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Entrevistas

15 de Febrero de 2022

Sergio Missana: “Una de las paradojas del problema climático es que tecnológicamente es fácil de resolver”

En la foto se puede ver al escritor Sergio Missana utilizando unos lentes de sol y un sweater verde. Foto: Ramsay Turnbull

En entrevista con The Clinic, el periodista, escritor y activista medioambiental Sergio Missana explora algunas de las aristas que se plantean en su último libro "Última salida: Las humanidades y la crisis climática". "Hay muchísimos motivos para alarma, pero en el tema climático todavía hay esperanzas", afirma.

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La trayectoria de Sergio Missana (56) por el área de las humanidades ha sido variada y zigzagueante. Se ha desempeñado como escritor, periodista, editor, académico, guionista y activista medioambiental. El autor de novelas como “El invasor” y “Movimiento falso”, finalista del Premio Rómulo Gallegos en 2001, ha tenido ciertos acercamientos a intereses como la filosofía y la psicología social que hoy define como informales. En 2015 publicó La distracción, un compilado de diferentes ensayos sobre literatura, y hace siete años forma parte la ONG Climate Parliament, la cual preside actualmente, definida como una red internacional multipartidista de legisladores que trabajan en todo el mundo para ayudar a resolver el problema climático y acelerar la transición a la energía renovable.

Y en su último libro, llamado Última Salida, confluyen dos mundos que ha habitado Missana a lo largo de los años: las humanidades y la crisis climática.

Última Salida es una lectura descarnada sobre distintos dilemas en torno al rol de las humanidades en los tiempos actuales, bajo la sombra de una crisis climática que proyecta un futuro impredecible, donde casi las únicas certezas que poseen las proyecciones es “que no van a ocurrir tal como las concebimos”.

En conversación con The Clinic, Sergio Missana explora algunas de las aristas que se barajan en su último libro, junto con la crisis ambiental y las relaciones políticas en torno al escenario.

-A lo largo del texto vas haciendo mención a la concepción del tiempo, y a las complicaciones de establecer un futuro certero. Considerando el avance a pasos agigantados que ha tenido la tecnología en las últimas décadas y la degradación climática, ¿nuestro panorama del futuro es hoy más incierto que el de las personas que habitaron la Tierra hace 200 años? 

-Yo diría que no, que el futuro siempre es incierto, y también es interesante pensar que las generaciones anteriores no sospechaban que el futuro iba a ser el presente de ahora. Tenemos una cierta ceguera, y en eso también cito a un historiador de la ciencia, que se llama Burke y que habla precisamente de eso. De aquí a 50 años más la sociedad, dice, nos resultaría irreconocible, pensaríamos que el entorno tecnológico es casi milagroso, como él dice que le parecería a la gente de hace 100 años lo que estamos viviendo ahora. Pero también que el progreso tecnológico no es lineal. Uno tiende a pensar que vamos a ir avanzando. En realidad no es ni siquiera progreso, se podría cuestionar, pero es un avance que se va dando a través de asociaciones. Muchas veces inventos que se hacen con un objetivo terminan influenciando áreas del conocimiento y de la técnica que no tienen absolutamente nada que ver con la invención original. 

“Se produce una situación de zigzag que no es lineal, y que es aún más difícil de predecirla. También en el texto digo algo que es bastante obvio, que es que estamos inmersos en una red complejísima de cadenas causales, y que ni siquiera las podemos ver del todo hacia el pasado. La historiografía es un poco ciega respecto a las cadenas causales que ya ocurrieron, pero nosotros somos aún más ciegos respecto a lo que está ocurriendo ahora. Imagínate en el futuro”. 

-Y en ese plano, ¿qué certezas podemos tener del futuro? ¿Hay alguna?

-Si algo caracteriza al tiempo actual es exactamente la incertidumbre. No tenemos idea para dónde vamos, y es bastante difícil determinar alguna certeza. Se podría aventurar que la tecnología, en uno u otro plano, va a tener un rol súper importante. Puede afectar un tránsito hacia lo posthumano, tal vez, o intervenciones a nuestra biología. El libro trata de no vaticinar, tratar de hacer un libro sobre el futuro sin tratar de adivinar o de intuir qué es lo que va a suceder. Un escritor de ciencia ficción, William Gibson, decía “nada envejece más rápido que las predicciones sobre el futuro”. Y él decía en una conferencia que en Blade Runner, por ejemplo, no hay teléfonos celulares, se inventaron como dos años después de la película. Pero no es por no querer mojarse, sino por simplemente tratar de habitar esa incertidumbre, tratar de pensar cómo la manejamos. Las predicciones que ahora se hacen se pueden agrupar en dos grandes categorías: una serie de predicciones distópicas y una serie de predicciones utópicas. 

-Tú hablabas de que el activismo era visionario y a la vez ciego…

-Sí, exactamente, y de alguna manera la organización en la que yo trabajo es una organización activista, que quiere cambiar cómo se hacen las cosas en términos del sistema energético y climático, pero uno de los temas del activismo es que vas empujando en una cierta dirección, pero no puedes cuantificar exactamente cuánto has aportado. Los cambios sociales ocurren por una gran multiplicidad de actores, y de nuevo, por una serie de cadenas de causas y efectos tan complejas, donde uno puede saber que va más o menos en la dirección correcta, pero no sabes cuánto fue tu aporte y el aporte de otros, y hay que mantener cierta humildad. 

“Pero es verdad, también digo que el activismo lo que se propone en el fondo es cambiar lo que resulta obvio. Hay ciertas cosas que resultan tan normales que uno ni siquiera se las cuestiona, y en el fondo el activismo lo que trata de hacer es cambiar esa manera de pensar. En ese sentido es visionario, pero por otro lado también la imposibilidad de conocer el futuro hace súper complicada las apuestas por cuál es el futuro que uno debiera desear. Es un poquito más complejo que el lado utópico, que es necesario tenerlo”. 

-En el texto incluyes también una frase de José Zalaquett, que dice que “todo progreso deriva de una innovación, pero no toda innovación deriva en progreso”. ¿Qué innovaciones no han derivado en progreso, desde tu punto de vista? 

-Hay ciertas innovaciones técnicas que una vez que surgen se crea como una gran expectativa de que van a cambiar la historia de la humanidad. Hace unos años la nanotecnología, por ejemplo. Hace 10 años la gente decía “esta manipulación de los materiales va a cambiar la manera en que nos relacionamos con el mundo”. En ese caso, todavía no sabemos cuáles son los impactos, pero en el pasado han habido innovaciones tecnológicas que la gente cree “oh, esto verdaderamente va a cambiarlo todo”, y luego otras innovaciones que no se esperaba que fueran tanto, terminan siendo mucho más decisivas, como el internet. En sus orígenes nadie esperaba que fuera tan revolucionario. 

“Hay muchísimos motivos para alarma, pero en el tema climático todavía hay esperanzas”

-Según el texto, en las proyecciones hacia el futuro hay dos grandes predicciones: una leyenda rosa y otra leyenda negra. ¿Cómo podrías definirlas? 

-Sí, las predicciones del futuro se pueden agrupar en dos grandes categorías, porque hay distintas proyecciones. Una serie de predicciones en general optimistas y utópicas, sobre todo centradas en el tema tecnológico, en que la tecnología lo va a resolver todo, y que se viene un periodo de abundancia, de que vamos a tener una cultura colaborativa post capitalista benigna, y hablan de la singularidad, que va a ser un momento en que la inteligencia artificial comience a crecer de manera exponencial, básicamente resolviendo todos nuestros problemas. Va a haber colaboración, va a haber un ingreso mínimo universal, etcétera. 

-¿Y la proyección oscura?

-Las distópicas obviamente se centran en la posibilidad de que de una u otra manera la civilización colapse. Y en este momento, la forma más visible de eso es el cambio climático, que efectivamente podría conducir al colapso de la civilización en un par de generaciones, estamos hablando de este siglo. Y también otro tema del libro es pensar en el pesimismo y el optimismo. Hay estudios sobre el pesimismo personal que dicen que si una persona se encuentra en un rango de leve pesimismo es como más realista, porque en la vida de las personas los hechos negativos levemente, en forma estadística, son más usuales que los positivos. Pero al mismo tiempo esos estudios concluyen que las personas optimistas, que son en el fondo irracionalmente optimistas, les va mejor que a las personas pesimistas. 

“Es interesante pensar que el activismo supone un grado de positivismo. De que las cosas podrían mejorarse si se toman buenas decisiones, y si ejercemos una cierta presión política sobre aquellos que toman las decisiones”. 

Missana cuenta la historia del científico climático Michael Maan, quien ha reflexionado sobre cómo la industria de los combustibles fósiles habría “pasado de empujar el negacionismo a decir no, el cambio climático existe, es verdad, es causado por los seres humanos, pero es tan malo y tan irreversible que por qué no seguimos quemando combustibles fósiles”.  “Y aprovechándose, porque dentro de la comunidad ambientalista hay voces más optimistas y voces más pesimistas, como en todo, y se aprovecharon dándole tribuna a las voces pesimistas del movimiento ambientalista. Es una cosa completamente maquiavélica, para aprovecharse de ese pesimismo. Porque en el fondo el pesimismo extremo lleva a la inacción”, añade.  

-Claro, y por el otro lado, el activismo debe tener por lo menos un mínimo de positivismo para actuar…

-Exactamente, y la verdad es que hay muchísimos motivos para alarma, pero en el tema climático todavía hay esperanzas. Eso significa eliminar los combustibles fósiles lo antes posible, de manera radical.

“Esto es una guerra contra el cambio climático”

-¿Cuáles crees que deberían ser pisos mínimos para poder comenzar a encauzar esa esperanza? 

-Una de las paradojas del problema climático es que tecnológicamente es fácil de resolver con tecnología que existe ahora o tecnología que se va a desarrollar muy pronto. Yo diría que el 90% de la tecnología ya existe. Generación de energías renovables en vehículos eléctricos, y sobre todo líneas de transmisión que permiten acarrear energía a grandes distancias, y por lo tanto poder suplir la variabilidad de la energía solar y eólica. (…) Hoy, por ejemplo, hay cada vez más generación eólica en el mar, porque la infraestructura de energías renovables que se necesita no puede desplazar bosques, porque el tema de la deforestación es terrible para el cambio climático, ni agricultura, porque a medida que el planeta se calienta va a haber cada vez más presión sobre la seguridad alimentaria. Va a haber hambrunas directamente en algunas zonas del mundo. Técnicamente es factible hoy dejar atrás los combustibles fósiles y tener un mundo 100% renovable, pero el elemento central fundamental que falta, es voluntad política

“Yo diría que casi ningún gobierno del mundo está pensando en términos de la urgencia que el problema verdaderamente tiene“.

El escritor recuerda que después del ataque japonés a Pearl Harbor en diciembre de 1941, hubo una reunión entre los grandes líderes de Detroit y las empresas automotrices con el presidente Rossevelt, quien les dijo: “ahora hay que fabricar tanques, cañones, fusiles”, etcétera. “Los tipos le dijeron “sí, pero esto nos va a requerir bastante tiempo de ajustes, porque tenemos las fábricas para los autos”. El presidente les dijo, ficcionando un poco, “no les mencioné, pero a partir de ahora no se fabrica ni un solo auto más. En este momento toda la economía norteamericana se transforma en una máquina de guerra”. La guerra no es una gran metáfora, pero a lo que me refiero es que Estados Unidos, en cosa de pocos meses se transformó en una máquina de guerra. En 1941 fabricaron entre tres y cuatro millones de autos, y entre ese momento y el fin de la guerra, es decir los próximo cuatro años, se fabricaron como 50 autos. Ese sentido de urgencia, de que esto es una guerra contra el cambio climático, no existe en ninguna parte. Los planes para tener carbono neutralidad en 2050, para dejar el carbón en 2040, no están avanzando a la velocidad ni a la escala de ambición que se requiere para enfrentar el tema”, comenta.  

¿Y esa voluntad política podría realmente subordinar la voluntad empresarial? 

-Lo que pasa es que el mundo privado está listo. El mundo privado se mueve por el incentivo de la ganancia y hay mucho dinero que se puede ganar en esta transición a las energías renovables, lo que pasa es que la industria de los combustibles fósiles es muy poderosa aún. Reciben una cantidad de subsidios impresionante, directos e indirectos. Los activistas actuales que además son jóvenes, como Greta Thunberg, parece que estuvieran chocando la cabeza contra un muro, pero también la historia enseña que ese tipo de empresas que parecen descabelladas y desesperadas en un momento, hay un punto en que cambian el switch y se imponen mucho más rápido de lo que uno hubiera esperado. Gandhi en un momento decía “primero se ríen de ti, después te atacan una vez que se dejaron de reír, y luego uno gana”. Creo que en parte es voluntad política y en parte también presión ciudadana, de las generaciones jóvenes y el activismo. Pero en el mundo de la toma de decisiones ese switch tiene que cambiar y aún no ha ocurrido, para nada. Se están tomando pasos en la dirección correcta en todos los frentes, la negociación de Naciones Unidas en las COP, avances en vehículos eléctricos, en generaciones renovables, pero muy lento, y no en la suficiente escala tampoco. 

¿Observas puntos de no retorno dentro de la crisis actual?

-Los científicos están empezando a decir que hay puntos de no retorno, porque hace algún tiempo se decía “vamos a cruzar un umbral en el cual el calentamiento global no va a tener retorno“, y ahora los científicos están diciendo que en ciertos aspectos no hay retorno. Y ese umbral ya lo hemos cruzado. También hay que tener en cuenta que se usa el límite de el calentamiento en 1,5 grados, como que debiéramos mantenernos dentro de ese umbral, pero la verdad es que actualmente estamos en 1,1 grados y ya la situación es malísima, en términos de los megaincendios en Australia, en California, la situación de sequía y desertificación que hemos encontrado en Chile, la pérdida de glaciares, el derretimiento de la Antártica… La situación es muy mala, 1,5 grados es malísimo y es posible que pasemos ese umbral. Y hay ciertos aspectos que son difíciles de calcular para los científicos.

Viviendo en Estados Unidos, ¿has podido ver matices entre el tratamiento de la crisis climática entre el país norteamericano y Chile?

-En Estados Unidos hay una diferencia radical en cómo se abordaba y se veía la crisis antes de la última elección. Y es lo mismo en el mundo, se puede generalizar pero los gobiernos más de derecha tienden a dar prioridad al tema económico por sobre el tema climático, y hay gobiernos más de izquierda que están más centrados en eso. Pero insisto, no veo aún en el mundo de la toma de decisiones políticas de más alto nivel, ese sentido de urgencia. Esperemos que a medida que vayan ocurriendo más desastres climáticos y se vayan viendo los efectos, eso vaya cambiando. En todo el mundo hay leves diferencias, pero te diría que son fundamentalmente respecto a los impactos y la vulnerabilidad. Bueno, nuestra ONG es una red de políticos precisamente, y siempre hay conciencia del impacto que esto tiene en las comunidades y ecosistemas locales, y eso en Chile es súper urgente, pero también lo es en muchos otros lugares del mundo. 

-¿Cómo se pueden entender hoy, por ejemplo, las ideas que rondan dentro de la sociedad sobre el terraplanismo y la “mentira” del calentamiento global, entre otras desinformaciones? 

-Uf. También trato de reflexionar en el libro sobre elementos de la naturaleza humana, y uno de ellos es esta idea de Doris Lessing, en que estamos en lo que ella llama la era de la creencia, donde los seres humanos tienden a formar pequeños grupos y creerse una verdad tribal y alegar lo que hay afuera. Y eso en Estados Unidos es brutal ahora. Hay mucha gente que se ha separado de los medios de prensa tradicionales, y solo reciben sus noticias de pequeños grupos que simplemente mienten descaradamente y niegan la ciencia. Y es verdad, con todo el exceso de información que hay actualmente es una paradoja, pero está más vivo que nunca ese sentido de tribalismo. Se ha dicho que en el fondo este tipo de fanatismo y cerrazón de mente son reacciones contra ciertos avances. Son como oleadas que generan un reflujo. 

¿Qué rol crees que juegan hoy las humanidades en entender este punto de la civilización? ¿Qué rol podrían jugar en el futuro?

-Por un lado, lo que me interesa de las humanidades es que el trasfondo es esta costumbre y necesidad humana de contar historias, y por eso hablo de las fogatas, de que contar historias ha tenido múltiples manifestaciones. Creo que probablemente no sé si va a seguir tan atada al formato de libros, tal vez va a seguir en formatos electrónicos u otros, pero creo que esa necesidad y ese articular la experiencia a través de historias va a continuar, ahí me estoy atreviendo a hacer una predicción. Pero también en el presente creo que es súper relevante. Un filósofo, Morton, ha hablado de hiper objetos. De objetos como el cambio climático que son tan grandes que uno no los puede abarcar, ni siquiera pensar, o abarcar narrativamente. Y también hay que pensar que la ciencia le ha ido comiendo terreno a las humanidades. Originalmente la ciencia era una rama de la filosofía, pero con el tiempo el auge de la ciencia ha ido relegando a la filosofía a un lugar menos central del que alguna vez ocupó, pero todavía tiene un lugar. La ciencia aún no sabe qué es el universo y no sabe exactamente qué es la conciencia.

“Para mí es bien importante decir que las humanidades no son un fin en sí mismas, sino que son un medio, un instrumento que en ese sentido podrían ser reemplazadas por otra forma de contar historias que hoy no consideraríamos tan canonizadas, como las humanidades tal como las entendemos”, concluye. 

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