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Entrevistas

10 de Septiembre de 2023

Cristián Warnken y los 50 años del Golpe: “Reabrir heridas del pasado sólo le sirve a los extremos”

Cristián Warnken, fundador de Amarillos por Chile, habla sobre 50 años

Alejado de la primera línea de la política tras fundar el partido Amarillos por Chile, el filósofo, escritor y conductor de radio se muestra preocupado por el rumbo del debate público y advierte que "si no nos ponemos de acuerdo en lo mínimo -una Constitución, por ejemplo- el país va a profundizar su estancamiento". Sobre la conmemoración de los 50 años del quiebre democrático, plantea que "todo parece improvisado, muy al estilo de este Gobierno" y respecto de cómo percibe hoy la figura de Allende, dice: "Allende es superior a nuestra izquierda, superior al PS, al PC y para qué decir a la izquierda actual".

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Si bien sus cartas y comentarios en medios de comunicación no eran del todo ajenos a la contingencia política, fue en febrero de 2022 que el filósofo y escritor Cristián Warnken entró de lleno en la arena política, como líder del movimiento Amarillos por Chile. El grupo, que incluía inicialmente a académicos, parlamentarios, premios nacionales y exministros, comenzó a crecer conforme avanzaba el trabajo de la Convención Constitucional y, en 2023, se constituyó como partido.

Según Warnken, quien hoy conduce el programa Desde el jardín, en Radio Pauta, y es profesor de la Universidad San Sebastián, esa fue su primera incursión real en la política. Sin embargo, de joven y en tiempos de dictadura, estuvo vinculado con el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) y el MAPU Obrero Campesino -su facción más progresista-. Después, dejó la militancia y comenzó a dedicarse a las letras y las comunicaciones.

Hoy, alejado de la primera línea de Amarillos, se muestra preocupado por el clima de crispación en la política ad portas de la conmemoración de los 50 años del quiebre democrático. A su juicio, es necesario avanzar en acuerdos y cree que en esa labor, el rol de los partidos de centro es clave.

Varias encuestas indican que la conmemoración de los 50 años del Golpe ha dividido a los chilenos. ¿Cree que la división es por los 50 años o es porque ya llevamos algunos años divididos?

-La división es un negocio redondo para los que quieren polarizar a los países: los populismos o extremismos de izquierda o derecha. Creo que el Chile actual no está dividido por los 50 años, sino por los temas de hoy. Este es otro país que el Chile de 1973. Por eso, reabrir heridas del pasado sólo le sirve a los extremos y por eso el enfoque de la conmemoración debió haber sido otro.

¿Cuál debió ser el foco de la conmemoración?

-En primer lugar, recordar y honrar a las víctimas y acompañar desde el Estado y como comunidad país a sus familiares. Un homenaje potente y sobrio a la vez. Y los que quieran -me incluyo-, recordar el sacrificio de Allende.

El foco debió ser el que originalmente trató de darle Patricio Fernández. Que pensamos distinto, vamos a seguir pensando distinto sobre las causas del 11 de septiembre, pero ahora debemos tratar de construir un mínimo relato común para el futuro. Construir acuerdos nacionales que hagan imposible un quiebre institucional como el de 1973.

Hoy existe crispación en el clima político. ¿Se puede conseguir la unión o el entendimiento?

-Tal vez sea imposible la unión o el entendimiento en torno a los 50 años. Pero la pregunta es si tiene sentido lograr una misma interpretación del pasado. ¿Lo han hecho los españoles después de la Guerra Civil, por dar un ejemplo? En lo que sí se puede pensar es en un rechazo a todo tipo de violencia política, entendida como violencia de Estado, como desde 1973, o como violencia nihilista insurreccional como la de octubre de 2019.

En ese sentido, Chile Vamos decidió no firmar la declaración de Santiago, pero el expresidente Piñera sí. ¿Quién cree que actuó mejor en estas circunstancias?

-Lo ideal hubiera sido tener una declaración firmada por todos, pero la sospecha ha envenenado nuestra convivencia. Entiendo el temor de Chile Vamos de quedar secuestrados dentro de una puesta en escena tendenciosa. Insisto, lo ideal hubiera sido una declaración común. Pero, desde luego, asistir a un acto donde la foto va a ser con AMLO, Gustavo Petro y Alberto Fernández -la izquierda populista de América Latina-, eso es impensable no solo para la derecha sino incluso para el centro -Demócratas y Amarillos-. Debió haberse trabajado hace tiempo esto. Todo parece improvisado, muy al estilo de este gobierno.

Piñera actuó como expresidente, y ahora él aparece como más generoso que su sucesor, que lo apuntó poco tiempo atrás con el dedo como violador de los derechos humanos. Pero ojo: dije “aparece más generoso”. Todos sabemos que en política escasea la gratuidad completa.

Algunos políticos de la derecha señalan hoy que el clima político de 1973 provocó un Golpe que era ineludible. Para usted, ¿hay algún escenario que justifique el quiebre democrático?

-Entender no significa justificar. Para nada. Siempre hay que entender y escrutar la historia con profundidad incluso si uno tiene una postura política definida. Yo viví el golpe cuando tenía 12 años, y fue brutal. Tan brutal que es fundamental seguir preguntándose, escuchando distintas visiones, para saber cómo y por qué se quiebran las democracias.

Nada justifica la desmesura de las violaciones de los derechos humanos, la psicopatía de un Manuel Contreras y la psicopatía colectiva de un país enfermo de odio. Yo condeno con claridad meridiana los horrores post golpe, pero al mismo tiempo quiero entender cómo llegamos a eso. No veo contradicción.

Dicho de otra manera y a su juicio, ¿es entendible el Golpe de 1973?

-¿Qué entendemos por “entendible”? Definamos eso primero. Es fundamental entender el contexto y la historia que hace que un demente como Hitler hechizara al pueblo alemán. Pero eso, por supuesto, jamás va a ser justificarlo. Hay que entender cómo un Chávez llega al poder, y la clase política venezolana tiene que hacerse una profunda autocrítica. Ninguno de esos dictadores surge de la nada. Lo otro es construir relatos simplistas que impiden tanto a la izquierda y la derecha hacerse una autocrítica y una revisión necesaria. Algo de eso hicieron los miembros de la renovación socialista, y eso permitió la transición desde la dictadura a la democracia.

En esa línea, ¿cómo ve a Allende 50 años después?

-Soy un allendista contradictorio. Veo sus inmensos errores, su letal ambigüedad, su tremenda responsabilidad en el gran fracaso de la UP. Quizás lo salvo porque al final fue valiente. Y en nuestra política abunda la cobardía. Ayer y hoy. Aylwin fue valiente, Lagos fue valiente. Y en el plebiscito del 4 de septiembre, Frei fue valiente. El resto es jalea, como decía Huidobro. Allende es superior a nuestra izquierda, superior al PS, al PC y para qué decir a la izquierda actual. Allende no salvó el pellejo. Y a la hora de los quiubos, en Chile todos arrancan. Nuestros líderes de centroizquierda, en octubre de 2019 ante la violencia nihilista, fueron cobardes.

Sólo en Lagos encontramos algo otra vez potente y en la dirección que debió haber tomado Allende: la socialdemócrata. Pero sé que esto es muy emocional más que un análisis político. Soy un allendista de centro… pero esto no aguanta análisis racional alguno, claro. Hay que reconocer que en alguna parte, lo emocional nos gobierna. Y he podido racionalizarlo todo, menos a Allende. Tengo que ir a ver a mi psicoanalista.

Han pasado 50 años y la historia es cada vez más antagónica. ¿En algún momento vamos a llegar a ponernos de acuerdo? ¿Cuáles deberían de ser los mínimos comunes?

-El problema es que si no nos ponemos de acuerdo en lo mínimo -una Constitución, por ejemplo- el país va a profundizar su estancamiento y nos vamos a perder las oportunidades de pegar un salto en nuestro desarrollo. Ese salto podría permitir mejorar la educación -que es una prioridad y una bomba de tiempo-, la salud, las pensiones y la calidad de vida de las personas.

Necesitamos una mejor política y no farándula infantil. No necesitamos a diputadas o senadoras sacándose fotos con gatos en el Congreso o denostando a una colega que sufrió daños físicos en una manifestación. Necesitamos una política al servicio del pueblo y no de Twitter.

Amarillos por Chile y el centro político: “El camino propio sólo lleva a un fracaso como el de la DC”

¿Qué rol está asumiendo hoy el partido Amarillos por Chile y cuál podría jugar para lograr esos consensos mínimos?

-El centro -Amarillos y Demócratas- debe propiciar y articular grandes acuerdos. Y si no se puede, ser coalición o con la izquierda o con la derecha, dependiendo de la circunstancia, para ayudar a generar moderación y gobernabilidad. El camino propio del centro sólo lleva a un fracaso como el de la Democracia Cristiana. En eso prefiero a los viejos radicales, que no tuvieron complejos para aliarse con la izquierda y después ser gobierno con Alessandri.

En ese sentido, líderes de RN como Francisco Chahuán y Paulina Núñez se han mostrado disponibles a generar pactos por omisión con Amarillos y Demócratas en las próximas elecciones municipales y de gobernadores regionales. ¿Estarían dispuestos a pactar con ellos?

-Eso lo tiene que definir la directiva de un partido del cual ya no soy presidente. Creo que un centro no debe tener complejos para pactar con nadie, salvo extremos. ¿Si no, para qué se es de centro?

Hay un proceso constitucional con muchos desacuerdos, pese a que se hablaba de “una que nos una”. ¿Ve que las enmiendas que se están aprobando generan “una que nos une” o “una que nos divide”?

-Prefiero ser prudente en este tema. Todo lo que se diga en estos días debe ser para bajar las tensiones y ayudar a que se llegue a acuerdos y no a polarizar más. Que la mayoría aprenda a ser mayoría y la minoría también. Y aprendamos de Nicanor Parra: “La izquierda y la derecha unidas jamás serán vencidas”.

Por el momento, ¿cuál es su visión de este proceso y cómo ve el desinterés de la gente y el crecimiento del “en contra”?

-La gente está hastiada de tanto proceso constitucional, y la entiendo. Hoy hay otras urgencias que están afectando la vida cotidiana de los chilenos y me preocupa que este proceso se vea como una pelea entre los mismos políticos… ya desacreditados. Ojalá tengamos un texto razonable y un pueblo razonable que lo apruebe. O “se abrirán las anchas alamedas” para populismos extremos tipo Milei o Kirchner, que no sé cuál de los dos es peor.

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