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Entrevista Canalla

7 de Octubre de 2022

Pirincho Cárcamo, locutor radial: «Quiero volver a ver la luna»

La leyenda viva del rock y la radiofonía detalla su vida sin poder ver. Su ceguera, sus rutinas, su nueva forma de vivir. La vida a ciegas. Además se refiere a la música, al rock, a la muerte del rock, disecciona la música urbana, habla de Violeta Parra y manda un mensaje de paz.

Por

“Todo es oscuridad”, afirma Pirincho, el mito, 76 años, tendido en el sillón, resguardado en su departamento. Es el locutor del rock, la voz de los desaliñados, cincuenta y cuatro años seguidos de radiofonía: es el hippie comunicativo, el del timbre volado (“Hooola, hermano…”), el que pone la oreja en el pasado y la voz gentil, claro, en radio Futuro (conduce hace veintitrés años el programa Con La Ayuda De Mis Amigos, dial 88.9, la casa del rock progresivo, el mejor espacio para un solo de guitarra). Y de pronto, tiempo atrás, Pirincho, Sergio Cárcamo, el flaco imbuido de rock, el pelilargo inmortal, no pudo ver más. La voz del rock quedó sin vista. El visionario dejó de ver. 

-¿Distingue algún color?

-Nada- revela secamente.

-¿Capta la sensación de una luz, una luz incomprensible? 

-Nada- revela frustradamente.

-¿Qué hay entonces? ¿Qué ve? ¿Qué hay?

-Nada- acota sin más.

-¿Nada de nada?

-Nada, compadre.

Se queda en silencio.

Y agrega:

-Está todo oscuro.

Años atrás su ojo derecho padeció un glaucoma y lo perdió. Luchó por el ojo izquierdo, lo operaron seis veces. Tuvo, en medio, unas cataratas y se operó otra vez. La operación resultó traumática, las cataratas rebalsaron su visión, Pirincho comenzó a vivir aferrado a una sombra permanente. Los colores se empezaban a diluir, las figuras humanas no tenían contornos. Un manto blanco se instalaba en cada objeto. De manera que le hicieron un transplante de córnea, la medida desesperada, Pirincho tendría una mirada nueva. Se sumó al desafío científico. Y falló. Mirando en retrospectiva, Pirincho desliza que le estropearon los ojos. Le arruinaron la visión, sentencia. Y cuando el declive era inminente, Pirincho, por un tiempo, empezó a mirar todo por última vez. El año 2020 la leyenda viva del locutorio quedó ciega. 

-No distingo el día de la noche- anuncia.

Pirincho Cárcamo, entonces, se adhirió a unos anteojos negros, unos anteojos que le aumentaron su aspecto de leyenda, que lo tornan más rockero, un Stevie Wonder fortalecido y nacido en Providencia. Equipó una pieza con micrófonos. Adoctrinó a un hijo, Camilo Cárcamo, en la técnica de la edición. Y empezó a transmitir su programa de radio con la ceguera a cuestas, desde el corazón de la oscuridad. 

-Me las arreglo. Me ayuda mi hijo Camilo, que vive conmigo. No me deja cocinar porque puedo dejar la grande- tranquiliza Pirincho.

El hijo le cocina un desayuno, lo atiborra de proteínas, y se va a trabajar: la leyenda queda remitida al sillón, agudizando el oído, expectante. La leyenda, el Pirincho inagotable, el musicólogo, pone un poco de rock, tal vez The Beatles, el grupo de su vida, o tal vez un rock ruidoso, como Judas Priest o Tumulto, por ejemplo, los chascones locales a los que les tiene estima. O prende la tele y escucha a los rostros. Sintoniza programas culturales, History Channel, NatGeo, aquellos en que las voces tienen una buena dicción.  

Y Pirincho lo imagina todo.

-Escucho en la tele los programas sobre el espacio…¡apasionantes!

-¿Qué otros?

-Escucho programas sobre arqueología. Sobre animales.

-¿Y qué le ocurre?

-Los recuerdo, amigo. Empiezo a recordar esos animales que pude haber visto alguna vez.

Y escucha por radio los partidos de fútbol e imagina a los goleadores. Si juega Chile, visualiza a los héroes conocidos. A otros los intuye por las descripciones. A veces escucha partidos internacionales e inventa la cara de algún crack que jamás vio.

-¿A quién ha imaginado sin haberlo visto nunca? 

-A Haaland, el futbolista noruego. Jamás lo he visto, pero he escuchado que es rubio, imponente. Yo lo imagino como un vikingo, medio gigantón.

-Acierta, Pirincho.

-Sabía- y Cárcamo mete un gol.

Escucha la televisión. Escucha la radio. Escucha la música. Escucha a la gente. Se adhiere a su hijo o a su hija Valentina: los Cárcamo en pleno le facilitan la rutina, lo guían, le cocinan, le leen. Valeria es una escritora y el otro día le leyó tres cuentos de su autoría. Pirincho los escuchó y dictaminó: “Son especiales. Mezclan el terror con su sentido del humor”. Camilo, por las noches, le lee los whatsapp: “Manden audios mejor”, aconseja Pirincho.

Son dos años a oscuras.

Dos años sin caras.

Dos años sin colores.

-¿Qué fue lo último que vio, Pirincho?

-Bueno- dice- lo último que recuerdo haber visto fueron dos películas. 

-¿Películas?– se sorprende el reportero.

-Dos películas geniales- admite Pirincho.

-¿Cuáles?

-Interestelar y Medianoche en París ¡Buenísimas!

Cerró los ojos con Woody Allen, medita el reportero. Ingresó al apagón con una mueca de Owen Wilson. Y luego se sumergió en la nada. Es un hippie peculiar, adscrito al arte. 

-¿Y qué es lo que más le gustaría volver a ver?

Pirincho, esta vez, no se torna cinematográfico. Su voz tiene un tono más emocional.

-Quiero ver la luna, compadre.

Respira, se inspira, la leyenda empieza a volar…

-…y quiero ver el fútbol.

-¿Sí?

-…sí…y quiero ver una puesta de sol, compadre. Algo tan simple como una puesta de sol. Porque ahora puedo entender que cada puesta de sol es diferente, no hay dos puestas de sol iguales. Las puestas de sol son únicas, compadre. 

Hace una pausa.

-…las estrellas, viejo…

-¿Qué pasa con ellas?

-Quiero volver a ver las estrellas…¡qué pena no poder ver las estrellas!

Ese grito de Pirincho es la única vez en que, impotente, subirá la voz durante toda la conversación. Porque a Pirincho le estimula el cosmos, lo inasible, la inmensidad. Mirar la luna, las estrellas, el declive del sol. 

Y lo admite por única vez.

-…me frustra no ver las estrellas…me bajoneo…

-Pero alguna vez las vio, Pirincho, sabe cómo son…

-Lo sé perfectamente…- se equilibra.

-Y además tiene la voz- estimulamos.

-Y tengo mejor tacto… y escucho mejor…

Hay un silencio.

-¿Y qué escucha, Pirincho?

Él esboza una sonrisa.

-Rock, compadre. Yo escucho rock- dice con firmeza.

Y da la sensación que la guitarra de Angus Young, el estallido eléctrico de un rock enfurecido, ha empezado a sonar.

Rock vs Reggaetón

Pirincho Cárcamo es un mito que ha puesto su amabilidad en cualquier cantidad de estudios de radio. Inició sus labores radiales en 1968, en la radio Minería de Viña del Mar. Desde entonces pasó por toda clase de micrófonos: radio Pudahuel, radio Galaxia, radio Chilena, radio Futuro. Se lució en el programa televisivo Midnight Special, en UCV, en los años de la creatividad bajo amenaza. Entrevistó a los artistas. Fue parte del grupo de rock Los Rockets. Una vez compuso una canción llamada Hola Ximena. Pirincho era el trastornado de polera, la melena sobre la espalda, el intelecto a merced de la información rockera.

-Recuerdo una vez…- avisa-…en que entrevisté a Jorge González en plenos años de dictadura…

Estaban Los Prisioneros frente a él. Y Pirincho pregunta, irónico, por huevear, admite ahora:

-Jorge González…¿qué quieres ser cuando grande?

Jorge González no titubea.

-Guerrillero.

Y Pirincho recuerda que estalló la polémica. Un guerrillero en estado latente, un esbozo de anarco, es el vocalista y líder de la banda estelar. Y etcétera. Jajaja, Pirincho ríe, a destajo. 

Pero en ese momento el reportero, con imprudencia, lanza una pregunta.

-¿El rock va a morir?- lo encara con seriedad.

Pirincho se sacude.

-¿Cómo?

Le pregunto si el rock va a morir…- el reportero permanece  inmutable.

-El rock no muere, hermano…Rock never dies…

-Pero pareciera en un bajón…

-¿El rock?

-Sí, señor. Tengo entendido que los niños ya no vibran con la guitarra eléctrica.

A Pirincho le salta el corazón.

-Pero…pero..a ver…eso no es posible…

-Tal vez el rock agoniza…

-No, no…la guitarra eléctrica está más viva que nunca. 

-¿Seguro?

-Siempre vive. Y yo estoy seguro que en cada familia chilena hay un músico. Toda familia tiene a alguien que toca un instrumento, que estuvo en una banda…

-¿Y no ha notado la escalada del trap y otros afines?

-Urrg- masculla.

-Respecto a la música actual, Pirincho, ¿siente que hay un avance en la música o una involución?

Pirincho lanza una carcajada o eso cree escuchar la prensa. Y afirma:

-Hay una involución total. Es un robo total.

-¿Qué está pasando?

-Hay una música que tiende a ser bailable

-¿Eso nos perjudica?

-No, no. Eso es ancestral en la cultura humana. Pero es una música con letras pobres. El trap, el reggaetón…no dejan nada. Son para bailar. El reggaetón es de una gran pobreza.

Y para llegar a esta conclusión Pirincho sacó a colación su enciclopedismo, su apego al historial, y se trasladó a los orígenes del baile. Pasó por Cuba, por la música de Pérez Prado, el tango, el vals, el rap, se dio una inmersión en el hip hop. Valoriza el ritmo, la armonía, la melodía, pero enfatiza que la metáfora también es relevante. Y, a fin de cuentas, dictamina que el reggaetón es malo. En el reggaetón no hay metáforas. 

-¿Y Daddy Yankee?

-El gusto por la música bailable.

-¿Y sus letras?

-No me dicen nada. Pero parece que para los cabros escucharlo es estar en onda.

-¿Y cuál es nuestro músico más importante, Pirincho?

Lo lanza de inmediato.

-Violeta Parra.

Y, victorioso, no dice más.

El sueño

Enumera, al pasar, recitales de antología: uno de Iron Maiden, dice; otro de Rod Stewart, en el Nacional, por el simbolismo; uno poético de Silvio Rodríguez.  

-Anoche estuve con los Guns N´Roses…había abuelos, hijos, nietos…¡espectacular!…

Y, por un segundo, queda la impresión que la música le entra por los ojos y que Pirincho ha vuelto a mirar. 

-Perdone, Pirincho, ¿usted disfruta yendo a escuchar estos grandes recitales?

-Ahora estoy raja. Pero sí, claro… siempre uno disfruta, siempre uno se asombra… ahora, eso sí, uno se cansa más…y te diré algo…

Diga.

-A veces uno se puede llegar a olvidar que está ciego.

-¿Le ha pasado? ¿A veces se olvida que no puede ver?

Demora la respuesta.

-Muchas veces, compadre.

-¿Y cómo es eso?

-El cerebro a veces nos engaña- afirma con seriedad. 

-¿Sueña que ve?

-Ja.

-Qué…

-Yo sueño en colores, compadre.

Se queda pensativo y agrega:

-…y esa parte es la más dura… después de soñar en colores, despertar en total oscuridad… pero, mira, vi tantas cosas. Vi tantos paisajes, tantas puestas de sol, tantas noches. Yo me adapto. Y sigo para adelante.

-Sigue escuchando música.

-Con mejor oído- agrega riendo.

-Y, entonces, Pirincho…¿cuál es la mejor canción de la historia?

Le leyenda, el hombre-enciclopedia, duda.

-Hay muchas. Pero yo sólo pido que Imagine de John Lennon se haga realidad…- y ahí, con el hippismo dulce que siempre tuvo, con su anhelo de paz global, Pirincho termina la entrevista. Y, como siempre, se queda escuchando la música.

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