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Cultura & Pop

21 de Junio de 2022

Solange Lackington, actriz: “El teatro sigue siendo una fuente de denuncia”

Solange Lackington

Se encuentra actualmente preparando su próximo estreno teatral: Hechos Consumados, escrita por Juan Radrigán en 1981, que aborda la marginalidad en un Chile dictatorial. En conversación con The Clinic, la actriz reflexiona sobre su nueva presentación, el rol de las artes escénicas en la sociedad y la actualidad del teatro en Chile. “El teatro es una instancia donde la gente va a distraerse de su quehacer, pero también va a cuestionarse cosas, a reflexionar, a tener un punto de vista frente a lo que les están mostrando”, dice Lackington.

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Hace ya un par de meses que la actriz Solange Lackington (59) se encuentra abocada principalmente a diferentes proyectos teatrales. Este año partió con la gira de Libertad 1209, una co-producción con Matucana 100 y Compañía La Dominga, dirigida por Gonzalo Sepúlveda y por ella, que también la protagoniza. 

En la obra, a través de un monólogo narra los pensamientos de una mujer que “se enamora” de uno de sus alumnos, basado en el caso de María Eugenia Darrigrande, quien en 2007 abusó de un estudiante de 12 años. 

Después de ese trabajo, hoy Lackington se encuentra enfocada en el estreno que tendrá este 24 y 25 de junio en el Teatro Nescafé de las Artes: Hechos Consumados. 

La obra, escrita por el Premio Nacional de Artes Escénicas Juan Radrigán (1937-2016) y estrenada en 1981, cuenta la historia de Marta y Emilio, dos personas sin hogar que deambulan por un terreno privado, y que se ven enfrentados a una posible expulsión de parte de un hombre llamado Miguel.

“Yo creo que lo más importante que tiene esto es que este cuento de Juan Radrigán se hace absolutamente contemporáneo a un hoy. Y con mucha más fuerza diría yo, e instala una reflexión del Chile que el autor visualizó en el año 1981, versus el Chile nuestro, actual. Siento que hoy tiene una fuerza más grande aún, porque es algo que no se ha resuelto, y pareciera ser que va en escalada, como una bola de nieve”, dice Solange Lackington. 

“Habita con nosotros esta pobreza que deambula, que es una pobreza que migra. Se instala en un lugar y se va a otro, buscando, buscando hacer territorio de alguna manera. Seguimos encontrando hoy estos personajes, los Migueles, Emilios y Martas. Están ahí, están con nosotros”, añade. 

-¿Cómo fueron ustedes, como equipo, otorgándole esta vigencia a la obra? 

-Son cuatro personajes, pero nosotros nos concentramos en tres, y obviamente actualizamos ciertas cosas, como esto de hacer alusión tantas veces a los que van afuera. “Miren ahí, esos que van, a dónde van”. Trabajamos mucho en la reacción del sentirse observado por alguien exterior, como que hay una masa, hay algo que está pasando y está latente. Tratamos de trabajar con esa premisa. Un día dijimos “¿cuál es la atmósfera de esta obra?”, y es la desconfianza latente, de que algo va a pasar. 

-Su personaje es Marta, la única mujer… 

-Sí, Marta es la que más cerca de la muerte estuvo. La obra empieza cuando Emilio la encuentra en un canal en el río, y le pregunta si la tiraron o se tiró. Él la saca, le seca la ropa, y espera a que despierte, para que no le de pulmonía… Es la mujer que más en contacto estuvo con la muerte. Sin embargo es el personaje más esperanzador, con más ilusión, con más fe. Es el personaje que dice “bueno, mientras sigamos vivos, siempre existe la posibilidad de cambiar. No sabemos lo que hay al otro lado de la muerte, pero mientras estemos vivos, existe la posibilidad de tener un mundo mejor”. Es la que plantea que la casa, el hogar, se arma en cualquier parte. Una mujer que tampoco tiene arraigo, que su pareja la dejó hace ya un tiempo, y anda deambulando por la calle y por la vida. 

-¿Qué detalles de los personajes le fueron llamando la atención? 

-Lo que me llama profundamente la atención son estos personajes que no arrastran su historia, no tienen casa, no tienen recuerdos, no tienen nada. Viven con lo puesto, viven el día a día, lo que hay, y no saben lo que les espera y depara el mañana. Siempre los están echando de un lugar a otro, solamente pueden llegar a pernoctar a un lugar, que es un poco lo que pasa con toda esta gente que vive en situación de calle, y se quedan, arman sus cosas… Y si al otro día alguien los echa, tienen que irse. Y en el día deben deambular, tratar de conseguir algo, algún dinero para comer, y luego en la noche volver a pernoctar en otro lugar. 

“Nosotros estamos haciendo una obra que si bien es cierto está súper contextualizada en 1981, plena dictadura, de represión, tiene algo súper actual y contingente con esto que estamos viviendo en estos tiempos pandémicos. Donde la gente se aísla, se guarda y se encierra en sus casas, y deja de haber esta preocupación o deseo de querer compartir más exteriormente con otros”, añade la actriz.

-Y hay también un factor importante de invisibilización con las personas en las que están inspiradas los personajes… 

-Claro, uno ve estas carpas que se arman en pleno centro y en distintos barrios y es terrible. Me pasa por ejemplo que en días que llueve mucho, como hace poco, con fríos espantosos, se me hace inevitable no pensar en esa gente, que están con niños, que no tienen agua, no tienen electricidad, no tienen nada. Viven en la precariedad absoluta. Qué fuerte un invierno crudo, y un verano agotador, de temperaturas elevadas. Me conmueve mucho cuando veo estas tomas que hay en distintos lugares de Santiago, hacia afuera. Incluso lo vi cuando fui al festival de Fintdaz. Íbamos camino a Pozo Almonte y se me apretó el corazón cuando el chofer de la van nos mostraba cómo entre las dunas se iba poblando el terreno con tomas y campamentos, migrantes y compatriotas, a la buena de Dios, sin nada, sin ninguna seguridad. Seguridad en cuanto a las condiciones de vivir de manera digna, saludable, óptima. No existe eso. 

“Y claro, el mismo personaje de Marta lo dice en la obra. A ella le llama profundamente la atención que Emilio le haya secado la ropa, se la sacó y secó. Y le dice. “La gente pasa sin ver, y tú me secaste la rápida, me cuidaste”. Ahí uno ve la nobleza, la simpleza y la grandeza de los personajes, de detenerse en eso, de agradecer un gesto que uno hace por un otro. Hoy por Dios que estamos carentes de eso. Uno en la calle ve a una persona mayor que le cuesta cruzar la calle y nadie la ayuda. O si alguien ayuda a otro, tampoco hay un agradecimiento, un muchas gracias, sino que bueno… ya está, lo hizo. Hay tanta falta de empatía”. 

-¿Y cómo reflexiona usted eso? ¿Por qué cree que en Chile somos así? 

-Yo creo que esa es la magia que tiene Radrigán cuando escribe. Entrega esas facultades, esas características tan singulares a los personajes. Yo creo que no es algo solo de nuestro país, sino que hay una falta de empatía en general, en todas partes. De no tener consciencia o una mirada más respetuosa del que está al lado. De no auxiliar, de no observar también. Siento que hoy día la gente es muy poco observadora. Anda con miedo, la noción de miedo pánico es la que se instaló en nuestra sociedad, y de ahí no hemos logrado salir. La gente anda con miedo, y si no con miedo, con rabia. Porque el miedo le ha generado también una ira muy grande. Y estos personajes que están ahí, a la intemperie, que no tienen nada que perder, si ya lo han perdido todo, o nunca han tenido nada que perder… ellos sienten que sí han perdido la dignidad, por eso luchan, por no perder la dignidad. Ellos a pesar de todo son dignos. 

-La dignidad, un concepto que tanto nos ha rodeado en los últimos años…

-Claro, y en un minuto hay un fragmento en el que Emilio le dice a Marta: “¿Siempre has sido tan jodida?”, y ella dice “delicada”. Ella es delicada, no acepta que nadie la humille. Ahí ella le da todo un discurso acerca de que mientras no se pierda la dignidad, podemos seguir viviendo. Hay un límite. A uno lo pueden transgredir en muchas cosas, pero mientras tengamos dignidad… También es un discurso sobre eso la obra, de la importancia de tener, de ser una persona digna, consecuente.

Un teatro que invite reflexionar

-Hechos consumados es una ficción que recoge elementos de la realidad. Y Libertad 1209, a su vez, toma un caso real y lo transforma en una especie de ficción. ¿Cómo observa usted el rol que juega el teatro dentro de ese esquema, de tomar realidades y traspasarlas al escenario? 

-Es fundamental, somos eso. Somos los encargados de contar la historia. Los artistas en general, no solo los actores, también los poetas, los escritores, los guionistas, los músicos, las bailarinas, los pintores. El arte en general es lo que va contando la historia de cada pueblo, la idiosincrasia que tenemos. El teatro es también para entretener, es una instancia donde la gente va a distraerse de su quehacer, pero también va a cuestionarse cosas, a reflexionar, a aprender, a tener un punto de vista frente a lo que les están mostrando. El teatro sigue siendo, para nosotros, una fuente de denuncia, para comunicar, constatar que hay cosas que existen y pasan, para bien y para mal. 

Habita con nosotros esta pobreza que deambula, que es una pobreza que migra. Se instala en un lugar y se va a otro, buscando, buscando hacer territorio de alguna manera.

“Dentro de eso también uno tiene el rol de tener que siempre defender a su personaje, y eso no siempre significa que uno esté de acuerdo con el personaje. Defenderlo no es estar de acuerdo con el personaje, pero sí uno tiene que defenderlo, entender por qué actúa de tal o cual manera, porque mi trabajo como actriz es mostrar que existe una persona así, que se comporta de esa manera por tal circunstancia dada. Cuál es su historia que lo hace ser así, y qué es lo que le ocurre en el minuto del presente. 

-Imagino que ese concepto de defender al personaje debe haber sido difícil de desarrollar en monólogos como Libertad 1209, donde la protagonista es una abusadora. ¿Cómo se lidia con eso?

-Sí, es complejo. Imagínate, ponerse en los pies de una pedófila. Independiente de que yo no avale en lo absoluto la pedofilia y el abuso de ninguna índole, tengo que entender qué pasa por la mente de un personaje que puede hacer algo así. También eso está ficcionado, está inspirado en un suceso, podría haber sido ese o cualquiera. Lo importante de Libertad 1209 es tomar este tema, de mostrar los límites. Hasta dónde los padres delegamos responsabilidad de crianza en los docentes de nuestros hijos, y hasta dónde los docentes también transgreden esos límites, de ser educadores a pasar a ser confidentes, amigos, amigas, protectores. Es bien delicado, porque hay en nuestra cultura una suerte de que los hijos mientras más horas pasan en el colegio, mejor, pareciera ser que van a ser más inteligentes o van a aprender más. 

-Barreras que la pandemia desdibujó en ciertos aspectos…

-Claro, es una barrera muy delicada, en que se pasa para allá y para acá. Hasta qué punto yo cedo mi responsabilidad de crianza como madre, como padre, a un tercero, y hasta qué punto como educador me hago cargo de una emocionalidad un poco herida, dañada, débil, de algún alumno o alumna. Es un tema que tiene que ver con la comunicación, y con esto de los límites, de hasta dónde o hasta cuándo. Todo pasa por la confianza. Y eso acompañado de este personaje al cual le dimos esta característica de una mente que se desquició, y que en algún minuto perdió el norte.

“El monólogo que yo hago en esa obra son como cuatro voces en una, una mujer con una personalidad disociada, donde habla la niña que se enamora del niño, donde habla la docente, que hace una crítica a esto de los límites, donde habla la mujer, que critica a esas otras madres que abandonan a los hijos porque están pendientes de otras cosas, y donde habla la voz de la conciencia, que no está de acuerdo con ninguna de estas. Las critica a todas y no comparte nada, pero finalmente es un personaje que se da vuelta en sí mismo, quedó pegada allí, no logra salir de eso”. 

-Es fundamental, somos eso. Somos los encargados de contar la historia. Los artistas en general, no solo los actores, también los poetas, los escritores, los guionistas, los músicos, las bailarinas, los pintores.

-Y asume un relato también, lo entiende como lógico y lo trata de justificar…

-Claro, ella hace un relato y obviamente trata de ordenarlo y justificarlo de acuerdo a estas cuatro voces que van hablando este relato. Siempre se está defendiendo de eso. Era una instancia muy distinta, es un trabajo que lo gestamos con Gonzalo Sepúlveda en pandemia, fue la primera producción audiovisual por así decirlo de Matucana 100, porque ahí lo grabamos. Primero se hizo en funciones con conversatorios por Zoom, y ahora la estrenamos en presencialidad, y la vamos a seguir vendiendo en distintas provincias, regiones, municipios, al igual que con Hechos Consumados. La intención es vender funciones, descentralizar el teatro de las salas y tratar de sacarlo a las comunas, a los municipios, a las organizaciones culturales, llevarlas a provincia, descentralizar un poco el teatro, que es una labor que a mí me interesa harto hacer, y siento que se ha hecho poco. Se ha hecho, sin duda, pero siento que deberíamos poner más el acento en eso.

“Sigue siendo la televisión abierta el medio más masivo que tenemos”

-Acá en Santiago hay una cierta relación establecida con el teatro y las artes en general, pero en regiones a veces es más esporádico, en temporadas específicas 

-Absolutamente, la idea es acercar el teatro. También yo me puedo dar cuenta. En la pandemia hice Libertad 1209 online, pero también hice otras cosas, con el Teatro Mori. Luego se hacían conversatorios, y una de las cosas que más me llamó la atención era que nos veía gente de muchísimas partes, incluso de otros países, y la gente siempre al final decía “ojalá se vuelva a la normalidad, pero también sería interesante que no se perdiera esto de mostrar obras online”, porque mucha gente de provincia decía que no tenía acceso por ejemplo para viajar a Santiago a ver una obra de teatro. Ya viajar a Santiago es carísimo, e ir al teatro con la familia, la esposa, esposo, amigos, no está al alcance de la gente, y eso que las entradas en general no son tan caras. La gente a veces gasta mucho más dinero en ir a comer o en una discoteca, pero eso ya pasa por otros filtros. 

-Frente a esta distancia monetaria, que se suma también a la distancia geográfica, ¿qué rol juega la televisión? Usted tiene personajes de telenovelas que son muy reconocidos hasta hoy. ¿Cómo se entrelaza la televisión y el teatro?

-Yo creo que los que hemos tenido la suerte de hacer teleseries, y hemos tenido la suerte de poder construir estos personajes que han quedado en la retina, sin duda tenemos un plus, porque hay un reconocimiento de la gente. La televisión abierta sigue siendo hoy lo que la mayoría de la gente ve, porque es gratis. Hay que pagar la luz de la casa y tener un televisor, claramente, pero mucha gente por ejemplo no puede pagar cable, y ve televisión abierta. Y mucha gente que paga cable, curiosamente, ve los canales nacionales dentro del cable. Sigue siendo la televisión abierta el medio más masivo que tenemos, que atraviesa todos los estratos socioeconómicos y culturales de nuestro país. Y eso obviamente a uno le da un plus a veces, porque muchas veces hay obras donde la gente dice “a ver quién actúa… ah, la Solange Lackington, qué ganas de verla también en teatro”. Es un plus que tenemos para salir a provincia, aunque creo que no debiese estar centrado en eso. 

¿Por qué motivos?

-Porque son muchísimos los actores y actrices en este país extremadamente talentosos y talentosas que no son conocidos por la televisión. Sin embargo son tremendos, y hacen unos montajes increíbles que también merecen que sean vistos masivamente. Yo creo que se está formando más esa cultura de público teatral. Hay una suerte de público asiduo al teatro, y en regiones también, de ver qué obras vienen, seguir compañías, e informarse. Da cierto apoyo que a uno lo conozcan por la tele, sobre todo cuando la gente a uno le tiene un respeto y cariño por lo que ha hecho en la tele. 

-¿Cree que los tiempos actuales, considerando las redes sociales y la inmediatez, muy arraigadas en las nuevas generaciones, presentan nuevos desafíos para el teatro y las artes escénicas en general? 

-A mí me pasan dos cosas. Una muy buena, y otra que no la considero tan buena. Me sorprende gratamente cada vez que veo compañías emergentes de chicos y chicas jóvenes nuevos que hacen su montaje y forman sus compañías, y escriben sus obras con una dramaturgia interesante, inteligente, renovada, con muchos deseos de manifestarse y expresarse. Pero por otro lado me pasa que siento que se ha ido perdiendo un poco el teatro más clásico por así decirlo, el teatro más realista, y ha cedido este espacio a estas nuevas tendencias. Me parece súper necesario que existan, porque están en todo, no solo en el teatro, también en lo audiovisual, en los videoclips, los juegos, está en todo, en YouTube, pero me imagino que a medida que vayan pasando los años, como todo en la vida, se irá autorregulando un poco. 

Hechos consumados.

“Siempre los destapes y cambios conllevan excesos, y los excesos siempre son un error, pero la gente debe a veces vivir ese exceso, presenciarlo, o estar cerca para darse cuenta que hay que aprender a autorregular, a limpiar, dosificar, pulir. Son procesos que se van dando de manera orgánica, a medida que pasa el tiempo, y que se van asentando las nuevas tendencias. Se van ellas mismas depurando, y el público también se va depurando respecto de esas nuevas tendencias“, dice Lackington. 

Y añade: “Lo importante es que haya siempre espacio para todos y todas. Mientras más grande sea el abanico de alternativas que uno ofrece en términos culturales, más enriquecedor siento yo que se conforma la cultura de un país, porque tú tienes la posibilidad de ver lo que a ti te gusta, lo que a ti te agrada, y para descubrir que eso es lo que te agrada es porque de alguna manera viste algo que no te agradaba tanto. Pero si nunca has visto nada que no te agrada y siempre te muestran lo mismo, no tienes la posibilidad de comparar o de elegir, saber cuál te agrada más, dónde te sientes más cómodo como espectador”. 

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