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Opinión

30 de Diciembre de 2023

Columna de Isabel Plant: ¿Y si mujeres y hombres se pensionan a la misma edad?

Pensiones de mujeres

La columnista Isabel Plant se refiere a a la discusión sobre la edad de jubilación de las mujeres, al mismo tiempo en que se activó el debate por la reforma previsional en Chile. "La explicación de por qué las mujeres deben jubilarse antes está en la carga enorme de trabajo no remunerado que experimentamos", postula, aunque agrega que "el problema está en la brecha entre hombres y mujeres cuando se habla de pensiones". En esa línea, plantea las preguntas: "¿Hace sentido, entonces, que coticemos cinco años menos, como ”premio” a nuestra carga extra? ¿No es el premio entonces un nuevo castigo?".

Por Isabel Plant

Este no es un espacio de futurología, pero estoy dispuesta a aventurarme con una predicción para inicios de 2024: la ministra del Trabajo Jeannette Jara tendrá un camino cuesta arriba con la oposición para avanzar en la reforma de pensiones. El 6 por ciento de cotización adicional, a carga del empleador, ha sido propuesto por el gobierno por un sistema de 3,2,1: tres por ciento para un seguro social, dos por ciento para cotización individual y un uno por ciento que irá para fortalecer el empleo de las mujeres, incluyendo fondos para sala cuna y también compensación por expectativa de vida.

Yo sé que lo más debatible por los expertos es la inclusión de sala cuna en las platas de pensiones. Pero a riesgo de sumarle discusiones a la ministra Jara, incluyo otra conversación peliaguda: ¿Es justo que las mujeres jubilemos a los 60 y los hombres a los 65, en este mundo del siglo XXI con aspiraciones de igualdad?

No todos los países usan edad diferenciada por género. En buena parte de las naciones europeas, por ejemplo, hombres y mujeres jubilan a la misma edad. Alemania a los 63, lo mismo que España, Finlandia y Bélgica. Suecia, Portugal e Italia tienen como tope de edad laboral los 62 años. La discusión allá tiene más que ver con elevar estas edades en nuestros tiempos de vida centenaria, algo que siempre es álgido -pregúntenle si no a Monsieur Macron-. El género no se discute tampoco en Estados Unidos. En América Latina, por su parte, cambia la cosa y hay varios países que tienen diferenciación. Argentina, Bolivia, Brasil y Chile, por supuesto, donde ya ni se discute al parecer el tema. En Costa Rica, Ecuador, Guatemala y México, entre otros, es a la misma edad.

Parte de la explicación de por qué las mujeres deben jubilarse antes está en la carga enorme de trabajo no remunerado que experimentamos a lo largo de la vida. Carga mental, como se le tildó en la exitosa campaña reciente de Comunidad Mujer, en la que somos las que saben qué es lo que falta del refrigerador y cuándo le tocan las vacunas a los niños; y carga de cuidados, ya que las mujeres de este país, y del mundo, son las encargadas de cuidar a hijos y padres, relegando su vida y su trabajo. Quedando atrás.

Pero el problema está en la brecha entre hombres y mujeres cuando se habla de pensiones. Las mujeres están jubilando con cerca de un 40% menos de dinero que los hombres. Por las lagunas en cotizaciones, por la falta de empleo formal, por la inequidad salarial; todo aporta para que cuando llega la jubilación, las mujeres sigan perdiendo. ¿Hace sentido entonces que coticemos cinco años menos, como ”premio” a nuestra carga extra? ¿No es el premio entonces un nuevo castigo?

Entiendo que la solución al problema de las bajas pensiones femeninas no debería ser un “entonces trabajen más”; supongo que la propuesta actual del gobierno justamente está buscando opciones creativas a este problema. Aunque es completamente necesaria la sala cuna para hombres y mujeres -que es lo que se propone- para no castigar más la empleabilidad de las mujeres, difícilmente se explica por qué ese dinero sale de las pensiones. La compensación por esperanza de vida es necesaria, ya que las pensiones se calculan con tablas distintas para ambos géneros. Las mujeres, como viven más, deben repartir sus platas de pensión en mayor cantidad de años que los hombres; incluso si ahorramos lo mismo, en el sistema actual que rige en Chile, nos llega menos. Una ecuación terrible.

Toda la discusión termina en la constatación de que gran parte de la estructura social en el país descansa en los hombros colapsados de las mujeres. Si calculamos el trabajo no remunerado, el PIB crece al nivel de país desarrollado. Como me dice una amiga periodista económica, si la pelea en el siglo XX fue para que las mujeres pudieran trabajar, la del nuevo siglo es para que las labores sean compartidas.

Por lo mismo, lo más importante entre reformas, ideas, proyectos y debates de políticas públicas, tiene que ver con armar el famoso tejido social. El entramado que permite que todos los habitantes puedan existir plenamente, ya que la comunidad se cuida y se hacer cargo de sus miembros. Se ayuda, se potencia, se empuja. Y eso comienza en cada casa, y sigue en cada ciudad y luego a todo el país. Las cifras no mienten: los hijos son de las madres, son ellas las que quedan atrás en el trabajo, en los sueldos y en las pensiones.

Pareciera que la biología del útero que permite la maravilla de traer vida al mundo queda con un impuesto que un solo género debe pagar. ¿Cómo hacemos que toda la sociedad se haga cargo? Hay un antiguo dicho: “Se necesita una aldea para criar a un niño”; entendiendo que no es solo un hogar el que permite que un ser humano crezca y se desarrolle, sino que todo el conjunto que lo rodea. No bastan las pensiones, es el cómo comenzamos a tejer lo social, para así poder realmente vivir. 

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