan surgir sobre el hecho; es parte de su responsabilidad por haber sido la líder del mismo PNE y del gobierno.

Puede que la diputada Pérez no haya tenido idea de lo que hacía su pareja con su colaborador cercano en su propio distrito -incluso cuando haya hecho videos publicitando actividades de la fundación-. Pero es parte de su responsabilidad y de su trabajo anticipar posibles problemas éticos, ni hablar de los legales. Y no puede argumentar que por culpa de dos hombres -como si fueran cualquiera- la critican a ella; no es “una mujer respondiendo por los actos de hombres”, es una diputada de la República respondiendo por un posible caso de corrupción.

*Isabel Plant, periodista, editora y cocreadora de Mujeres Bacanas.

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