La grave demanda que enfrenta Shein por innumerables casos de plagio: “Una organización delictiva”

Shein es una de las empresas de moda más exitosas del momento. Gracias a su enorme catálogo con miles de modelos y sus precios imbatibles ha logrado ventas de 24.000 millones en 2022, convirtiéndose en la segunda marca de ropa más valiosa del mundo -por debajo de Nike- y superando a gigantes como H&M, Zara, Adidas y Puma.

Sin embargo, la compañía fundada en China está enfrentando un grave conflicto judicial en Estados Unidos luego de que los diseñadores Krista Perry, Larissa Martínez y Jay Baron la denunciaran de plagio y utilizar algoritmos complejos y empresas de terceros para borrar sus huellas, tachando a la empresa de “organización delictiva”.

Según indica Infobae, la demanda presentada en la ciudad de Los Ángeles, California, afirma que la infracción de derechos de autor de Shein es tan agresiva que equivale a extorsión, por lo que se encontraría en violación de la Ley de Organizaciones Corruptas e Influenciadas por Extorsión, más conocida como RICO.

La querella asegura que “Shein se ha enriquecido al cometer infracciones una y otra vez, como parte de un patrón de crimen organizado que no muestra signos de disminuir”. Según el documento, la empresa que fabrica cerca de 6 mil prendas cada día estaría utilizando un “juego bizantino” para “estafar” a los diseñadores.

Además, el oficio culpa a la compañía de ganar miles de millones al crear “un algoritmo secreto que determina asombrosamente las tendencias de moda incipientes” y que ha logrado realizar “copias verdaderamente exactas del diseño gráfico protegido por derechos de autor“.

No es la primera vez que la compañía china está envuelta en un escándalo. El año pasado la periodista Iman Amrami logró infiltrarse en varias de las fábricas del gigante textil donde pudo presenciar la explotación laboral de sus empleados, quienes tienen que confeccionar más de 500 prendas al día en jornadas de 18 horas.

Incluso, la reportara también observó que algunas mujeres aprovechaban sus horas de almuerzo para poder lavarse el pelo, ya que tienen muy poco tiempo libre debido a que también trabajan domingos y días festivos.