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Entrevistas

9 de Julio de 2023

Alberto Precht y Democracia Viva: “Lo que se está jugando el Frente Amplio es que todos paguemos caro con la llegada del populismo”

El triste análisis de Alberto Precht sobre el caso Democracia Viva

El abogado, reconocido por su paso en Chile Transparente, es una de las voces más reconocidas en probidad. En entrevista con The Clinic habla sobre el caso de Democracia Viva y las conclusiones que se pueden sacar de cómo un caso de corrupción puede transformar un país. "Hay que tener cuidado con las voces populistas que están en los extremos", advierte.

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De traje, lentes de gran marco y con una sonrisa imborrable llega Alberto Precht (42) para hablar de uno de los tópicos que domina: transparencia y corrupción. Los guardias de la torre en la que trabaja lo reconocen de inmediato. El abogado de la Universidad de Chile y Magíster en Comunicación Política y Asuntos Públicos se ha transformado en un rostro de la probidad, una voz reconocida.

Entre 2014 y 2021 fue director ejecutivo de Chile Transparente. Pese a la distancia del tiempo, el hoy abogado de la firma AGPP continúa siendo un rostro al momento de hablar de probidad. Con visitas usuales a Mega y medios de comunicación, sabe cómo tratar con la prensa. “Me continúan llamando, a pesar de que dejé Chile Transparente en hace dos años”, dice entre risas.

Sobre las razones que lo llevaron a ser un especialista en el tema, reconoce, hubo un factor de azar. Habla de cómo, desde inicios de la década del 2010, comenzó a formarse en el área, para eventualmente transformarlo en uno de los pilares de sus preocupaciones, y que lo llevan a referirse a por qué el caso de Democracia Viva lo persigue.

“Siempre estamos haciendo comisiones e investigado una vez que la sangre llega al río. Esto pasa con escándalos políticos que se acercan hasta la presidencia de la República. Pero, con el historial que tenemos, dudo que efectivamente la clase política haga algo que nunca ha hecho: hacerle caso a comisiones”, dice abriendo las palmas, buscando respuestas.

-¿Por qué es tan difícil, si estamos todos de acuerdo en hacer proyectos para evitar corrupción, llegar a acuerdos y leyes?

-Se crean comisiones investigadores, estas elaboran un informe que se envían a la Secretaría General de la Presidencia, se elaboran proyectos de ley y estos se quedan en el Congreso. Al final del periodo de Sebastián Piñera se envió la propuesta de ley de Transparencia 2.0. Fue inentendible que el Gobierno del Presidente Boric no le haya puesto urgencia porque, entre otras cosas, permitía que exista transparencia en fundaciones. Pero claro, como es del Gobierno de Piñera, es mejor no hacerlo valer.

-¿Cómo el caso de Democracia Viva impactará nuestra discusión sobre transparencia y el Gobierno?

-Seguramente una vez que la comisión investigue, el Ejecutivo deberá hacer proyectos de lay para enviar al Congreso. Allí hay otro debate, que puede ser eterno. El Gobierno del Presidente Boric -a mi juicio- hoy solo le queda administrar el Estado. Ya no puede gobernar en el sentido de impulsar un programa de transformaciones o de demostrar que puede hacer una política de forma distinta.

-La explosión del caso de Democracia Viva explota poco después de un año desde el cambio de Gobierno.

-Sí entrega un nuevo golpe al estado anímico, de pensar que nuestro país era relativamente diferente al resto. Podemos ser más sofisticados, hacerlo a través de boletas, facturas, transferencias formales o, incluso, pueden no ser delitos como tal. Pero al final el efecto es el mismo: financiar la política de manera irregular.

Acá se trató de proteger a los míos respecto a los otros y, lo más grave, no se entrega el mejor servicio a quienes lo necesitaban. ¿Quién hubiera sido mejor para el proceso de Antofagasta, un intermediario que contrata una empresa para que lo haga, o esa empresa de modo directo? Pero no se hace esto último para favorecer, en este caso, a tu casta, que antes criticaba a la otra casta que estaba.

“Creer que uno por algo generacional y nuevas ideas estará exento de errores es tapar el sol con un dedo”

-¿Es un escenario desalentador el caso de Democracia Viva teniendo en cuenta que era una generación política de reemplazo?

-Creo que sí es muy desalentador. Por eso hay que tener cuidado con los discursos hipermoralistas, vengan desde donde vengan. Hay que tener cuidado con las voces populistas que están en los extremos, pero también de la lucha generacional que siempre estuvo. Ocurrió con el MAPU, la Izquierda Cristiana de creer que, por el hecho de haber nacido después, puedes aprender de tus antecesores. La verdad es que eres tan humano como tus padres, con sus defectos y virtudes. Eso se lo que se hace carne hoy.

-Un problema que continúa replicándose.

-Se puede evitar la corrupción, sí. Pero creer que uno, por algo generacional y nuevas ideas estará exento de errores es tapar el sol con un dedo.

Gran parte del Frente Amplio compartía ideas en contra de la corrupción, era parte de lo que sostenía la idea de dejar atrás la política pasada.

-Al igual que gran parte de la política chilena, fue algo más discursivo que real. Me ha tocado tener reuniones asesores del Ministerio de Hacienda y la respuesta no es muy distinta de la que pudo tener un Gobierno de derecha en temas como la creación de un Registro de dueños reales de las empresas. Uno esperaría que, en cosas tan sensibles como saber quiénes son los dueños del capital de un Gobierno de izquierda tuviera una apertura mucho mayor que de un Gobierno de derecha. Ha sido lo mismo.

-¿Cómo se explica que hayan cometido actos irregulares, teniendo en cuenta lo que podía implicar?

-Es que no sabían lo que podía terminar implicando. Quizá será malo el ejemplo, pero dicen que matar por primera vez es muy difícil, pero después, el segundo muerto es más fácil. Acá, si les resultó y nadie se los reprochó -está todo firmado, supuestamente es legal, con un seremi validándolo- no se ve como algo malo. Una vez que se metieron, hicieron la primera transferencia, después la segunda y así.

¿Es una derrota moral para una generación? La polémica la protagoniza un partido que era la renovación política y que criticó a la Concertación por algo similar.

-¿Cuál es el problema? Que las nuevas generaciones, y eso lo puedo ver en el día a día, tiene muchas más rabia, menos ganas de participar o de creer en algo. Y hay un grupo que después, con esto, le da lo mismo si hay una democracia o no. Lo dicen las encuestas. No extrañaría que surjan movimientos populistas como el de Bolsonaro, Bukele, Maduro u Ortega. Ese es el gran problema. Todavía no nace una figura populista de esa magnitud, pero performances como la de Gaspar Rivas no son para reír. Son para tomárselos en serio.

-Manuel José Ossandón, en columna con The Clinic, dijo que sacar dividendos políticos es un error, porque al final toda la política se ve afectada y que “los únicos que ganan son quienes creen que la solución la tienen los populismos autoritarios”.

-Absolutamente. Tanto el Frente Amplio como el Partido Republicano son movimientos absolutamente institucionales. Creen en la institucional, en el juego democrático. El populista llega a decir que, como todos los demás son pecadores, él no lo es. El populista dictatorial termina siendo peor que los anteriores. Hay que tener cuidado con el hipermoralismo: todos los gobiernos van a tener casos de corrupción, el problema es cómo tú lo enfrentas.

-Los casos de corrupción en Chile, ¿terminan cambiando la política?

-Ha pasado antes. ¿Con qué frase llegó Carlos Ibáñez del Campo a La Moneda? Con la escoba para barrer la corrupción. Casos como el de Democracia Viva termina debilitando a los demócratas, que va desde el Frente Amplio hasta el Partido Republicano, que creen en la democracia liberal.

Pedro Castillo fue electo a tres horas de vuelo, Bolsonaro también. Son cosas que pasan en este barrio, ¿por qué no nos puede pasar a nosotros? Eso pasa cuando las personas ya no creen en la democracia como la conocemos, que es la forma de resolver los conflictos. Lo que se está jugando el Frente Amplio, de solo poner una manito de pintura, es que todos paguemos caro con la llegada del populismo. La cuenta de ahorro se comenzó a pagar hace rato.

La corrupción en Chile, su lucha y el futuro que viene

Alberto Precht, al hablar sobre probidad, remarca la importancia que tienen ciertos hitos en Chile. Uno de ellos es la Comisión Engel, órgano asesor establecido por la expresidenta Michelle Bachelet para diseñar un marco institucional para regular los negocios y la actividad política.

Sin embargo, dice buscando la respuesta entre sus manos, aún no se han tomado las medidas suficientes para lograr prevenir este tipo de actos.

-En Chile, dijo hace años, existía una idea de que estábamos en un oasis en términos de corrupción.

-Hace casi una década lo dije: creo que en Chile no hay corrupción sistémica. Lo sigo pensando, pero nuestro nivel de corrupción es infinitamente mayor a nuestras peores pesadillas. Lo que pasa es que acá tenemos libertad de prensa, acceso a la información y que ayuda en estos casos.

-¿Por qué, si hay consenso de que debiera existir mayor fiscalización, no se han logrado reformas en esta línea, como podría ser darle más poder a Contraloría?

-A nadie le gusta que lo controlen. Todos vivimos en la ficción de que solamente con nuestros propios medios nos podemos autocontrolar. La verdad es que la gran mayoría de las personas necesitamos un semáforo en rojo para lograr parar. Me gusta este ejemplo: ¿Cuántos cruces con discos PARE hay en Chile? En EE.UU. hay muchos, pero acá, ¿qué pasaría? Tendríamos un choque de cuatro autos. Lamentablemente, basamos nuestra fe en la ley. Es lo que pasó con Democracia Viva: puede no haber ilegalidad, no es delito, pero a nadie se le ocurriría que esté bien.

-¿La sociedad chilena depende de las leyes para evitar que existan actos de corrupción? ¿Cómo se explica esa realidad?

-No es un problema solo de Chile, sino del derecho continental. Nuestra fuerza está basada en el derecho escrito, lo que se diga en las normas, más que en las costumbres. Por otro lado, hay un asunto importante, que es la tradición religiosa, basada en el perdón y la culpa. Hay otras sociedades que se basan en realizar acciones determinadas para agradar a Dios. En el Reino Unido, cuando se hacen nuevas leyes, hay un impacto. Lo que tenemos que hacer es tratar de controlar lo más directamente que podamos las transferencias del Estado. Eso debiera estar en la ley.

Algunos de los casos más importantes de corrupción están en las municipalidades: lo de Torrealba en Vitacura, la investigación por Sierra Bella, en Santiago.

-¿Y cuántas reformas hemos tenido? Afortunadamente, el contralor hizo un dictamen para poder ampliar las normas del derecho público a corporaciones municipales. Algunas se lo han tomado en serio. Se puede mejorar, si es que se ponen los incentivos. Mira lo que voy a decir: Contraloría todavía no puede acceder a las cuentas corrientes de los organismos que fiscalizan. Deben pedir permiso. Eso está en un proyecto de ley, en Transparencia 2.0, durmiendo en el Senado. Nos habríamos evitado el fraude a Carabineros, Vitacura y otros escándalos. No podemos echarle de todo la culpa a Contraloría.

-¿Vamos bien encaminados con las leyes que estamos aprobando en materia de transparencia?

-Si la reacción del Gobierno fuera cero, la esperanza también sería cero. Pero hay reacción, interés, buena voluntad. El Presidente nombró en la comisión para la probidad y transparencia en corporaciones y fundaciones las mejores voluntades para hacer las cosas bien. También hay instituciones que funcionan. El fraude de Carabineros se detecta por la alerta de un banco en Punta Arenas, que llega a la Unidad de Análisis Financiero. En otros casos, ha sido el propio sistema.

-¿Es posible esperar entonces que haya cambios?

-La esperanza está en que muchas más personas digamos: ‘Las cosas sí se pueden cambiar’. Lo que esperamos es que la clase política cambie las cosas, por el mismo bien de la clase política. Al final, cuando no se aprueban leyes como la de bajar los niveles de secreto bancario o la creación de un Registro de Beneficiarios Finales, se hace daño la propia clase política. Es una bomba de tiempo no resolver este tema, que nos llevará a un populismo o gobierno autoritario. Este camino lo han vivido otros países. Nosotros no tenemos por qué vivirlo.

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